En defensa de un amor lento

En defensa de un amor lento

Me molesta que se alabe el enamoramiento, cuando todo es maravilloso, y no se hable del amor, en el que siempre habrá cosas nada adorables que hagan que quieras arañarte la cara. Porque el amor es una construcción que requiere de conversaciones incómodas.

Imagen: Andrea Ganuza
20/12/2023

Me cuesta esperar la intimidad, soy impaciente, la quiero ya. Necesito la certeza de una intimidad que solo se consigue a base de incertidumbres. Tras las caricias en la cara y los besos oscuros, me cuesta pensarte como a una persona desconocida. Surge fácilmente el debería: debería conocerte mejor, debería sentir más, debería echarte más de menos. En este columpio entre la intimidad más profunda y ninguna, en la tentativa y la falta de confianza, no eres la persona desconocida ni lo contrario; eres un intermedio, persona conocida con privilegios de íntimo. Me desconcierta la antítesis y tus brazos abrazándome por la espalda.

Yo la incertidumbre la llevo regular; en mi ansiedad, la inmediatez. Hace poco leí que, en esta época en que justo tenemos más comodidades, somos más infelices que nunca por la multitud de opciones y por cuestionarnos si hemos tomado la decisión correcta. Yo necesito la certeza, necesito la seguridad. En las relaciones lo siento como un must, pero eso es un ideal trastornado, eso es un orden demencial.

El amor se construye, pero en la construcción hay incertidumbre y a mí mientras me puede dar un infarto. El amor se construye y eso significa tener paciencia y pasar por todas las etapas: compartir experiencias, hablar, discutir, reír, tener conflictos, intercambiar películas y libros y música, pero también simplemente pasar, vivir, compartir la vida, la experiencia diaria, valorar la presencia de la persona y que esté ahí, verla, sentirla, acostumbrarse y dejar que esa sensación perdure a lo largo del tiempo. Siento que me repito al decirlo, pero lo que necesitamos es una constante y en la constante también está la construcción. En la presencia, en simplemente dejar pasar el tiempo, pues en la constante también está la confianza. Y de ahí, por fin, la certeza, la tranquilidad. Aprender a esperar. Aprender a confiar que todo va a estar bien. Qué difícil. Qué difícil aprender, aunque todo lo que digo suene tan bien. No doy consejos, escribo para mí, para recordármelo a mí misma. Incluso en el conocimiento, lucho, luchamos todas.

Siento que me repito al decirlo, pero lo que necesitamos es una constante y en la constante también está la construcción.

Es curioso el pensamiento generalizado que tenemos de que siempre hemos amado a una persona imaginaria y cuando la encontramos, ¡bingo! Es esa. Y todo es perfecto porque ya la amábamos de antes. Pero no. Por mucho que nos hayan vendido esa idea distorsionada, no vamos a encajar como si fuéramos piezas de un puzle. No somos mitades de naranja. Y aunque lo sepamos, lo seguimos creyendo, que lo somos, y que hay alguien ahí que es perfecto para nosotras y que cumple todos los ticks. No hay un check infinito, no; puede haber muchos, sí.

Decir “no sé si es mi persona” ya está basado en el razonamiento de que sí hay alguien que me completa, sí hay alguien que encaja al 100 por cien, y esa es la idea que tenemos a fuego y que de base es errónea. La realidad es que nos encontramos con una persona con la que estamos cómodas y a la que queremos cuidar, con la que tenemos una gran amistad y con la que nos encaja la relación. Y entonces la amamos. Me parece acertada la cita de Mariano Peyrou en Los nombres de las cosas –como todas sus citas me parecen acertadas: “…dice que de jóvenes nos interesa que nos guste una persona, pero que cuando nos hacemos adultos, lo importante es que nos guste una relación”.

Decir “no sé si es mi persona” ya está basado en el razonamiento de que sí hay alguien que me completa,

Las relaciones no se forman sin más; no te enamoras y eso significa que el destino lo ha elegido y ya tienes la confianza, ya tienes el cariño y la complicidad y la cotidianeidad y las bromas compartidas. El golpe, el flechazo, el arrebato, el enchochamiento, en definitiva, el enamoramiento solo es un proceso temporal lleno de expectativas e ilusiones diseñado biológicamente para la reproducción y la continuidad de la especie. En términos más sociales, es una idealización engrandecida por nuestra cultura occidental y Disney y todo Cameron Diaz. El discurso es potente y nos lo hacen tan atractivo… La Vasallo lo decía como “estamos demasiado contaminadas por un romanticismo que nos dice que el amor es subidón y todo lo que no contenga adrenalina no nos sirve, no es lo bastante bueno”. Y todo el mundo quiere estar adrenilado perdido y en el culmen de la felicidad. Pero el enamoramiento es un cóctel de hormonas que no es el amor, el amor en sí, el amor con mayúsculas. El amor es una construcción o, lo que es lo mismo, el amor se debe de construir.

A grandes rasgos, la psicología dice que el amor se divide en varias fases: enamoramiento, relación o vinculación, desilusión, autoafirmación o aceptación y amor. Aquí parece obvio, parece una simple escalada, pero no siempre lo es. Enamoramiento no es amor, estar con la sonrisa tonta y la baba para abajo no es amor; que te dé rabia que no cierre el grifo cuando se lava los dientes y que ponga una cara larga porque lleva toda la tarde sin internet y que llegue tarde y que proteste y que haya cosas que no te gusten y otras que debáis hablar para solucionarlas, para que se disuelvan un poco, para que se dé cuenta de algo que quizás no haya visto y aun así, a pesar de todo, quieras seguir haciéndole arroz con leche y le tapes con la mantita cuando duerme la siesta; entonces eso sí, eso se parece más. Me molesta que se alabe el enamoramiento y no se hable del amor, en el que siempre habrá cosas que hagan que queramos arañarnos la cara y defectos y manías y ninguno de ellos nos parecerán adorables. La construcción de las relaciones es una serie de conversaciones incómodas, de conversaciones que no queremos tener, por eso es construcción. Es esto no me ha gustado y es vale, qué podemos hacer para mejorarlo y eso constituye la base de un amor sano y seguro.

Creo que se le da poca importancia al valor de la discusión, donde se ven las diferencias, los errores que podemos estar cometiendo y los límites que necesitamos que nuestra pareja respete y los que esta necesita que respetemos nosotras. Es la adaptación y la flexibilidad. Y es lo que, de hecho, hace que la pareja pueda evolucionar y fortalecerse. En palabras del psicólogo malagueño Arun Mansukhani: “…el enamoramiento, que es un momento de especial vulnerabilidad: nos estamos acercando mucho a alguien que no conocemos aún. Es más fácil que en esa fase inicial de la relación haya miedos que nos lleven a interpretar los estímulos ambiguos como peligrosos”, y también “ninguno de nosotros es nunca el agresor, siempre nos estamos defendiendo del ataque (imaginario) del otro”. Discusión es crecer, porque la cosa no es el conflicto, la cosa es cómo resolvemos el conflicto.

Creo que se le da poca importancia al valor de la discusión, donde se ven las diferencias.

En las ficciones, el conflicto no está. Normalmente, vemos a la pareja ya construida. Dos personas son pareja o se conocen y pasan a ser pareja, pero no vemos el proceso, no vemos el paso de etapa ni el paso de sentimientos. No vemos cómo los lazos se van formando y se fortalecen hasta que se convierten en amor porque el proceso es lento y por tanto aburrido y venden mucho más unos sentimientos repentinos y arrasadores que se reafirmen como un pilar. No vemos el proceso, pero idealizamos el resultado. Una amiga siempre dice que a los cuatro meses no puedes estar enamorada, al menos según su idea del amor. El amor no surge sin más, la confianza no surge sin más, todo se construye y, como decía Jorge Drexler, todo se transforma. Y esto enlaza directamente con la cita de la psicóloga María Esclapez: “El amor verdadero no se encuentra, se construye”, porque necesita pasar sus baches y llegar a la aceptación plena de la otra persona, saber que no es perfecta ni perfecta para nosotras y que aun así estamos juntas y nos acompañamos.

El amor se construye porque el enamoramiento es una bomba explosiva y es irresistible todo, pero ¿después qué? Después viene el cuidado, el día a día, el enfadarse y arreglarlo, comer juntos, dormir juntos, babear juntos. ¿Eso no le interesa a nadie? A mí sí, yo podría pasarme el día viendo a gente quitarse las legañas, pasándole un solo dedo por el ojo al otro, como las quitaba yo. El resto es sobreactuado y la exhibición del culmen del amor romántico y del valor personal asociado a la pareja. Soñamos con el comienzo, nos han enseñado que el comienzo feliz e idílico es la meta y el final, pero me interesa más lo que pasa después, la continuación del ensueño. Entusiasmarnos lo podemos hacer todas, ilusionarnos, idealizar, lo que es más difícil es construir.

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