Las mujeres en lucha del mundo se encuentran en territorio zapatista

Las mujeres en lucha del mundo se encuentran en territorio zapatista

Más de 4.000 mujeres de 49 países del mundo participan en el Segundo Encuentro Internacional de Mujeres que Luchan, organizado por las mujeres zapatistas, para hablar de violencias y unir fuerzas.

08/01/2020
un grupo de mujeres con pasamontañas, ropa de estilo militar y gorras

Mujeres zapatistas encapuchadas en el Segundo Encuentro Internacional de Mujeres que Luchan. / Foto: Orsetta Bellani

La niña en el medio de la cancha se llama Esperanza, lleva un pasamontañas y abraza un osito de peluche. Las milicianas del Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) marchan golpeando sus toletes al ritmo de una cumbia, hasta formar un caracol gigante alrededor de Esperanza. La protegen.

Estamos en la inauguración del Segundo Encuentro Internacional de Mujeres que Luchan, convocado por las mujeres del EZLN entre el 26 y el 29 de diciembre de 2019 en el Semillero Huellas de la Comandanta Ramona, en la zona zapatista de Morelia. Más de 4.000 mujeres de 49 países del mundo acudieron a este espacio construido con casas de tablas de maderas pintadas con murales, rodeado por las montañas de bosques del Estado de Chiapas, en el sur de México.

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Las milicianas zapatistas llevan uniformes y gorras verdes o café, traen el rostro cubierto por pasamontañas y paliacates rojos al cuello. Algunas cargan arcos y flechas.

– “¡Apunten!”, ordena una comandanta a las arqueras.

– “¡Descansen!”.

Las zapatistas no disparan. Ya dispararon en 1994, cuando se levantaron en armas para recuperar y redistribuir a los pueblos indígenas las tierras que ancestralmente les pertenecían; para impulsar sus sistemas autónomos de justicia, de educación y de salud en las regiones más aisladas de Chiapas, donde nunca habían llegado abogados, doctores y maestros. El EZLN jamás entregó sus armas, pero pronto decidió que la parte civil de su organización prevaleciera sobre la militar y se dedicó a la construcción de “otro mundo”. Un mundo donde sí se dan episodios de violencias en contra de las mujeres – sancionados por las autoridades autónomas zapatistas – pero ninguna de ellas es desaparecida y asesinada. Esto en un país, México, donde se registran 10 feminicidios cada día.

Las milicianas zapatistas no disparan sus flechas, pero les dicen a las mujeres presentes que vale defenderse cuando te están matando. “Hermana y compañera: tenemos que defendernos y sobre todo que defendernos organizadas. Y tenemos que empezar ya, y más si una mujer es niñita apenas. La tenemos que proteger y defender con todo lo que tengamos. Y si no tenemos nada, pues con palos y piedras. Y si no hay palo ni piedra, pues con nuestro cuerpo. Con uñas y dientes hay que proteger y defender”, afirma la Comandanta Amanda desde el escenario. “Nos siguen asesinando y todavía nos piden, nos exigen, nos ordenan que estemos bien portadas. Si las mujeres protestan y rayan sus piedras de arriba, rompen sus vidrios de arriba, le gritan sus verdades a los de arriba, entonces sí gran bulla. Pero si nos desaparecen, si nos asesinan, entonces no más ponen otro número: una victima más, una mujer menos”.

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Un micrófono abierto en territorio rebelde. Unas zapatistas con sus pasamontañas preparan la lista de quienes quieren compartir su palabra, las invitan a hablar, las escuchan. El tema del Segundo Encuentro Internacional de Mujeres que Luchan es la violencia contra las mujeres. Hoy es el primer día y el espacio está abierto para las denuncias.

Ximena agarra el micrófono. Frente a ella, sentadas en el escenario del Semillero Huellas de la Comandanta Ramona, las demás mujeres tienen los ojos enrojados por las historias que ya escucharon.

La voz de Ximena tiembla, dice que nunca lo ha hablado en público. Cuenta de haber sido abusada a los cinco años por un hombre anciano que vivía en su casa. Llora.

– “No estás sola compañera”, grita una desde el público.

– “Yo te creo”, añade otra.

Se escucha el respiro de Ximena en el micrófono. Retoma la palabra, cuenta que años después descubrió que el mismo hombre abusaba también de sus tías. Que cuando se le contó a su papá, éste lo mandó a matar.

Las participantes del Segundo Encuentro Internacional de Mujeres que Luchan se pasan el micrófono para contar sus historias de violencias, todas parecidas a pesar de las distancias que las separan. Algunas cuentan haber sido abusadas por compañeros de lucha que se dicen feministas, otras relatan de abusos familiares que ocurren generación tras generación, de mujeres violadas que enseñaron a sus hijas que hay que callarse y no denunciar. Cuentan historias de impunidad y de madres convertidas en peritas, expertas de la carpeta de investigación de sus hijas. Mujeres que no sabían de ser feministas antes de que sus hijas fueran desaparecidas o asesinadas.

un grupo de mujeres están sentadas en círculo

Un momento del encuentro. / Foto: Orsetta Bellani

Las mujeres del público se miran entre sí, lloran, se abrazan. Cada dolor que escuchan les recuerda otro vivido en sus propias entrañas. Las mujeres que se reunieron en el Semillero zapatista son un cuerpo colectivo, violado y dolido, que se sana, se organiza y lucha. Están un espacio seguro cuidado por las milicianas del EZLN, donde al atardecer se levanta una neblina que huele a fogón.

Las denuncias no caben en único día, se comen el día siguiente dedicado a las propuestas. Propuestas hay, pero las denuncias desbordan.

“Tú y nosotras sabemos que lo más peligroso ahora en el mundo es ser mujer”, dijo la Comandanta Amanda durante la inauguración del evento. “No importa si es mujer, niña, o jóvena, o adulta, o ya de juicio. No importa si es blanca, amarilla, roja o color de la tierra. No importa si es gorda, delgada, alta, chaparra, bonita o fea. No importa si es de clase baja, o media, o alta. A la hora de la violencia, lo único que importa es ser mujer”.

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Allison llena su vaso de plástico del grifo de uno de los comedores del Semillero Huellas de la Comandanta Ramona. Tiene 23 años, una camiseta blanca, jeans y un paliacate que le cubre la boca. “¿Qué ha cambiado en el EZLN después del Primer Encuentro Internacional de Mujeres que Luchan?”, dice tomando un trago de agua. “Que las mujeres estamos más organizadas”.
Para esto las zapatistas convocaron a las mujeres del mundo: para que se lleven un “granito de arena” a sus geografías y se organicen con las demás mujeres que no han podido viajar; para que se conozcan entre ellas, intercambien contactos, estrategias, experiencias; para que aprendan de otras mujeres y de las zapatistas, que sí lograron construir un mundo “otro”. En todo el Semillero zapatista se crean reuniones espontaneas, talleres, espacios de compartir. Allí se habla de crear redes de cuidados, de organizarse para responder al llamado de cualquier mujer que lo necesite.

Unas comandantas del EZLN hablan con un grupito de mujeres en la entrada del Semillero. Recuerdan cuando no se les permitía estudiar, viajar, hacer otra cosa que no fuera cocinar y criar hijos. Cuentan de cómo ha cambiado su vida desde la insurrección armada del EZLN, en 1994. Afirman que tienen mucho que caminar aún, que a menudo las mujeres discuten entre ellas por tonterías, que la igualdad de género en territorio zapatista aún no existe, pero sí se han hecho grandes pasos.

sobre un pequeño monte se lee la palabra 'zapatistas'

Una imagen del encuentro. / Foto: Orsetta Bellani

Toma la palabra Gabriela, que viene de la zona zapatista de Oventic. Para ella, la vida digna es que su compañero se encargue de sus hijos e hijas y de la casa mientras participa en eventos como éste. Dice que las zapatistas decidieron organizar el Encuentro Internacional de Mujeres que Luchan porque leen que hay muchas mujeres asesinadas y desaparecidas. “Cuando se muere una mujer en otro Estado o en otro país llegamos a sentirlo, porque tenemos la misma sangre a pesar de tener otros ojos y otra piel”, dice.

Gabriela, que se ha criado en un mundo sin feminicidios, no entiende por qué todavía las mujeres del mundo no se han logrado organizar, como las zapatistas, para acabar con el problema. “Durante el Primer Encuentro Internacional de Mujeres que Luchan prendimos una lucesita y se la dimos, para que se la llevaran a sus geografías y se organizaran”, dice Gabriela. “Pero después de año y medio vimos que en su mundo siempre más mujeres son asesinadas y desaparecidas. Ustedes saben si se están organizando bien o no”.

 


#Defensoras
Este texto forma parte del #PikaraLab de Defensoras,

realizado con el apoyo de Calala Fondo de Mujeres  y financiado por el Ayuntamiento de Barcelona.  

Aquí te contamos lo que pasó en el primer encuentro:

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