Las casas de nuestros privilegios

Las casas de nuestros privilegios

Hacer la cuarentena puede parecer un chollo, pero para muchas, sin duda las más precarias, es un confinamiento a la miseria y al dolor. Hablemos de las condiciones materiales del aislamiento.

18/03/2020

Quedarse en casa no es igual para todas. Incluso en tiempos en los que no hay estado de alarma. Quedarse en casa para mucha gente es trabajar: periodistas freelance, trabajadoras internas, amas de casa, madres, cuidadoras sin sueldo de personas mayores o de criaturas…, por dar unos ejemplos. Es decir, que, si hasta ahora has trabajado desde casa quedarte confinada es habitual, pero no poder tomar el aire puede perjudicar tu salud mental. Porque, claro, no todo el mundo tiene balcón o terraza.

Quedarse en casa no es igual para todas, porque las casas no son siempre un hogar ni un lugar seguro, son simplemente un techo en el que no mojarte cuando llueve y una cama en la que medio descansar. Quedarse en casa no es igual para todas, porque muchas de las de agresiones sexuales vienen por parte de familiares y porque gran cantidad de las violencias machistas ocurren entre las cuatro paredes de un piso. Quedarse en casa no es igual para todas, porque no todas las casas son iguales .

Estos días, en los que las redes sociales están en fase de máxima producción y reproducción, han abundado los mensajes que criticaban a quienes lo de quedarse en casa no les venía bien, por decirlo de una manera poco agresiva. Que si por qué quejarse si tenemos internet, Netflix, libros, consolas y no sé qué cosas más. Que si por qué quejarse si estás con la familia. Que si no es tan difícil. El día que miremos un poco más allá de la situación personal de cada una y desarrollemos la empatía igual nos va mejor y no hace falta sacar el Ejército a la calle.

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Puede parecer que escribo desde el enfado; no, escribo desde la alucinación al ver que mucha gente vive en los mundos de yupi. Y eso que estamos en una distopía.

No todo el mundo tiene internet en casa: no voy a entrar en matices, pero pensemos en las personas mayores. Por tanto, no todo el mundo tiene Netflix o la plataforma que sea, ni va a echar mano de las consolas o como se las llame ahora. También hay una gran cantidad de gente que no tiene libros, porque depende de en qué familia hayas nacido o crecido el acceso a la cultura ha sido otro y las rutinas de la lectura no han estado presentes. Ya sé que la gente que lee medios de comunicación como este suele tener cierto interés lector; pero hay mucha gente que no lee Pikara Magazine, ni ningún otro medio escrito; hay mucha gente que no lee y que tampoco tiene libros en casa.

Quedarse en casa no es igual para todas. Más ejemplos: tengo amigas que viven en piso compartido (es decir, que su casa es una habitación) y tengo otras que tienen un chalé con patio. Pues, a ver, estar en casa no es igual para todas. Que hay pisos de 20 metros cuadrados con ventanas a un patio interior y hay casoplones con habitaciones para las visitas y cristaleras en esquinazos que dan al sur, que es por donde viene el sol. Que hay pisos con frigoríficos tamaño nevera de camping (ya me dirás dónde se guardan las provisiones) y casas con arcones (en plural porque, por lo visto, ha sido un artículo muy demandado estos días) disponibles para almacenar alimentos de aquí hasta el fin del mundo. Hay quien tiene piscina y otras, ni bidé. Porque, ¡qué pesadas con que para qué tanto papel higiénico si hay bidé! Vamos a ver, que hay muchos baños en los que no cabe uno.

Y por rematar el enunciado: hay gente que vive sola; hay gente que tiene lejos a su familia; hay gente que vive con personas violentas o que son sus agresoras; hay quien vive con gente dependiente en grados altísimos, lo que implica un desgaste brutal mental; hay que gente que vive con criaturas que no entienden por qué la calle está prohibida; hay gente que vive con personas enfermas; hay gente que comparte piso con otra que no la cae bien; hay gente que vive en CIEs; hay que gente que vive en cárceles; hay gente que vive en residencias para mayores; hay gente que vive en centros de menores; hay gente que vive en casas de acogida, hay gente que vive en chabolas; hay gente que vive prostituida; hay gente que vive en el coche; hay gente que vive en psiquiátricos; hay gente que vive en fincas de señoritos; hay gente que vive en la calle. Sí, sí, ¿cómo te quedas en casa si tu casa en la calle? Igual, en estos últimos casos, el verbo más adecuado es otro. Hay gente que malvive, hay gente que sobrevive.

Quedarse en casa no es igual para todas y, casi siempre, va a depender de tu bolsillo o del de tu familia. Dejemos de mirarnos y de pensar que somos la medida de algo, porque seguramente seamos la medida de nuestros privilegios.

 

 

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