Sedadas ante la muerte perinatal

Sedadas ante la muerte perinatal

El género es uno de los factores que influye en el abuso del uso de sedantes en el contexto de pérdida de un bebé fallecido antes o después de nacer.

Texto: Diana Oliver
04/05/2023

Gif de Núria Frago realizado inicialmente para el texto ‘Seis cosas que estoy aprendiendo desde que perdí a mi bebé’.

¿Cómo se dice adiós a un bebé que acaba de nacer y fallece? ¿O a un bebé que ha muerto en el útero materno? ¿Cómo se enfrenta una madre a la muerte cuando esperaba recibir la vida? El duelo por la muerte de un bebé es un proceso muy doloroso, tanto por lo que implica perder a un hijo o una hija, como por ser un duelo socialmente desautorizado. Invisible. Así lo explica Pilar Gómez-Ulla, psicóloga especializada en duelo perinatal y cofundadora de la red de apoyo El hueco de mi vientre. Según la experta, es muy habitual que las familias que pierden un bebé y quienes les rodean guarden silencio sobre lo sucedido, como si no tuvieran permiso para hablar de este tipo de pérdidas. Nadie quiere –ni sabe– hablar de la muerte de un bebé.

“El duelo, como reacción a la muerte o pérdida de seres queridos, como es el caso de la muerte perinatal, es una reacción normal, podríamos decir que es saludable. Se trata de un proceso largo que acompañará a esa madre y a esa familia por meses, incluso años”, señala Gómez-Ulla, quien considera fundamental entender que los acontecimientos relacionados con el diagnóstico, la primera noticia de la muerte y los primeros momentos tras ella deben considerarse como un primer impacto en el que cuesta conectar realmente con lo que está ocurriendo. “Cada persona, pareja, familia, responde como puede, y de su peculiar forma. Pueden gritar, callar, llorar, querer irse, enfadarse, o ser muy complacientes y ’portarse muy bien’ por si acaso eso sirve para que los traten con delicadeza en esos momentos. Ninguna de esas reacciones es extraña, ni por supuesto patológica. No requieren de medicación sino de acompañamiento respetuoso, sereno, paciente, por parte de los sanitarios”, explica.

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Habitualmente, sin embargo, sucede justo lo contrario. El uso de sedantes se ha normalizado en los centros hospitalarios, algo que un reciente estudio publicado en la revista científica Health Sociology Review ha analizado a raíz de la preocupación de sus autores y autoras al observar que en la mayoría de ocasiones estos fármacos se usan para paliar las carencias del sistema sanitario, su falta de recursos y formación, o por la normalización social de su uso en contextos de duelo, especialmente como consecuencia del género.

Paul Cassidy, sociólogo, investigador en Umamanita y uno de los autores del estudio, cuenta que existe un recurso generalizado a la administración de ansiolíticos para “problemas” de salud mental, así como una medicalización de malestares que no son realmente patológicos. “Existen múltiples estudios en el contexto europeo que demuestran que entre 10 y el 20 por ciento de los adultos toman ansiolíticos al menos una vez cada año”, señala. Según datos estatales de prestación farmacéutica, los derivados de benzodiazepina (entre ellos los hipnóticos y los ansiolíticos) son el tercer fármaco más administrado cada año, con 52.600 envases en 2018. Dentro de este contexto de generalización en su uso, sostiene Cassidy, las mujeres reciben el doble de sedantes que los hombres: “Es un asunto complejo ya que las dinámicas de género son una parte muy importante en la administración de estos fármacos, aunque no la única. También influye ser mayor y ser de clase obrera; de hecho, si eres mujer, mayor y de clase popular, hay mayores posibilidades de que ya estés tomando ansiolíticos”.

En el caso de la muerte perinatal, en uno de cada tres casos de administración son las propias mujeres quienes solicitan este tipo de fármacos. Es decir: se ven como una respuesta adecuada a la situación. Esto, según Cassidy, no solo tiene que ver con la normalización de este tipo de fármacos, sino también con la falta de apoyo profesional y la ausencia de propuestas sobre otras alternativas para el dolor: “Lo más común es que la muerte de un bebé se viva como una situación horrorosa e irreal y si encima estás en una planta de maternidad escuchando a mujeres pariendo, bebés llorando  y a familias alegres y animadas, pues es normal que quieras desconectar. Si, además, los profesionales no están bien formados y no reducen la angustia mediante conversación, información y acompañamiento, pues muchas mujeres no tienen más remedio que utilizar el recurso farmacológico”.

Medicalizar las emociones

La situación de muerte perinatal implica la manifestación de fuertes emociones. Ser mujer y estar en un entorno obstétrico nos vuelve vulnerables a la medicalización de la emoción con psicofármacos. Las y los profesionales ven los sedantes como un recurso beneficioso en este contexto y consideran, de forma paternalista, que están protegiendo a la mujer de la situación. “En el uso normalizado de sedantes influyen dinámicas de género sobre las mujeres y las emociones. Es evidente que no se tienen en cuenta ni los efectos adversos de la sedación ni la práctica adecuada en contexto de pérdida. Y, sobre todo, está claro que no ven a estas mujeres como capaces de tomar sus propias decisiones”, sostiene Paul Cassidy. Para el experto, la administración de sedantes es una forma de violencia obstetricia, tanto en el sentido de falta de información y consentimiento a las mujeres, como por el abuso explícito de su uso.

Ibone Olza, psiquiatra y directora del Instituto Europeo de Salud Mental Perinatal, explica que el problema de los sedantes en los casos de muerte perinatal es que se ofrecen como primera opción, cuando uno de los riesgos que conlleva su uso es que pueden dificultar la vivencia del duelo y la toma de decisiones en un momento tan importante. “Aunque hay mujeres que pueden necesitarlo, sobre todo si ya tomaban algún tipo de tratamiento para la ansiedad o tenían algún otro trastorno previo, se administran en muchos casos para reprimir la expresión emocional. Por esto, que sea la propia mujer la que lo pueda pedir sería lo ideal”, señala. El problema, según Olza, es cuando se ofrece como rutina y única opción. “Lo que hay que ofrecer es otro tipo de atención, sobre todo cuidado, acompañamiento, consuelo, atención profesional. Después, si la mujer necesita un psicofármaco, se le puede ofrecer”, añade.

Pilar Gómez-Ulla recuerda que parir al bebé fallecido forma parte de la experiencia de maternidad, y puede ser un momento hermoso, de conexión, al que la madre y el padre o la pareja puedan volver en su memoria para consolarse más adelante en el proceso. “Diversas investigaciones cualitativas y los testimonios de madres y padres, que relatan estos partos como experiencias de gran belleza, en medio del dolor, corroboran la necesidad de cuidar el momento del parto. Siendo así, se comprende que los sedantes no ayudan en absoluto. Impiden la conciencia necesaria para comprender lo que ocurre, tomar decisiones y elegir. Esto no es un capricho, sino que se ha visto que correlaciona con mejores indicadores de duelo saludable. Además, los sedantes impiden los recuerdos. Y esto complica el duelo posterior”, cuenta Gómez-Ulla. Añade la psicóloga experta en duelo que, si bien la muerte de un hijo o una hija duele, hay formas de alivio del dolor que pueden elegirse sin la pérdida de consciencia que provocan los sedantes; y que el uso de estos fármacos ha de ser la excepción y no la regla.  

Sostenidas para maternar con los brazos vacíos

Las claves de una buena atención sanitaria de la pérdida perinatal no son muy distintas a otros partos, según Pilar Gómez-Ulla: “Se trata de dar tiempo, o más bien de respetar los tiempos. En este caso, además, el tiempo es necesario para crear una relación de confianza entre la mujer y los sanitarios. Esta relación permite bajar el miedo y el impulso de huida, y conectar con otros deseos y sentimientos como el deseo de ver, abrazar y mostrar amor al hijo o hija, explorarlo y descubrirlo y pasar tiempo juntos”. Considera importante también promover que la familia vaya eligiendo según sus valores y formas de ser quién quiere que esté presente, cuándo, cómo ha de conocer a la criatura. Además pueden tomar recuerdos del momento (por ejemplo, a través de fotografías) y decidir acerca de la disposición del cuerpo de su bebé, así como de los rituales funerarios o de otro tipo que desean hacer, tanto en el hospital como una vez abandonado el mismo.

Después del alta hospitalaria, el cuidado debe continuar desde la atención primaria. “La matrona, como profesional de referencia en el puerperio, tiene un rol importante. Ella conoció al bebé en el vientre, ella puede acompañar el proceso de aprender a maternar con los brazos vacíos y el cuerpo de puérpera. A veces será necesario acompañamiento en salud mental, psicólogas o psiquiatras perinatales, que en muchas ocasiones no están disponibles en la red pública. También han de saber acompañar estas maternidades y paternidades los profesionales de la medicina y enfermería de atención primaria, y otros profesionales como los fisioterapeutas para recuperar el suelo pélvico, y tantos otros”, señala.

El apoyo entre familias es otro punto clave en el duelo. Los grupos de madres, y especialmente, los grupos de apoyo mutuo en duelo perinatal son una pieza imprescindible para muchas familias a la hora de autorizar su duelo. “Ante el silencio con el que el mundo acoge su dolor y su amor, y en ocasiones el rechazo que sienten, el grupo les autoriza como personas en duelo. Les brinda un espacio en el que hablar de sus bebés, llorar y reír juntas, expresar cosas que en otros lugares son difíciles de comprender, y retomar fuerzas para volver a sus propios ambientes con la enorme tarea de ser las madres y padres de ese bebé que ha muerto”, concluye.

 


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