Buscando las huellas de las mujeres mayores

Buscando las huellas de las mujeres mayores

Conocer las luchas, las reivindicaciones, los logros y la capacidad de agencia, creación y transformación de las mujeres y del movimiento feminista en el pasado nos lanza el mensaje de que sí podemos cambiar la realidad.

28/09/2022

Manifestación en Ermua cierre del plannig. /Foto del archivo de Zaida Fernández

En 1972 las mujeres que acudían al Centro de Promoción de la Mujer de Ermua participaron en una manifestación en la que se cortó la carretera general durante dos horas para reivindicar la apertura de unas escuelas públicas locales. Las movilizaciones se sucedieron y el gobernador civil impuso una multa de 50.000 pesetas a la directora del centro de aquel momento y la sede fue cerrada. Tras el cierre las mujeres hicieron varias protestas y la directora, lejos de dimitir, siguió ejerciendo su cargo con el apoyo de las alumnas. Entre otras acciones, las mujeres cancelaron sus cuentas corrientes de la BBK, porque el centro era uno de los proyectos de esta caja de ahorros.

Los Centros de Promoción de la Mujer de diversos municipios hicieron una gran labor aquellos años. Las mujeres que acudían, a la vez que aprendían recetas de cocina y costura y a leer y escribir, fueron sensibilizándose de las carencias e injusticias sociales, desarrollaron un amplio sentido crítico. Fueron conscientes de su importancia como sujetos políticos.

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Antes de que se crearan servicios públicos para las mujeres y espacios municipales para el fomento de la igualdad eran las militantes de los grupos feministas locales las que, de forma precaria y altruista, cubrían estas necesidades, sobre todo en materia de conocimiento y apropiación de nuestra sexualidad y violencia machista. En tiempos de democracia el movimiento feminista actuó de grupo de presión para que las instituciones públicas locales incluyeran en su agenda política la cuestión de la igualdad de mujeres y hombres y de los servicios (de formación, asesoramiento, apoyo, información…) destinados a las mujeres para inculcar la responsabilidad política de las instituciones en esta cuestión y para la mejora y ampliación de estos servicios.

Conocer esta historia de Ermua y otras muchas de lucha y reivindicación de las mujeres de mi entorno me hizo ser consciente de la necesidad de (re)construir la memoria colectiva local de las mujeres y del feminismo. Para ello era necesario, a su vez, crear herramientas conceptuales y metodológicas que sirvan para hacer pedagogía feminista, crear identidad(es) que nos unan en proyectos de emancipación y empoderamiento para la construcción de genealogías feministas.

‘Huellas de las mujeres y del feminismo’ o ‘Mapa de las huellas de las Mujeres’ es el nombre de un proyecto que rescata, (re)construye, visibiliza y pone en valor la memoria colectiva de las mujeres y del feminismo local a través del concepto de “huella”. Las huellas son aquellos espacios, tiempos o fenómenos históricos que han sido o son significativos para las mujeres y el movimiento feminista local.

El proyecto nació como trabajo fin de máster y en la investigación me desconcertó y me emocionó que algunas compañeras de la Asamblea de Mujeres de Ermua, en la que militaba, me contaran historias sobre las luchas llevadas a cabo por las mujeres de mi pueblo que desconocía por completo y que hacían evidente su capacidad de agencia. Rescatar y visibilizar la memoria de las mujeres mayores de nuestros pueblos y ciudades es nombrarlas como sujetos de la historia local, promoviendo su poderío en particular y el empoderamiento de las mujeres en general, creando referentes para las actuales y futuras generaciones. Lamentablemente, es habitual que hayamos perdido la memoria de la lucha llevada a cabo hace unas décadas. Una memoria que en muchos casos no se registró porque el movimiento feminista era un movimiento de futuro, de cambio y no se pensaba en la importancia de un registro del pasado; por eso faltan fotos de muchos eventos, muchos folletos, los panfletos no tienen fecha.

El proyecto se realizó inicialmente en Basauri y se puso en marcha en Ondarroa, Ermua, Errenteria y Eibar. En cada municipio ha tenido un desarrollo diferente al tratarse de un proceso participativo, ya que son las propias mujeres las que deciden qué huellas rescatar, por qué y para qué. La información se recopila a través de entrevistas, análisis de documentos, sesiones del recuerdo colectivo… Y con los datos recabados se elabora un estudio y se realizan jornadas de presentación, entre otras actividades.

El movimiento feminista se han caracterizado por un hacer constante, es decir, por llevar a cabo multitud de actividades básicas que han sostenido tanto al sistema productivo como al reproductivo, y por una transmisión de sus experiencias, sensaciones, opiniones y logros principalmente a través de la oralidad, cuestión que debilita el conocimiento de las actividades realizadas por mujeres, y su valoración social. Los hombres, al haber accedido en mucha mayor medida a posiciones de poder, suelen dejar patente su memoria colectiva y sus acciones a partir de escritos, rituales convertidos en tradición y lugares urbanos privilegiados, como edificios, plazas, monumentos, calles centrales… en los que materializan su memoria grupal, la hacen visible, la difunden y la convierten en memoria histórica que perdura, que preserva sus experiencias y aportaciones como grupo.

El psicólogo y sociólogo francés Maurice Halbwaks habla la esta distinción entre memoria colectiva e histórica. La historiadora y militante feminista Miren Llona usó estos términos en su artículo ‘Memoria histórica y feminismo”, compartido en las Jornadas Feministas de Granada de 2009. La memoria colectiva da cuenta de la experiencia vivida y es patrimonio de grupos no extinguidos socialmente. Es decir, existe una comunidad viva que sostiene esa memoria colectiva y se trasmite de forma oral. Mientras que la memoria histórica es perdurable, no lo es la memoria colectiva, porque al ser oral y no estar registrada ni materializada cuando desaparece la última de sus integrantes, esa memoria colectiva desaparece con ella. ¿Qué es lo que diferencia, por tanto, a la memoria colectiva de la memoria histórica? Partiendo nuevamente de los planteamientos de Halbwaks, la memoria colectiva da cuenta de la experiencia vivida y es patrimonio de grupos no extinguidos socialmente, es decir, existe una comunidad viva que sostiene la memoria colectiva y que la conserva y transmite oralmente a sus componentes. Sin embargo, la memoria histórica sería un medio de preservación de la memoria colectiva, una vez que los grupos sociales que la ostentaban han desaparecido.

Convertir la memoria colectiva de las mujeres en memoria histórica, así como registrar una genealogía feminista, es un proceso necesario porque, en palabras de Miren Llona, “solamente somos capaces de transmitir a las generaciones futuras lo que registramos como memoria histórica (…) Si queremos que nuestro legado, nuestras reivindicaciones y logros sean definitivamente recuperados y trasmitidos para el futuro, como algo importante que se hizo en el pasado, hace falta registrarlo y plasmarlo en memoria histórica”.

Hablar de huellas me posibilita la recuperación y creación de lugares y tiempos de memoria, concepto creado por el historiador Pierre Nora que Miren Llona rescata, y que sirven para la trasmisión y perdurabilidad del pasado colectivo de las mujeres y del feminismo y para la configuración y reconfiguración de la identidad grupal.

Además de los escritos, en el proyecto de huellas se incluyen diversas acciones: exposiciones participativas, elaboración de mapas de las huellas de las mujeres, guías didácticas, placas conmemorativas, itinerarios, charlas en centros escolares, material coeducativo etc. “Gracias a la tarea de recordar es posible establecer un hilo conductor con el pasado que nos ayuda a interpretar el presente y orientar el futuro”, dice Llona. La memoria permite almacenar y reelaborar instantes o procesos de nuestra vida, personal y grupal, que sirven de precedente para aprender y avanzar y son elementos clave para la cohesión grupal y la creación de sentimientos de pertenencia e identificación.

En el proyecto de huellas se plasman las citas recogidas en las sesiones del recuerdo colectivo y en las entrevistas a las propias mujeres participantes. Estas citas tienen un fuerte calado emocional que nos interpela y nos hace empatizar, identificarnos, sentirnos orgullosas… “El feminismo debe interesarse también por la creación de lugares de la memoria y por la generación de experiencias colectivas de conmemoración, que sirvan para la trasmisión no sólo intelectual, sino también emocional, de nuestro pasado colectivo”, recuerda Miren Llona.

En el proceso de rescate de la memoria son las propias mujeres participantes las que también se hacen conscientes de su agencia. Un ejemplo lo encontramos en la primera sesión en Eibar cuando les preguntamos si habían realizado alguna aportación al proceso de industrialización local. La mayoría respondieron que no habían aportado nada. En la última sesión les repetimos la pregunta y su respuesta fue que sin las mujeres, Eibar no sería lo que es.

Este rescate también redefine y resignifica los espacios-tiempos y los fenómenos sociales desde una perspectiva feminista. Al tiempo que se recuperan y se ponen de manifiesto las aportaciones de las mujeres a la historia y al urbanismo municipal, también se evidencia su impacto, así como las desigualdades que sufrieron. En el caso de Eibar y Errenteria se rescataron las diversas contribuciones de las mujeres al proceso de industrialización, se analizó el impacto que dicho fenómeno tuvo en las mujeres sobre el diferente modo de habitar e interpretar los espacios, así como la distribución no equitativa de las actividades que unas y otros realizan y las diferencias de poder y prestigio que se representan. Además, se significó la industria más allá de lo productivo, y se incluyeron como base del desarrollo industrial las tareas reproductivas y domésticas, el pupilaje (en el mantenimiento de la mano de obra), todos los trabajos de economía sumergida realizados en su mayoría por mujeres: verificar piezas en casa, las jerseteras, el damasquinado, las costureras, las alpargateras, las cuidadoras, las culateras… En términos de economía feminista, se visibiliza la “base del iceberg” y se muestran las actividades reproductivas como el motor y sostén de la industria y la economía local.

El proyecto de huellas pretende, por último, romper con la indefensión aprendida en clave colectiva. La indefensión aprendida es un concepto creado por el psicólogo Martin Seligman y se define como la condición de un ser humano (o animal) que ha aprendido a comportarse pasivamente, con la sensación subjetiva de que no puede hacer nada para cambiar la realidad.

A través de la socialización desigual de género, las mujeres interiorizamos la indefensión aprendida como colectivo. Cuestión que hace que normalicemos y naturalicemos la desigualdad social, económica, cultural, emocional que sufrimos por el hecho de ser mujeres. Conocer las luchas, reivindicaciones, logros y la capacidad de agencia, creación y transformación de las mujeres y del movimiento feminista en el pasado, es decir, las huellas, en nuestros pueblos y ciudades, nos lanza el mensaje de que sí podemos cambiar la realidad. A su vez nos muestra y nos hace reflexionar, para nuestro presente y futuro colectivo, sobre que los derechos y espacios conquistados, creados y transformados por el movimiento feminista se pueden perder o pervertir por el sistema. Porque muchos de los espacios creados fueron absorbidos por las instituciones, lo que ha implicado la pérdida de la ideología feminista con la que fueron creados, al ser alejados de la supervisión y gestión del movimiento. Un ejemplo de estos espacios que el movimiento feminista ha creado para la igualdad y liberación de las mujeres son los pisos refugio para mujeres maltratadas y los centros de planning, donde se ofrecía una atención educativa y sanitaria en sexualidad desde mujeres y para mujeres.

Es imprescindible que (re)conozcamos que crearon espacios y conquistaron derechos sociales y laborales al grito de “queremos empleo, trabajo nos sobra” o “a igual trabajo, igual salario”; que construyeron habitaciones propias, como las casas de las mujeres, para cuestionar los roles de género establecidos, empoderarnos y crecer juntas; que reivindicaron que nuestros cuerpos son nuestros en los centros de planificación y educación sexual y en las calles y que exigieron servicios públicos de atención ante la violencia machista y la visibilizaron como lo que es, una consecuencia de la desigualdad, entre otras muchas otras reivindicaciones. Y ahora, también están resignificando y repensando el ser vieja desde una mirada feminista.

No se trata de una mera recopilación de historias llevabas a cabo en el pasado por mujeres, no es un acto nostálgico, ni son trabajos para que se queden en un cajón. Es una cuestión de justicia y reparación. Son lazos entre generaciones, son aprendizajes para el presente y el futuro, es un nexo y una herramienta catalizadora. Es un acto de política feminista. Nos hace saber a algunas, y les recuerda a otras, que, como dijo Simone de Beauvoir, “la libertad individual solo se consigue a través de la lucha colectiva”.

 


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