Apego sano y un besito en la yemas de los dedos

Apego sano y un besito en la yemas de los dedos

El siguiente paso a esa independencia económica y a esa habitación propia debería ser la búsqueda de un apego sano, de la desacralización de la pareja y de la interdependencia.

11/05/2022

“…temía perder un salario que, aunque miserable, le permitía querer a Enzo sin considerarlo fundamental para su supervivencia y la de Gennaro”.
Las deudas del cuerpo, Elena Ferrante

Es lo básico, es lo primero. Parece muy años 60, pero no. Miro alrededor y vivo en una burbuja acogedora en la que todas nos damos de las manos y trabajamos, nos sostenemos, pero si pisamos fuera de la burbuja, más allá del olor a azahar y de las paredes en las que habitamos y que llamamos casa y que también llamamos red afectiva, aún persiste. Lo básico aún se destila.

Lo básico, ya lo dijo Virginia Woolf, es la independencia económica y una habitación propia; yo diría que lo que seguimos arrastrando, lo que tanto nos inculcan y que incluso la mujer trabajadora sigue buscando, consciente o inconscientemente, es la dependencia afectiva. El siguiente paso a ese que ya dijo Virginia debería ser la búsqueda de un apego sano, de la desacralización de la pareja y de la interdependencia.

A veces, a esto se le dice desapego, pero el desapego no significa huir, no significa esconderte y evitar todos los contactos y los amores, no significa no querer a nadie. Llamémoslo apego sano, porque yo soy muy de apegarme, de saltar para que me cojas en brazos y de darte besitos en las yemas de los dedos. El apego sano o la interdependencia es la forma en la que nos relacionamos con otra persona con autonomía e intimidad, es decir, nos sentimos seguras estando solas y estando con la otra persona. Nos es imposible vivir de forma totalmente independiente, como nos han hecho creer, no es sostenible emocional ni psicológicamente. Escribo esto y escucho al psicólogo Arun Mansukhani diciendo que somos la especie más social que existe o, como también podría entenderse, la especie más apegada.

El apego sano significa depender de tus redes –una red necesita de todos sus eslabones y la unión hace la fuerza—y significa estar bien contigo misma, mirarte al espejo y gustarte, verte una profundidad en la mirada que siempre has envidiado y que siempre has tenido tú, pasar un día sola en la montaña y volver feliz, pasar un día sola en casa y que ni se te caigan las cuatro paredes encima ni que quieras que se caigan para que te aplasten como un pisapapeles inestable y pesado y que lo externo entierre a la interno (locus de control). No, eso no. Lo externo desvía la atención, lo externo distrae. A veces, la búsqueda desesperada de la relación amorosa es una distracción, la relación amorosa es la distracción en sí. Un grito ahogado, un llanto, un biberón, un volcán dormido, un dedo en la herida, una costra, una copa o cuarenta, un pozo negro, una madre, un padre.

Depender no es malo, lo malo es hacerlo de una forma patológica, invasiva, autodestructiva, que nos deje secos por dentro y destruya las conexiones que, en última instancia, más nos importan. Me he referido al ámbito de pareja por el gran libro del amor romántico y Disney y toda esa gentuza que nos ha jodido la vida y que ha evitado que nos convirtamos en adultas responsables de nuestra propia vida, pero no son menos importantes las relaciones de amistad y de familia, donde tan normalmente se suceden situaciones tan desagradables que nos dejan con un sabor de boca amargo y quejumbroso sin que sepamos por qué. En la familia, con la cosa de la confianza da asco y con la cosa de que la familia debe ser la primera proveedora de cuidados, se abusa, se manipula, se dramatiza. No soy la primera en decirlo, pero la familia puede ser un ente castrador y oscuro. También pueden ser ríos y flores. Para gustos, colores. Aunque no es cuestión de gustos.

El concepto de apego sano y la interdependencia en la pareja viene muy de la mano –entrelazando dedos—de la idea de la pirámide relacional de Brigitte Vasallo. Hoy en día, la sociedad está conformada como una pirámide, en la que tenemos a la pareja en la cima por ser la relación primordial, seguida de familia y amistades y más allá de personas conocidas. Su propuesta consiste en la horizontalidad de todas ellas, las relaciones importantes y cercanas, en poner al mismo nivel a la pareja y a las amigas –ay, las amigas– para que todas ocupen el mismo lugar en los afectos y los cuidados; para que pueda llevarles una tarta cuando tienen Covid, un abrazo cuando tienen pena, un paseo para estar juntas. Para que los cuidados no rivalicen ni entiendan de directrices sociales. La atención es amor y lo constante, seguridad.

Mantener el mismo nivel de cuidado a la pareja que a las amigas es agotador, me dicen. Cuando los amores son divergentes, cuando uno solo no es la única fuente de los afectos, sino todos, el amor no resulta tan singular ni tan desesperado. Si otros vínculos nos dan seguridad, el amor resulta más equilibrado y el sustento de las relaciones, más sano. El apego sano es un amor adulto y no todo el mundo está dispuesto a amar de esa forma independiente, generosa, al margen de la obsesión, la fusión y la posesión. Un amor sincero. Besito en la mejilla, avisa cuando llegues.

En la horizontalidad de mis relaciones, quiero que sean horizontales de a una y de a todas: quiero que nos vinculemos entre iguales, nos cuidemos por iguales, nos queramos por igual y quiero que todas crezcan fuertes y seguras sin prioridades ni preferencias. En la seguridad de mis vínculos, me siento más yo misma que nunca, de dentro afuera, de decir cualquier barbaridad y de trotar en el campo porque me he dado cuenta de que, si fuera un animal, sería una nutria y me dicen mira la nutria. De no avergonzarme porque sepan que me huelen los pies, porque sepan que quiero llorar, porque sepan que les voy a mandar un audio de diez minutos. Mi madre me pregunta si estoy nerviosa, le digo que no. Mi madre me pregunta qué pasa si me entrevistan en la tele, le digo que me da igual. ¡Qué atrevida!, responde, y piensa cómo me ha cambiado el yoga, cómo me ha relajado. No es el yoga, mamá.

Quitarme la responsabilidad de lo que no es mío, aceptar la mía, la mía para mí misma, la mía para evitar la queja, la mía para sentirme agradecida. La mía y la de los demás para que cada una tome sus propias decisiones, que decida hablar o callar, para que en la decisión ajena yo pueda confirmar el respeto, el interés, la sinceridad, para que cada una decida si prefiere el dolor o la rabia –la emoción no se elige, decidir cómo queremos comportarnos respecto a ella sí. Cada una en la responsabilidad de sus decisiones, en los apegos de sus relaciones, en el cariño de sus cuidados. Un besito en las yemas de los dedos, te quiero tal cual.

 

 

Download PDF

Artículos relacionados

Últimas publicaciones

Download PDF

Título

Ir a Arriba