No más violencia hacia las trabajadoras sexuales

No más violencia hacia las trabajadoras sexuales

El estigma, la falta de derechos, los abusos laborales, la nula oferta de trabajo para las mujeres trans, la ley de extranjería y las fronteras son las causas estructurales de la violencia hacia las trabajadoras sexuales.

22/02/2023

 

Cartel del Sindicato OTRAS.

No solo fue el asesino quien la mató, sino todo una sociedad que tolera el estigma, un Estado que no da garantías a trabajadoras sexuales, pero pide incluir nuestros ingresos para un rescate; un Estado que solicita nuestros servicios, una familia que vive de sus ingresos pero desprecia su trabajo, una sociedad que nos ve como una amenaza; unas buenas mujeres que se sienten amenazadas y traicionadas por nuestra existencia en vez de cuestionar y analizar las conductas de sus compañeros y de las estructuras patriarcales.

A veces, cuando hablamos de prostitución, primamos las voces de unas personas sobre otras por nuestros propios prejuicios y tendencias ideológicas. La imagen de que la prostitución es inherentemente violenta y de que no puede existir sin abusos está extendida y normalizada dentro de una parte importante del feminismo hegemónico en España. Las charlas y ponencias del feminismo radical sobre prostitución suelen ser en gran parte sesiones de anécdotas y vivencias lacrimógenas, con medias verdades y datos sesgados, para llegar a una breve conclusión climática: la panacea y solución al “sistema prostitucional” es la persecución al proxeneta (que ya se hace en España) y la criminalización del putero. Cuando se expone esta solución no se aportan datos, cifras ni informes que validen esta premisa, sino que se sostiene con los relatos de abusos por parte de los clientes para adoptar una postura punitiva.

suscribete al periodismo feminista

La realidad es que criminalizar al cliente es un regalo al cliente, y así lo informan los datos que tenemos sobre el impacto del modelo nórdico en los países donde se ha implantado. El modelo abolicionista es directamente responsable del aumento de la violencia contra las trabajadoras sexuales al fomentar un clima de impunidad y clandestinización que desempodera a las afectadas a la hora de denunciar un delito o una agresión. Más allá de desincentivar la demanda, las multas son instrumentalizadas por los clientes para exigir una bajada en las tarifas e imponer prácticas de riesgo o en las que normalmente las trabajadoras sexuales no participarían. A su vez, la tipificación de la compra de sexo como un delito hace que la policía tenga la responsabilidad de recopilar pruebas de que se ha producido dicho delito, utilizando la presencia de condones en el bolso de la trabajadora sexual o en el piso en caso de redada como prueba. Esto ha supuesto una bajada en el uso del preservativo y una mayor dificultad por parte de las oenegés de apoyo para acceder a los entornos donde se ejerce la prostitución.

El abolicionismo en Francia ha hecho que el 42 por ciento de las trabajadoras sexuales perciban un aumento significativo de la violencia física, según un estudio hecho por Médicos del Mundo en 2018, dos años después de la implantación de la ley. Según el estudio de seguimiento de la implantación del abolicionismo en Irlanda del Norte, el 89 por ciento de los clientes siguen comprando servicios sexuales, pero con mayor capacidad de imponer sus condiciones y traspasar límites impuestos por trabajadoras sexuales, debido a la necesidad de estas. Según un estudio de la Universidad de Limerick, el 20 por ciento de las trabajadoras sexuales de la calle han sido violadas por la policía. En Noruega, la criminalización de la tercería locativa ha supuesto que en el caso de que una trabajadora sexual reporte una violación, robo, etcétera a la policía, esta se ponga en contacto con el dueño del piso y se le fuerce a desahuciar a la trabajadora sexual o sea procesado como proxeneta, según el estudio ‘The Human Cost of Crushing the Market’, de Amnistía Internacional de 2016.

Por supuesto, este aumento de la violencia hacia las trabajadoras sexuales no ha sido percibido por los hombres que ejercen la prostitución, cuyo porcentaje del total oscila entre el 20 y el 25 por ciento, según varios estudios de diversos territorios. Al abolicionismo le preocupa únicamente el componente femenino, por tanto, va a ser este el que va a sufrir el control policial y las consecuencias negativas de este acoso por las autoridades. Por otro lado, cabe destacar cuáles son las voces preponderantes dentro del discurso público sobre abolicionismo o regulacionismo: las feministas blancas. Los datos que aportan no tienen fundamento, y los argumentos tienen que ver con moral, tutelaje clasista y catolicismo internalizado. Este “feminismo ilustrado”, está muchas veces aceptado en círculos del “feminismo interseccional”. Sostiene discursos histriónicos que han dado un giro de revolución, como cuando se acusó al sindicato OTRAS de que “nunca se habían posicionado en contra de los dueños de clubes de alterne”; cuando por mezquindad o por convicción política, ignoraron la lucha de nuestra compañera de sindicato Evelyn Rochel en su denuncia contra el club Flowers. Estos discursos, centrados más en los símbolos que en cuestiones materiales, empoderan a las personas que nos quieren hacer daño y nos dificultan el acceso a la vivienda, lanzándonos a las garras de las auténticas mafias, que imponen unas condiciones draconianas a las compañeras que no consiguen acceder al circuito inmobiliario para poder trabajar desde un piso. El abolicionismo es así el tonto útil del proxenetismo de las mafias y de la ley de extranjería.

Los asesinatos de trabajadoras sexuales responden a varios factores sociales y personales, de perfil y de trabajo, que venimos denunciando desde hace tiempo las activistas y en concreto el sindicato: el estigma, la falta de derechos, abusos laborales, la nula oferta de trabajo para las mujeres trans, la ley de extranjería y las fronteras, causas estructurales de la violencia hacia las trabajadoras sexuales. A ella, a nuestra compañera, la mató un asesino, no un putero o un cliente. Un asesino es un asesino, ponerle otro adjetivo es ir por el camino equivocado y, no solo eso, es ir por un camino de miedo y de aleccionamiento, enfatizando el estigma. Este estigma aleccionador nos divide entre buenas y malas mujeres y nos alerta de que a las malas mujeres se les mata por el solo hecho de ser malas. Este estigma no profundiza en las violencias estructurales arriba habladas, como el mismo patriarcado colonial, que no son asesinadas por ser prostitutas, sino por ser mujeres. Este estigma aleccionador es una amenaza también para las no prostitutas, condicionadas por el mismo, a las que el buen camino que les ofrece el patriarcado no las protege de nada. Ni siquiera las premia por no ser prostitutas, solo las tolera.

Se comenzó a publicitar su rostro, el de nuestra compañera, sin saber si ella quería ser reconocida como trabajadora sexual. Y seguramente no, ya que una de las razones de que nadie pudiera ir en su ayuda es que la gente cercana no sabía a lo que se dedicaba. Se hizo de este asesinato un pretexto más para la criminalización del trabajo sexual. Se dice que ella, la mujer asesinada, ya había visitado varias veces el apartamento de él, es decir, que era un cliente habitual, conocido. Ella iba a trabajar, a ganarse su dinero. El asesino lo hizo porque pudo. Porque, por más que digan que no nos persiguen a nosotras, que persiguen a los puteros, en realidad ellos están inmunes a toda carga. En los países nórdicos solo un par de clientes han ido a la cárcel por solicitar los servicios de las compañeras y la ley les parece irrisoria. Y es que lo es, porque estos asesinos de mujeres saben que las trabajadoras sexuales estamos más vulnerables de lo que somos, sin reconocimiento de derechos. El estigma hace que mucha gente no sepa a lo que nos dedicamos y que ellos puedan actuar con más impunidad de la que ya tienen.

Porque, para muchas personas, como nuestras detractoras, como el Gobierno, como, incluso, para nuestras familias, somos escoria, personas para reinsertar, o personas para eliminar. Abolir la prostitución, dicen. O que se busquen otro trabajo, dicen otros, lo cual estigmatiza más lo que hacemos como algo que no debe hacerse. Seguimos siendo las malas mujeres.

¿El asesino lo hizo porque era trabajadora sexual? ¿Quizá si el estigma no fuera una marca podría haberle avisado a su novio o a su amiga de dónde se encontraba, con quién y cuánto iba a durar el servicio? ¿Quiénes eran con los que vivía? ¿Por qué nadie sabía su paradero?

Nuestra existencia desvela los mitos del amor romántico, la monogamia, la heterosexualidad, el género y la raza. Es decir, todos los pilares del patriarcado colonial del cual viven los y las heteros, los y las blancas, la gente cis. Mucha gente vive de esto para cuestionarlo. ¿Quizá también estos elementos hacen que la sociedad quiera vernos en las cloacas de nuevo?

El estigma mata, la falta de derechos mata, las fronteras matan.

No más violencia hacia las trabajadoras sexuales.

 


Leer más:

Download PDF
master violencia de género universidad de valencia

Artículos relacionados

Últimas publicaciones

ayuda a Gaza
Download PDF

Título

Ir a Arriba