Lidia García: “La copla ha sido el alivio de las faenas duras”

Lidia García: “La copla ha sido el alivio de las faenas duras”

Lidia García García, creadora del podcast y el libro ¡Ay, campaneras!, habla sobre zarzuela, copla y cuplé; para ella, la memoria sentimental que ha pasado de una generación a otra.

Lidia García. / Foto cedida por la entrevistada

La historia de los libros de texto cuenta sobre batallas y reyes, curas e imperios, leyes y castigos. Pero, una hornada de historiadores e historiadoras llegadas como aire fresco (¡en su día revolucionarias!), empezó a mirar los dobladillos de las costuras: cómo se vivía, qué se comía, cómo se organizaban y en qué consistía ese caldo de cultivo del alma, al que llamamos cultura. La historia social narra lo que hasta ahora eran “detalles”, nimios, “sin importancia”, y que de ellos (algunas) se extrae el jugo sobre las condiciones materiales, morales y culturales de los pueblos.

Lidia García García (Montealegre del Castillo, Albacete, 1987) es historiadora y lleva años analizando el contexto social de la copla, los cuplés y la zarzuela desde una perspectiva de género y con especial atención a lo queer. La música amansa a las fieras y acompaña desde antes del inicio de la historia con mayúscula. Deste el principio de los tiempos las mujeres ya cantaban y la melodía hacía que trajinaran en compañía. Ya está disponible la segunda temporada del podcast de Lidia García García ¡Ay Campanera!, y hace escasos meses ha publicado en Ediciones B un libro con el mismo nombre. Desde los audios y los textos sigue tratando y cosiendo la herstory de folclóricas, así como los “dobladillos de las costuras” del género. En la historia de las canciones (en sus letras) está el adn de conflictos, satisfacciones, vítores y desviaciones de muchas generaciones de mujeres.

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Su podcast ¡Ay Campanera! nació en el confinamiento con la intención de divulgar su amor y conocimientos copleros, así como contar las historias poco conocidas de las folclóricas. Como historiadora, ¿qué le interesa de estos géneros?
Siempre he sentido mucha pasión por la copla, los cuplés y la zarzuela. Las englobo en la terminología de “música de nuestras abuelas”, es decir, la música que les ha ayudado a sostener la vida. Me interesa cómo distintas generaciones, sobre todo de mujeres que no se sentían representadas por los cánones morales y sexuales de la época, utilizaron estas canciones para tener un espacio de identificación en el que encontrarse y tener una manera con la que resistir. Investigo cómo las canciones cuentan la historia desde otro punto de vista que no es el de la historia considerada letra mayúscula y que tiene que ver con las hazañas solo de hombres.

¿Quién es esa muchacha de la que habla la canción Campanera, versión de Joselito, y por qué su podcast y libro se inspiran en ella?
Esta copla me encanta. Es muy representativa porque cuenta la historia de una mujer escorada, que todo el mundo le da la espalda porque sospechan algo de ella, una conducta sexual desviada, y aunque el pueblo le da la espalda el narrador de la canción la defiende. Es una historia misteriosa, pero lo que sí dice es que está algo marginada y desde luego señalada. Personalmente, esta es la canción favorita de mi madre y de mi abuelo. Mi abuelo Pepe, que era agricultor y le gustaba mucho la copla pero le daba mucha vergüenza que le escucharan cantar. Una vez mi madre le escuchó precisamente Campanera mientras él estaba en la viña sin saber que mi madre se encontraba por allí. A ella le impresionó mucho porque nunca más le escuchó cantar. Me pareció una imagen muy bonita y representativa de lo que ha sido la copla: el alivio de faenas duras y la memoria sentimental que ha pasado de una generación a otra.

¿Qué periodo histórico trata?
La horquilla es muy amplia: a través de la zarzuela miro hacia finales del siglo XIX principios del XX; el cuplé nos da las claves de la primera década del siglo XX, y la copla de los años 30, 40 y 50.
Las canciones me permiten pasar la vista por estos periodos históricos y detenerme en las rupturas. Un ejemplo es cómo en el cuplé, a principios de siglo XX, se cantaban temas bastantes sexuales, letras políticas y se abordaba el feminismo. En la dictadura estas letras eran imposible. Esos quiebros de la historia que se reflejan en las canciones son cuanto menos interesante.

Hay escenas míticas en la historia de las copleras. Para las lectoras que no sepan lo que es un sujetador mental, ¿puede contarnos?
Fue un momento alucinante como tantos que tenía Rocío Jurado, que demostraba, como muchas otras, ser una mujer muy inteligente. Cuando la inteligencia viene de lugares que se consideran inesperados, que no están legitimados socialmente, puede ser más complicado verla, pero estas mujeres eran innegablemente mujeres listas. El sujetador mental viene de que la periodista Lourdes Lancho le preguntó en una entrevista a Rocío Jurado por su talla del sujetador. Y la Jurado, en lugar de sentirse incómoda, le contestó muy rápida: “El único sujetador que me preocupaba es el mental, que es el que tú te tenías que haber puesto para no hacerme esa pregunta”. Respuesta cómica, pero a la vez demuestra personalidad y reaños por no dejarse llevar. Hace poco encontré una entrevista a Concha Piquer en los años 20 cuando ella tenía veintipocos. El periodista le dice varias veces que es “guapísima” y ella le para y le dice: “No soporto esa tradición española del piropo. Me parece muy molesta, así que pregúnteme solo por mi trabajo”.

Lidia García firmando un libro. / Foto cedida por la autora

¿Qué reflejan las letras de las coplas?
Precisamente el libro lo he estructurado con los seis temas que me parecía que aparecían constantemente. El primer capítulo es sobre poderío femenino en todas sus variantes, el segundo es el amor, a veces más tóxico y otras con algunos destellos de esperanza. También está el tema del erotismo, que según la época se presenta de forma más o menos explícita; la clase social y la representación LGTBI también son recurrentes. Y por último, las letras que hablan sobre la representación de lo español.

Cuenta en el libro que eran contraejemplos: por un lado promovían un mensaje patriarcal con las letras de las canciones, pero que “al otorgar protagonismo a figuras femeninas que funcionaban como contramodelos abrían inesperados espacios de identificación para las mujeres, que hacían lo que podían con la cultura a la que tenían acceso”.
Me abrió muchísimo la cabeza el libro Copla para sobrevivir, de la investigadora Stephanie Sieburth. Cuenta que las coplas pudieron ser escritas desde un lugar pero que la gente las empleaba para canalizar las emociones desde otro. Ella afirma que la dramática emocionalidad de las tramas copleras sirvió para la elaboración del duelo forzosamente clandestino de los vencidos en la guerra civil. En la copla encontramos un discurso muy ambivalente y en mi libro cito a Alicia Murillo, que defiende que son canciones que representan el estado de calamidad en el que las relaciones heterosexuales dejan a las mujeres, en ese sentido funcionan como una especie de canción protesta. Inevitablemente la copla es hija de su época, así que lleva la carga patriarcal y esto conlleva el riesgo de romantizar relaciones tóxicas o abusivas. Así que luces y sombras conviven en el género.

Considera que es ideario patriarcal, pero que en ese “mirad lo que nos pasa”, del que hablas, hay algo potente. ¿Por qué?
Tanto Manolo Vázquez Montalbán como Carmen Martín Gaite señalaban el poder testimonial que tiene la copla, ya que refleja situaciones en las que las mujeres se veían espejadas. He ahí por qué tuvo tanto éxito: las letras trataban sobre amor, clase social, pobreza y reflejaban las situaciones a las que se enfrentaban aquellas que se salían del canon de lo que estaba bien visto. Pongo como ejemplo el ostracismo social que sufrieron las madres solteras y que las coplas narran y cuentan.

¿A qué se refiere la investigadora María Rosales Nadales cuando habla de la “poética de la sumisión femenina de la copla”?
La lectura que hace tiene más que ver con señalar las sombras, sobre esos procesos de romantización de la violencia de género como es el caso de la copla La Ruiseñora, en la que la mujer asesinada acaba casi disculpando al asesino. Y esto tiene dos lecturas, como hablábamos: por un lado está el de la romantización, y, por otro, se está tratando la violencia de género, que en la época tenía muy pocos espacios culturales.

Afirma que las folclóricas ocuparon un lugar de excepción en el espacio público, que gozaron de éxito y de cierto poder en una industria a la que considera complicaita.
La industria dependía de la época, pero por supuesto siempre fue patriarcal. En el caso del cine tenemos documentados los contratos que ellas firmaban y se evidencian clausulas abusivas. Aunque las protagonistas ganaban mucho dinero no tenían ni voz ni voto. Pienso en el caso de Carmen Sevilla explicando lo mucho que sufrió de joven porque por contrato no podía engordar para las películas, y ella tenía tendencia a hacerlo. También es cierto que en el mundo de los espectáculos teatrales algunas de ellas eran las jefas de la compañía, como Concha Piquer, empresaria y estrella.

Sigue trabajando en la segunda temporada del ¡Ay, Campanera! ahora en Podium Podcast, ¿le ha mejorado las condiciones materiales estar bajo el paraguas de Prisa?
Sí, han mejorado (se ríe). Pero claro, arrancaba de cero. En la primera temporada partía de ese entusiasmo del que habla Remedios Zafra, que tiene que ver con tener muchas ganas de saber cosas y compartirlas, pero que en ocasiones roza la autoexplotación. La primera temporada y la faena de divulgación en Twiter lo he hecho sin ganar un duro. Muchas veces para arrancar un proyecto tienes que demostrar que tiene interés, y para alguien como yo, hija de agricultores de un pueblo de Albacete, que no tengo capital cultural ni capital social, pues he tenido que trabajármelo, y luego ya he conseguido mejorar condiciones. Entre ellas está la de las cuestiones técnicas, que antes me lo hacía yo todo, incluso empecé sin micrófono y ahora hay un equipo, todas mujeres.

En esta segunda temporada está visibilizando a copleras fuertes, independientes, autónomas. ¿Tiene por ahí algún que otro ojito derecho?
Le tengo mucha querencia al cuplé y me interesa mucho la cantante María Conesa. Nace a finales del siglo XIX y triunfa en las primeras décadas del siguiente siglo. Una mujer poco conocida aquí pero en México fue muy muy famosa, tuvo que huir allí por un hecho muy trágico… pero no quiero hacer spoilers (se ríe). Le dedico el primer episodio de esta segunda temporada del podcast. Su vida me interesa mucho porque se da una intersección que es fundamental para entender a estas mujeres: ni a ellas ni a sus vidas se les entiende sin una lectura en clave de género pero también de clase, porque todas eran pobres y tomaron el cuplé, bastante mal visto y con una carga sexual fuerte, como una manera de seguir adelante. Así que revisitando sus vidas podemos aprender muchísimo. María Conesa no deja indiferente a nadie.

 


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