Cosméticos: una industria de lujo a costa del maltrato animal

Cosméticos: una industria de lujo a costa del maltrato animal

España está en el Top 10 exportador mundial de productos de belleza, según la Asociación Nacional de Perfumería y Cosmética, pese a los vacíos legales de la ley europea de 2013, que permiten la comercialización de productos que experimentan con animales.

04/01/2023

Sonia Hernández, fundadora de la tienda Bizi Slowtienda de Barakaldo que promueve el consumo consciente, el comercio justo y un estilo de vida sostenible y comercializan, entre otras cosas, cosméticos cruelty-free y algunos veganos―dejó atrás un trabajo relacionado con la sanidad, al darse cuenta de que cada vez más jóvenes enfermaban de cáncer o les daban ictus (el Estudio sobre la Carga Global y Regional del Ictus 1990-2010 explica que a nivel mundial el número de casos entre las personas de 20 a 64 años ha aumentado un 25 por ciento). Tras este descubrimiento se planteó que algo se estaba haciendo mal e, investigando, dio con los disruptores endocrinos (químicos capaces de alterar el correcto funcionamiento corporal y afectar negativamente a la salud).

Pronto se dio cuenta de que estos estaban incluidos en la cosmética que se utilizaba a diario, por lo que decidió consumir y vender productos libres de estos. Al principio fue una tarea difícil, debido a la falta de proveedores. Sin embargo, hoy resulta más sencillo encontrarlos porque hay más conciencia animalista. “Desgraciadamente a Bizi Slow viene mucha gente buscando este tipo de productos una vez les han diagnosticado cáncer y es triste que se tomen medidas una vez se tiene el problema y no cuando se puede evitar o disminuir”, comenta. Sandra Serrano, además de ser dermocosmetóloga —experta en la formulación de productos elaborados para la piel―, es la fundadora de Kun-tu, una marca cosmética española libre de crueldad animal, vegana y sostenible, explica que uno de los ingredientes con los que trabaja en uno de sus productos reafirmantes proviene de una especie de planta que se usa en la India y Egipto y que también se está utilizando con éxito en estudios para el cáncer de mama. Mientras tanto, millones de personas usan productos, como desodorantes, hechos con sustancias cuyas consecuencias negativas aún se desconocen.

Y no es solo el daño que muchos de esos productos pueden causar al ser humano. Es también que durante el proceso de fabricación muchos animales son dañados, porque experimentan y prueban los productos con ellos. Las imágenes del maltrato animal en los laboratorios de Vivotecnia en Madrid salieron a la luz hace ya dos años gracias a la investigación de la oenegé Cruelty free. Este sigue siendo un tema de actualidad, porque aún se recuerda el dolor que soportaban los animales y porque la Comunidad de Madrid, según el partido animalista PACMA, ha levantado la paralización de la actividad de experimentación en este laboratorio. Cuando en realidad, en Europa, desde 2013, como explica la abogada animalista Olga Rodríguez del despacho bilbaíno IURIS, está prohibido usar animales en la industria cosmética para testar sus productos. Sin embargo, en 2021 se presentó a la Comisión una solicitud de registro de la iniciativa ciudadana europea denominada “Alto a la crueldad para los cosméticos – Por una Europa sin ensayos con animales”, porque, al parecer, esta prohibición ha sido incumplida, ya que países como China exigen ensayos con animales para poder importarlos.

“Esta directiva [la de 2013] parecía estar muy bien, pero es muy laxa y tiene muchos vacíos. Por eso, se sigue experimentando con animales y comercializando esos productos”, indica Rodríguez. “Si el ingrediente en cuestión es peligroso para el medio ambiente o la seguridad de las personas, es obligatorio que se pruebe en animales”, añade. Además, según la Asociación Nacional de Perfumería y Cosmética (STANPA) hay países de Latinoamérica, Asia Pacífico y Oriente Medio a los que España exporta algunos productos y exigen un test de animales para aceptar su importación. Entonces, según Rodríguez, da lo mismo que la empresa esté alojada en Europa, porque como vende a ese país, las autoridades europeas “hacen la vista gorda”. La clave, por lo tanto, no está en prohibir a las empresas los ensayos con animales, sino en crear conciencia en la ciudadanía para que no lo vean como una opción.

Maider Celada, que forma parte del equipo de Bizi Slow, comenta que en mayo de 2021 entró en vigor una ley nueva. Esta señala que las empresas que quieren vender en China pueden evitar el testeo en animales, pero que no es aplicable a todos los productos, porque solo es para los considerados genéricos: productos de cuidado de la piel, de las uñas, maquillaje, perfumes… El resto está considerado de uso especial y se puede testar con animales. “El problema está en que hay empresas que se aprovechan de ese vacío legal y meten los productos genéricos como si fueran químicos y siguen testando”, explica Celada. Por eso, continúa Hernández, es importante mirar el origen del producto: “Nosotras, para evitar esta problemática, apostamos por una cosmética española”.

Esta industria, explica STANPA, es una de las que más dinero mueve en España. Según datos de la asociación, la facturación del sector de perfumería y cosmética en España fue, contando con el comercio interior y exterior, de 9.914 millones de euros, con un crecimiento en ambos casos. El consumo per cápita de productos de belleza en el Estado se sitúa en torno a los 166 €euros/año. De hecho, España se sitúa en el top 10 de países del mundo exportadores de productos de belleza. El sector se está recuperando de las sucesivas crisis económicas y de las consecuencias de la pandemia. El estudioTasa de crecimiento anual del sector de la cosmética en el mundo desde 2004 a 2021” que Statista realizó en 2022 muestra que su crecimiento es incluso mayor respecto a años anteriores.

Sustancias tóxicas

Serrano, fundadora de Kun-tu, crea en el laboratorio sus propios productos, usando diversas alternativas naturales, pioneras en el sector, que prueban que es innecesario el testeo en animales en esta industria. “Hay que tener en cuenta que las grandes marcas, muchas veces, no testan porque tengan conciencia animalista, sino porque hay unas normas, unas reglas, que deben acatar”. Sin embargo, considera que a quienes los consumen sí les interesa saber que, “si compran a esa firma, están apoyando su forma de fabricar, es decir, el testeo con animales voluntario”. Esto no es solo un tema de interés para las mujeres que consumen estos productos, ya que el sector cosmético está en auge, pues, cada vez, son más los hombres que también los consumen. De hecho, Juan Alonso de Lomas, presidente de L’Oréal España, explicó a la revista Forbes, en “La cosmética (ya) no solo tiene que ver con la estética“ actualizado en 2021, que los varones son ya el 41 % de los compradores.

Hay que tener en cuenta que las sustancias que componen los cosméticos están sometidas al Registro de Evaluación, Autorización y Restricción de las Sustancias y Preparados Químicos (REARCH) debido a que son potencialmente tóxicas. Ante este riesgo, la ley permite probarlas en animales, pues defiende que tiene que mostrar su efectividad y que, por la seguridad del medio ambiente y de las personas, no se puede hacer el testeo en humanos. Para Serrano, la solución es sencilla: “Me molesta, porque sé que no es necesario usar esas sustancias, así que el foco debería estar en la prohibición del uso de esos ingredientes controvertidos, porque son tóxicos para el cuerpo humano y el medio ambiente a corto y a largo plazo”.

No todas las marcas tienen, sin embargo, su misma filosofía. De hecho, cuando quieren interferir en el funcionamiento celular, hacen productos de los que se desconoce cuál es la dosis que se debe usar del producto en cuestión (gel, dentífrico…) para que no sea dañina. Serrano desconfía de estos productos: “Primero, prueban en animales, ven si tienen efectos y qué daños les produce, también qué dosis es la adecuada y, luego, testan en humanos. Esas son las cosas que se hacen bajo la normativa europea. Además, no quiero una sustancia en mi piel que es posiblemente carcinógena —que es lo que ha ocurrido con los conservantes y los sintéticos―, ya que se desconoce el poder acumulativo que tienen”. Pone como ejemplo, los productos que tienen disruptores endocrinos y que pueden encontrarse en la pasta de dientes, el champú, el gel… productos que una se pone a diario y sobrepasa la dosis mínima al sumar su conjunto.

Etiquetado falso

Otra cuestión con la que las personas compradoras y los pequeños comercios tienen que lidiar es con el greenwashing (técnica de marketing que hace creer que los productos están hechos con responsabilidad ecológica): “Es difícil diferenciar los que son de verdad naturales y los que no. El motivo es que marcas muy industriales han visto que las palabras “sostenible”, “sin plástico” o “econatural” están funcionando y quieren subirse al carro. No obstante, cuando ves la Nomenclatura Internacional de Ingredientes Cosméticos (INCI) te das cuenta de que no es real”, aclara Hernández, de Bizi Slow. Esto, como explica la abogada Rodríguez, está castigado respecto al fraude al consumidor. “La sanción que se impone es porque se comercializa algo que no se ajusta a la realidad del producto. Esto es cuestión de observación por parte de las administraciones y de que, cuando se vea, perciba y contraste, estas empresas sean sancionadas”, concluye.

En la actualidad, muchas personas son engañadas por este motivo y, por eso, para ayudar a quienes no tienen tiempo para investigar o no saben cómo hacerlo, Tamara Guerrero, más conocida como Asami, creó el espacio “Cruelty-free Asami”, donde enseña a identificar qué marcas son cruelty-free y cuáles no. Es más, en su web se encuentra un listado de ambas, que actualiza cada poco tiempo, para que las personas consumidoras tengan un espacio donde aprender y sentirse acompañadas en su camino a transicionar a este estilo de vida. En el listado se puede ver el nombre de 400 marcas de varias empresas matrices que hacen pruebas con animales: L´oreal, Esteé Lauder, Astor, Revlon, Shiseido o Jhonson & Jhonson. Sin embargo, alguna de estas empresas, como L´oreal España, es una de las que más dinero gana con sus productos. Statista revela que en 2020 el valor de las ventas de esta firma alcanzó unos 796 millones de euros. “Estas grandes corporaciones poseen la mayoría de las marcas que habitualmente encontramos en las tiendas minoristas, supermercados y farmacias, y muchas de ellas no están esforzándose para cambiar sus políticas”, matiza.

Alternativas cero dañinas

Está demostrado que se puede crear una línea cosmética libre de crueldad animal. Marcas, como Kun-tu, lo hacen. Sin embargo, otras optan por seguir haciendo daño a los animales y las personas contrarias a esta elección no dejan de preguntarse por qué: “La causa indirecta es económica, pues prohibir a las marcas que vendan en países donde se testa y operan en el mercado europeo supondría grandes pérdidas de dinero para las marcas y para los estados que obtienen ingresos de los impuestos provenientes de dichos productos”, señala Asami.

Las fórmulas de Kun-tu, explica, beben de los conocimientos ancestrales, pues sus primeras formaciones fueron la alquimia y la aromaterapia: “Recupero la memoria de la historia de nuestros pueblos y de cómo utilizamos los recursos que tenemos a nuestro alcance para cuidarnos, también técnicas tradicionales a las que incorporo biotecnología de vanguardia”. Por ejemplo, el escualano es un activo que se usa mucho en cosmética, explica. Tradicionalmente, viene del aceite de hígado de tiburón y hay tanta demanda que hay especies que están amenazadas. Lo que Kun-tu ha logrado es contactar con proveedores que fabrican escualano desde la oliva y la transforman mediante esa biotecnología. “También innovamos con el ácido hialurónico, ya que se suele extraer de los animales y el que usamos en Kun-tu es vegano, pues se extraen moléculas de las plantas”, señala. Luego, la formulación es novedosa porque trabajan con la autoconservación natural y las cremas, por ejemplo, duran unos dos años. Además, usan probióticos, algo puntero porque en la cosmética ecológica es difícil formular con ellos. La parte negativa, según indica, es que los ingredientes que usan son más caros y la rentabilidad del producto es menor, pero lo prefiere porque, aunque el efecto es más lento, es más seguro y ético.

Es importante, además, diferenciar los productos veganos de los cruelty-free, porque hay quien piensa que ambos están unidos, pero Asami en su ebook Bellas, felices y éticas: una guía cruelty-free y vegana para estar bella sin hacer sufrir a los animales, explica que un producto puede ser vegano pero no libre de crueldad, y otro que se testa en animales puede etiquetarse como vegano. Por ejemplo, un producto etiquetado como tal es aquel que no contiene ingredientes de origen animal, pero, para que también sea cruelty-free, debería haber garantías de que el producto o sus componentes no han sido testados en animales. Asimismo, un producto cruelty- free puede no haber sido testado con ellos, pero sí contener ingredientes que proceden de estos o cuya obtención implica causarles sufrimiento, como la leche, la miel, el carmín (obtenido de machacar miles de cochinillas) o el colágeno (proveniente de ligamentos, piel, etcétera). “Las marcas pueden usar estas etiquetas como les apetezca, porque no están reguladas. Y aquí encontramos mucho debate porque, para muchos, especialmente el colectivo vegano, este término implica que un producto deba ser libre de experimentación en animales”, matiza Asami.

Otras controversias que hay en torno a estos dos productos, según Hernández, es que se asume que son más caros, de peor calidad y de menor durabilidad. Sin embargo, en Bizi Slow se han dado cuenta de que son productos que duran más. Por eso, siempre dicen que al comprarlos se hace una inversión y no un gasto. “Hay que quitar ese estigma que insiste en que las cosas ecológicas, naturales o veganas son más caras, porque no es así”, reivindica. Asami es de la misma opinión: “Que un producto sea cruelty-free y vegano no quiere decir que necesariamente vaya a ser más caro. En el caso del maquillaje, por ejemplo, podemos encontrar un amplio catálogo de productos en función de lo que se puede permitir cada consumidor, pero hay que tener en cuenta que el precio no define la calidad del producto”.

Es un hecho, entonces, que hay una ley europea que prohíbe investigar con animales en la industria cosmética, pero también lo es que se continúa haciendo debido a su laxitud y por las sanciones que conllevan: “Hay multas en España que pueden ascender hasta los 100.000 €, pero para las grandes empresas esa cantidad no supone un castigo”, denuncia la abogada Rodríguez. No obstante, el problema más grave no es ese, aclara, sino que, a menudo, los animales se siguen quedando en el laboratorio como pasó con Vivotecnia. “Lo que automáticamente hay que hacer es el decomiso de los animales. Esto es, coger a los animales que están en el conjunto de las instalaciones y llevarlos a un centro de protección animal y, luego, la clausura de los centros de trabajo y experimentación, porque si te quedas en la sanción económica no sirve”, reivindica Rodríguez. “Además, las sanciones o condenas que se pongan deberían ser públicas, porque eso hace mucho daño a la imagen”, termina. Asami también tiene claro cómo castigar a estas empresas que hacen daño a los animales: “Con acción, respuesta social y denuncia pública y mediática. Suelen funcionar las campañas masivas que impliquen escribir en sus redes sociales o a sus correos electrónicos. En definitiva, hay que dejar de apoyarlas y presionarlas para que dejen de testar”. Hay opciones para castigar a las empresas que dañan a los animales, también poderes que intentan impedirlo, pero quien tiene conciencia animalista, como las personas entrevistadas, coinciden en que algo hay que hacer, y pronto.

 

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