Flora Partenio: “La esperanza es el que el movimiento por la justicia ecológica se encuentre con el feminismo”

Flora Partenio: “La esperanza es el que el movimiento por la justicia ecológica se encuentre con el feminismo”

Flora Partenio, activista feminista argentina e integrante de DAWN, una red que trabaja por un desarrollo alternativo, explica cómo los cuidados se están anclando a lógicas de endeudamiento. “No podemos discutir la salida de la pandemia y de la crisis en la que estamos, que es sanitaria, económica, de los cuidados y ecológica, si no es repensando seriamente el modelo productivo”, afirma.

27/04/2022

Flora Partenio, en Basoa. / Foto: M.A.F.

Compartir estrategias y una agenda feminista transfronteriza y capitalista. Con estos deberes en la libreta, la argentina Flora Partenio ha participado recientemente en el encuentro Alianzas ecofeministas contra el poder corporativo, organizado por Paz con Dignidad en la Casa de las Defensoras Basoa, situada en Artea, Bizkaia.

En esta casa nido, pensada para arropar y germinar, alrededor de 40 activistas feministas llegadas de Uruguay, México, Senegal, Honduras, Guatemala, Brasil y de diversos puntos del Estado español compartieron estrategias y reflexiones, pero también cantos, comida y abrazos. “Hemos hablado sobre cómo vemos el avance del poder corporativo y cómo responden los feminismos, los ecofeminismos, los feminismos populares; en algunos casos, en clave de resistencias y, en otros, en clave de construcción de alternativas frente a los monopolios y al avance de la mercantilización de la vida”, cuenta la argentina, quien centró sus intervenciones en la “captura corporativa del Estado”, en la economía digital y en las dinámicas de la deuda. Y reivindicó un feminismo internacionalista del que se pudo ver una muestra en unos días fríos y lluviosos de abril en Basoa.

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Doctora en Ciencias Sociales por la Universidad de Buenos Aires y coordinadora de la carrera de Relaciones del Trabajo del Instituto de Ciencias Sociales y Administración, Partenio forma también parte del movimiento feminista argentino y de DAWN, una red de feministas del sur cuyas siglas del inglés significan Mujeres por un Desarrollo Alternativo para la Nueva Era.

En el rato del café, en una las habitaciones de la casa Basoa, en un rincón lleno de luz y vistas, Partenio explicó qué relación hay entre la situación de deuda de los hogares y la situación macroecómica de los estados, anclados al extractivismo. Sus palabras ponen “todo en tensión”, pero también dibuja esperanzas, que siempre están ligadas a la suma, al encuentro.

¿Cuál ha sido tu contribución en este encuentro y qué te llevas?
Mi humilde aporte ha sido traer la experiencia que venimos discutiendo en la red de feministas del sur DAWN: el avance del sector privado en alianza con el sector público, capturando al Estado, para desarrollar megaproyectos que tienen que ver con la construcción de infraestructuras, de hospitales, en el sector de los transportes, de carreteras, de infraestructura básica, lo que se conoce como alianzas público-privadas. El sector privado está desembarcando en estas áreas que son clave, donde sabemos que después esos servicios no van a ser accesibles. Mientras, se va profundizando en una lógica de desmonte de lo público y de entrega en manos privadas de cosas que son esenciales para nuestra vida: la salud, la educación, la infraestructura urbana. Las jornadas han sido muy intensas y una de las cuestiones más importantes que me llevo es la reflexión de cómo nuestras organizaciones feministas, nuestros movimientos, atravesaron la pandemia, y qué significó sostener las luchas y cómo eso se registró en el cuerpo. Para nosotras fue todo un desafío en Argentina salir a las calles en plena pandemia para luchar por el aborto legal. Fue repensar los cuidados en la calle, repensar cómo nos movíamos. Y otra de las cuestiones que me llevo es pensar estas estrategias frente a los nuevos ropajes que va tomando el poder corporativo. O sea, cómo se mueven, cómo son las estrategias de las empresas transnacionales en el norte y el sur global, y cómo nosotras, frente a eso, también podemos pensar diferentes posibilidades. Y una cuestión que me parece clave es la capacidad del feminismo de transformarse y reforzar el internacionalismo, al mismo tiempo que hacemos prácticas muy concretas, experiencias que pueden ser ejemplos. Estas estrategias nos permiten entender que las salidas postpandemia serán con más ajuste, con más extractivismo.

Hablas de cómo se sostienen las luchas en época de pandemia y has puesto vuestro ejemplo, el de Argentina. ¿Cómo habéis mantenido esta lucha por la legalización del aborto? ¿Cómo se articuló el movimiento para no desfallecer en momentos tan complicados para todas?
Somos parte de un movimiento en Argentina en el que el feminismo marcó nuestras vidas, las constituye y marca nuestras elecciones de vida y nuestros posicionamientos políticos. La pandemia fue un escenario donde los feminismos populares estaban en los barrios, estaban en las comunidades sosteniendo, atendiendo en temas de salud, sosteniendo comedores comunitarios. En Argentina está creciendo en el último tiempo el feminismo villero, de las villas de emergencia, en los barrios populares, con mucha presencia y potencia, y eso fue fundamental en la pandemia para que no hubiera más muertes. Con la lucha del aborto veníamos de 2018 de haber perdido la batalla dentro del Senado, pero la habíamos ganamos en la calle; el planteo nuestro era: “La ganamos”. El pilar fue la campaña nacional por el derecho al aborto legal, seguro y gratuito, esa gran campaña que se articuló en términos federales, en todas las provincias y con una construcción de una solidaridad internacional muy importante, no tenemos que perderlo de vista. En medio de la pandemia hubo compañeras haciendo pañolazos virtuales, acercándose a las embajadas a pesar de los contextos de restricción… Y la campaña, con sus figuras pioneras, con las más jóvenes, con las más pibas, porque soy de las que piensa que no son solo las pibas, sino que es importante toda la conformación de esa campaña, logra sostener el tema. Nosotras nos reuníamos todas las semanas y una de las estrategias por las noches era hacer proyectazos en los edificios, en las casas, porque no se podía salir, manteniendo el logo de la campaña: aborto será ley; aborto legal, seguro y gratuito. Desde el confinamiento se sostuvo un activismo virtual que mantuvo la agenda presente. Y cuando pudimos salir a la calle, en diciembre de 2020, nos reencontrarnos después de haber sostenido esa lucha; yo creo que fue como un fuego. La lucha de 2018 nos había dejado en un estado de agite que había que retomar. Y la campaña y las compañeras han sido centrales. Y se llegó a tratar nuevamente en el Congreso por la movilización masiva y porque la campaña no se movió un segundo.

En tus intervenciones has incidido en el concepto de deuda en tres manifestaciones: la deuda doméstica, por países y la ecológica. ¿Qué tiene que ver la deuda con la lucha feminista?
Parto de lo que está pasando en el mundo. Hoy Sri Lanka está en el medio de una emergencia, con movilizaciones y con una situación crítica para toda la población porque están en un proceso de negociación con el Fondo Monetario Internacional. Y se les viene por delante un paquete de medidas de ajuste tremendo. En Argentina también se está avanzando en un acuerdo con el Fondo Monetario. Y sabemos que este acuerdo va a traer una restricción para poder cumplir los derechos económicos, sociales y culturales, los derechos más básicos, porque implica recortar el presupuesto, implica destinar la partida al pago de la deuda y no asignarla a inversión. En Argentina se está dando una discusión muy rica para diseñar un sistema integral de cuidados y para ponerlo necesitamos dinero para infraestructura de cuidado, para políticas, para tiempo para cuidar, para que ese tiempo esté justamente cuidado en el sentido amplio del término. En Ecuador se está implantando un paquete muy fuerte de medidas neoliberales en el marco de un acuerdo de 2018. Estas deudas soberanas, estas deudas que toman los gobiernos, tienen efectos en la población. Por un lado, porque implican reasignar partidas presupuestarias y profundizar la desinversión en servicios públicos, en educación, en salud y, al mismo tiempo, hay que pensar cómo las dinámicas de cuidado implican también endeudarse para vivir. Mi propuesta es pensar cómo estas dinámicas de endeudamiento general de los estados nos llevan a ver cómo los hogares se encuentran en una financiarización completa de la vida: debemos tomar créditos para pagar lo que necesitamos para vivir. Ya no es el crédito de inversión a largo plazo, es un crédito para el consumo, para pagar la factura de la luz, pagar alimentos en cuotas. Hace muy poco, en Argentina hemos publicamos un estudio dónde mostrábamos el endeudamiento de las trabajadoras y las mujeres de barrios populares; lo que mostraba ese endeudamiento es no solamente que las mujeres están por fuera de los sistemas de crédito formal para endeudarse, sino que además acceden a sistemas de crédito a partir de circuitos de préstamos de tarjetas: hay una en el barrio, un familiar, que tiene una tarjeta y es el que garantiza un sistema de préstamos para poder cubrir una factura, pagar una cuota de un colegio, pagar el servicio de agua para que no lo corten. Estas dinámicas son cotidianas e implican entrar en una espiral de endeudamiento, la sostenibilidad de la vida está anclada en estas lógicas de endeudamiento, y lo vemos con lo doméstico. Y la otra discusión es la que tienen los países del sur con respecto a las deudas que tienen los estados. Y en esto creo que hay una discusión que quedó trunca: la posibilidad de cambiar la deuda de los países del sur, deudas monetarias reales, por la deuda ecológica. Si los megaproyectos extractivos de las empresas del norte implican despojo e impacto ecológico, cómo discutir las negociaciones de una deuda en clave de la deuda ecológica que tienen los países del norte y los organismos financieros con los países del sur. En el caso de Argentina, hubiera sido importantísimo por ejemplo ver los desastres ecológicos que dejaron grandes empresas mineras, petroleras y demás para discutir la situación con el Fondo Monetario. En Ecuador pasa lo mismo; en Brasil, ni hablar. Esta discusión sobre la deuda ecológica no está desarticulada de una política contra el extractivismo de justicia ambiental, de justicia ecológica.

 

¿Y se está ocupando el feminismo realmente de estos problemas?
Los paros internacionales y las huelgas del 8M nos dieron la posibilidad de ensanchar la discusión en torno al trabajo: qué es trabajo, quiénes somos trabajadoras, qué pasa en tu sindicato cuando se organiza de tal o cual manera, qué pasa con el trabajo en casas particulares. Esa discusión del trabajo nos permite discutir también dinámicas globales, no solamente la división sexual del trabajo al interior de los países, sino también la división internacional sexual y racial del trabajo. Cada vez más la economía feminista ha entrado en una dinámica de divulgación, de popularización. Las compañeras pueden discutir de la economía cotidiana de su hogar y al mismo tiempo comenzar a vincular y a tejer relaciones con la situación del país, con la inflación, con el dólar, con la situación de endeudamiento. Y en el caso de América Latina, nos ha permitido llevar a los encuentros feministas las discusiones por ejemplo de los tratados de libre comercio, de los foros económicos del G20 y discutir qué tiene que ver esa macroeconomía con lo que hacemos todos los días. En Argentina la discusión de economía feminista ha permeado las universidades y las discusiones en términos de las organizaciones: quién hace el trabajo al interior de las organizaciones territoriales, por qué las compañeras hacen esto y los compañeros hacen otras cosas. Y eso se vincula con las luchas antiextractivistas: discutir el modelo productivo del país, la salida de la pandemia, si a va a ser con más extractivismo. La mayor esperanza y donde veo un camino y un sendero muy potente de encuentro es que el movimiento ambientalista, el movimiento que lucha por la justicia ecológica, se encuentre cada vez más con el feminismo. Ahí veo una potencia importante.

¿Es la economía feminista una herramienta de transformación?
Es como una caja de herramientas que nos permite analizar desde las economías domésticas hasta una mirada macro y, al mismo tiempo, vincularla con la micro. Y nos da herramientas para entender los desafíos que puso la pandemia, por ejemplo, el avance de la digitalización en nuestros empleos, en nuestros vínculos, en nuestras finanzas electrónicas, entender qué es la big data, entender por qué cada vez más nuestros teléfonos nos permiten no solamente hacer un montón de intercambios, sino que al mismo tiempo estamos en ecosistemas de billeteras virtuales que nos permiten hacer pagos, transacciones. ¿Cuál es el poder de esos datos?, ¿quién controla esos datos? Una dimensión de la economía feminista es discutir la justicia digital y ahí hay un vínculo muy fuerte en cómo pensamos la justicia digital en clave feminista. Lo que vemos es que las compañeras todos los días hacen economía en sus organizaciones, en los barrios y en sus hogares. Y esa caja de herramientas lo que te permite es ir construyendo esas relaciones y al mismo tiempo pensar un análisis más profundo.

En esta digitalización de la economía, ¿quién controla las herramientas?
Creo que la dimensión de lo que se llama capitalismo de plataformas, o este avance del comercio electrónico, es trasladar un modelo de negocios donde no hay jefes, donde no hay responsabilidades de empleadores. Las grandes empresas tecnológicas no tienen responsabilidades como empleadoras porque sus trabajadores son todos freelance, las plataformas aparecen como meras intermediarias. Se ha pulverizado la relación laboral y al mismo tiempo está esto de quién controla los datos. En esta pandemia hemos generado un montón de datos para comunicarnos en términos sociales, familiares, para educarnos, para mantener el trabajo, para incluso sostener transacciones económicas; el control de esos datos es parte de nuestras luchas. ¿Qué implica una soberanía digital? Que los datos se queden en el territorio donde se generan, esto actualmente no está regulado. Es un desafío enorme. Y otro desafío es la algoritmización de la vida laboral. Cada vez más nuestros trabajos son calificados por algoritmos, que sabemos que tienen claros sesgos de género, sesgos raciales. Esto de la neutralidad de internet no es ninguna neutralidad. Y otro desafío que yo marcaría es esta materialidad que tiene el mundo digital, que es borrado, eliminado y aparece como que no existe, pero esta materialidad está generando grandes impactos ecológicos. El caso más extremo lo podemos ver en el gran negocio de las bitcoin, que necesitan anclar sus servidores en lugares fríos con ciertas temperaturas y ciertas características ambientales. Esta materialidad de internet que aparece como nube, como intangible, tiene peso, tiene impactos ecológicos y cada vez más tenemos que posar los ojos en dónde se están alojando, porque esto también marca diferencias entre el norte y el sur global.

Varias de la participantes en las jornadas organizadas por Paz con Dignidad. / Foto: M.A.F.

Has mencionado la idea del trabajo hablando de las huelgas feministas y de las plataformas digitales. En el encuentro también se ha recordado cómo las transnacionales, cuando llegan a un territorio, juegan con la promesa del empleo y eso es una partida que tienen ganada. El concepto de trabajo ayuda a ganar luchas, pero por otro lado sirve para dividir a los movimientos sociales.
Sí, la pregunta es superpicante. El desastre de Brumadinho [rotura de una presa, narrado por Leticia Oliveira, del Movimiento dos Atingidos por Barragens (MAB)] fue un desastre ecológico tremendo y frente a eso la discusión era estos puestos de trabajo. En Argentina es sobre qué modelo productivo o qué tipo de desarrollo estamos pensando cuando hablamos de crecimiento económico, de recuperación económica. Y ahí la tensión es generar puestos de trabajo y nuestra respuesta es qué tipo de empleo: protegido, estable, cuáles son sus condiciones, cuál es el impacto. Porque también nos comemos el rollo del empleo verde, que viene con todo este paquete sobre la generación de energías renovables, y todo está en manos del sector privado. La discusión más profunda en clave feminista de esto sería ¿esto es sostenible?, ¿es posible en el tiempo?, ¿qué tipos de empleos se generan? Hay una narrativa montada: estas megaempresas desembarcan con la posibilidad de generar puestos de trabajo en localidades que incluso vienen de décadas de desempleo. Y esa falta de acceso al empleo tiene que ver con políticas de destrucción sistemáticas del tejido de protección social, de las posibilidades laborales. Y ahí la discusión es más grande: no podemos discutir la salida de la pandemia y de la crisis en la que estamos, que es sanitaria, económica, de los cuidados y ecológica, si no es repensando seriamente el modelo productivo. Y el modelo productivo no puede ser con más extractivismo. Por eso en Argentina, ya en 2019, antes de que asumiera el nuevo Gobierno lo decíamos, se discute si la salida es Vaca Muerta, el gran yacimiento de extracción de petróleo. Creo que la discusión feminista, y volviendo a lo macro, sobre la salida de la crisis debe necesariamente poner en tensión las cuestiones que hasta ahora garantizaron lo que se llamaba la recuperación económica; no podemos eludir esa discusión, porque esa discusión no dada nos lleva a profundizar el extractivismo, a profundizar en la destrucción ecológica y en el despojo. Y nunca se cuenta que por un lado se genera un puesto de trabajo, pero por otro lado se generan procesos de desplazamiento de población campesina, indígena. Y sí, por supuesto, alguien nos va a decir de dónde piensas sacar el dinero; y ahí está la discusión feminista sobre la economía: poner todo en tensión y al mismo tiempo pensar.

 

Transnacionales rima con patriarcales
El papel de las compañías transnacionales (hidroeléctricas, mineras, agrícolas, petroleras…) en el sistema económico y por ende social y su poder en aumento fue uno de los ejes del encuentro Alianzas ecofeministas contra el poder corporativo, organizado por Paz con Dignidad, en el que participaron defensoras del territorio, activistas contra la deuda y los tratados comerciales, expertas en procesos de acompañamiento y en protección de activistas amenazadas.
“Las transnacionales están repatriarcalizando los territorios”, expuso la uruguaya Alicia Migliaro, del colectivo Miradas críticas del territorio desde el feminismo. Y ofreció cinco razones. Política: porque las formas de decisión son patriarcales, algo así como “pactos entre caballeros”. Ecológica: porque rompen los ciclos naturales, por ejemplo, con las fumigaciones. Cultural: porque se sustentan en estereotipos sexistas y de dominación de la naturaleza. Económica: porque traen propuestas de “desarrollo” que hablan de un tipo de empleo masculinizado que a veces rompe la economía comunitaria. Y corporal: por el trato que se da a los cuerpos feminizados, en muchos casos con aumento de la violencia hacia las mujeres y de trata.

Y, por cierto, esto no es de ahora. Como recordó Blanca Bayas, del Observatorio de Deuda de la Globalización, la deuda que acarrean muchos países se inició en la colonización: “Desde que no se puede explotar y esclavizar más surge la deuda, pero se nos olvida el origen”.

Frente a estas violencias son vitales espacios como La Serena, la casa de estancia temporal de recuperación, sanación, descanso y reflexión que la Iniciativa Mesoamericana de Defensoras tiene en Oaxaca (México). Ana María Hernández, coordinadora de La Serena, explicó lo importante que es que los modelos de protección de defensoras de derechos humanos tengan mirada feminista. “Tenemos derecho al bienestar, al cuidado y a la seguridad”, recordó en varias intervenciones. “Tenemos interiorizado la lucha contra el enemigo y nos estamos dejando de lado a nosotras”, expuso Sara Álvarez Medrano, feminista maya y lesbiana que trabaja como terapeuta social.

El encuentro, de hecho, tuvo algo de sanación de la mano de Sara Álvarez, que guio a sus compañeras en un viaje interior y compartido. “Las redes salvan”, insistió Hernández. Y aunque parezca una frase intangible, tiene mucho de suelo, de real. Andrea Vides contó cómo desde la Alianza Contra la Pobreza Energética de Catalunya tratan de que la pobreza energética no se viva desde el aislamiento. Compartir a veces es luz.

 


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