“La disociación feminista sirve para pensar un viaje de ida y vuelta”

“La disociación feminista sirve para pensar un viaje de ida y vuelta”

A raíz de su propia experiencia, Núria Gómez Gabriel empieza a hacerse preguntas, a ahondar en la teoría y en el internet alternativo para componer ‘Traumacore’ (editorial cielosanto), un ensayo literario en torno al feminismo disociativo y la teoría post-traumática actual.

Núria Gómez Gabriel en una imagen cedida.

22/05/2024

“La idea de separarme de la realidad se me hace cada vez más llamativa”. Este es uno de los primeros planteamientos que Núria Gómez Gabriel (Barcelona, 1987) despliega en Traumacore (editorial cielosanto) y que articula la posterior reflexión en torno al trauma, la represión, el cuerpo, el dolor o el placer, entre muchas otras cuestiones.

Estamos disociadas y exhaustas. Cansadas de hacer pedagogía, de la hipervigilancia online, la autoconciencia y la necesidad de validación constante, sobrellevando como podemos las contradicciones impuestas y la imposibilidad de llegar a todo. Incluso, en muchos casos, de ser la feminista aguafiestas de la que habla Sara Ahmed. En este contexto, cada vez hay más y más discursos, en forma de tiktoks, memes o reels de Instagram, que hablan de disociación. Podría decirse que esta separación con nosotras y nuestro entorno, junto con la ironía y los memes, se han convertido en una herramienta, muchas veces la única, para continuar el día a día sin hundirnos del todo.

Núria Gómez Gabriel traza, a través de la crónica vivencial, el análisis político, y el pensamiento y literatura góticos, una escritura donde teoría y cuerpos tensionan los límites de la norma. Las imágenes del dolor, lo cuqui en convivencia con lo macabro o lo hentai son solo algunos de los conceptos y caminos que atraviesa a lo largo del libro.

Al comienzo del libro mencionas el concepto que acuñó Emmeline Cline de “feminismo disociativo” que, entre otros rasgos, responde al proceso de odio hacia una misma. ¿En qué consiste eso de la disociación feminista? ¿Cómo podemos aplicar la disociación como una herramienta de protección?

La disociación feminista es un problema, es un oxímoron, una contradicción. Hay una disociación como escisión entre la mente y el cuerpo. Quizás a lo que me refería más era que la disociación feminista me sirve para pensar un viaje de ida y vuelta. Sería cómo el patriarcado, las estructuras cisheteronormativas y las estructuras del poder dentro del sistema patriarcal nos educan desde pequeñas en la disociación, el sufrimiento y el dolor. Además, si no eres un hombre cis blanco, todavía más. Hay muchos ejemplos en el libro. Desde cuestiones más banales como el canon de belleza determinado de cada época: que si me depilo, no me depilo, me maquillo… La autorrepresentación tiene un punto de observarte desde afuera con ciertos objetivos. Esto las aplicaciones digitales lo han reventado con la creación del perfil, que no deja de ser una autorrepresentación, pero siempre desde la mirada disociada, una mirada del otro y en función de lo que quieres obtener en estos círculos. También pienso que, si el sistema nos hace disociar, ¿cómo podemos disociar para emanciparnos? Sencillamente desde la pura supervivencia o no. O para construir. Una pregunta que no tuve tiempo de resolver con más detalle sería en lo colectivo. ¿Qué pasaría si todas de golpe obviáramos ciertas realidades? O diéramos la espalda a ciertas realidades abusivas, ¿qué pasaría ahí? Hay algunas tentativas con algún tipo de comunidades y estéticas como las bimbo, etcétera. Pero básicamente lo que planteo es una cuestión que también trabaja McKenzie Wark en su libro Raving. Ella lo plantea desde su perspectiva de género y todo lo que tiene que ver con la transición de género y lo nombra como disociación afirmativa. Es decir, afirmar aquí y ahora, pues me disocio porque esta realidad no va conmigo. O sea, me disocio cognitivamente de esto cuando estás en un callejón sin salida.

“Prácticas de denuncia en estructuras en las que el poder está declinado hacia lo patriarcal o lo masculino genera un rechazo y un agotamiento por parte de quien denuncia”

Un concepto que me interesó mucho fue el de las personas post-herida y el uso que muchas veces hacemos de la ironía. ¿Cuál es la relación entre ironía y disociación?

La ironía ya es una figura disociativa en el sentido de que es precisamente una disonancia cognitiva, como lo vemos también en los memes. Es decir, digo una cosa, pero en verdad significa otra. Últimamente pienso mucho a Sara Ahmed porque realmente me representa. Ella hablaba de la feminista killjoy y esa es una actitud muy incómoda en la que se te gira todo el mundo en contra. Es políticamente incorrecto y eso genera rechazo y las personas no quieren ser rechazadas, es imposible ir siendo rechazada por cada comunidad en la que estás. Ahora estoy intentando disociar un poquito más y también aplicar un poco más de máscara por una cuestión de protección y de agotamiento, no tengo ya energía, pero siempre he sido una persona que en lo laboral y en lo institucional, en lo sistémico, he señalado rápidamente las cosas que creo que no operan. O casos de abuso, casos de malos tratos. Al final ha llegado a un punto en el que incluso me han interpelado, me han criticado el carácter que es de primero de machismo. Esto se relaciona con la post-herida, es decir, más allá de la herida. No estar en la herida de esto me duele, me estáis maltratando y lo denuncio. Este tipo de prácticas de denuncia en estructuras en las que el poder está declinado hacia lo patriarcal o lo masculino genera un rechazo y un agotamiento por parte de quien denuncia, hay desesperación de ya no sé de qué forma actuar, cómo coño decírtelo, ya lo he probado todo y no tengo energía ni las ganas para decirte cómo se hacen las cosas. Entonces lo que haces es tirar de sarcasmo o ironía, que también es señalar de alguna forma, y no estás reprimiendo, que eso llevaría a despersonalizar, a otros tipos de comportamientos. Es una forma que nos permite permanecer en comunidades, pero de alguna forma no reprimir todo. Lo visibilizo, pero luego nos echamos unas risas. Esto también es un poco cómplice, yo no sé cómo lo llevas, pero yo tengo muchos sentimientos de culpa y una de las cosas es esta, la complicidad con las estructuras, la cuestión del privilegio.

“Cualquier acercamiento a la cuestión del trauma, del dolor, del sufrimiento siempre será un acercamiento estético, que no significa bello”

Al hilo de esto rescato esta frase que dices en el libro: “Me pregunto si es posible hablar de las heridas sin embellecerlas, sin corroborar un viejo mito que convierte el trauma femenino en imágenes celestiales dignas de adoración”.

Esa es una pregunta retórica como todas las que aparecen en el libro. A mí me interesan las paradojas, los oxímoros, los callejones sin salida, creo que ahí es donde se piensa. Cualquier acercamiento a la cuestión del trauma, del dolor, del sufrimiento siempre será un acercamiento estético, que no significa bello, pero sí hay cierto proceso de sublimación, el libro ya lo es. Aun así como pregunta nos vale: qué tipo de estéticas, ver cuáles han sido esos ejercicios de estetización del dolor, y a veces veo formas de estetizar el dolor que son emancipatorias. Un caso paradigmático es el de Sophie Call y su obra de arte Cuídese mucho. No me puedo hacer cargo de este dolor ahora mismo, me sobrepasa. Entonces colectivamente vamos a reestetizar el sentido de este mail, de esta respuesta tan perversa. Ese es un ejercicio bonito porque al final es la colectivización del dolor. Es un ejercicio estético disociativo, pero a la vez colectiviza el dolor, creo que está guay retomar estos ejercicios.

Cuéntame sobre la historia de las Hello Kitty traumatizadas y la relación entre la disociación y las estéticas visuales.

Este libro es un ejercicio de contención. Ya conocía las comunidades del weirdcore, soy muy fan de la wiki asthetics, doy clases de creación en internet y me flipan los nuevos lenguajes, las ciberculturas… Y ahí llegué al traumacore, al cibertraumacore, estas imágenes de denuncia de violaciones o de situaciones abusivas en las que hay una disociación visual en el sentido de que hay una fuga disociativa. Esas comunidades están básicamente representadas por lo cuqui, pero lo cuqui siniestro, símbolo de lo infantil. Son imágenes complejas y ambiguas ideológicamente. Podrías pensar que no están muy lejanas de otras ideologías radicalmente incels. En ese tipo de mensajes había cierta poética del trauma y había también esa pregunta: qué hay en estas comunidades compartiendo estos memes. ¿Esto genera un sentimiento colectivo de empatía o en verdad es un fetichización del dolor y por tanto desactiva? Esta sería una pregunta totalmente moral que a mí no me interesa nada. Qué más da, esto existe y nos puede ayudar. En cualquier caso, había tantas kittys con tantos mensajes que empecé a coleccionarlas.

Me interesa mucho el concepto de gótico-hentai y la relación entre lo hentai y lo queer de la que hablas en el libro, ¿puedes explicarlo?

Yo quería llamar al libro gótico-hentai porque me interesaba observar la relación entre el miedo y el deseo, que son dos palos muy esenciales de las estéticas góticas y que tienen que ver con lo que reprimes. Hay como un nudo, que no pretendo resolver, y que nos llevaría a entender muchas prácticas interpersonales que tienen que ver con el abuso. Como no me interesa el discurso de corte moral, es decir, atacar a las prácticas abusivas desde una posición moral, me interesó mucho el hentai. El gótico-hentai permite imaginar, crear y dar forma a otras sexualidades que podían estar creadas, por ejemplo, por 15 brazos, un conglomerado de líquido con pezones, otras genitalias. Eso me interesaba, desplazar la genitalia. Creo que lo gótico contiene esta represión de deseos no canalizados o no permitidos por la sociedad y el hentai permite explorar estas monstruosidades y abrazarlas y llevarlas a un límite. Luego investigando más sobre testimonios de la cultura hentai me di cuenta de una cosa maravillosa vinculada con la imaginación lo monstruoso y los límites del dolor, la fina línea entre el placer y el dolor que creo que muchas veces las encarnamos en cosas muy sencillas, a veces te has acostumbrado tanto, te has disociado que ya encuentras el placer en eso, no estoy diciendo que sea bueno o malo, sencillamente ocurre. Por ejemplo, con la depilación. El hentai es para mí el caso más radical de esto.

“Todo el libro está escrito dentro de un proceso de contención, de no poder dormir, de estar mal. Se trataba de buscar en la teoría, en la literatura, en la cultura herramientas para entenderme, para deconstruirme”

Hablemos de las heterocompulsivas, de esa órbita en la que todo gira en torno a la validación, principalmente de los hombres, pero del otro en general.

Todo el libro está escrito dentro de un proceso de contención, de no poder dormir, de estar mal. Se trataba de buscar en la teoría, en la literatura, en la cultura herramientas para entenderme, para deconstruirme. Para no lanzar siempre la responsabilidad afuera (en el sistema, etcétera) intenté entender desde mí qué me había llevado a la situación en la que estaba, porque yo también soy cómplice de eso y responsable, por tanto. Ahí empecé a detectar la necesidad de estar bien cuando te completa el otro. Eso es evidentemente un mecanismo sociológico que es así, no somos hasta que no nos completa el otro, una obra de arte no es hasta que no significa por la recepción y la lectura del otro, pero sí que el valor que le damos a eso es muy fuerte, sobre todo en mi generación. Habrás vivido, porque esto fue sistémico, que después de la pandemia la mayoría de parejas petaron por los aires. En el caso de mi última pareja eso supuso petar un tótem, por eso me dolió tanto. No tanto por la persona o la relación, que también, sino por la familia nuclear, porque éramos de la misma edad, porque todo encajaba, porque me dijo de tener hijos antes de fugarse…. Al final todo eso peta y empiezo a pensar. Luego está lo de las conversaciones con las amigas que parecía que esa cosa adolescente, tan heterocentrada la habíamos superado un poco y estábamos en otra y compartíamos desde otros lugares y llega la pandemia, volvemos a estar solas y a reconsiderar los vínculos. También entra la cuestión de las redes sociales, pero también la desesperación de ahora cómo me vinculo. Es imposible, hay unas malas prácticas insoportables. Ahí vuelve a centrarse esta necesidad del otro y hay una cuestión de presión social y de una misma. Una cosa que pienso, sea como sea la relación (a dos, a tres) es el nexo entre la enajenación y el amor, porque es ambivalente, nos viene muy bien para pensar y trabajar un poquito. Cuando te enamoras, algo que sienta fenomenal es esa ligereza de perder el yo, de disociarte con el otro y pasar a ser una entidad en la que te distancias de tu individualidad. Eso sienta divino igual que sienta divino cuando te separas y recuperas eso que habías perdido. Es como a la inversa. Creo que pensar la enajenación en términos afectivos es muy guay, no es ni positivo ni negativo, tiene varios sentidos.

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