Epistolario familiar: escribir para atravesar la pandemia a distancia

Epistolario familiar: escribir para atravesar la pandemia a distancia

"La distancia tiene muchas caras y esto solo es un pequeño lunar. Ya iremos construyendo todo el rostro". Cartas entre Sara Guerrero Alfaro y Ana Luisa Alfaro Sánchez

20/12/2020

Ilustración: Sra. Milton

Cuando tenía siete años mi madre se fue a una gira internacional que duró tres meses. Las llamadas telefónicas eran costosas y los smartphones aún tardarían una década en aparecer. Así que, además de las maletas llenas de regalos que me enviaba cada mes, nuestra comunicación se limitaba a unos cuantos telegramas que llegaban siempre por sorpresa. Ante su ausencia, mi madre me consolaba a través de las palabras impresas en esos pedacitos de papel, con la idea de que la luna que veía desde mi ventana era la misma que brillaría sobre su cabeza. A partir de ahí, la luna se convirtió en nuestra confidente, en un símbolo que dimensionaba y relativizaba la distancia.

Ahora vivimos separadas por el océano Atlántico desde hace tres años. Prescindimos de los telegramas y de las maletas de regalos. Optamos por videollamadas cuando necesitamos escucharnos. Con todo, ante la angustia de la pandemia, estas dejaron de ser suficientes. La mística luna volvió a cobrar relevancia como si fuera el único consuelo ante la incertidumbre, el miedo y la distancia. Comenzamos a entablar una conversación por correspondencia donde nos escribimos todo lo que no podíamos decirnos. Hablamos sobre enfrentar la crisis sanitaria y económica confinadas y lejos de quienes más queremos.

30 de enero 2020
Hija,
Acabo de llegar a casa y me recibió la noticia de que el virus llegó a Europa. Me tranquiliza que estés viviendo en la aldea, estás más segura. Si te hubieras quedado en Barcelona, crecería mi angustia.
Día a día miro y escucho todo lo que pasa al otro lado del mar. Estoy atenta de ti. No sé cómo explicarme nuestra distancia. No hay lágrimas mientras aprendo a vivir en esta casa despoblada.
Me da fuerza y mucho optimismo verte moviéndote, equivocándote, acertando. La distancia tiene muchas caras y esto solo es un pequeño lunar. Ya iremos construyendo todo el rostro.
ALAS

15 de marzo de 2020
Heroína madre-poeta,
Seguro que, cuando te despiertes, te enterarás que aquí se declaró el Estado de Alarma. Las tiendas y bares están cerrados; los hospitales, colapsados; la guardia civil, en todas las calles.
La verdad es que yo ya vivía semi-confinada porque ya sabes que salir de la aldea sin coche es casi imposible.
No tengo miedo, excepto cuando veo cómo la incertidumbre vacía los supermercados. Eso sí: ahora no tendré más opción que caminar una hora para hacer la compra y luego subir monte-arriba con todo a cuestas…
No te preocupes por mí. Estoy a salvo. Lejos de cualquier foco de infección.
Por lo que veo, en México las cosas van bien hasta ahora.
Ojalá se mantengan así.
No bajen la guardia y cuídense mucho.
Sara

25 de marzo
La sensación de que el tiempo está detenido va de la mano con la consciencia de que el tiempo que corre. Se pierden los días en este encierro lleno de impulsos por ordenar la vida, la casa. De llenar las horas. Hemos pintado, restaurado y dejado los rincones limpios.
Ojalá pudiéramos hacer lo mismo con la mente. Creí que este encierro nos haría bien, que dejaríamos de ser egoístas, pero la violencia se está incrementando y creo que no hemos aprendido a respetarnos mutuamente.
Tengo presente que todo está en permanente movimiento. Aunque parezca que el tiempo está quieto, nos engaña. Nunca para.
Alas

9 de abril
Mamá,
Las ensoñaciones de los primeros días de cuarentena se han difuminado. Tengo miedo de salir de casa. No por contagiarme, sino porque me detengan y me pidan los papeles. Los guardias civiles están deteniendo y exigiendo justificantes.
Pensé que el confinamiento en el que vivía no podía ser mayor, pero sí.
Una de mis vecinas se desnuda en el portón al regresar a su casa. Tiene miedo de traer el virus en la ropa.
Me alegro que ustedes hayan aprovechado el confinamiento para limpiar y acomodar la casa. Aunque siento que cuando vuelva, ya no la voy a sentir como mía. Creo que ya no es mía.
¿Sales a la calle? ¿Cerraron el teatro? ¿Tienes dinero ahorrado? ¿Tienen pensado un plan?
Me asaltan mil preguntas. Tengo miedo. De nuevo: no por contagiarme, sino porque les pase algo ahora que yo no puedo viajar para allá.
Por favor, no se arriesguen.
Sara.

20 de abril
Cara Sara
No, no tengo plan. No puedo hacer proyectos en esta incertidumbre. Pensarás que exagero, pero no sé si sobreviva. ¿Cómo hacer proyectos cuando mi trabajo es estar frente al público? Además, no hay quién piense en ir al teatro, no somos prioridad. Primero es la salud. Las personas se están quedado con los bolsillos vacíos, así que estaré un par de años sin hacer teatro.
Darinka optó por vender pasteles. Te envía saludos.
Besos, Alas.
7 de mayo
Mami,
Me preocupa mucho su situación. Me preocupa mucho la gente que lo está perdiendo todo. ¿Cómo ayudarlos desde aquí?

15 de mayo
Cara sara
¿Cómo decirte que no sientas angustia o ansiedad? Es fácil decirlo. Si sirve de consuelo, por lo menos tú puedes salir al campo y respirar aire fresco. Parece trillado, pero acá deseamos lo que tienen.
La angustia, desesperación e incertidumbre también se han globalizado.
Tengo buenas noticias: nos compraron dos funciones. Pagarán poco, pero algo es algo.
La idea es bonita: se presentarán en formato de auto-cinema. Los actores y actrices están contentas de dar la función. Nosotras también, a pesar del miedo a contagiarnos.
Mariana ahora vende aceites aromáticos. No le pude comprar.
Alas

3 de julio
No te asustes, pero tu hermana dio positivo. Fuimos inmediatamente tu papá y yo a hacernos la prueba. Tu papá también dio positivo. Yo no. Ahora están aislados. Natalia en su recámara y tu papá en la tuya. A puerta cerrada.
Inmediatamente hice el aseo profundo de toda la casa. Les dejo la comida en la puerta y ellos dejan su ropa en bolsas de plástico. Las echo por separado a lavadora y se lavan dos veces: una con bicarbonato y vinagre, otra lavada con detergente. Hago desayuno, comida y cena en ollas de diferentes. Les preparo té para fortalecer su sistema inmunológico.
No los veo para nada. Me preguntan cómo están y no sé. No me da tiempo de verlos.
En su momento no pensé en el miedo. Sólo hice lo que tenía que hacer.
Vive el día de hoy y los que siguen por mí.
Alas.

6 de julio
No sé ni cómo contestar este mensaje. En cuanto lo leí, le hablé a mi papá. Se me hizo un hueco en el estómago verlo con tanto miedo. No ha podido dormir desde el diagnóstico. Yo tampoco.
Me alivia que, hasta ahora no hayan necesitado hospitalización y espero que esto se mantenga así.
Pero me angustia todo el trabajo que has tenido que hacer. No sé de dónde sacas las fuerzas. Me pesa mucho no estar allá para ayudarte. Me preocupa que seas tú quien tenga que salir y resolverlo todo. Una vez más.
Aquí en casa aún bailamos y reímos.
Siento que es momento de asumir que no nos veremos en Navidad.
Encuentra un tiempo para cuidarte. No lo des todo por los demás. Sé que es complicado, pero procúrate, consiéntete…
Sara

27 de julio
Querida Sara,
La vida es inexplicable. Anoche no dormí: de súbito me di cuenta de lo frágiles que somos ahora. Tu papá ya tiene 61 años y, además, siempre ha sido frágil de las vías respiratorias. Estamos padeciendo esta pandemia física, moral y económicamente. Solos.
Bueno, el gobierno nos envió un carro de compra con gel, mascarillas y un termómetro.
Cuido mucho a tu papá y a tu hermana. Están estables.
Fíjate que yo no puedo caminar, el pánico se posó en mi cintura. Sentarme, pararme y caminar me hace llorar. No digo nada. No puedo tener ahora otra crisis de la columna. ¿Quién los va a cuidar?
Tengo que seguir porque me va a doler si se ponen graves. Pienso: “Ana, es lo que te toca hacer por la gente que quieres.” Y así lo asumo. Tiemblo cuando paso junto algún conocido y me pregunten por ellos porque sé que me van a rechazar si saben que tienen el virus.
Cuando voy a comprar leche, la chica que atiende me dice que su esposo está grave y que los vecinos los maltratan y agreden mucho.
Cuídate. Estás en paraíso. De verdad.
¿Ustedes cómo van?
Alas

8 de agosto
Ma,
Yo creo que el encierro nos hace perder dimensión de las cosas. La autoridad, el miedo, la enfermedad, la muerte y la pobreza están ahí, acaparan titulares y se vuelven lo único que podemos ver. ¿Cómo recordarte de tu gran fortuna y privilegios sin menospreciar o negar tus sentimientos?
Nosotros decidimos bajar a la universidad. Después de dos años de confinamiento en la aldea, decidí que no puedo seguir quedándome en casa.
Tendré más tiempo para escribir y no pasaré tanto frío en el invierno.
Tengo muchas ganas de estudiar.
¿Cómo sigues tu columna? No cargues con todo.
¡Cómo me gustaría que vinieras aquí a descansar!

8 de septiembre
Sara,
Estos días tan extraños, buscando respuestas, buscando hilos que agarrar.
La vida es inexplicable, he pensado que no hay respuestas y sencillamente hay que dejarla pasar.
Buscamos la felicidad sin darnos cuenta de que la teníamos. No hay nada que buscar.
Siento que estos meses que no he hecho nada, que la desidia me venció. Perdida.
Pero a la vez tengo más paz, ya pocas veces estallo. Ojalá mi mal humor se vaya como humo.
Te quiero tanto.
Alas

24 de septiembre
Estoy sentada en una banca de la universidad.
Me desperté tarde. Tardísimo. A las siete. Tenía quince minutos para salir de la casa para tomar el bus. Hace mucho no me sentía tan triste.
No hay nadie que nos pueda/quiera bajar y subir a la aldea. Todo apunta a que será un invierno igual de horrible que el pasado: atrapados entre la lluvia y el frío.
Iba a estudiar en la biblioteca, pero, por el COVID, me pidieron mi tarjeta de biblioteca y, como no tenía, mi identificación.
No tener papeles, no poder acceder a ciertos espacios te hace sentir como alguien que no debería estar ahí. No estoy en el mejor estado emocional y la única incógnita que tengo ahora es cómo llenar las próximas siete horas de mi vida hasta que pueda regresar a casa.
Hoy todo lo veo gris.
Y lo peor es que todo apunta a que no voy a poder verte en el invierno.
No es el correo que me hubiera gustado mandarte.
Intentaré de nuevo en unos días cuando pueda ver más allá de mi nariz. Aun así, te quiero siempre.
Sara.

2 de octubre
Ese sentimiento de tristeza que te invade ahora, se ha transformado. No es el mismo que de hace dos años. Antes te pasmaba, ahora te atreves a dar pasos. La tristeza, el enojo, la ira, impotencia, felicidad, placer, respirar… significa que estás viva, porque tú eres la vida. La vida es aire, sol, luna, plantas, animales, tierra, agua, piedras, personas. Toca tu cuerpo con las manos: eres vida, tú eres la vida, yo soy la vida, La vida no es lo que esta después de la ventana, es lo que está en los dos lados de la ventana.
Ojalá podamos platicar pronto.
Alas

15 de octubre
¡Mamá!
¡Una pareja de por aquí cerca va todos los días a la universidad y se ofrecieron a llevarnos! Estamos muy felices y muy agradecidos. Necesitábamos salir de la aldea un poco. Cambiar de aire, ver a otras personas… Son esos pequeños gestos de solidaridad los que dan nuevas razones por las que vale la pena seguir aquí.
Sara

27 de octubre
Cara Sara
Pienso que el encierro nos hace perder y ganar, nada es lineal.
El COVID ha dejado al descubierto nuestra esencia. Nos desnudó, nos despojó. Dejó ver el capitalismo tal como es, lo que ha hecho de nosotros. También dejó claro que hay que retomar la esencia de la humanidad: trabajar y cuidar. Trabajar para reconocernos y reconocer a las demás sus capacidades y transmitirlas. Trabajar en equipo para restaurar lo que destruimos y cuidarlo. Y es importante que nuestros pies estén cómodos. Hay que cuidarnos para poder enseñar a cuidar. Leer para enseñar a leer. La pandemia evidenció que las personas no estamos hechas para estar solas.
Me da paz infinita el saber que leerás esto en 10 minutos, que te puedo ver virtualmente. Y conocer dónde vives es maravilloso.
Alas

26 de noviembre
Ámense, respétese.
Alas

2 de diciembre
Ma, ¿tienes alguna idea de cómo hacer la navidad un poco más amena? Va a ser a primera que no pasemos juntas. Sin ustedes, es sólo una cena más. ¿Ya saben qué van a cenar? Denme los detalles. Voy a querer fotos.
Quizás baje a la ciudad a comprar algunas cosas para decorar. Me dieron ganas de subir el ánimo de la casa. Aprovechar la excusa de la Navidad para festejar. Hay mucho que celebrar aún en estos tiempos de precariedad, ¿No crees? Yo celebro que estén vivos, aunque no pueda tocarlos.
Sara.

 

Especial #PikaraLab
Este contenido se enmarca en ‘Feminismo desde mi piel’, una colaboración con Mujeres con Voz y Calala Fondo de Mujeres. Financiado por el Gobierno Vasco

 


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