Las Glorias Anzaldúa: metáforas curativas

Las Glorias Anzaldúa: metáforas curativas

En un solo libro de esta escritora chicana, lesbiana y mestiza aparecen poemas, entradas de diarios, (auto)teoría, elementos autobiográficos y heridas. Su estilo excéntrico es un reflejo de de su propia escisión interna.

12/04/2023

¿Vida?

“Shortbiogea: feminist visionary spiritual activist poet-philosopher fiction writer-” (breve biografía: feminista visionaria activista espiritual poeta-filósofa escritora de ficción).

(Gloria Anzaldúa, Journal, 2002)

Obra: la musa roja

Reconstruir una obra escrita es tan complicado como descifrar una vida. A pesar de ello, intentaré abrir un caminito a la obra de Gloria Anzaldúa, la cual posee no solo un estilo tan ecléctico como transgresor, sino donde en un solo libro aparecen poemas, entradas de diarios, (auto)teoría, elementos autobiográficos y heridas. Esta presentación está organizada cronológicamente según sus obras principales y textos alrededor de estas: 1. This Bridge Called my Back: Writings by Radical Women of Color (1981); 2. Borderlands/La Frontera: The new Mestiza (1987); 3. Textos tardíos e inéditos.

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El estilo excéntrico de Anzaldúa es claramente una suerte de reflejo de su propia escisión interna, de su autopercepción multívoca, es decir, la simultánea presencia de muchas Glorias, a veces en armonía, otras en hostil combate. Un ejemplo de ello reside en el Spanglish, esa “no-lengua”, que utiliza sin siquiera utilizar itálicas para distinguir el español del inglés –más abundante. Just a taste of it: “caranalahood”. Su lengua es bífida, dividida y a la vez unida.

Su forma de escribir es elíptica, como un torbellino que viaja de un símbolo a otro, de una imagen a otra, que olvida, que recuerda, que retoma o abandona ideas. Está lleno de huecos, y a veces de excesos. En sus líneas no solo se encarna el pensamiento, sino que parecen a veces cuerpo, miembros, entrañas. Es un desafío al binarismo razón/sentimiento, cuerpo/alma, convirtiendo a estos polos en un espejo quebrado.

Entre los primeros escritos de Gloria se encuentra mucha poesía. Cita un poema en especial de Cherríe Moraga que llama la atención, pues parece “contradecir” todo lo que significa escribir. No es necesario citarlo todo, baste con esta estrofa: “No. I lack language. /The language to clarify/ my resistance to the literate./Words are a war to me./ They threaten my family”, (“No. Me falta el lenguaje./El lenguaje para aclarar/ mi resistencia a lo letrado./ Las palabras son una guerra para mí. Amenazan a mi familia.”) (This Bridge Called my Back: Writings by Radical Women of color, Sunny Press, 2015, p.164). Esta estrofa es un lamento pero, a la vez, un lamento revolucionario. El poema está incluido en su carta a escritoras de color del “tercer mundo”, donde se ofrece la mirada anzalduana sobre la escritura misma, particularmente “la escritura de mujeres de color tercermundistas”. Invocar la ausencia del lenguaje es para ella invocar, también, la inexistencia, no solo invisibilidad, de la “lesbiana de color”. Hay que sospechar que en esas líneas se cifra su primer grito en busca de un nacimiento, una súplica por llegar a ser. De este modo, continúa en esta carta lacerante: “Escribo para grabar lo que otros han borrado”, para descubrirme, para hacerme. Aquí se transparenta esa intimidad entre ser y escribir, tan propia de Anzaldúa, en donde escribir no es adorno ni tramoya, es la forma en que constituye su propia existencia, es la voz que la hace ser. Muy sugestiva, añade Gloria: olvida “the room of one´s own” (“un cuarto propio”) y escribe en la cocina, en el baño, en el autobús. Escribir, se insiste, es para ella sobrevivir. No es una profesión; es desafiar el exilio, el alienamiento impuesto y tragado por tanta repetición por “la mujer de color”. De ahí que para Anzaldúa la escritura no se agote en el papel y la pluma, sino que es carne o como ella la llama “escritura orgánica”.

Otra manera de configurar la propia subjetividad en la escritura yace en la propuesta anzalduana de la “autohistoria”, cuyo sentido se deja ver en la propia palabra. Su autohistoria La Prieta –una manera muy mexicana de referirse a la mujer morena— narra algunos “detalles” autobiográficos, como su temprana menstruación, su primer sentimiento de alienación tanto de la familia como de amigos, su enfermedad hormonal y su trabajo en el campo de Texas. Comienza la historia narrando un mito endémico de Latinoamérica: “Lástima que estás morenita”, ironizando, además, que a pesar de ello, ella es inteligente, compensando así su “falla”. La Prieta concentra, entre otras cosas, dos ideas fundamentales de su pensamiento: por un lado, cómo se entrelazan su vida y su escritura; por otro, esa suerte de misión de ser el puente, la encrucijada, el tálamo de opresiones multidimensionales –racial, política, social, de género, etcétera.

A pesar de que su obra se apoye más en un tópico o en otro según el periodo, es el tema de la frontera-puente el que recorre como sombra muchos de sus escritos. En entrevista con L. Smucker (1983), ya comenzando la redacción de Borderlands, afirma cómo el nacimiento del “otro” en ella fue el momento en que dejó de ser uno con todo; y la escisión la marcó incluso interiormente, de modo que su espiritualidad y escritura consisten en ese puente extendido entre lo otro y lo mismo, entre lo otro y lo ajeno, fuera y dentro.

Entre el tema del puente, la otredad y la autoenajenación apareció irremediablemente la “frontera”, esa cosa física, tan material y concreta, que traza los límites entre otredades, territorios, géneros, culturas.

En un breve ensayo publicado tras Borderlands se cifra el objetivo de esta obra. Se trata para la autora de una obra “shamánica”, cuyo quehacer consiste en crear identidades engranando el pasado con el presente y mediando las herencias culturales. Ella encarna este papel, nombrando y sospechando aquello que daña al cuerpo –individual y colectivo– y buscando su cura, en su caso, a través de la metáfora. Son, para Anzaldúa, las metáforas, fuente de enfermedad, pero también de sanación, las metáforas que han enfermado a las mujeres, y “las de color” en específico, que necesitan ser extirpadas y sustituidas. La metáfora tiene para Anzaldúa la misma potencia medicinal que una hierba alterando los estados de conciencia en el “paciente”, en la herida.

Una metáfora de Anazldúa que continúa de manera aún más metafórica que el tema de la frontera es la de la idea náhuatl de Nepantla. Nepantla como frontera es un cuasi-no-lugar, no una utopía, ni distopía, sino “a-topía”, que precisamente por estar vacía, contiene en sí todos los lugares. Las mujeres-frontera, les queer-frontera, los inmigrantes-frontera, están en transición, en metamorfosis y, por ende, en estado de “Nepantla” – aunque, por supuesto, no se puede excluir otras transformaciones de índoles infinitas. En el no-lugar y desorientados, los nepantleros son “sujetos liminales”, transmundanos, siempre en fronteras tantos visibles como invisibles, conciliando y mediando diversos mundos.

En su última etapa, Anzaldúa pretende cuestionar posicionamientos pasados, o bien expandirlos, e integrar nuevas configuraciones de la identidad y la subjetividad. Testigo del cambio de paradigma entre los pre años 80 y el inicio del siglo XXI, se ve en la necesidad de “revisar” sus propias polarizaciones, para prevenirse de crear nuevos binarismos, divisiones. “Though most people self-define by what they exclude, we define who we are by what we include—what I call new tribalism.” (A pesar de que la mayoría se autodefine por lo que exlcluyen, nosotros definimos quienes somos por aquello que incluímos –lo que llamo neo-tribalismo.”) (Prólogo a this bridge we call home: radical visions for transformation, 2002).

Una correspondencia online durante el declive de la salud de Anzaldúa revela las últimas cuestiones que la aquejaron, a saber, la identidad, especialmente en el sentido de la lucha entre identidades subalternas, como la chicana-mestiza y la indígena. En virtud de críticas recibidas por una suerte de “apropiación” de lo indígena en su trabajo, Anzaldúa muestra su propia inquietud alrededor de este tema. Esta aún hoy permea trabajos de proyectos post o decoloniales de diferentes regiones del Sur Global, donde se evidencia la tensión entre los grupos identitarios que buscan mantener su identidad y no padecer nuevas apropiaciones culturales, con la consecuencia de volver a ser invisibilizados. Gloria, por esta razón, no pretende basar su actividad en políticas/teorías de identidad, pues estas dinámicas representan para ella la fuente de la invisibilización y el des-empoderamiento, sino que intenta  redefinir la identidad de modo inclusivo, “mestizando”, y transformativo.

Quisiera seguir hablando hasta el infinito de Gloria, pero prefiero ceder la palabra a esta chicana que llenó de metáforas mis horas, de recuerdos de mi infancia en la frontera. En sus líneas se recrea una máquina de guerra –en el sentido deleuziano–, que ofrece, más que ideas, metamorfosis en la conciencia y en la carne.


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