Gobierno Vasco: más hacer y menos denunciar

Gobierno Vasco: más hacer y menos denunciar

Parece una broma de mal gusto que quien tiene la competencia en Educación en Euskadi haga una campaña para denunciar que niños, niñas y adolescentes se están educando a través del porno e invite a la ciudadanía (especialmente a las familias) a no dejar la educación sexual en sus manos.

28/11/2023

Otis, uno de los protagonistas de ‘Sex Education’.

Este año, la campaña del 25-N de Emakunde, Instituto Vasco de las Mujeres, ha consistido en difundir este mensaje: “El porno es una escuela de violencia contra las mujeres. No dejemos la educación sexual en sus manos”.

Parece una broma de mal gusto que quien tiene la competencia en Educación en Euskadi haga una campaña para denunciar que niños, niñas y adolescentes se están educando a través del porno e invite a la ciudadanía (especialmente a las familias) a no dejar la educación sexual en sus manos. Es al Gobierno Vasco a quien le correspondería garantizar que el alumnado recibiera, en todas las etapas educativas, una educación sexual de calidad (no vale con ese par de horas impartidas por personal ajeno a los centros que aterriza cual paracaidista en el aula). El Gobierno Vasco debería poner en marcha programas sobre educación sexual con objetivos y contenidos elaborados desde la perspectiva de género y con mecanismos de evaluación que permitieran comprobar si el alumnado interioriza esos contenidos.

¿Está acaso Emakunde denunciando que el Gobierno Vasco incumple sus obligaciones? (¿No es Emakunde parte de esta institución?) ¿No le correspondería al Gobierno hacer en vez de solo señalar? ¿Denunciar esta situación no sería el papel más bien de sindicatos, AMPAS y movimiento social? ¿A qué responde esta usurpación de roles? ¿Cree el Gobierno Vasco que solo advirtiendo a las familias cumple con su responsabilidad?

¿No le correspondería al Gobierno hacer en vez de solo señalar?

Se ha convertido en habitual, por parte de las instituciones vascas, una práctica preocupante: apropiarse del discurso de los movimientos sociales sin materializarlo después, como les correspondería, en políticas que mejoren la realidad y la vida de la ciudadanía. Un ejemplo reciente y flagrante son los cuidados.

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Emakunde con su campaña no dice nada que no sepamos. María Rodríguez Suárez, sexóloga y doctora en Género y Diversidad, apunta que “todo el mundo tiene claro que no podemos dejar la educación sexual en manos de la pornografía. El porno no está hecho para educar, sino para producir fantasías eróticas y, teniendo en cuenta que es una de las industrias más rentables del capitalismo actual, para rentabilizarlas”.

Ahora bien, ¿qué papel corresponde al Gobierno Vasco? Ahí van algunas preguntas para pensar en ello: ¿Qué programas de educación sexual está implementando? ¿Desde qué edades, considerando que la sexualidad empieza cuando nacemos? ¿La aborda ya en las escuelas de Infantil? ¿Está formando al profesorado, que tantas veces pone de manifiesto la falta de recursos y de herramientas con las que intervenir? A todas luces, el Gobierno Vasco no sale airoso de este test básico.

Por otra parte, hay otro aspecto criticable en la campaña de Emakunde. Alertando a las familias del peligro de que sus hijos e hijas se eduquen a través del porno, les infunde miedo, pero no les ofrece recursos ni garantiza otras vías de educación sexual. Hay familias que son conscientes del problema y algunas AMPAs, de centros tanto públicos como privados-concertados, gastan miles de euros al año de su bolsillo para contratar formaciones sobre sexualidad o se acogen a la oferta —puntual y limitada— de asociaciones que trabajan el tema.

El Gobierno Vasco se despreocupa, como si todas las familias vascas tuvieran al frente una terapeuta sexual feminista y rica, como Otis en Sex Education

¿Qué espera el Gobierno Vasco que hagan las familias? ¿Qué pueden hacer las familias sin recursos; las que están volcadas en llegar a fin de mes; las que no tienen conocimiento sobre el tema; las familias cuya concepción religiosa les disuade de abordar la sexualidad; las familias conservadoras que están en contra de la educación en este ámbito; las familias en las que el padre ejerce violencia machista? El Gobierno Vasco se despreocupa, como si todas las familias vascas tuvieran al frente una terapeuta sexual feminista y rica, como Otis en Sex Education. No podemos pedirles eso a las familias; sí debemos exigir, en cambio, que la institución competente garantice a todas las niñas, niños, adolescentes y jóvenes una educación de calidad, independientemente de la familia a la que pertenezcan.

Volviendo al miedo que esta campaña infunde en las familias, María Rodríguez Suárez resalta que, según revelan algunos estudios, esta es la emoción más frecuente en las mujeres jóvenes al hablar de sexualidad. La experta reivindica tratar el tema con una perspectiva positiva: “¿Siempre que reivindicamos la educación sexual tiene que ser a partir del miedo, del peligro? Hace años eran los embarazos no deseados o los no planificados, las ITS… Ahora, cuando entramos en el aula, lo hacemos para hablar de violencia sexual, de pornografía. No podemos construir los discursos en base al terror sexual; la educación sexual también tiene que estar enfocada a los aspectos positivos de la sexualidad”.

Finalmente, al margen de la postura que tenga Emakunde con respecto a la pornografía, debería haber sido más rigurosa y haber puntualizado que esta campaña se refiere al porno mainstream. Así evitaría manipular y caer en simplismos y evidenciaría que puede haber pornos con otros apellidos que no sean una escuela de violencia.

Teniendo en cuenta todo lo anterior, reenviamos la petición a quien verdaderamente debe atenderla, el Departamento de Educación del Gobierno Vasco: no dejen la educación sexual en manos del porno.

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