¿Reproducimos las lesbianas el sistema patriarcal?

¿Reproducimos las lesbianas el sistema patriarcal?

Andrea Momoitio apuesta por el feminismo como único mecanismo posible para erradicar las prácticas patriarcales entre lesbianas

El último 28J, junto a unas compañeras, publicamos el trabajo ‘Yo no perdono‘. Pretendíamos denunciar aquellas situaciones lesbófobas que nos habían hecho daño: comentarios, preguntas incómodas, miradas indiscretas o ciertas actitudes que duelen. Queríamos denunciar que la lesbofobia no sólo es una postura ideológica incorpórea sino que es muy tangible. No es algo de la sociedad, como ente genérico e invisible, sino que está muy presente incluso en las personas que nos quieren.

Una de las cosas que no perdonábamos era que alguien pudiera creer que las lesbianas reproducimos el patriarcado. Quizá esta idea esté especialmente interiorizada entre feministas. Sé que es una afirmación muy atrevida, pero supongo que pensarán que llevan demasiados años de militancia para que se respete a las mujeres como sujetos activos de sus propias vidas para que ahora, un par de bolleras, reproduzcan la misma mierda. Además, de alguna manera, se trata de repensar la violencia de género y eso, inevitablemente, a las feministas nos duele. Recomiendo escuchar a Elena Casado en esta ponencia. Muchas de las cosas que dice habría que matizarlas mucho, pero quizá no esté tan desencaminada al intentar mirar con otra perspectiva la violencia de género.

Decía que en el ‘Yo no perdono’ afirmábamos categóricas que no perdonámos que se crea que las lesbianas pueden reproducir prácticas patriarcalas por desear a las mujeres y en esta idea me mantengo. Eso sí, muchas veces reproducimos y perpetuamos el sistema patriarcal en otros aspectos y con otras actitudes. La más llamativa y preocupante es que algunas lesbianas maltratan a sus parejas. Aquí me paro para matizar que sé que no es un problema estructural y que no tiene nada que ver con la violencia que, sistemáticamente, los hombres ejercen contra las mujeres. Pero afirmar que no se trata de la misma problemática y que no pueden ser comparadas no implica que sigamos mantiendo el silencio que rodea a las prácticas violentas que se viven en relaciones de pareja lésbicas.

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La lesbofobia no sólo es una postura ideológica incorpórea sino que es muy tangible

Las lesbianas no crecemos en marte. Formamos parte de este mundo en el que sólo hay una forma de enteder las relaciones. El modelo heterosexual de amor romántco está impregado también en nuestros huesos. Muchas lesbianas reproducen relaciones de poder: económico, social, sexual, de clase, psicológico. Pero es que estamos en el mismo mundo que las heteros, escuchamos las mismas canciones, vemos las mismas películas, jugamos con los mismos juguetes y recibimos la misma educación en las escuelas. ¿Es posible entonces que, por ejemplo, quedemos exentas de la presión que supone el mito del amor romántico? ¿Es posible que no reproduzcamos las relaciones de poder heterosexuales cuando son estas también nuestros únicos modelos? No buscamos príncipes, vale, pero quizás, inevitablemente, busquemos princesas. Y esa búsqueda de una persona que nos complemente nos coloca en una situación que favorece, cuando no fomenta, que podamos ser víctimas de cualquier tipo de violencia. Vuelvo a insistir: asumir la existencia de violencias múltiples no implica categorizarlas según su gravedad. La violencia machista es la muestra evidente de la existencia del sistema patriarcal, pero en él también nos movemos las mujeres lesbianas.

Debemos rescatar el lesbianismo como arma revolucionaria contra el sistema patriarcal, pero evitando caer en sus trampas

No hemos conseguido aún establecer modelos de pareja que no estén atravesados por dicotomías como activo/pasivo, fuerte/débil, dependiente/independiente, que pueden generalizarse siempre en femenino/masculino. En esas dicotomías nos movemos también las lesbianas y esos roles establecen nuestros modelos de relaciones sexoafectivas. En esos roles está implícito también el poder que ejerce quien maltrata. Es un tema delicado y doloroso. Maltrata quien, dentro de una pareja, asume el rol que lleva implícito el ejercicio del poder. Muchas lesbianas asumen ese rol. Durante un tiempo mantuve una relación con una mujer que asumió conmigo ese rol. Yo, por ende, me mantuve en una posición pasiva. No me atrevo a decir que sufrí violencia –que no me atreva a decirlo no implica que no fuera así- , pero lo que es cierto es que viví situaciones que ahora podría identificar como agresiones. La figura del maltratador que forma parte de nuestro imaginario responde a la imagen de un hombre en tinieblas y eso nos impide, en muchas ocasiones, ver otras formas de ejercer el poder. Y, al fin y al cabo, la violencia es eso.

A pesar de las resistencias que percibo del movimiento feminista, creo que es este la única herramienta posible, aunque no parezca demasiado probable, para acabar con la violencia entre lesbianas. Es así porque también es la única posibilidad para acabar con la violencia en cualquier relación sexoafectiva, el único medio para lograr construir relaciones más igualitarias. Considero también importante trabajar por hacer cierta esa utopía feminista que afirma que las relaciones lésbicas ya son más igualitarias que las heterosexuales. Debemos rescatar el lesbianismo como arma revolucionaria contra el sistema patriarcal, pero evitando caer en sus trampas. Y sobre todo, aceptando que las lesbianas podemos también ser víctimas y esbirras de este sistema. Negar esa posibilidad implica dejar desamparadas a muchas víctimas.

Todo esto parece improbable cuando aún hoy, muchas feministas que afirman sin pudor que “lo personal es político”, siguen evitando sacar el lesbianismo de sus camas.

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