Retrato de dos décadas de violencia vicaria

Retrato de dos décadas de violencia vicaria

El estudio ‘Violencia vicaria: un golpe irreversible contra las madres’ explica con datos las características de esta violencia ejercida sobre las hijas e hijos para dañar a la madre, que está aumentando de forma significativa, para prevenirla.

Ilustración realizada inicialmente para el artículo ‘Tú matas, yo me muero’.

Hombres de entre 30 y 50 años, principalmente de nacionalidad española y padres biológicos de las niñas y niños asesinados. Este retrato es que el muestra el primer estudio sobre violencia vicaria realizado en el Estado español: ‘Violencia vicaria: un golpe irreversible contra las madres’, hecho por la psicóloga clínica y perita judicial Sonia Vaccaro en coordinación con la Asociación de Mujeres de Psicología Feminista de Granada.

La muestra de la investigación creó una base de datos con 400 sentencias judiciales relacionadas con la violencia hacia las mujeres o hacia las y los menores desde el año 2000 hasta diciembre de 2021, extraídas de datos del Centro de Documentación Judicial del Consejo General del Poder Judicial (CENDOJ) y de información de hemeroteca. “Ocurre que muchos de los asesinatos no se guardan en el registro judicial debido a que el asesino se mata a su vez y el caso decae jurídicamente”, puntualiza Vaccaro, experta en victimología y violencia contra las mujeres.

suscribete al periodismo feminista

De los 400 casos de asesinatos de criaturas, las autoras de la investigación detectaron 51 como de violencia vicaria extrema; “casos en los que hemos comprobado este nexo de concausalidad en el que la intencionalidad está puesta en querer dañar a la madre”, ha señalado Sonia Vaccaro. Esta experta fue la que acuñó y definió, en 2012, el concepto de violencia vicaria: aquella violencia contra la madre que se ejerce sobre las hijas e hijos con la intención de dañarla por interpósita persona.

El estudio, que cuenta con la colaboración de Margarita Castillo Cardona, Cristina Mena Casero, Gemma Mª González García y María Sierra Carballo, determina que, cuando se comete el delito, la pareja está separada y no ha transcurrido mucho tiempo desde la separación. Además, no se observa en el asesino la existencia de discapacidad intelectual ni física y los casos con diagnóstico previo de algún trastorno o enfermedad mental son residuales. La mayoría de la muestra no tiene antecedentes penales y cuando los tienen, en un 60 por ciento de los casos son por delitos relacionados con la violencia de género. La misma proporción de agresores, es decir seis de cada diez, había verbalizado su intención de hacer daño a la madre o a las hijas e hijos antes de cometer el crimen, amenazando con frases como: “Te quitaré a los niños”, “ya verás lo que le pasa a las niñas”, “te quitaré lo que más quieres”. Los casos en los que el asesino se mata o intenta matarse después de cometer el crimen, suponen el 48 por ciento de la muestra. Y en el 12 por ciento casos el asesino niega los hechos cometidos. Aún frente a la evidencia, culpa a otras personas o dice no recordar nada de lo que realizó.

La mayoría de los asesinatos se producen cuando los padres están al cuidado exclusivo de las niñas y niños (48 por ciento), ya sea por estar en el ejercicio del régimen de visitas o de custodia compartida. Solo en el 18 por ciento de los casos, el crimen se comete durante la convivencia. El lugar del asesinato principalmente es en casa del asesino (42 por ciento), sin presencia de otras personas (68 por ciento). Y los agresores utilizan en su mayoría un arma punzante, un cuchillo por ejemplo, para realizar los crímenes. Las autoras del estudio determinan que el tipo de arma, comprada ex profeso para cometer el asesinato, y el contacto corporal indica no solo la falta de empatía hacia las víctimas, sino además el dominio de la escena del agresor con la consecuente vulnerabilidad de las mismas.

 

En ninguno de los casos analizados había una orden de protección hacia las criaturas, que suelen ser menores de cinco años (64 por ciento).

En un 14 por ciento de los casos de la muestra las niñas y niños manifestaron síntomas de estar siendo maltratados. Estos síntomas y signos fueron principalmente cambios de conducta y quejas sobre la actitud del asesino. Y en un 96 por ciento de la muestra no hubo una evaluación por parte de alguna persona profesional sobre el estado de estos niños y niñas o, al menos, no se deja constancia en las causas judiciales ni en la hemeroteca estudiadas.

Niñas y niños invisibles

Las investigadoras destacan la ausencia de datos de las niñas y de los niños asesinados, como su conducta o el vínculo emocional con el agresor. “Las niñas y los niños son invisibles en estas causas, no existen, no se les considera, no tienen voz y por lo mismo falla la protección, que el estado en general y las instituciones en especial deberían poder otorgarles. Su palabra es devaluada, al punto de silenciarla y se comete una discriminación flagrante por causa de su edad, olvidando que son seres de derecho con derechos”, denuncian Sonia Vaccaro y su equipo.

Las autoras de la investigación defienden que los asesinatos de niñas y niños pueden y deben prevenirse, piden que se extremen las actuaciones para que no sucedan y esperan que la legislación al respecto se aplique y “de lugar a una protección efectiva, haciendo posible que ningún hombre violento les pueda utilizar como objetos para continuar dañando a la madre”.

El informe, que para cuya elaboración también se han realizado cuestionarios, entrevistas y un grupo focal, concluye: “No sirve de nada ninguna acción tras la muerte de criaturas vulnerables que no pudieron ni elegir ni ponerse a salvo de las manos de su asesino. Nada puede resarcir el dolor de esas mujeres, nada hará retornar a sus hijas e hijos. Un maltratador no es un buen padre, y mientras se privilegien sus derechos sobre los de las víctimas, no se podrá impartir justicia”.

Download PDF
master violencia de género universidad de valencia

Artículos relacionados

Últimas publicaciones

ayuda a Gaza
Download PDF

Título

Ir a Arriba