Las victorianas despreocupadas de Theresa Parker

Las victorianas despreocupadas de Theresa Parker

Sus fotografías nos acercan a un universo femenino victoriano de afectos y placeres. El libro ‘Querida Theresa’ recoge cinco de relatos de autoras reconocidas que rellenan los huecos en su historia.

23/11/2022

‘Picnic en Sherman’s Point’, 1900. Theresa es la segunda a la izquierda (Camden Public Library’s Walsh History Center).

Cuando Carlota Visier, editora de Comisura, se encontró en Instagram con esta foto de señoras victorianas bebiendo un refresco tranquilamente en la playa, no pudo menos que preguntarse quién era la artífice y qué historia había detrás de esa toma. Su interés no era extraño, puesto que esta imagen supone una rareza en el archivo fotográfico victoriano: mujeres despreocupadas, con amigas, en un ambiente no hogareño, sin marido ni descendencia a la vista y al aire libre sin sombrero, símbolo, por aquel entonces, de recato y decencia.

La responsable de esta toma extraordinaria fue Theresa Parker Babb, una fotógrafa de finales de la época victoriana de la que poco más se sabe aparte de que nació en 1868 dentro de una familia acomodada de Estados Unidos y se casó con el empresario Charles W. Babb. Ningún artículo académico, noticia o libro hacen referencia a su obra o vida, pero gracias a su hijo se puede encontrar el archivo fotográfico de Parker Babb en el Camden Public Library’s Walsh History Center.

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A falta de información sobre la artista, la editorial decidió mostrar las fotografías realizadas por Parker Babb entre 1898 y 1900 en Candem (Maine) a cinco autoras reconocidas —Marta Jiménez Serrano, Sara Torres, Rosario Villajos, Pilar Bellver y Valeria Mata— para pedirles que rellenaran con su escritura los huecos de esta historia. El resultado fueron cinco relatos que hablan de amistad, amor entre mujeres, deseo no materializado, cotidianidad y clases sociales publicados en el libro Querida Theresa. Haciendo el mismo ejercicio, quiero reflexionar sobre lo que nos dicen estas fotografías de sus protagonistas.

Libro ‘Querida Theresa’. | Foto: cedida por la editorial Comisura.

Mujeres libres y privilegiadas

Si estas fotografías nos llaman tanto la atención es porque, salvo por la ropa anacrónica, no distan mucho de los selfies que nos podríamos hacer cualquiera de nosotras en una escapada a la playa con amigas, algo que no se corresponde con la imagen de mujer victoriana reprimida y encorsetada, atada a sus deberes de esposa y madre, que nos ha inculcado la cultura popular.

Cabe pensar que, sin embargo, no era así para todas las mujeres, ya que varios elementos nos demuestran que nos encontramos ante una clase social media-alta. Por una parte, porque hasta la aparición de la Leica en 1914 —la primera cámara verdaderamente portátil y relativamente asequible, que extendió la fotografía a las clases populares— era poco común disponer de una cámara de fotos en casa, tanto por su precio como por su volumen, y la gente solía retratarse en estudios solo en ocasiones especiales. Y, por otra parte, porque la falta de niñas y niños no quiere decir que en todos los casos estas mujeres no fueran madres o que los padres cuidaran de las criaturas, sino que, muy probablemente, había otras mujeres ejerciendo los cuidados. Tal vez fueran, incluso, las mismas mujeres que cargaban con comida, sillas y manteles, para que las señoras pudieran disfrutar del picnic en el campo sin fatigarse ni ensuciar su ropa.

Las fotografías de Parker Babb son liberadoras, nos hablan de mujeres que encontraban momentos para la alegría y el placer en una sociedad machista y puritana, pero también dicen mucho sobre la blanquitud y el privilegio de las clases acomodadas, con tiempo para el ocio y menos sometidas a las normas sociales.

Grace Parker y Alice Merriam en Ballard Park, julio 1899 (Camden Public Library’s Walsh History Center).

Amor disfrazado de “amistad romántica”

Si bien la esencia de estas fotografías es la amistad entre mujeres y, no necesariamente, con un interés sexual o amoroso, algunas tomas nos hacen pensar que compartían más que refrescos y tardes al sol.

Como cuenta Cristina Domenech en Señoras que se empotraron hace mucho (Plan B, 2019), hubo relaciones entre mujeres invisibilizadas bajo el concepto de amistad romántica y, de hecho, resulta complicado ponerles nombre desde nuestra mentalidad contemporánea, ya que entre los siglos XVIII y XIX era común que amigas de clase alta en Europa y América del Norte se besaran, se enviaran cartas ardientes o sintieran celos. Incluso era algo que se fomentaba desde las familias por considerarse símbolo de virtud. Ello ocurría porque no se creía que las mujeres de clase alta pudieran sentir deseo, de manera que no había problema en que dos mujeres durmieran juntas siempre que no hubiera un hombre de por medio o adoptaran roles masculinos.

Como se ve en la fotografía, alguna de estas mujeres llegaba a intercambiar anillos y a compartir una vida en común. Este fue el caso de Eleanor Butler, hija del conde irlandés de Ormond, y Sarah Ponsonby, conocidas como las Señoritas de Llangollen, que desafiaron a sus familias al irse a vivir juntas al campo y aun así llegaron a recibir una paga vitalicia concedida por el rey de Gran Bretaña Jorge III por representar la expresión máxima de pureza y virtud.

Grace Parker y Alice Merriam en Ballard Park, julio 1899 (Camden Public Library’s Walsh History Center).

Volviendo a las mujeres fotografiadas por Parker Babb, no podemos saber si participaban en una performance o si realmente aprovechaban la ausencia masculina para llevar a cabo una boda clandestina entre amigas, pero si podemos concluir que se encontraban en un ambiente seguro y de confianza. Si bien la amistad romántica contaba con buena prensa, cualquier comportamiento que se alejase de la norma podía ser duramente rechazado por la sociedad e incluso penado por la justicia. Esto último, sin embargo, era menos probable por no ser fácil de demostrar y porque implicaba aceptar que dos mujeres pudieran desearse. Una doble moral que benefició a muchas mujeres, pero que también retrasó sus reivindicaciones y las borró de la historia.

Como también nos descubrió Domenech en su libro, este fue el caso de Janes Pirie y Marianne Woods, que el siglo XIX abrieron juntas una academia para señoritas y fueron acusadas por una de las alumnas de decir “cosas extrañas” y de mover la cama “mientras respiraban muy fuerte”. Pirie y Woods iniciaron un juicio por calumnias para limpiar su nombre presentando como prueba una biblia que se habían regalado. El tribunal les dio la razón porque era más sencillo que aceptar que dos mujeres de clase alta pudieran sentir ese tipo de deseo.

Libro ‘Querida Theresa’. | Foto: cedida por la editorial Comisura.

Sabemos que la mayoría de estas mujeres no habrían  podido evitar el destino matrimonial o la tutela masculina, de manera que la ausencia de hombres en las fotografías no quiere decir necesariamente que no se encontraran en algún lugar, tal vez incluso fuera de plano, pero lo importante es que Parker Babb creó un universo femenino que no precisaba de ninguna presencia masculina para validarse o para dar credibilidad a su arte. Esta ausencia también nos dice que estas escenas podían no retratar exactamente la realidad de estas mujeres, pero sí el mundo de afectos y placer que aspiraban a crear y transmitir a las mujeres del futuro que pudiéramos contemplar su legado.


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