Trabajadoras y trabajadores migrantes: la conversación pendiente

Trabajadoras y trabajadores migrantes: la conversación pendiente

Unos 240 millones de personas en el mundo encajan en lo que se denomina “migrantes económicos”. Con esas cifras, sorprende la excepcionalidad de la cobertura en medios que recibe este tipo de migración, en comparación a otras.

09/12/2021

Un momento del congreso de migraciones. / Foto; cedida

Hay tantas razones para migrar como personas migrantes hay en el mundo. Nos movemos siguiendo un sueño, para salvar la vida, por razones económicas, por estudios, por amor, por miedo, por trabajo, por violencia, por curiosidad… el abanico es extensísimo y en pocas ocasiones sencillo. Esa diversidad, sin embargo, se pierde habitualmente cuando narramos o nos cuentan la migración desde los grandes medios de comunicación. ¿Por qué sucede esto?

Este fue uno de los ejes de discusión abiertos durante la IV edición del Congreso de Periodismo de Migraciones, que se celebró el pasado 11 y 12 de noviembre en la ciudad de Mérida. En concreto, una de las mesas de debate giró en torno a la siguiente pregunta: ¿por qué no hablamos más a menudo de trabajadoras y trabajadores migrantes en lugar de migrantes como víctimas o amenazas?

Las cifras son bastante demoledoras: 280 millones de personas en el mundo viven en un país diferente al que nacieron y solo un 10 por ciento de todas ellas son personas refugiadas. De esos 280, unos 240 millones encajan en lo que se denomina “migrantes económicos”, una gran categoría, que por supuesto es compleja y engloba muchos matices, pero que principalmente habla de todas aquellas personas que se mueven en el mundo por motivos económicos, es decir, son trabajadoras y trabajadores. Con esas cifras sobre la mesa sorprende la excepcionalidad de la cobertura en medios que recibe este tipo de migración, en comparación a otras. En el caso concreto del Estado español, la fuerza de trabajo migrante en el imaginario social y mediático se reduce habitualmente al sector agrario y de cuidados, y su construcción pública, además, viene marcada por una carga de estereotipos enorme.

“Somos invisibles y somos deshumanizadas, mientras trabajé en el sector del hogar rara vez me sentí como persona”, explicaba Carolina Elías, presidenta del servicio doméstico activo (SEDOAC), durante la mesa de debate en Mérida. “Cuando se nos ve como migrantes irregulares no se nos ve como personas, nos criminaliza y atraviesa la ley de extranjería ¿cómo nos van a reconocer como trabajadoras?”, continuaba Elías, haciendo alusión al reconocimiento que reciben del Estado español y las instituciones. Y es que, el sector que incluye al trabajo del hogar y de los cuidados es el que concentra el mayor número de trabajadoras y trabajadores migrantes en situación irregular, con altas tasas de informalidad. Sectores considerados esenciales, pero en los que se impone la precariedad.

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“Nuestro sistema migratorio, además de inmoral, es esencialmente idiota”, sentenciaba Gonzalo Fanjul, director del área de investigación de la Fundación porCausa, ya al inicio de la mesa de debate. Un sistema que criminaliza el movimiento de personas y se empeña en no reconocer a las aproximadamente 470.000 personas migrantes que se calcula viven en el Estado español de manera irregular. Todas estas personas constituyen una gran masa de trabajadoras y trabajadores esenciales que, por su estatus administrativo, no son reconocidos como tal por el Estado. Esta falta de reconocimiento impide en primer lugar el acceso efectivo a derechos fundamentales y, como explicaba Elías, “impide que se te reconozca como ser humano”. Pero también, como apuntaba Fanjul, “este es un modelo migratorio contrario al interés general, contrario al sentido común, un disparo en el pie, no solo para los países de origen y quienes se mueven, sino que también para los países de destino. Este sistema migratorio de puerta estrecha, temeroso, lo que hace es impedirnos que la movilidad humana y los trabajadores sean parte de la solución y no parte de este ruido, que no solo es un ruido mediático sino que también es un ruido institucional”.

Hablar de movilidad laboral y migraciones no es sencillo, como quedó patente durante el debate. Son fenómenos complejos pero que precisamente por ello ofrecen la posibilidad de abordarlos desde muchos enfoques: derechos fundamentales y regularización, demografía, crecimiento económico, creación de oportunidades y empleo, geopolítica… la lista es larga y la cobertura se queda corta. Carolina Elías, en una entrevista posterior, lo explicaba así: “La categoría de migrantes económicos no es suficiente muchas veces, porque nuestros contextos son complejos y hay muchos elementos que nos obligan a renunciar a nuestro derecho de no migrar”.

Casi cuatro de cada cinco de las y los migrantes sin papeles en el Estado español tienen origen en América Central y del Sur, según un informe elaborado en 2020 por la Universidad Carlos III y la Fundación porCausa. Esta figura desmonta la fotografía migratoria más habitual en los medios de comunicación y que en gran parte está formada por personas de origen africano, de las que escuchamos hablar habitualmente bajo etiquetas como “crisis migratoria” o “llegadas masivas”. Al igual que esta realidad no se refleja en los discursos de los grandes medios, tampoco lo hacen la complejidad de los contextos de origen de estas y estos migrantes.

Hablamos de contextos que están en general atravesados por la pobreza sí, pero también, por ejemplo, por la violencia, como la de las pandillas en países como Honduras, de donde provienen además una gran mayoría de las mujeres que hoy trabajan en el sector del hogar y de los cuidados en el Estado español. Junto a este factor, otros como la violencia machista, la persecución política, el cambio climático, la destrucción de ecosistemas… son algunos de los motivos de expulsión que provocan que todas estas personas huyan de sus lugares de origen para terminar convirtiéndose en trabajadoras y trabajadores en los lugares de destino. “Que migremos al final es solo la punta del iceberg, es necesario ver más allá, no es tan simple como que son esos países que no lo saben resolver. El extractivismo de las grandes empresas, la apropiación de los recursos naturales de nuestros países, es necesario explicar de dónde vienen esas y muchas otras circunstancias”, reclamaba Elías.

 

 

Gonzalo Mercado, director de Iniciativas transnacionales para la Red Nacional de Jornaleros y Jornaleras NDLON en Estados Unidos, lo explicaba de esta manera: “Es necesaria tener una conciencia dentro del periodismo, tener un espacio que tenga un trasfondo mucho más complejo, donde las voces de las y los trabajadores deben de estar al centro”. En este sentido, Carolina Elías destacaba desde su experiencia que “estamos de alguna forma acostumbradas a que se hable de nosotras sin nosotras”. Y es aquí donde la diversidad dentro de las redacciones o los proyectos periodísticos que son dirigidos por migrantes cobran un papel fundamental a la hora de narrar y entender las migraciones. “Vemos ya durante años que, cuando se habla de migración en medios tradicionales, por una lado es ‘estos criminales y terroristas, por favor tenemos que cuidarnos y cerrar fronteras’, y por otro, está el discurso de ‘estos pobrecitos migrantes,’ ‘esta pobre gente que nosotros tenemos que ayudar’”, añadía Mercado, haciendo alusión a la elaboración de una narrativa que se basa en la construcción del “otro” y que resulta ajena a las y los protagonistas de las historias que contamos.

Tras intercambiar historias y experiencias durante el Congreso de Mérida, Carolina Elías reflexionaba volviendo a uno de sus argumentos iniciales, la deshumanización, como clave y elemento transnacional: “Nos atraviesa lo mismo que a las compañeras en Estados Unidos, la mirada racista, colonialista, es la misma aquí y allá. La mirada de verte con una capacidad de apropiarse de la mano de obra y la vida de otras personas porque esas personas no tienen valor como personas”.

A la pregunta de qué echa falta principalmente cuando los medios de comunicación hablan sobre ellas como migrantes y trabajadoras, Elías lo tiene claro: falta empatía. Profundizando en esa idea señala que, “queda implícita muchas veces una falta de memoria. Se olvidan que este país también ha sido expulsor de migración y cuáles fueron las causas, las razones por las que se dieron estas circunstancias. Al final los medios de comunicación terminan reflejando lo que la sociedad piensa y en el fondo de todo está la falta de empatía”, resumía.

El sector del trabajo del hogar y los cuidados, la hostelería o las labores agrícolas ,entre otros, no siempre fueron ocupados mayoritariamente por trabajadoras y trabajadores migrantes. “Las mujeres migrantes hemos tomado en parte el relevo reivindicativo de las mujeres obreras españolas en el sector”, reconocía Elías. “En estos últimos cinco años se ha logrado más visibilidad, no solamente del trabajo de las mujeres migrantes, sino que del trabajo de los cuidados en general. Y eso ha sido gracias a todo el movimiento asociativo. Existe más interés de los medios por hablar y tratar de estos temas, ya sea desde el amarillismo o por conciencia social, y nosotras queremos que sea una moda que se venga a quedar, no una moda pasajera, hasta que logremos cambiar las condiciones laborales de este sector, con todo lo que eso implica”, concluía.


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