El regreso de la diosa ecofeminista de Beyoncé

El regreso de la diosa ecofeminista de Beyoncé

Diana Eguía Armenteros

CC BY 2.0 File:Flickr – smilesea – Beyoncé Newcastle 2009 (17)-2.jpg Created: 6 September 2011

Desde que Donald J. Trump ocupa un espacio privilegiado en la vida de los estadounidenses, las personalidades de la cultura se esfuerzan en participar de la resistencia de un modo u […]

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15/06/2018

Diana Eguía Armenteros

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CC BY 2.0 File:Flickr – smilesea – Beyoncé Newcastle 2009 (17)-2.jpg Created: 6 September 2011

Desde que Donald J. Trump ocupa un espacio privilegiado en la vida de los estadounidenses, las personalidades de la cultura se esfuerzan en participar de la resistencia de un modo u otro. Sociedad poco dada a la repetición y muy volcada en el ideal de novedad, las personalidades entienden que no pueden dar un discurso político mejor que el de Meryl Streep en los Globos de Oro. De ahí que parezca que haya una competición creativa para marcar distancias con el nuevo gobierno. Lady Gaga abre su actuación en la Super Bowl con el himno LGTB Born This Way, Katy Perry luce un brazalete en el que se puede leer “resist” en los Grammy, el presentador de los Oscar ridiculiza una por una todas las actuaciones polémicas del presidente sin citar nunca su apellido, símbolo de éxito para muchos. No obstante, ha habido una declaración de intenciones que va más allá de la crítica a los tiempos convulsos que vive el país. Lo que ocurrió durante la actuación de Beyoncé  en la gala de los Grammy fue una clase magistral sobre el poder de las mujeres, una asignatura que el heteropatriarcado nos ha prohibido históricamente.

Lo que Beyoncé hizo en los Grammy fue llegar al pico de su creatividad artística, pero también política, afianzarse como líder de la espiritualidad feminista y, en resumen, educar[1]. Es imposible discutirle a Beyoncé que es la abeja reina (Queen B), como se la conoce popularmente, ella controla la cultura norteamericana como nadie, es una mujer empoderada y consciente de las batallas que aún se debe librar contra el racismo heteropatriarcal en los Estados Unidos. Por dar un ejemplo contundente de su activismo, el matrimonio Beyoncé-Jay Z pagaron de su bolsillo las fianzas de los manifestantes detenidos en las protestas de Baltimore y Ferguson tras el asesinato indiscriminado de dos jóvenes afroamericanos a manos de la policía.

Para aportar mi visión crítica a la performance de Beyoncé debo primero explicar la diferencia existente entre cómo se entiende la espiritualidad a un lado u otro del Atlántico. Mientras que la revolución francesa abrió el canal del pensamiento laico en Europa, la revolución americana se basó en crear un territorio donde todos los credos fueran acogidos y respetados. Por más que recientemente Donald Trump se empeñe en construir una identidad cristiana para el país, lo cierto es que ningún lugar hace gala de la diversidad religiosa como Estados Unidos. Muchas de las creencias que allí conviven (cuáqueros, budistas, unitarios, etc.) están activamente comprometidas con valores de igualdad. La tolerancia religiosa, sobre la que se funda la primera enmienda, ha mantenido los Estados Unidos relativamente aislados de corrientes filosóficas ateístas como el existencialismo francés. A resultas de estos factores se da el hecho -sumamente extraño de ver a ojos europeos- de luchas políticas fuertemente acompañadas de un halo espiritual. Sin ir más lejos, actualmente la acampada Sioux contra la construcción de un oleoducto en la reserva Standing Rock de Dakota del Norte se basa fuertemente en la cosmovisión religiosa indígena. “Protect what is sacred/ protege lo que es sagrado[2]”, es uno de sus lemas, en referencia a la veneración de la madre tierra entendida como divinidad. El feminismo no es excepción y también cuenta con su propia espiritualidad feminista.

Veamos punto por punto en qué consistió la actuación de Beyoncé en la gala de los premios Grammy:

Reconocimiento yoruba

La performance tuvo lugar en de febrero, cuando los Estados Unidos celebran el mes anual de historia afroamericana. Por tanto, nada mejor que recibir una lección magistral sobre la diáspora y la cosmovisión religiosa no binaria africana a manos de Beyoncé.  Ella transformó el escenario de unos premios de capa caída con tintes racistas (véase la polémica por el Grammy al mejor álbum del año y la categoría de música urbana)  en un espacio sagrado altamente artístico.

En esta coyuntura hay que entender la encarnación en diosa de Beyoncé. Convirtió una performance que podía haber sido una simple actuación de música pop en un ritual artístico-espiritual de empoderamiento de las mujeres y, especialmente, de las afroamericanas. Según expertos en estudios afroamericanos, la diosa a la que dio vida Beyoncé presentaba rasgos de Mami Wata y Osún. Mami Wata es la diosa yoruba de la fertilidad, el mar y la voz, y fue venerada por su poder de venganza entre los esclavos nigerianos capturados para su venta en Norteamérica. También fue la diosa yoruba del amor y la espiritualidad femenina Osun. Sincréticamente, también pudo ser la diosa hindú Kali del amor y la muerte. Y Venus. Y quizá, también, la Virgen María, en una versión de esta anterior a la mujer impotente que conocemos, cuando María era casi una superheroína, como aparece en las Cantigas de Alfonso X. Además, tomó el rol de las poetas sagradas que todavía hoy perviven en África occidental. Esta figura, la de la sacerdotisa, permanece ajena a nuestra cultura desde la Edad Media. En resumen, y sintiéndolo mucho por los credos patriarcales abrahámicos dominantes, la diosa está aquí y ha venido para quedarse. Como reza la abeja reina al terminar su performance, “if we are going to heal, let it be glorious/ si vamos a sanar, que sea glorioso”, en una llamada global a la sacralización femenina

Sensualidad y sexualidad matriarcal.

Encarnando todas estas diosas, Beyoncé fue sexi, pero de una manera muy diferente a como las cantantes del pop suelen serlo, porque fue sensual a la manera matriarcal y no patriarcal, es decir, no intentando agradar a otros, dándose a sí el placer de disfrutar de su cuerpo. Fue sexi del modo en que la iglesia católica siempre temió que las mujeres lo fueran: para darse gusto a sí mismas, no a los hombres. Abrazando la religión de la diosa, Beyoncé está dando un ejemplo de cómo ser sagrada. Sentirse sagradas no en la versión católica de ascetismo sexual, más bien al contrario, se trata de honrarse y cuidarse como el ser divino que somos. Si te sientes sagrada, si te respetas por lo que eres, es más fácil que luches contra quienes van por ahí maltratándonos impunemente. (“Grab them by the pussy. You can do anything. /Agárralas por el coño. Puedes hacer cualquier cosa”, contaba orgulloso Donald Trump en una grabación).

El concilio de mujeres

Beyoncé se rodeó exclusivamente de bailarinas invocando en imágenes artísticas al concilio de mujeres. El concilio de mujeres es un concepto utilizado en las meditaciones feministas. Se trata de una comunidad de mujeres que te reciben, te cuidan, te incluyen y se vuelven tus protectoras durante el sueño. Encontramos imágenes de este concilio en algunas barajas del tarot feminista como esta: Motherpeace Tarot, desarrollada por Vicky Noble y Karen Vogel.

La idea de un concilio de mujeres está dejando de ser una ensoñación abstracta para volverse real. No hay más que ver la marcha de las mujeres que tuvo lugar en multitud de ciudades de los Estados Unidos -y de todo el mundo- en contra de la toma de posesión de Donald Trump el 21 de enero, seguida del multitudinario paro de mujeres del 8 de marzo. También el concilio está tomando vida en la resistencia a las órdenes ejecutivas de la nueva administración. Las senadoras republicanas que se opusieron a la secretaria de educación nombrada por el presidente, la jueza que suspendió preventivamente la orden migratoria contra siete países de mayoría musulmana; la jueza que dictó que dicha orden no era válida para quienes ostentasen el permiso de residencia, etc. todas todas ellas, mujeres. Estas, como el ballet metafórico de Beyoncé, están trayendo a la realidad el espacio de sororidad del concilio de mujeres.

Celebración de la herencia matrilineal

A Beyoncé le cedió la entrada en el escenario su madre, Tina Knowledge. La hermosa imagen de su madre, ella misma y su hija, Blue Ivy, junto con los poderosos versos con los que abrió su aparición fueron un canto a la herencia matrilineal: “Do you remember being born? Are you thankful for the hips that cracked? The deep velvet of your mother, and her mother, and her mother? There is a curse that will be broken […] Your mother is a woman, and women like her cannot be contained / ¿Recuerdas cómo naciste? ¿Das gracias por las caderas que se abrieron? El terciopelo intenso de tu madre y su madre y su madre. Hay una maldición que se romperá […] Tu madre es una mujer y las mujeres como ella no pueden ser reprimidas”.

La abeja reina nos traía a la memoria todas las generaciones de mujeres anteriores a la nuestra, nos recordaba que la lucha de nuestras madres es la nuestra y que honrar nuestra herencia materna es ser feminista. Para entender mejor el poder de este momento, recuérdese la presencia tan cotidiana del padre en la ficción y cultura estadounidenses. Todos tenemos en la memoria la repetida imagen del niño en el campo de béisbol deseando que aparezca su progenitor sin mentar a la madre quien, muy seguramente, le ha lavado la equipación, alimentado y llevado al partido. Pues bien, a Beyoncé su padre y su marido no le parecen merecedores de este homenaje familiar y prefiere centrarse en su herencia matrilineal.

Honrar el embarazo

Notesé que hasta aquí no he siquiera mencionado una de las características más potentes de la artista en el tiempo de la actuación: su embarazo de gemelos. Es la primera vez que en un espacio mediático y público de similar  alcance se honra el hecho de estar embarazada. Vanessa Williams tuiteaba cómo durante su actuación en los Grammy del 71 ni una sola vez el realizador bajo el plano para mostrar su vientre abultado. Cuando una famosa espera bebés, con frecuencia el comentario más repetido tiene que ver con lo rápido que vuelve a su delgadez o lo fácil que se ha “recuperado”. Tenemos cientos de imágenes de famosas con vestidos vaporosos que disimulan su embarazo. Beyoncé, en cambio, nos dice que no hay nada que disimular, que hay que celebrar. Además, devuelve al embarazo una de sus características principales: la sexualidad. ¿Qué es el embarazo, el parto y la lactancia sino un estadio más de la sexualidad de la mujer donde se ponen en juego órganos sexuales desde la vagina a las mamas? ¿Hasta cuando vamos a disociar las ideas de maternidad y sexualidad como si fueran antagónicas? Imaginad por un momento que los hombres pudieran estar embarazados. ¿No estaría este tema incluso más tematizado en las artes que el de la eyaculación masculina o la muerte? Finalmente, la abeja reina ejecutó a la perfección la mezcla de poder y vulnerabilidad característico de una corporalidad embarazada con ese truco de la silla. En una sociedad en la que se nos inocula que gestar un bebé es casi una enfermedad, que necesitamos un ejército tecno-médico para sobrellevar nuestro propio cuerpo embarazo, Beyoncé se tumba sobre una silla en suspensión como diciendo “yo sé lo que me hago, no necesito tu ayuda, respétame”.

De los múltiples ataques contra la actuación de Beyoncé, desde narcisista a falto de verdadera música, el único que me parece merece una contestación es la acusación de apología de la biomujer. Podría argumentarse que, exhibiendo orgullosamente su embarazo, está cayendo en corrientes neoconservadoras que feminizan los cuidados y las prácticas de maternar. En primer lugar la maternidad de Beyoncé no tiene nada de tradicional, puesto que no es pasiva ni sumisa ni doméstica ni privada, ni siquiera se oculta. En segundo lugar, está trayendo e invocando cosmovisiones culturales que no se rigen por patrones binarios como la nuestra. No olvidemos que la cultura que nos enseñó a asociar sexo con género y la que nos recalcó que éramos “distintas” e “inferiores” fue la nuestra, no es, por tanto, un fenómeno universal. Aun cuando la cultura yoruba o hindú puedan regir patriarcados, alteran nuestro binarismo de género hegemónico porque desestabilizan los roles asociados a los sexos, tales como el de la madre que no tiene deseos para sí o la religiosa enclaustrada. Quienes piensen que el patriarcado occidental es universal o, de alguna manera, “mejor” o más benévolo que otros deberían revisitar el libro de Oyèrónkẹ́ Oyěwùmí, The invention of women: making an African sense of Western gender discourses, sobre la cultura yoruba.

Si has llegado hasta aquí viva habiendo leído todo el artículo, no necesitas este último párrafo; si no, aquí va un pequeño resumen a modo de conclusión:

Lo que Beyoncé hizo en los Grammy fue transformar la música pop en un espacio de arte sagrado, encarna la diosa, decirles a todas las mujeres que también son diosas, invocar el concilio de mujeres, traer a la vida las imágenes religiosas yorubas, abandonar el clásico papel de objeto sexual de las cantantes pop siendo genuinamente sensual, honrar el embarazo por primera vez en la contemporaneidad, defender un fuerte mensaje político a través de las artes, celebrar la herencia matrilineal, representar la unión de poder y vulnerabilidad propia del embarazo, y, por último, liderar el feminismo espiritual.


[1] La actuación de Beyoncé en los Grammy 2017, de alrededor de unos ocho minutos de duración, puede encontrarse en diferentes videos con mejor o peor calidad, algunos cercenados, en youtube.

[2] Todas las traducciones son mías.

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