En el camino con Arantxa Urretabizkaia

En el camino con Arantxa Urretabizkaia

La escritora vasca ha ganado el premio Euskadi al ensayo con la obra 'Lecciones en el camino'. Esta radiografía del alarde machista y retrógrado no mixto de Hondarribia señala con el dedo la mierda que intentamos esconder bajo la alfombra en Euskal Herria.

Imagen: J. Marcos
Arantxa Urretabizkaia durante la presentación de 'Lecciones en el camino' en Bilbao./ J. Marcos

Arantxa Urretabizkaia es una de las escritoras en euskera más reconocidas.

Elkarrizketa hau jatorriz euskaraz egin genuen eta paperezko Pikararen 6. edizioan publikatu genuen.

Calcetines rojos, pendientes diferentes y una sonrisa de oreja a oreja. “Hola, hola”. Dos besos. Hemos pasado año y medio trabajando en el mismo programa de radio, pero es la primera vez que nos vemos cara a cara. “Joder, qué presencia tiene esta mujer. Las fotos de Google que he visto no le hacen justicia alguna. Cuando la tienes delante, desprende carisma por cada poro de su piel”, pienso sorprendida. Yo estoy muy nerviosa. Con esta inseguridad mía no hay tregua. Es la primera entrevista que hago en toda mi vida. Tengo el Yo, el SuperYo y el Ello murmurándome en el oído: “La primera entrevista que haces y la última, chata, que no estamos para estos trotes. ¿Por qué estás aquí? Nolovashacerbien, nolovashacerbien, nolovashacerbien”. Mi cerebro recita mantras negativos uno detrás de otro y el puñetero eco me retumba en la cabeza. Entonces recuerdo la cita de Urretabizkaia: “También se pueden hacer cosas con miedo”.

Saco el bolígrafo. Dejo sobre la mesa las preguntas que había preparado, Uff. ¿Y ahora? Hago el paripé mientras la miembro de Euskaltzaindia [Academia de la Lengua Vasca] de 70 años me mira fijamente. Es evidente que no tengo ni puñetera idea de cómo se usa la cámara que intento poner a grabar. Ni esa, ni ninguna cámara. Llamo por teléfono en modo may day: “¿Tía, dónde hay que darle?, ¿cómo demonios se pone el trípode?”. Gracias, V. Todo listo. Venga ¡va! ¡Que tú puedes! Me tiemblan las manos. Me siento en la silla de su izquierda. Ella está allí sentada con aparente calma. Es una profesional. Yo no. Pero allá vamos. Que empiece la fiesta.

La escritora Arantxa Urretabizkaia nació en el barrio donostiarra de Egia en el año 1947. Cuando le pregunto sobre cómo se escribe su nombre, parece que no soy la primera que lo hace y me suelta: “Arantza con tz en euskera significa espina. Las espinas pinchan. Yo no”. Vamos, que su nombre se escribe con tx. “Al principio escribía Urretabizkaia en español, con v y con y, porque mi padre decía que el apellido era hermoso también así. Pero en aquella época todo el mundo me preguntaba sobre el tema. Parecía que trataba de mostrar una actitud política concreta dejándolo así. Y no lo era. Ahí decidí empezar a escribirlo en euskera”.

— ¿Te gustan las entrevistas?

— Me gustan según quién las haga. (“¡Ay dios!”, pienso) No tengo nada en contra. Al fin y al cabo es la mirada de otra persona sobre tu vida y tu obra, y yo acepto que tu forma de ver no sea la mía.

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—¿Con este libro cuántas entrevistas llevas ya?

— Pues lo cierto es que muchas menos que con otros. Para muchos, este tema no es interesante, y no lo quieren tocar. Ya contaba con que tendría problemas con este libro. El tema ha prevalecido sobre la obra literaria misma. Me han preguntado más sobre el Alarde que sobre cómo he tratado el tema. Para la segunda o tercera entrevista me di cuenta de que no tenía más remedio que asumirlo. Pero bueno, que yo también soy periodista y entiendo que nos agarramos a lo que engancha.

Este año se ha publicado la versión de la obra en español traducida por Fernando Rey. Urretabizkaia admite que debido a las marcas de género de las que el euskera carece en muchos casos, la traducción ha sido un quebradero de cabeza. “Imaginemos que escribí que ‘llevaba la criatura de la mano’ [en euskera utiliza haurra, un término neutro para referirse a niñas y niños indistintamente]. ¿De quién hablamos? ¿El niño o la niña? Eso nos ha creado bastantes problemas.” Al preguntarle por qué ha contratado a alguien para traducirla en vez de hacerlo ella misma, la escritora, columnista y colaboradora de radio dice rotunda: “Lo hice una vez y no me gustó”.

—¿Cuál ha sido el método que has seguido para crear Lecciones en el camino? ¿Cómo has trabajado la estructura?

— Es un artefacto. Una mezcla. Para mí no es un ensayo. He escrito artículos de opinión, pero este es el primer libro que escribo con mis propias reflexiones. He puesto el corazón en cada palabra. Tiene tres hilos conductores: el primero es una crónica sobre lo sucedido en relación al Alarde de Hondarribia. También hay ficción. Y por último hay una reflexión. He mezclado estos hilos sin criterio alguno, porque en este mundo de letras hay dos tipos de escritoras: los pájaros y los ornitólogos. Yo no sé nada de ornitología, yo soy un pájaro. Escribo como me dicta el instinto.

¡Jesús!, pues para no tener un criterio determinado, ¡menudo acierto! No sé si le habéis echado un ojo al libro, pero os garantizo que es una lectura agradable y entretenida. Un must read si quieres entender el conflicto entre el Alarde igualitario de Jaizkibel en Hondarribia y el alarde separatista machista privado que se empeña en insultar y despreciar a quienes se niegan a mantener roles anacrónicos en el siglo XXI. En fin, mi opinión es clara y es evidente que estoy a favor de que nadie se quede sin derecho a vivir sus propias fiestas. Las tradiciones pueden reproducirse adecuándolas a los tiempos que corren sin despreciar a nadie. Eeeeeen cualquier caso, como yo sí escribo realmente sin ninguna planificación lo primero que me sale de la axila en modo ¡sálvese quien pueda!, me pregunto si las escritoras profesionales planifican con anterioridad el lenguaje y el estilo del que harán uso.

— El euskera de tus obras suele parecer muy orales. Tienes una forma accesible de escribir. Para todos los públicos. ¿Lo sabes, no?

— Esta sí es una decisión consciente. Cuando empezamos a escribir las personas de mi generación, no existía el euskera unificado [batua]. Justo empezó a crearse en ese momento. Hubo una época en la que pensé que aquello sería una batallita que contaría a mis nietos. ¡Y mira ahora! Obviamente yo sí podía haber escrito alejándome del euskera oral. Pero no quise hacerlo. Yo señalo el alarde, y quiero que se observe el alarde de Hondarribia, no mi dedo. En todas mis obras no he querido poner trabas a lo que contaba complicando el estilo. No me meto en lo que haga el resto, pero yo personalmente no quiero hacer estilismo, lo que quiero es contar historias.

Hace como cinco o seis años que me enteré de esto del Alarde. Flipé. Para mal. Me pareció decepcionante. Bochornoso. Ridículo. Entristecedor. Nunca hubiera imaginado que en nuestra tierra tan idealizada con pseudomatriarcados ficticios y perogrulladas del estilo, taaaan cerquíiiiiisima de casa, se pudiera estar dando un espectáculo tan dantesco como el que cada septiembre permite el Ayuntamiento de Hondarribia en sus calles. En fin. Me parece curioso que a la autora le haya dado por escribir sobre el tema ahora y no hace 20 años. ¿Necesitaba perspectiva? ¿Ha estado recopilando información? ¿Hay alguna otra razón detrás de esta espera? “Yo sabía que iba a escribir esto hace 20 años. Cuando saltamos a la Calle Mayor el 11 de septiembre de 1996, para las 10 de la mañana, yo tenía la certeza absoluta de que escribiría sobre ello. A muchos escritores y escritoras nos pasa, que cuando dudamos sobre si hacer algo o no, nos decimos a nosotras mismas: “Hazlo, y en el peor de los casos siempre puedes escribir sobre ello. Las bertsolaris a esto le llaman ‘almacén’, por ser algo que podría utilizarse. Una puede almacenar experiencias y siempre acaban saliendo por aquí o por allí. Es más: mis amigas me decían que no creían que realmente fuera a escribir sobre el Alarde al haber dejado pasar tanto tiempo. Yo contestaba que lo haría, pero cuando a mí me saliera. Y ha sido ahora”.

— ¿Entonces has estado realmente tomando apuntes todos estos años?

— Por dentro sí. Esta historia la encaminé en mi cabeza. Este año he cumplido 70 años, y ya sé que no me quedan 20 más, por lo que dentro de diez seguramente no pueda escribir como ahora. Esto ha sido lo que me ha llevado a escribir sobre el tema por fin.

Urretabizkaia durante la presentación de 'Lecciones en el camino' en la librería Louise Michel de Bilbao./ J. Marcos

Urretabizkaia durante la presentación de ‘Lecciones en el camino’ en la librería Louise Michel de Bilbao.

Como ha mencionado su edad, y como sé que tiene muy presente la fobia que la sociedad le tiene a la vejez, le pido que me explique la razón por la que ha intercalado personajes de edades diversas. “ No me gustan los guetos”- sentencia. “En esta historia hay gente de diferentes edades, sí, porque he sido la más vieja de la compañía Jaizkibel, pero en estos momentos también hay mucha gente joven. La división en el alarde de Hondarribia no se da por la edad”.

— ¿Cuál es la relación que tú tienes con la tradición? ¿Sigues alguna tradición?

— Si yo siguiera las tradiciones ciegamente…mal. Llevo pantalones, pendientes diferentes…no sería yo. Que algo sea tradición no es suficiente para que yo decida seguirla.

De acuerdo. Pasemos de las tradiciones, pues. Next.

— ¿Y qué me dices del sentimiento de grupo?

— Yo tenía un novio de joven, que hizo un tipo de mili especial porque había estudiado. Al volver, me explicó lo agradable que se le había hecho sentir físicamente que era una parte de un cuerpo. Se refería al ejército. Me pareció un escándalo aquello que dijo, pero es cierto que más tarde, en Jaizkibel he descubierto ese placer de sentirte parte de algo. El tambor que tocamos en el Alarde tiene mucho que ver con los latidos del corazón. Es cierto que cuando te concentras en lo que hacen las demás, sientes que eres parte de un cuerpo. Esto tiene su encanto.

“Quien humilla, no humilla siempre a quien trata de humillar”, escribe Arantxa Urretabizkaia. Su reacción ante los insultos siempre ha sido la misma: “Andar recta. Lo aprendí en gimnasia. Sonreír y seguir hacia delante”. A menudo le rondaban por la cabeza respuesta ingeniosas que decidía que utilizaría la siguiente vez que alguien por el pueblo la insultara por pertenecer a Jaizkibel. Mientras se toca el pelo añade: “Si esto se arregla alguna vez -y se va a arreglar, lo que no sé es si yo estaré viva o no-, nadie va a admitir lo que ha hecho. Quien me haya insultado, seguro que no lo ha registrado en su cabeza. Lo han censurado. No se sentirán culpables. Yo me pregunto mucho el por qué de esto”.

—¿Y qué te respondes?

— Que seguramente quien me insulta, quien nos insulta, no ha tenido una buena infancia— contesta subiendo los hombros con gesto triste.

De acuerdo. Quienes salen a insultarlas a la calle han dificultado la vida a quienes forman parte de Jaizkibel. ¿Pero cuál ha sido en términos generales la actitud de la gente? “Ha cambiado mucho, pero salvo excepciones no hemos conseguido traspasar la muralla informativa. Estos últimos años cuentan lo de la calle Mayor. Sólo esas 24 horas. Curiosamente, en los ensayos y al pasar por cualquier otra calle, conseguimos hacerlo sin ningún tipo de altercado ni insulto. ¿Por qué no cuentan eso? Después de 20 años hemos conseguido que la gente quiera arreglar esta situación. Es muy desagradable. Y todavía, si lo de la calle Mayor no sucediera, habría quien dijera: ‘Alegría desbordante en sus calles en los días de fiesta mayor’. Estamos intentando pensar cómo transmitir lo conseguido por Jaizkibel de una forma efectiva”.

Da respuestas muy largas y no deja frase sin terminar. ¿Y las instituciones? ¿Y los políticos? ¿Qué han hecho las autoridades ante esta situación? Me mira directamente: “Nuestra faena ha sido que nuestro alcalde no quiere arreglarlo. En la Tamborrada de Donostia, la primera vez que salieron las mujeres también hubo una pequeña bronca. Pero allí, (¡como es lógico!), el Ayuntamiento apoyó a las mujeres. En cambió aquí, en Hondarribia, no hay apoyo a Jaizkibel. Y esto lo digo con dolor, pero verdaderamente creo que no les molestamos lo suficiente”. Mientras la escucho me hierve la sangre. El lehendakakari Urkullu ha sido presuntamente formado para trabajar de docente, y como profesora, me da una rabia tremenda ver su pasividad e indiferencia. “El lehendakari dice que nos ve con buenos ojos, pero jamás ha venido a vernos ni a apoyarnos. Cuando Ibarretxe hizo la ley de igualdad, pensaron que con aquello se arreglaría el problema. ¿Qué hicieron? Privatizar el Alarde y zanjar el tema”. Es que la escucho y me llevan los demonios. Niñes y adolescentes intentando celebrar las fiestas de su pueblo como si esto fuera el siglo XXI y mientras tanto sus compañeres de clase, el vecino de arriba o la que le vende el pan insultando desde la acera: “Putas, lesbianas, bigotudas, asquerosas, fuera”. El año pasado estuve aplaudiendo emocionada en la acera y no se me olvidará en la vida esa sensación de rechazo porquesí. Plásticos negros. Pitidos. Gritos. Altavoces intentando destrozar el Alarde igualitario. Se me pone la piel de gallina.

"A mí las cantineras me parecen esquiroles", espeta Urretabizkaia./ J. Marcos

“A mí las cantineras me parecen unas esquiroles”, espeta Urretabizkaia.

Ha llegado el momento del guilty pleasure y yo, que siempre he sido un poco borrega para estas cosas de la feminidad y la atención del ojo masculino, admito que de haberme preguntado hace algunos años seguro que hubiera querido ser cantinera. La coherencia no está entre mis virtudes. Afortunadamente puedo pensar y sentir ciertas cosas, pero actuar como elija (después de reflexionar) la mayor parte de las veces. Bien. Llega el momento. Redoble de tambores. Trompetas:

—¿Qué opinas sobre las cantineras?

Suspira con cara muy seria y empieza a explicarse mientras mueve las manos:

— En nuestro grupo, hay quienes han sido cantineras. Alrededor de 20. Me ha costado entender esto. El porqué alguien querría pasearse por las calles de su pueblo al grito de “guapa, guapa”. La imagen de la cantinera ahora está más estilizada, pero yo recuerdo con mucha claridad una canción antigua: “Yo soy la cantinerita niña bonita del regimiento, que a todos mis soldaditos tengo contentos” y no creo que fuera precisamente por hacerles arroz con leche… Las cantineras antes no eran jóvenes vírgenes y angelicales. A menudo, de hecho eran mujeres viejas. En el caso de Jazikibel, las cantineras se sortean. Antes teníamos que secuestrarlas prácticamente, porque nadie quería ser cantinera. Yo he llegado a proponer que eligiéramos a la mujer más vieja que encontráramos como cantinera.

—¿Querrías ser cantinera alguna vez?

Abre mucho los ojos, echa el cuerpo para atrás y mueve las manos de un lado a otro haciendo ver que no.

—¿Cantinera yo? No. A mí las cantineras me parecen unas esquiroles.

Quiero hacerle la última pregunta sobre el Alarde, y es previsible cuál será su respuesta. “¿Por qué o para qué escribiste este libro?” Me lo explica con tranquilidad: “Lo que sucede aquí en el Alarde de Hondarribia, sucede en otros muchos sitios. No durante tanto tiempo. No durante 30 largos años, pero sucede por ejemplo cuando hay dos maneras de recoger la basura o dos grupos de traineras en el mismo pueblo. Me preocupa la dificultad que tenemos en Euskal Herria para llegar a acuerdos. Me preocupa la facilidad que tenemos a la hora de convertir al otro en enemigo. Alguien me dijo que al leer el libro entendió mejor lo que pasaba en Amezketa.Me dieron ganas de levantarme de la silla y darle un abrazo. Yo no soy la enemiga de nadie. Habrá opiniones diferentes: yo quiero mujeres en el Alarde, quizás otra persona no quiera que haya mujeres, pero ¿por qué me convierte a mí eso en su enemiga? La verdad es que no tengo alrededor a nadie que esté en contra de Jazikibel. Una lástima, porque me gusta hablar con gente de diferentes opiniones. Sí tengo alrededor gente a la que Jazikibel le parece una chorrada”.

Venga va, ahora sí. La última:

—¿Qué te parece la paciencia revolucionaria?

Toma aire y responde tranquila:

— La paciencia revolucionaria. Sí. La revolución no es sólo hacer las cosas deprisa y corriendo. A veces, es revolucionario saber esperar hasta el momento oportuno. Pero siendo la revolución emoción, ¿cómo hacer confluir la emoción y la razón?

Ay madre. Mientras dice esto pienso que para mí lo revolucionario, a secas, sería saber tener paciencia.

Siete menos diez. Tiene que coger el autobús a casa. Mira el reloj y empieza a recoger sus cosas. Nos despedimos. Dos besos. “Hasta el sábado, muchas gracias”. “A ti, hasta el sábado”. Sale por la puerta de cristal con paso rápido. Yo me quedo sentada en una silla. Mirando al infinito. Ha terminado mi primera entrevista. Siento decenas de emociones distintas en la barriga. Sorpresa, enfado, tristeza, vergüenza, enfado de nuevo, tristeza, alegría…Nosotras hemos estado dos horas hablado sin parar. ¿Qué habrán sentido quienes han formado parte de Jaizkibel todos estos años? Me viene una ráfaga de admiración absoluta. Respeto. Gratitud por no haber aceptado lo que se les imponía con sumisión. Por haber hablado. Por haber actuado.

Sin duda alguna necesitamos referentes y modelos a seguir como Jaizkibel: feminismo del día a día, que señalen a quienes quieren que las mujeres sigamos siendo ciudadanas de segunda tratadas como adornos o sirvientas. Somos personas. Y no somos de nadie.

Necesitamos hacernos con el espacio público sin dar un paso atrás: nuestros cuerpos, nuestras calles y nuestras fiestas nos pertenecen. Por fin lo sabemos y ya no hay quien nos pare. Gora Arantxa Urretabizkaia, Gora Jaizkibel eta gora borroka feminista!

Pikara deluxe
1. ¿Escritora preferida? Cambia con el tiempo. Patricia Highsmith. Marguerite Yourcenar. Simone de Beauvoir a otro nivel.

2. ¿Libro favorito? No tengo libro favorito.

3. ¿Cuál es tu identidad? Cuido bonsáis, soy periodista, soy madre, soy pareja de alguien, soy vieja, soy mujer. No creo que haya una sola identidad que me defina.

4. ¿Cómo ves el feminismo? Lo miro con mucha intriga. Está pasando algo, y a mí me gusta entender las cosas. Primero las sufragistas, luego la Revolución del 68; primero el voto, luego el aborto; ahora estamos en una tercera ola, o quizás no. Yo el feminismo lo viví en una cueva, en las catacumbas, y ahora, afortunadamente ya no está ahí.

5. ¿Cómo te hiciste feminista? Antes me parecía normal no tener derechos. Me hice feminista leyendo. Leyendo la autobiografía de Simone de Beauvoir.

6. ¿Lees Pikara MagazineSí, soy lectora de Pikara. Sobre todo las entrevistas que hacéis a gente que no conozco. Vuestro feminismo es diferente al de nuestra época: tiene que ver con lo físico. No puedo concretar esto que te digo, porque no lo he captado del todo, pero vosotras sois más físicas que nosotras. [Inciso de la entrevistadora: Quiero hacer hincapié en que trabajando con ella en la radio aprendí que decir a gente que no es joven “tu época” es viejofobia pura y dura. Todo el mundo que no esté muerto está en su época].

7. ¿Si participaras en Pikara, qué escribirías? A las mujeres lo que nos pasa es que no nos han contado nuestra propia historia y tampoco quieren que nosotras la contemos. Así que lo que hacemos es reinventar lo que ya está contado. Quizás lo que me gustaría hacer fuera contar la historia de quienes nos abrieron el camino, porque se lo agradezco enormemente.

8. ¿Tienes referentes? Simone de Beauvoir, pero yo si pudiera haría una estatua en todos los barrios a la “sufragista desconocida”. Alguien en el monte ha quitado la maleza y ha abierto un pequeño camino. Yo voy por ese camino, porque alguien me lo abrió en su día. Es mi responsabilidad, por lo menos, mantener ese caminito para quienes vengan por detrás.

9. ¿Crees que puedes ser referente para alguien? Una vez le pregunté a una amiga a ver cómo era cumplir 40 años. Ahora ya lo sé. Mirar a quienes van por delante es normal. Es posible que vengan por detrás quienes me tomen como referente.

10. ¿Qué querrías decirnos entonces a quienes venimos por detrás? Que hagáis de ese caminito una autopista.

 

AVISO A NAVEGANTAS. El domingo 8 de septiembre ha sido el alarde de Hondarribia 2019 y afortunadamente todo ha ido mejor. Sí, adolescentes del alarde separatista han hecho noche en la acera de la Calle Mayor “para coger sitio”. Sí, había mujeres con actitud desafiante en las aceras. Muchas de ellas llevaban plásticos negros y se han dado la vuelta al pasar Jaizkibel a las ocho de la mañana demostrando su rechazo. Pero en vez de insultarnos, una de las chavalas de detrás ha llorado de la rabia cuando hemos subido y ha murmurado alguna cosa. (Queridas chicas de la acera: ¿veis qué fácil es odiar de forma moderada? Si es que tampoco hay que odiar siempre tan explícitamente, coño.) Sí, había un par de pancartas del alarde del apartheid diciendo perogrulladas donde se tachaba a Jaizkibel de agresor. Sí, la Ertzaintza en vez de quitar las pancartas insultantes ha optado por censurar la pancarta igualitaria del puente donde decía en euskera: “Aue lo vamos a hacer, que lo vamos a conseguir”. Mensaje políticamente incorrecto, amenazante y muy gore, ¿no? En fin. Surrealista. Sí, ha llovido en el alarde igualitario sin parar y en el separatista ha salido el puñetero sol. Pero lo que también ha pasado es que no ha habido silbidos, ni insultos, a penas. Este año más gente que nunca ha formado parte de la compañía mixta. Este año, yo diría que el doble de gente del año pasado hemos animado con buen humor, gritos alegres, aplausos y cánticos a apoyar a Jaizkibel. Este año ha sido emocionante, bonito y divertido. Este año ha sido evidente que hemos disfrutado todas mucho más. Esto sólo es el principio. Jaizkibel llega para quedarse. Y yo y otras muchas nos levantaremos a horas intempestivas las veces que haga falta para aplaudir hasta que nos duelan las manos. Lo habéis hecho, lo habéis conseguido. Este año el avance ha sido un antes y un después. ¡Enhorabuena!

Pikara Magazine, periodismo feminista online y en papel
Este contenido ha sido publicado originalmente en Pikara en papel. Si quieres tu ejemplar, no te vayas sin visitar nuestra tienda online.

 

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