Tuve que abortar con Misoprostol

Tuve que abortar con Misoprostol

Fue antes de la despenalización del aborto en Portugal. El ginecólogo me dijo que un bebé es un regalo.

Foto:  Artturi Mäntysaari en Pixabay

 

Soy portuguesa pero vivo en España desde hace seis años. Tenía 25 años y estaba en mi último año de carrera cuando me pasó lo que os voy a contar. Antes de la despenalización del aborto en Portugal (2007), el aborto sólo estaba permitido hasta las 12 semanas en caso de riesgo para la embarazada, las 16 en casos de violación y las 24 en casos de malformación del feto. Esto pasó en el 2005.

Tenía un retraso de 11 días. Fui a la farmacia de guardia a hacer la prueba de embarazo. Mientras esperaba, me di cuenta de que estaba justo delante de las estantes de los productos para bebés y pensé: “Joder, qué esto no sea un presagio, por favor.”

Estaban dos farmacéuticos: el alto y el bajo. Salió el alto con el resultado de la prueba: positivo. Fue como un bofetón en toda la cara. Empecé a llorar delante de todos los que estaban en esa farmacia. Los farmacéuticos me llevaron a un cuatro que tenían en la parte trasera de la farmacia para tranquilizarme. Les dije que por favor me ayudaran. El bajo me contestó que no había mucho qué hacer.

Se fue el bajo a atender a un cliente. El alto entonces me dio el número y la dirección de un ginecólogo: “A lo mejor éste te puede ayudar.” Cogí el papel, pagué la prueba y me fui.

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Tenía que llamar al que entonces era mi novio. Siempre habíamos usado el condón. Siempre. Algo falló y no nos dimos cuenta. Lo llamé y le pedí que viniese a verme. Contestó que no podía, que los padres iban a sospechar y hacer preguntas y que no sabría qué decirles. Él estaba de vacaciones con los padres. Yo estaba sola.

Fui al día siguiente al ginecólogo. En las paredes del consultorio estaban colgados dibujos de la que supuse que era la nieta del ginecólogo. El ginecólogo, muy sonriente, me dijo que pasase y preguntó qué pasaba. Yo le dije que la prueba de embarazo había dado positivo. Me dijo que subiese a la mesa para que me examinase. Dos minutos pasaron hasta que me preguntó la última vez que había tenido la regla. Según sus cálculos, iba a nacer el 25 de diciembre. Le dije que había venido a verle porque me habían dicho que podía ayudarme. Se le fue la sonrisa y me preguntó casi ofendido quién me lo había recomendado. No se lo dije y me di cuenta de que no me iba a ayudar cuando me dijo que un bebé es un regalo y que así lo vería cuando naciese. Me cobró los 50 euros de la consulta y me fui.

Tenía pocas opciones. Una era ir a España a hacer un aborto legal y seguro. Yo estaba en la universidad. No podía pedirles a mis padres el dinero para un aborto. Mi ex cobraba el sueldo mínimo. Sólo me quedaba el aborto con medicamentos.

Había oído hablar de la organización Women on Waves. Me metí en la web de dicha organización y leí que se podía provocar un aborto con Misoprostol. Mi novio consiguió esas pastillas en una farmacia de aldea. Tuvimos suerte porque supuestamente es un medicamento sujeto a prescripción médica. Dijo que era para la abuela, pero que se le había olvidado la receta en casa y que luego pasaba a llevársela.

Me preparé para la que iba a ser la peor experiencia de mi vida. Compré dos paquetes de compresas y seguí los pasos que venían en la página. A la media hora empezaron las contracciones; luego la hemorragia. Me acuerdo del dolor. Nunca había sentido nada así. Era como un hierro incandescente atravesándome las entrañas una y otra vez. Estaba tirada en el suelo de mi habitación con una toalla por debajo; fuera estaban mis compañeras de piso haciendo su vida normal. Sentí que me iba a desmayar. Pensé en ir a urgencias, pero me daba miedo que se diesen cuenta de lo que había hecho.

Me mantuve en el suelo durante no sé cuánto tiempo hasta que pude levantarme para limpiarme. Tuve sangrado durante unos tres días hasta que por fin paró. Sólo me quedaba esperar. Durante días no pude comer ni dormir. Aunque fue la peor experiencia que he vivido, no me arrepiento de haberlo hecho. No tengo ningún sentimiento de culpa. No me considero la asesina que dicen que soy.

Antes las portuguesas teníamos que venir a España a abortar; ahora parece que les toca a las españolas ir a abortar a Portugal.


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