Creatividad feminista para la organización biosindical

Creatividad feminista para la organización biosindical

La histórica precarización del trabajo del hogar, el desmantelamiento de los sectores públicos de cuidados y la descentralización laboral obligan a tejer una alianza entre feminismo y sindicalismo para luchar, más allá de por unas condiciones laborales dignas, por modelos de vida vivibles.

Imagen: Vane Julián
14/09/2022

Elisa Peredo solía reunirse todos los sábados con otras mujeres en Hernani, el pueblo guipuzcoano donde vive. Allí se encontraban autóctonas y también migrantes, algunas de ellas trabajadoras del hogar, como Peredo. “Contábamos historias de las casas en las que habíamos trabajado que las de Hernani no se podían creer”, dice. En 2012, ella y otras compañeras empezaron a darle vueltas a la idea de organizarse como socias trabajadoras en una cooperativa de cuidados que comenzó a funcionar hace un par de años: Maitelan. Desde ahí buscan, además de mejorar sus condiciones laborales, aliarse con las familias y las personas que necesitan cuidados y que puedan poner capital como socias usuarias. Aúnan también, bajo la figura de socias colaboradoras, a personas que están concienciadas con mejorar la calidad de este tipo de asistencia.

La idea de incluir en la lucha sindical o en la organización a más agentes que a las propias empleadas recuerda a la huelga que las trabajadoras de residencias de Bizkaia arrancaron en 2016 desde el sindicato vasco ELA y mantuvieron durante más de un año. La alianza con Babestu, la asociación de familiares de personas usuarias, fue clave. Más allá de la exigencia de mejorar las condiciones de laborales, la huelga puso en el centro las reivindicaciones una vida digna para las usuarias de las residencias. Otra de las claves fue que la institución competente se parapetó en la patronal. Por un lado, estaban las empresas que gestionan las residencias como patronal clásica y, por otro, la Diputación Foral de Bizkaia, entidad financiadora. Ante la petición de las huelguistas de que la Administración tomara cartas en el asunto, el diputado general de entonces se lavaba las manos presentándose como mero agente gestor de contratos. Como si el modelo público de cuidados pudiera responder solo al criterio de eficiencia empresarial.

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Ambos ejemplos ponen en evidencia que el de los cuidados es un sector que entronca no solo con los derechos laborales sino con la calidad asistencial que se da a las personas dependientes. Como tantos sectores feminizados –educación o sanidad serían dos más–, está relacionado con la calidad de vida más allá de las empleadas. El de las trabajadoras del hogar es, además, un sector en el que el racismo estructural, la feminización de la pobreza y la precariedad laboral se entrelazan. Por eso Maitelan no supone solo un avance en cuanto a derechos laborales, sino que también hace funciones sindicales. Cuenta con cuatro socias trabajadoras y tres que entrarán en cuanto la cooperativa pueda regularizar sus papeles. “También estamos capacitándonos para asesorar a nuestras compañeras. Muchas, por la necesidad de enviar dinero a casa, se dejan explotar y hay que insistirles para que digan basta”, asegura Peredo.

Los sindicatos tradicionales parecen quedarse cortos ante estos modelos de empleo en los que las trabajadoras no se encuentran todas en una misma empresa, donde la patronal se difumina y cuyas reivindicaciones van más allá de las mejoras salariales o laborales, porque cuestionan el modelo de vida en su conjunto. Aun así, este tipo de organización sindical que abarca más reclamos que los meramente laborales no es del todo nueva. Mujeres Libres, grupo anarcosindicalista de la CNT creado en 1936, ya actuaba desde lugares que excedían el trabajo asalariado, porque eran los lugares de las mujeres: “Hablaban de la triple esclavitud como mujer, como madre y por la ignorancia en la que estaba. Montaron una revista primero. En sus locales ponían DIUs [dispositivo intrauterino] y practicaban abortos. Hablaban del amor libre y de que la mujer tenía que ser dueña de su economía. Llegaron a ser 28.000 afiliadas en muy poco tiempo”, cuenta Rocky Gutiérrez Aira, integrante de actual de Mujeres Libres.

Descentralización laboral, patronales difusas e incertidumbre

“Hoy el sindicalismo tiene varias crisis, no solo porque deja prácticamente a la mitad de la población fuera, que son las mujeres, sino porque el sector industrial pierde peso y lo gana el de servicios, con el capitalismo financiero y digital”, explica la profesora y filósofa política Jule Goikoetxea. Por eso, entiende que desde el feminismo se propone una lucha “contra el patriarcado liberal” que no se da solo desde el empleo, sino desde allí donde cada una habita: “Todo el mundo vive en barrios, aunque no todo el mundo tenga empleo. Organizar desde el barrio, el pueblo, la escuela, ahí desde donde se da la vida, es un barrionalismo feminista”. Reconoce, aun así, que se está dando “un giro importante” en los sindicatos tradicionales gracias a las “luchas organizadas en sectores feminizados”. Pero la clave sigue siendo cómo sindicar a quienes sostienen el capitalismo de servicios con trabajos desregularizados y precarios –en su mayoría realizados por mujeres– y los, cada vez más, trabajadores autónomos. “Desde el punto de vista feminista se está mirando cómo establecer un sindicalismo cooperativo”, concluye.

El trabajo en el hogar es uno de los paradigmas de empleo feminizado, migrante, descentralizado y sin una patronal clara. Según el informe ‘Esenciales sin derechos’, de Intermón Oxfam, en 2021, de las 550.000 trabajadoras del hogar que hay en el Estado, la mitad son migrantes y el 36 por ciento son trabajadoras sin contrato. Algo similar ocurre con los riders (ciclistas) de Glovo, que entran dentro de las economías de plataforma porque trabajan organizados por una aplicación o plataforma digital. “Su patrón es el móvil”, explica la abogada laboral del Sindicato Andaluz de Trabajadores y Trabajadoras Pastora Filigrana. Los repartidores tienen un “trabajo parecido a los sectores más feminizados, no se les reconoce con el mismo régimen de trabajo que al resto porque se les considera trabajadores por cuenta ajena. El postneoliberalismo es eso, romper el sujeto colectivo, que no haya interrelación. Que haya una mercancía, tu cuerpo y fuerza de trabajo, y unos servicios que puedes dar”, añade.

Este tipo de empleos, analiza Filigrana, tienen características en común que requieren tipos específicos de organización sindical: “No hay una línea divisoria clara entre trabajo y vida. No hay una patronal identificable. Vida y trabajo están muy enlazadas porque no sabes dónde acaba tu vida y dónde empieza la aplicación, crear secciones sindicales no tiene sentido como antes. Las respuestas a esta explotación tienen mucho que contarse mutuamente. El sindicalismo feminista también es más horizontal”.

Irene García Zurita es médica de atención primaria en Vallecas (Madrid). Durante unas jornadas organizadas en el primer trimestre de 2021 en Barcelona sobre precariedad laboral expuso que el modelo sanitario que se está instaurando sigue estos códigos. “A medida que se han ido ocupando laboralmente las mujeres se han ido precarizando los sectores donde más están. La concepción de la atención primaria era socialista, que las médicas estuvieran cerca de los barrios y de los pueblos para que fueran más accesibles y esto revirtiera las desigualdades en salud”, recuerda. Respondía a un modelo reflexivo, en el que la médica atiende al paciente a lo largo de la vida y decide con él que es lo mejor en el tiempo. Pero el modelo al que se tiende es el opuesto: “Cada vez se dan menos contratos con una plaza fija. Son contratos de área o de refuerzo para seis meses. Te mueven de un lugar a otro, en turno de mañana o de tarde, y avisan solo con dos días de antelación”. La patronal es cada comunidad autónoma, porque es quien gestiona la sanidad de cada territorio, lo que complica, de nuevo, la negociación: “En mi caso, que me daban de baja todos los fines de semana, desde el sindicato me avisaron que denunciar a la comunidad alarga mucho las cosas porque supone más burocracia”. El modelo es el estadounidense de las walk-in clinics, ambulatorios abiertos 24 horas todos los días a los que las pacientes van sin cita, con una demanda puntual que quieren resolver en el momento porque sus horarios laborales no les dejan más tiempo. García Zurita es afiliada a la CGT, donde se está trabajando el deterioro de la medicina de atención primaria, pero desde los derechos de las trabajadoras. “El tema es cambiar el sistema sanitario tal y como lo conocemos”, añade.

Producción y explotación de las mujeres como clase social

Bajo el paraguas de la red internacional de investigación militante y feminista La Laboratoria, Filigrana y otras organizaciones, como el sindicato de vivienda PAH, montaron en diciembre de 2020 las jornadas ‘El feminismo sindicalista que viene. Trabajadoras somos todas’. El objetivo era conocer y apropiarse de “prácticas sindicales organizativas” que pasen por “colectivizar, por el apoyo mutuo y por la acción directa”, resume Beatriz García, de La Laboratoria. “El feminismo aporta el tener en cuenta que no solo somos explotadas en el ámbito de lo laboral. Los ámbitos de extracción de valor se dan en tres categorías: la apropiación directa del trabajo sin mediación laboral, que es sobre todo el de cuidados de las mujeres; la explotación laboral clásica mediante la apropiación de la plusvalía; y en el extractivismo. Esto último implica que la vida humana genera valor en las relaciones que genera con otras. El mercado recoge estas relaciones y las pone en el circuito comercial. En la moda hay un ejemplo claro, como son los coolhunters: ven cosas en la calle y las convierten en mercancía”.

Si históricamente la categoría de clase social se ha dado desde el lugar que ocupaba el obrero en la producción –simplificando, clase obrera productora y clase burguesa dueña de los medios de producción-, Jule Goikoetxea entiende que las mujeres son productoras de personas –no por el hecho de parir, sino de cuidar y educar– y, desde ahí, son explotadas. “Producción es un término muy importante en nuestra época y contexto, porque indica una posición en el proceso de creación de riqueza. Las feministas materialistas reconceptualizamos la producción para hablar de producción de sujetos, las mujeres producen hombres y mujeres modernos, y eso las construye como clase social. Es la producción biopolítica que las feministas decoloniales también han estudiado mucho, cómo se producen los sujetos modernos occidentales”, explica. Ese tiempo de producción es un trabajo no remunerado –robado–, que es la explotación específica a la que se somete a las mujeres. “La diferencia entre hombres y mujeres es el tiempo que no tenemos para la formación y el descanso, para la creación de capital económico y cultural. Ese capital lo tienen los hombres porque el trabajo que hace la mujer en casa beneficia al hombre que vive con ellas, no solo al capitalista”, añade

Rafaela Pimentel también alude a este robo de la producción de las mujeres, y por eso entiende que existe la deuda pendiente de que los hombres participen en los cuidados. “No tenemos por qué sostener la vida con los cuidados de las mujeres”, afirma. Pimentel pertenece al colectivo Territorio Doméstico y es militante del Sindicato del Trabajo del Hogar y de Cuidados (SINTRAHOCU), nacido en octubre de 2020. “Lo creamos porque no nos sentíamos representadas por los grandes, siempre ha habido mujeres en los sindicatos que nos apoyaban, pero luego los controlan tíos, y eso es un problema”. Insiste en que tienen que ser las mujeres, sin intermediarios, quienes se sienten en las mesas de negociación. Para eso necesitaban el sindicato y, ahora, necesitan también una patronal que no existe. “Hay que hacerla y negociar también con el Estado”, resuelve. Graciela Gallego también estuvo en los inicios de este sindicato y concreta esta idea: “Más de una mujer feminista tiene una empleada, bien cuidando a sus hijos, a su madre o limpiando la casa. Del feminismo debería salir una patronal del trabajo del hogar. De hecho, la recomendación 201 del Convenio 189 [de trabajo del hogar] de la Organización Internacional del Trabajo recomienda al Gobierno promover las asociaciones de empleadores”.

Esta posible forma de patronal responde a una de las formas creativas de organización sindical que señala Pastora Filigrana. Aunque entiende que tiene que haber alianzas con los sindicatos de siempre, la abogada subraya la importancia de organizar nuevas formas de negociación: “Esto se hace desde el biosindicalismo que viene desde los 70 con [Michael] Hardt y [Antonio] Negri”. “El biosindicalismo va más allá del salario, trabaja desde el barrio, por ejemplo. Por eso se demanda la renta universal sin condiciones, que la riqueza se reparta entre quienes la crean. Las respuestas que articulan los Riders x Derechos o Jornaleras de Huelva en Lucha son feministas porque están enfrentando esta concepción del trabajo frente a la vida”, reconoce. “El trabajo doméstico no se trata solo de los derechos como trabajadoras del hogar –reivindica Pimentel–. Nos atraviesan también otros temas como la vivienda, la salud, la educación, la vida, los cuidados. Estamos hablando de biosindicalismo”.

Sindicatos de vivienda, cooperativas de cuidados, barrionalismo, colectivos como las jornaleras de Huelva que lanzan crowdfundings para financiar su caja de resistencia, las patronales asociativas son tipos sindicales que ya operan desde sectores descentralizados, precarizados y móviles. Compartir estrategias creativas, formas de lucha, conocer la problemática de cada sector, organizarse para empezar a vencer son los objetivos del feminismo biosindicalista. Esto excede lo meramente laboral, quiere organizar la vida y superar su conflicto con el capital.

Fe de erratas: en la primera versión de este reportaje se decía que SINTRAHOCU era el primer sindicato de trabajadoras del hogar del Estado, pero el primer fue Sindillar/Sindhogar, creado en 2011.

Este texto ha sido publicado en el monográfico de Economía feminista, que ahora puedes conseguir en pdf. Los monográficos entran en varios tipos de suscripción, busca la que encaja contigo.

 


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