Raquel Disenfeld, terapeuta de revoluciones

Raquel Disenfeld, terapeuta de revoluciones

La psicóloga de profesión y anarcofeminista de alma recorre tantas luchas como sus 76 años la permiten. La activista argentina es parte de la brega contra el abuso sexual infantil y contra todo tipo de violencia social. Actualmente también acompaña como terapeuta a Higui de Jesús.

Texto: Romina Lema
28/09/2022

Raquel Disenfeld, en el encuentro Plurinacional de Mujeres del año 2018. /Foto: Romina Lema

Raquel Disenfeld habla sin pausas y entremezcla historias con reflexiones y citas de autoras. A pesar del teléfono mediante, su tono se siente dulce y certero. Recuerda que formó parte de las comunidades terapéuticas, de la antipsiquiatría y del comunitarismo en la Argentina de los años 70. En la década de los 80 trabajó la salud a través de cuentos terapéuticos. En los años 90 comenzó a asistir Encuentros Nacionales de Mujeres (ENM) en Argentina, cuna de la actual ola verde feminista. Y en 1993 inicia junto a otras compañeras Mujeres Libres, en Buenos Aires, nombre que retoma la propuesta de la organización española de 1936.

En esos años comienza a activar la lucha por el derecho al aborto y, siendo integrante de la Asamblea Raquel Liberman, milita por los derechos de las personas prostituidas y contra el sistema prostituyente. Luego se integra a la Campaña Abolicionista en la Capital Federal. La organización de mujeres en fábricas recuperadas y movimientos sociales piqueteros la tuvo también entre sus filas en esos años finales del siglo XX. En 2002 integró el grupo impulsor de la Campaña Autogestiva Contra el Abuso Sexual en la Infancia y un año después crearon Liberatorias, que trabaja con sobrevivientes de abuso para romper el silencio y la impunidad.

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Desde hace unos años, Raquel Disenfeld es parte de la lucha contra el poder judicial que vulnera derechos de las infancias al absolver a abusadores de menores.
Y recientemente, a sus 76 años, acompaña como psicóloga a Higui de Jesús, quien debió enfrentar a la justicia argentina acusada de homicidio por haberse defendido de un grupo de hombres que intentó violarla para “corregir” su lesbianismo. Higui de Jesús resultó absuelta en abril de este año, pero se encuentra a la espera de respuesta ante una apelación que presentó una fiscal contra la sentencia de absolución.

Con más de siete décadas de recorrido la activista argentina Raquel Disenfeld continúa presente acompañando las principales luchas contra todo tipo de violencia.

¿Cuáles ejes comunes encontrás en tu recorrido activista?

Desde mi comienzo de trabajo profesional el tema de la violencia fue muy significativo: contra la educación autoritaria, contra el maltrato a personas mayores en los geriátricos, en la antipsiquiatría y contra el patriarcado. Trabajé para construir relaciones de respeto y acompañamiento. Para que las personas se puedan expresar y encontrar alternativas a la violencia, como lo es la ecología social, el apoyo mutuo, el diálogo y la cooperación que desarrollan la autoestima y autonomía.

Los traumatismos más grandes se relacionan generalmente con la violencia, con el autoritarismo, la dominación, con la jerarquía, la violencia sexual… Donde se repite la dictadura o el terrorismo de lo macro en lo micro. Así como está la guerra en lo macro también existen en lo micro de las relaciones y vínculos de dominación que tienen esas formas de violencia. Todas las crueldades tienen un reflejo.

Por eso, a veces, las formas en que actúa el machismo en las parejas son las mismas formas con las que actúan los militares o la policía; los mismos métodos de tortura. Por ejemplo, en una escuela veíamos que estudiantes sufrían violencia en sus casas. Y yo les preguntaba si les habían pegado y me respondían “sí, pero yo me porte mal” o “me están educando”. La cultura patriarcal culpa a las víctimas. A las mujeres cuando nos violan o abusan nos dicen que lo provocamos. Esos mitos de la culpa y la provocación también se dan en la niñez.

¿Cuál es el vinculo entre la violencia sexual y la dictadura?

Se suele decir violencia sexual porque incluye los genitales, pero es violencia de dominación. En el patriarcado la sexualidad es una sexualidad de dominio. Donde se busca apoderarse de los cuerpos de la niñez, de las mujeres y diversidades, de los territorios y de los recursos naturales. En la subjetivación de los varones está esa forma de poder, cuando acosan, violan o abusan se sienten dueños, jefes, amos… Por eso decimos que la violencia sexual es la forma de perpetuar la jerarquía, la cosificación y la mercantilización de la vida.

En el terrorismo de Estado [en Argentina está asociado a la dictadura] hay toda una teoría diseñada en Francia y llevadas a cabo en Argelia primeramente. En los libros que le daban a los marines de Estados Unidos había explicaciones de cómo tenían que violar. La violación era una forma de derrotar al enemigo. Lo mismo, con la conquista de América que se hizo con la cruz católica, la espada y la violación.

¿Por qué el abuso sexual genera traumas diferentes?

Las violencias de los vínculos son las más difíciles porque las efectúan personas que vos más querés. Alice Miller [psicóloga especializada en maltrato infantil y sus efectos en la sociedad] cuando explica lo del trauma dice que ahí está la conexión con lo político. Una niña que está sufriendo abuso y violencia de un vínculo familiar sufre más que un prisionero en un campo de concentración, porque el prisionero está con otros prisioneros y puede compartir su odio y dolor, pero la niña está sola y la persona que la violentó es la persona que la tenía que cuidar; siente que si le está pasando eso es porque ella “es la peor de todas”, que no son como las demás. Quien se lo hizo es el mismo papá que le regaló la cocinita para jugar. Por eso decimos que ataca la autoestima y el poder el discriminar lo que es afecto, sexualidad y violencia, se confunden las cosas.

Todo lo vivido queda marcado en la memoria. Si el contacto es un golpe o que alguien te está penetrando, tendés a repetir eso. Si a vos alguien te golpeó, cada vez que te golpean, no es solo ese golpe sino que son todos los anteriores. Por eso la importancia del contexto del femicidio. Pasa también por ejemplo en esos chicos que se dedican al boxeo, porque tienen que estar con los golpes toda la vida; muchas veces no por elección sino porque es la única forma que lo vivieron y aprendieron. En los abusos también está la parte hormonal y de excitación, la excitación no es igual a una sexualidad elegida porque genera conductas compulsivas.

Las personas necesitamos caricias que nos dan amor, autoestima o estímulos como una sonrisa, un abrazo o tomarnos de la mano como sostén. La diferencia de tocar cualquier parte del cuerpo a tocar los genitales es que hay una relación con las hormonas diferentes y también los significados culturales y sociales son diferentes.

¿La forma de recordar un trauma es revivirlo en el cuerpo?

Lo traumático irrumpe como vivencia, cuando está elaborado se expresa como recuerdo. En el libro Trauma y recuperación, de Judith Herman, cuenta que parte de la curación es sacar lo traumático para no repetirlo, poder relacionar lo traumático con aquellos síntomas y enfermedades. Además de que quedan cicatrices corporales también está el contenido psicológico y emocional de la cicatriz. Cuando lo revivís no lo podés manejar, no tenés un recurso de protección. Cuando ya lo trabajaste, es que lo empezás a recordar y lo podes hablar, pero cuando seguís con el mismo miedo que tenías en ese momento, todavía hay que trabajarlo.

A veces en la escuela cuando irrumpe lo traumático, y por ejemplo un niño empieza a pegarle a otro compañero. Porque con pares pueden mostrar la bronca, que con su papá no pudieron mostrar porque le tienen miedo y sienten terror. Entonces se manifiestan esas conductas. Muchas otras veces se suicidan. Se sufren más porque quienes nos dañaron son generalmente personas que vos le tenes mucho afecto, o te dicen que si lo contás rompes la familia. Los cortes en el cuerpo son muy comunes y se relacionan con el abuso. Es tan grande el dolor psicológico, que quieren salir de ahí sintiendo dolor en el cuerpo. No es necesariamente que se quieran suicidar.

En Liberatorias [espacio que trabaja con sobrevivientes de abuso] lo colectivo ayuda a expresarlo, a que pueda salir, sostiene y ayuda. Trabajamos para relacionar los síntomas con lo que hemos vivido. Todas esas cosas que tampoco solo en una terapia individual se pueden solucionar. En ese proceso es muy importante el grupo de pares. Trabajando allí nos dimos cuenta que habían psicopatologizado a casi todas. Les habían dado psicofármacos, habían ido al psiquiatra. Muchas veces nos catalogan de locas, psiquiátricas y son secuelas de la violencias padecidas. El ver lo que vivimos nos facilita relacionarlo con los síntomas y con la violencia, eso nos permite sanarnos. Poder integrarnos y ser una. Es muy diferente a sentirse impotente, que no te podes defender o que no entendes lo que te están haciendo. Cuando ya la ves, la empezás a encarar de otra forma. Cuando nos encontramos, podemos expresar, y cuando alguna persona puede poner palabras va permitiendo que la otra también pueda. Y podemos transformar nuestra bronca en empatía, autodefensa y proyecto de vida. Nos liberamos juntas.

Liberatorias es un encuentro emancipatorio porque compartimos lo siniestro y también lo que sentimos. Luchamos contra la impunidad, decimos basta y creamos, escribimos, cantamos, bailamos. Nos apoyamos mutuamente y nos descubrimos. Una compañera de Liberatorias dijo: “Vengo a empezar a elegir. Viví muchas cosas que no elegí”.

¿Es por esto que hay muchas personas adultas que no tienen recuerdos de su infancia?

Sí, por los mecanismos defensivos de negación y disociación. Nos disociamos de esa parte de la infancia, cuando pasa eso es porque hubo contenidos siniestros. Y los mecanismos de supervivencia hacen que estén tapados. Por eso la importancia de trabajar para romper el silencio y la impunidad de los abusos en la infancia.

Judith Herman dice que para recuperar la salud necesitamos saber que estamos en una sociedad que puede ver que nos hicieron daño y una sociedad que rechaza toda forma de violencia, cosa que no está pasando. Ahora en los juicios por abuso sexual infantil, casi todos terminan armándole causas a las madres protectoras [madres que denuncian para proteger a sus hijos, hijas e hijes] y obligan a niños a volver a vivir con el abusador. Son situaciones muy siniestras. Son infancias que tienen años de cautiverio y tortura después de que hay informes y denuncias hechas. La justicia es patriarcal y abusiva.

¿Cuál es la relación del abuso con la disociación?

Todos tenemos mecanismos defensivos inconscientes, frente a algo muy doloroso, algo que no podemos tragar, tenemos el mecanismo de la negación y la disociación. En la violencia sexual la disociación es lo más frecuente. La cabeza va por un lado y el cuerpo por el otro. Entonces lo traumático muchas veces no se vé, si el yo está débil queda tapado, reprimido. Pero aparecen conductas relacionadas con lo traumático.

La conducta del chivo expiatorio [cuando se depositan todas los aspectos negativos sobre un grupo o persona para expiar las propias] tiene origen en la cultura del odio. Pero se nutre y alimenta del odio que las personas no pudieron descargar contra quien las violentó. Porque eran pequeñas y las agredió alguien adulto… por la asimetría y el miedo. Ese odio va en aumento y se desvía hacia minorías socialmente discriminadas, mujeres, disidencias, migrantes entre otras. Es bueno que las infancias puedan expresar la bronca en palabras, porque todo lo que no se expresa también puede implosionar. Con un ataque de asma, con un aumentó de presión, una úlcera.

Si alguien sufre violencia o bullying propio de la cultura de la discriminación y del odio es adecuado que pueda estar en otro lugar que quien las agredió. Para elaborar el daño tiene que estar con una distancia protectora. Si sigue viendo a la persona que lo violentó es difícil poder elaborarlo. La dialéctica del trauma dice que aquello que no se habla aparece de alguna forma. Puede aparecer como una enfermedad, una conducta o en cualquier nivel de la vida.

¿Cuál es la importancia de la palabra y la expresión artística en esos procesos?

En el libro El coraje de sanar las autoras dicen que escribamos todo lo que sentimos. Cuando escribimos, empieza a salir lo que sentimos. También hay personas que nunca hablaron, pero en sus dibujos sale. Ese es el origen del arte, expresar aquellas cosas que a nivel consciente no podemos expresar o elaborar. Nos permite sacar más íntegramente. Si vemos pinturas, eso se ve. El descargar, hacer catarsis, sacar la emoción.

¿Cómo se articula tu activismo y tu trabajo terapéutico en el caso de Higui de Jesús?

En mi trabajo de terapeuta está implícito la defensa de los derechos humanos. La violencia y la discriminación atacan la salud, sus consecuencias no son solo privadas sino también políticas y comunitarias. El pedido de atención a Higui surgió de una compañera y cumpliendo mi rol terapéutico participé en reuniones del grupo de acompañamiento. Ese grupo, junto a la abogada Gabriela Conder, activó para que Higui esperará el juicio en libertad. A la semana de salir de prisión comenzó nuestra relación terapéutica. Higui me recibió con su sonrisa pícara de niña en la puerta de la casa de su madre.

Aprendí mucho de sus reflexiones, sobre el ataque continuo de la cultura del odio y sobre las múltiples formas de agresión y discriminación a las diversidades. También aprendí de su solidaridad, de la constructora ancestral, la que recicla, la jardinera, la que arregla bicicletas, el sueño del merendero. En el desierto de las violencias vividas, encuentra en el fútbol un oasis de alegría y libertad y su talento de jugadora. La relación terapéutica me permitió conocer su pasión por el fútbol y su coraje de pararse ella misma como Higui, por su admiración al arquero colombiano. Su primer grupo de pertenencia fue con sus compañeras de fútbol y el fortalecimiento de su identidad y de su autoestima con los colectivos de lesbianas y demás colectivos con los cuales compartió momentos, viajes y actividades. Encontrar en los grupos de acompañamiento con carteles de “Las Pibas siempre presentes ” o “Yo también me defendería como Higui.” Y en nuestro vínculo encontrar un continúo nacer cada día a la vida que elija. Lo que nos transmitió y sigue transmitiendo es que defenderse es salud. Mi rol profesional se enriqueció con las actividades de acompañamiento en que participé. Y pude conocer a la Higui oradora. Recuerdo en el Congreso una vez que ella expresó: “Ahora soy una. En mi cabeza, mi corazón y en lo que hago”. El grupo de lesbianas y trans le ayudaron a poder decirlo, a ser una.

 


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