Las Madres de Ituzaingó, la lucha continúa

Las Madres de Ituzaingó, la lucha continúa

Barrio de Ituzaingó, en Córdoba, Argentina, un ejemplo de defensa frente a la violencia.

01/02/2023

Sofia Gatica con un cartel contra Monsanto

La cantante vasca Izaro Andres, entrevistada por Pikara Magazine, mostraba su objetivo de saber cómo relacionarse con el odio desde el pacifismo. El odio existe, está ahí, sentimos odio hacia una jerarquía, hacia unos políticos, por tener un futuro precario, que no pone la vida en el centro, que nos produce una incertidumbre, donde se nos abusa de manera mental y física, en el que no se toman medidas que van a la raíz del problema de un sistema capitalista que atenta contra la mayoría para buscar el beneficio individual de muy pocos.

“Ser pacifista requiere de un esfuerzo tremendo y eso lo he entendido ahora. Admiro muchísimo a la gente que ha intentado hacer la revolución mediante la paz, porque no es nada fácil. Porque parece que no se puede hacer ninguna revolución desde la paz, porque no es nada espectacular. Porque creemos que el pacifismo es pasivo, pero el pacifismo es muy activo. (…) Para ser pacifista, muchas veces te tienes que callar, porque necesitas paciencia, necesitas pensar. Pero eso no quiere decir que no tengas que pasar a la acción, es más, debes pasar a la acción, pero no desde la reacción”, dice Izaro.

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¿Pacifismo frente a un sistema que ejerce violencia?

Algunas activistas y autoras hablan de una nueva forma de acción, otras de una evolución. La desobediencia civil es una realidad en los movimientos sociales y, en los últimos meses, muy presente en el movimiento ecologista. Acciones controvertidas en obras de arte que abren debates sobre la importancia de los patrimonios y muestran que, en la sociedad del espectáculo en la que vivimos, transmitir un mensaje se hace cada vez más complicado. Mientras, se nos olvidan en dos días los bloqueos a industrias gasistas penalizados por los gobiernos y sin impacto mediático y las acciones directas en campos de golf, carreteras, torneos deportivos y en industrias cárnicas. Estos son solo algunos ejemplos de acciones pacíficas, no-violentas, que se están llevando a cabo.

Definir la violencia es un debate recurrente, incluso en movimientos de acción directa no violenta. Autores como Andreas Malm hacen ver que el sabotaje es una forma de acción que puede implicar daños materiales, pero necesaria en un sistema que ejerce continua violencia sobre nosotras. El autor hace referencia a no caer en ese pacifismo pasivo narrado por Izaro Andres, a dar una respuesta activa.

Antes que Françoise d’Eaubonne en 1974 acuñara la palabra “ecofeminismo”, ya se habían sucedido acciones propiamente ecofeministas y pacíficas. Dos años antes, nace el Movimiento Chipko, en otro país y continente. Mujeres empobrecidas del norte de la India consiguieron proteger sus bosques comunales con una acción muy simple: abrazando los árboles e impidiendo su tala. Hoy en día conocer este movimiento es uno de los primeros pasos de iniciación en el ecofeminismo.

Originado a fines del año 2000 y principios del 2001 en el Barrio Ituzaingó, en la provincia de Córdoba, Argentina nos encontramos con un ejemplo actual: las Madres de Ituzaingó. Esta región del país latinoamericano es víctima del modelo agroindustrial de producción de soja transgénica, actividad en la que se utilizan grandes cantidades de herbicidas y plaguicidas.

Para hablar de este movimiento hemos tenido la oportunidad de conversar con Sofía Gatica, activista ambiental y una de las fundadoras de la organización. A fines del año 2000, ella inicia una investigación por cuenta propia para investigar la muerte de su hija a los tres meses de haber nacido. Así fue como comenzó a recabar información junto a otras familias de su cuadra que también comenzaban a presentar síntomas de enfermedades relacionadas a la presencia de agroquímicos. Finalmente, se descubrió que la muerte de su hija fue producto de una malformación de riñón producida por el uso incontrolable de pesticidas, entre ellos, dicloro difenil tricloroetano (DDT) y endosulfan. Este último considerado un disruptor endocrino altamente tóxico prohibido en la Unión Europea, y en varios países de Asía y África Occidental.

La muerte de su hija Nandy fue el punto de inflexión para seguir investigando sobre la cantidad de niñas y niños que seguían enfermando. De hecho, los casos fueron incrementando notablemente, a principios del año 2001 se contabilizaba un caso por familia, pocos años después aumentaron a tres casos por familia.

Así fue cómo las madres comenzaron a agruparse con el objetivo de defender sus derechos y así consolidar una legislación que las respaldase. Al no obtener respuestas por parte de las autoridades provinciales, las madres buscaron otras vías para dar a conocer este escenario. Asistieron a la Asamblea Mundial de la Salud de los Pueblos en Ecuador y, gracias a la presión de las movilizaciones populares y el apoyo de profesionales del ámbito de la Ciencia y de la Salud, se decretaron tres ordenanzas claves: el barrio se declara en emergencia sanitaria, se prohíbe la fumigación aérea a 2500 metros, se prohíbe la fumigación terrestre a 500 metros. Las ordenanzas supusieron una respuesta a las reclamaciones, pero una respuesta tardía e insuficiente. El Barrio Anexo Ituzaingo contaba con un porcentaje de entre el 70 y 80 por ciento de su población afectada por enfermedades de todo tipo: leucemia linfática aguda, niños que nacían con seis dedos, bebés con malformaciones que nacían sin el maxilar, entre tantas otras que cuenta Sofía Gatica.

Las madres hablan de pacifismo en un escenario angustiante, en el que se vulneran de forma directa todo tipo de derechos. Actualmente se enfocan desde una perspectiva jurídica frente a un panorama en el que la justicia no actúa, una justicia lenta.

Ahora se encuentran a la espera de un nuevo juicio, previsto para este año, que se retrasó debido a la pandemia de la Covid-19 y esperan nuevamente enfrentarse a diversos especialistas de la industria agro: sojeros, ingenieros agrónomos involucrados en el caso e responsables de realizar la receta fitosanitaria que autorizan a fumigar. Han formado parte de esta lucha interminable grandes actores sociales, pero hay uno en particular que supuso la chispa de esperanza y fortaleza que se necesitaba para batallar contra una de las más importantes multinacionales: Monsanto.

El médico Andrés Carrasco, especializado en biología molecular y en biología del desarrollo, presidente del Consejo Nacional de Investigaciones Cientificas y Tecnicas (CONICET), se dedicó, al igual que Sofia Gatica, a buscar las respuestas de ciertas preguntas en esta última etapa de su vida.

¿Ciencia para qué y para quienes?

La investigación de Andrés Carrasco sobre los efectos del herbicida Round-up, de la empresa Monsanto, fue fundamental para la lucha llevada a cabo por las madres y tantas otras víctimas del uso de estos productos. “No descubrí nada nuevo. Digo lo mismo que las familias que son fumigadas, solo que lo confirmé en un laboratorio”, afirmaba Carrasco en los medios de comunicación. En agosto de 2012, su aporte en el caso lo hizo protagonista del juicio por fumigaciones en el barrio Ituzaingó Anexo, que concluyó con la condena a tres años de prisión condicional por fumigaciones ilegales para el productor rural Francisco Parra y para el piloto Edgardo Pancello.

Tanto las madres como Andrés Carrasco han dado a conocer a escala mundial lo que pasaba. Han ganando simpatizantes, pero también en el proceso se han ganado a muchos enemigos. Empresarios obedientes de las corporaciones han dificultado el desarrollo de su carrera, e increpado en reiteradas ocasiones su laboratorio en la Facultad de Medicina con sede en la ciudad de Buenos Aires.

Por otro lado, Sofía Gatica actualmente se encuentra imputada por bloquear el predio de Monsanto en Malvinas Argentinas, en la provincia de Córdoba, en dónde la empresa multinacional quería construir una de las plantas de acondicionamiento de semillas de maíz más grande del mundo.

A este escenario se ha sumado a una segunda causa por cortar la ruta y la entrada de la multinacional minera Barrick Gold, y una tercera por frenar a una máquina que estaba fumigando a pocos metros de su casa. “No creo que lleguen esos juicios porque llevarme a juicio a mí es llevar a juicio a casi toda la Argentina, va a salir mucha gente a defenderme”, dice Sofía Gatica.

 

Una de las más fervientes activistas contra Monsanto hace unos años protagonizó una protesta contra el investigador español José Miguel Mulet, mientras presentaba su libro Comer sin miedo, en la Universidad Nacional de Córdoba, en el que defendía el uso de los agrotóxicos afirmando que el glifosato es “agua bendita”, a tal punto de compararlo con el mate, bebida tradicional del país latinoamericano. Mulet ha denunciado a Sofía en la Embajada de Españam afirmando que había sido amenazado de muerte en las redes sociales. Las amenazas que ha sufrido Sofía Gatica terminaron con la quema intencionada de su casa.

Estamos ante una de las consecuencias del modelo transgénico que se ha implantado en la Argentina. Son infinitos los casos relacionados con el uso de agroquímicos. Lo vemos también en películas, casos que superan la ficción, como el de Erin Brockovich conocida por la demanda que realizó contra la empresa Pacific Gas and Electric Company (PG&E) en 1993. La gran diferencia es que en este caso se logró cierta justicia, en contraposición con la lucha de las madres que hace más de 20 años se encuentran a la espera de una legislación que las ampare, esperando que de alguna manera tomen en cuenta las violaciones de derechos humanos sufridas. Más de 20 años, con un recorrido lleno de investigaciones por el que han pasado científicas, médicas, escritoras, en el que se han vivido momentos de tensión, horas y horas de extensos juicios, protestas, confrontaciones y denuncias. Muchas de estas madres se han quedado en el camino, y tantas otras siguen hasta hoy en busca de ese modelo socioeconómico en el que no se tenga que decidir. Decidir entre el bienestar de la población o el crecimiento de un país.

 


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