¿Cuándo el feminismo será antirracista?

¿Cuándo el feminismo será antirracista?

Cuesta encontrar respuestas razonables a la inexplicable fe de cierto sector del feminismo en los cuerpos policiales del Estado y en la justicia penal.

08/03/2023

Protesta en el Encuentro Internacional Feminista en apoyo hacia presas y presos mapuch. / Foto cedida

Tamara Clavería, una de las ponentes de la mesa sobre antirracismo en el Encuentro Internacional Feminista celebrado hace unos días en Madrid, se preguntaba cuándo el feminismo será antirracista. La pregunta, lanzada de manera provocadora por la activista gitana, fue respondida rápidamente durante el cierre de las jornadas cuando policías de civil quisieron identificar a dos mujeres migrantes que habían manifestado su apoyo hacia presas y presos mapuche en Argentina y Chile.

Las mujeres fueron abordadas por la policía en el lugar donde se celebraban las jornadas, tras el acto de clausura en el cual Irene Montero se congratulaba de haber generado “un espacio seguro” para todas las participantes.

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En este sentido, una de las sorpresas del encuentro fue la elevada presencia policial y de personal de seguridad privada. Seguramente justificada por la participación de juezas, fiscales, ministras, ex primeras damas y demás feministas que ejercen altos cargos institucionales en distintos Estados. Todo ello junto a discursos abiertamente favorables al derecho penal como instrumento idóneo para proteger a las mujeres de las violencias que enfrentan.

Del “encuentro”, donde solo hablaban las ponentes invitadas y la posibilidad de intervenir de las asistentes se limitaba a aplaudir o gritar desde las gradas, surgieron varios interrogantes. Uno de ellos es sobre la compatibilidad entre la securitización de los espacios públicos y la búsqueda de “seguridad” para las mujeres. O, como se pregunta Françoise Vergès, “¿por qué las feministas, en un contexto de militarización acelerada del espacio público, desean otorgar aún más poder a la policía (racista)?”.

Esta pregunta surge en un contexto donde semanas anteriores se había publicado la noticia de la infiltración de la policía en movimientos sociales catalanes y la denuncia de violencia sexual hacia varias mujeres que integran estos espacios. Además, el día que comenzaba el encuentro, se realizaba una concentración contra la apertura del modulo de mujeres en el CIE (siglas de centro de internamiento para personas extranjeras) de Barcelona. Lugares que son un claro ejemplo de racismo institucional y donde mujeres migrantes de distintas partes del Estado son trasladas y encerradas para ser expulsadas de sus comunidades.

Ante este panorama cuesta encontrar respuestas razonables a la inexplicable fe de cierto sector del feminismo en los cuerpos policiales del Estado y en la justicia penal. Una de las posibles explicaciones es la incapacidad de estos sectores de ir más allá de las coordenadas del género para considerar otras violencias estructurales como el racismo y el capitalismo. En fin, la imposibilidad de pensar en otras mujeres que no sean parecidas a ellas.

También responde a la incapacidad de tomar en serio las reivindicaciones de mujeres migrantes y racializadas que denuncian el racismo institucional y las violencias que les generan. Reivindicaciones que fueron expresadas de manera contundente en la mesa de antirracismo, a la que al parecer, ninguna de las representantes de los altos cargos institucionales asistió.

Otro interrogante que surge es a qué mujeres se busca proteger y a costa de quienes. En el encuentro, la protección policial, a cargo del Ministerio del Interior presidido por Grande-Marlaska, fue a costa de generar inseguridad y violencia hacia mujeres migrantes y racializadas. Tanto las que fueron abordadas por la policía, las que acudieron a apoyarlas como aquellas que se encontraban en situación administrativa irregular y se vieron expuestas a identificaciones policiales.

Este “mal rato”, como lo calificó la secretaria de Estado de Igualdad y Contra la Violencia de Género, pone en evidencia las limitaciones de las aproximaciones penales y policiales porque terminan afectando a mujeres y personas trans* racializadas que ya cargan con el peso de la violencia machista y racista. Lo desolador es que estas situaciones se minimizan y se normalizan en espacios feministas blancos.

En estos días de movilizaciones alrededor del 8M, es necesario confrontar las narrativas dominantes del feminismo que cree en el Estado, en sus penas y en su policía. Es urgente cuestionar las políticas y los discursos securitarios para reivindicar la posibilidad de generar nuevos horizontes. Porque, como señalan las compañeras de Trawunche Madrid en su comunicado, no podemos dejar que el cuidado de nuestra seguridad, nuestras comunidades y nuestros cuerpos sigan a cargo de instituciones patriarcales, coloniales y racistas.

Este texto fue publicado inicialmente en La Directa

 


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