Sara Boureiyi: “Con nuestros consumos podemos llegar a oprimir”

Sara Boureiyi: “Con nuestros consumos podemos llegar a oprimir”

Sara Boureiyi, activista antirracista, feminista y ecologista, habla de que la conexión entre racismo, ecologismo y feminismo es estrecha. Por eso, asegura, las más perjudicadas y las grandes luchadoras (invisibilizadas) son las mujeres racializadas.

06/07/2022

Sara Boureiyi, al finalizar la entrevista. / Foto: Lucía Mbomío

Sara Boureiyi trabaja en un proyecto de finanzas sostenibles de Ecologistas en Acción, también forma parte de la delegación de SOS Racismo Madrid y lleva varios años dentro del movimiento antirracista afrodescendiente. Su bagaje le permite abordar la realidad actual desde un punto de vista amplio que tiene en cuenta la crisis climática y sus consecuencias sobre el sur global o las personas que migran desde ahí y (mal)viven en el norte. A lo largo de esta entrevista recuerda que, pese a estar invisibilizadas, buena parte de quienes están poniendo el cuerpo para luchar contra los ecocidios en diferentes partes del mundo son mujeres racializadas.

Tú no venías del ámbito del ecologismo sino del turismo y la dirección de empresas, ¿cuáles han sido tus grandes sorpresas desde que trabajas en él?

suscribete al periodismo feminista

Saber que estamos viviendo una emergencia muy grande, mucho más grave de lo que yo pensaba y que está en un punto de no retorno. Debemos hacer cambios desde ya si no queremos que el planeta quede sumido en una crisis aún mayor. Partiendo de lo anterior, quizá lo que más me sorprendió es ser consciente de que quien más está sufriendo la crisis climática es la gente racializadas. Son sobre todo las mujeres racializadas las que están en la primera línea de lucha contra las grandes multinacionales y las petroleras.

Y una vez más se produce una invisibilización de las personas racializadas.

Exacto. De hecho, hay multitud de organizaciones ecologistas que elaboran informes y uno de los más importantes, el de Global Whitness, refleja los atentados, asesinatos y las violencias varias que se producen en el sur global en relación a la crisis climática. En él se observa que la mayor parte de las personas que las sufren son racializadas.

¿Cuánta importancia real está dando la sociedad, en términos generales, a la crisis medioambiental y climática?

Creo que la gente está preocupada, pero no son conscientes de la gravedad real del asunto y de la necesidad de tomar medidas más drásticas. Muchas veces lo que más se escucha cuando se habla de ecologismo es que hay que reciclar, como si con hacerlo bastara o con coger transporte público un día a la semana. Como sociedad debemos ir a la raíz del asunto y pensar en las consecuencias que puede haber y que nos tocará padecer.

¿A qué crees que llegamos irremediablemente tarde y qué es enmendable?

La Covid-19 ha demostrado que las cosas podrían ser de otro modo: había muchos menos pedidos online, menos movimiento de transporte que usa combustibles fósiles y el planeta lo agradeció. Pero creo que llegamos tarde al cambio de modelo de consumo, fue terminar el confinamiento y volver a las mismas actitudes prepandemia. Por otro lado, considero que todavía tenemos margen de intentar cambiar en la medida de lo posible nuestras acciones y movilizar a más gente con pequeñas acciones individuales. Yo estoy reduciendo al máximo el uso de mi coche. También me lo pienso dos veces antes de hacer grandes compras, no solo por el tema ambiental sino también por la explotación laboral de las personas del sur global. Intento comprar más en comercio local producto de temporada y de proximidad en vez de ir al supermercado. A la hora de viajar, me pregunto si realmente merece la pena coger un avión para irte a la otra punta del mundo o puedo quedarme más cerca.

Se está exigiendo una responsabilidad eco a un sur global que lleva mucho menos tiempo industrializado y, por tanto, generando menos emisiones contaminantes.

Sí, este discurso es muy contradictorio porque cuando te das cuenta de la relación entre antirracismo, lucha climática, colonialismo y extractivismo entiendes que la mayor parte de las empresas multinacionales están ubicadas en el sur global porque es donde se encuentran las materias primas. Y sí, tienes razón, por un lado se intenta cambiar la conducta de los países del sur global, mientras que por otro, es el norte el que  genera la crisis climática construyendo petroleras, gaseoductos, destruyendo tierras indígenas, provocando migraciones forzosas, acabando con lagos y océanos y forzando grandes cambios culturales. En este sentido, hay un proyecto actualmente en marcha en Uganda, EACOP, que creo que resume bastante bien lo que denominan el colonialismo corporativo: están intentando construir un oleoducto desde Uganda a Tanzania, para poder enviar luego barcos, seguramente, a Europa. Pasaría por tres países y por el lago Victoria donde podría destruir alrededor de unos 450 poblados y formas de vidas tradicionales. Entre las empresas que están detrás de este proyecto encontramos a la petrolera TOTAL y a numerosos fondos de inversión estadounidenses como BlackRock o Vangard.  Actualmente hay una campaña en marcha que se llama STOP EACOP que está tratando de frenar el desarrollo de este proyecto. Hay mucha hipocresía en todo esto de la ecología. Se pide al sur que recicle, cuando luego les mandamos nuestra basura desde occidente. Exigimos una reducción del consumo de plástico y, de nuevo, el nuestro acaba en esos países y océanos. Sugerimos que no se coja tanto el coche para no contaminar y, sin embargo, las mayores factorías de petróleo están en el sur global. Así las cosas, el ecologismo debe repensarse determinados discursos e intentar dejarlos enfocados a nivel local. No podemos obligar a que el mundo funcione como queremos sino tratar de, en la medida de lo posible, transformar lo que tenemos aquí. Es ridículo que tratemos de forzar a una persona de República Democrática del Congo a que no coja el coche por ser malo para el planeta.

¿Y dónde te ubicarías tú en todo esto como madrileña afrodescendiente e hija de marroquíes?

Me parece útil usar el término de “houria bouteldja”, “aristocracia indígena”, en el sentido de que somos personas racializadas pero estamos y vivimos en el norte global. A la gente del sur, nuestra forma de vida, seamos o no personas blancas, les está provocando una situación muy concreta. Eso no quita que no tengamos otras problemáticas asociadas al racismo en el territorio que ocupamos, pero estamos donde estamos y nuestros comportamientos de consumo influyen y, de cierta manera, también podemos llegar a “oprimir”.

Dado que estás formada en el ámbito del turismo y has trabajado muchos años en el sector , ¿hasta qué punto es conciliable con lo medioambiental?

Estoy en proceso de terminar el máster de turismo sostenible y es un oxímoron. Con todo, soy optimista y sí creo que hay maneras de conciliación. Por ejemplo, uno de los nuevos nichos del turismo es el comunitario, que pone en valor culturas locales y apoya desde ahí, también a nivel económico. Así mismo, se habla de turismo slow: en lugar de irte una semana a Cancún puedes pasar un mes o tres semanas con el fin de compensar las emisiones de CO2. Por otro lado, hay varias compañías aéreas y organizaciones que buscan compensar la huella aérea donando una cantidad determinada de dinero para plantar árboles. No es la mejor alternativa, pero es una opción. Sobre todo, es fundamental viajar de una manera más consciente porque, a nivel sociocultural, nos lo hemos tomado como algo necesario, como si, por narices, tuviéramos que desconectar yendo a conocer otras culturas. No obstante, quizá, esto pueda hacerse también a nivel local , aquí, dentro del Estado, y desplazándonos en tren o en bicicleta, por ejemplo.

Es que, después de todo, eso de hacer turismo es un privilegio de solo algunas personas del Norte y relativamente contemporáneo, ¿no?

¡Claro! Aquí, en Europa, el turismo se democratizó en los años 60 y, a partir de los 2000, con la aparición de las compañías low cost, se masificó. Hay que tener claro que viajar es un privilegio por lo económico, sí, pero también por el hecho de tener un pasaporte de un país miembro de la Unión Europea que nos permite viajar a un montón de sitios sin necesitar visado. A la gente del sur global, en cambio, cuando quieren salir de su país, a veces por necesidad y otras por ocio y esparcimiento, se le ponen un montón de trabas administrativas. Y, por supuesto, es importante que si viajamos, dejemos de lado las actitudes racistas . El turismo decolonial es una alternativa, en ese sentido.

La guerra de Ucrania está marcando nuestra manera de consumir, ¿qué impacto está teniendo en términos medioambientales?

Esto es algo muy interesante. Dentro del ecofeminismo, una de las grandes autoras, Vandanna Shiva , señala que el sistema agroalimentario mundial está basado en los combustibles fósiles, sobre todo en el petróleo. Así las cosas, se produce en el lugar A de forma, cada vez más industrializada, la mercancía se lleva al lugar B y, al final, se consume en el punto C. Yo, hasta hace poco no tenía ni idea de la cantidad de productos que se traían desde Ucrania. Y es ahora cuando estamos entendiendo la dependencia que generan estas relaciones de producción. Por ejemplo, en un artículo de Climática de hace unos días leí que el trigo que venía de Ucrania daba soporte a muchos países europeos. Como actualmente no pueden producir, transportar ni distribuir se ha cerrado un acuerdo con India para que tome el relevo de la producción y surta a la Unión Europea del cereal. Lo que pasa es que en India, desde marzo, están padeciendo una ola de calor atroz que está teniendo consecuencias en términos medioambientales y humanos. Las altas temperaturas han provocado que las cosechas sean menores y que India haya tenido que dar un paso atrás y reconocer que no puede encargarse de abastecer a la Unión Europea porque necesita su trigo para sus habitantes.

Una vez más, se permite y alienta el libre tránsito de mercancías pero no de personas.

Es supersorprendente porque ahora se denomina aliados a países que casi siempre han sido ignorados. Cuando hay necesidad, esto pasa, pero las personas siguen quedándose fuera. No obstante, es importante tener claro que todo está interconectado. La FAO [siglas de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura] ya ha avisado de que la próxima crisis será alimentaria por toda la subida del precio de los combustibles y la energía. En nuestro caso, lo notamos en el aumento de la cesta de la compra, en muchos países del sur global significa el encarecimiento de la producción de las materias primas y en que ganen menos dinero. Ahí hablamos de vidas humanas, sequías, inundaciones, de eventos climáticos extremos, vaya. Como consecuencia de lo anterior, las migraciones climáticas ya se están notando dentro de cada país, pero en unos años, cuando ya sea imposible vivir en determinados sitios, no quedará otra más que marcharse a otros.

Cuando dices “en unos años”, ¿a qué te refieres?

Depende de la zona. En España las cosas no pintan bien, una parte de la costa se va a hundir y hay zonas que se van a desertificar. Este será uno de los lugares que habrá que abandonar, no seremos zona de recepción. Habrá un gran número de desplazamientos. Los informes del Banco Mundial señalan fechas como 2050. Con todo, en muchas partes del mundo, las consecuencias ya son más que evidentes, lo que pasa es que si no se ven en el norte global no se les da la misma importancia.

Hablemos de datos…

En 2018, el Banco Mundial estimaba que tres regiones, América Latina, África Subsahariana y Sudeste asiático generarían 143 millones de migrantes climáticos para 2050. En 2017, 68,5 millones de personas fueron desplazadas forzosamente, más que en cualquier momento de la historia. Aunque sea difícil estimar cuáles son migrantes climáticos y cuáles no, si sigue la desertificación, el aumento del nivel del mar, la acidificación del océano, la contaminación del aire y cambian los patrones de lluvia, pinta que cada vez van a ser más.

Dado que eres activista antirracista, feminista y medioambiental, ¿de qué forma dirías que se expresa la vinculación entre racismo y cambio climático en el norte global?

Eso aparece en el informe que han hecho en la European Network Against Racism: los efectos del cambio climático y el racismo se encarnan en las trabajadoras migrantes que están en invernaderos o recogiendo la fresa. Al final, el sistema provoca migraciones de pobreza y exclusión y racismo hacia las personas migrantes que trabajan en el norte. Si nos centramos en Madrid, los cortes de electricidad que se están produciendo en la Cañada Real Galiana, situada en uno de sus tramos al lado de un vertedero, y en donde vive un alto porcentaje de población marroquí, gitana y rroma no son casuales.

¿Y crees que el antirracismo de aquí está teniendo en cuenta la perspectiva eco?

En absoluto. Nunca se plantea el problema climático como algo prioritario porque hay otras urgencias, como la regularización de la documentación, denunciar las paradas policiales o cerrar los CIES. Sin embargo, cuanto más lees, más te das cuenta de que todo está interrelacionado. Para mí ahora es imposible excluir un aspecto frente al otro. Somos ecodependientes del planeta y debemos pensar que no solo debemos cuidarnos entre nosotras sino también la casa que habitamos.

¿Cómo empezar a meter estos temas?

Creo que podríamos comenzar haciendo alianzas con organizaciones que ya están tratando la ecología y el movimiento climático. Pero dichas alianzas deben venir por las dos vías. Desde el antirracismo es necesario repensar y ser conscientes de que estamos sumidas en una crisis climática y son las personas racializadas el grueso de quienes la sufren, pero el movimiento climático también debe ser consciente de que no puede hablar por nosotras.

¿Y qué margen de exigencia tenemos frente los Estados o las multinacionales?

Creo que el cambio pasa por la organización social y las alianzas que se puedan hacer. Pienso, por ejemplo, que en los peores momentos de la pandemia yo participé en una red de apoyo mutuo de Torrejón de Ardoz. Si hubiéramos tenido que esperar al Estado para abastecer a la gente, hubiéramos llegado tarde. La unión hace la fuerza y los cambios pasan por lo que hagamos las personas y que luego el Estado regule.


Ey, más cosas que te van a gustar:

Download PDF
master violencia de género universidad de valencia

Artículos relacionados

Últimas publicaciones

ayuda a Gaza
Download PDF

Título

Ir a Arriba