Carmen Xía: copla y rap para combatir las heridas abiertas

Carmen Xía: copla y rap para combatir las heridas abiertas

La artista presenta su extended play (EP) debut ’La Herida’, un trabajo de 11 cortes que aúna tradición andaluza y vanguardia en un mismo beat. El grito de una juventud perdida que se reconcilia con su pasado, luchando desde la ternura y la rabia contra el estereotipo.

Carmen Xía. / Foto cedida por la entrevistada

“Será mejor que trates mejor a esas bitches, no sea que de repente me escuchen y se compinchen”. Así resonaba uno de los versos del profético Lisístrata de Gata Cattana, quién estaría enormemente orgullosa de descubrir toda la escuela de raperas a las que unió y empoderó con su mensaje. Carmen Xía (Cádiz, 1996) se siente una más de esa interminable lista de discípulas. “Ella nos decía: tú también puedes ocupar espacios, hacer letras que lleguen a la gente. Tú también tienes muchas historias que contar”, apunta. En un contexto como el actual, tan atravesado por conceptos como el desarraigo territorial y la liquidez artística, hacen falta más autoras que verbalicen la desigualdad y la inestabilidad afectiva a la que parecemos estar condenadas.

Xía ha derribado la puerta del rap español este 2022 a base de quejíos flamencos sobre el bombo y la caja con el objetivo de ensamblar el folklore más puro dentro del rap (o viceversa). Todo bajo su inusitada faceta de rapera-coplera ya que para ella ambos géneros representan “er mîmmo cante con diferente toque”. Su propuesta rinde tributo a figuras míticas de la idiosincrasia cultural andaluza que van desde la propia Cattana hasta Lola Flores, Rocío Jurado o Marifé de Triana. Casi ná.

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Conciencia andaluza contra el destierro

Ocurre a menudo que hay datos que hablan por sí solos. Y los hay también que, al escucharlos, te hieren el alma. Los Indicadores Urbanos de 2021 publicados por el Instituto Nacional de Estadística (INE) concluyeron que Andalucía concentra 12 de las 15 ciudades más pobres de toda España. Por si fuera poco, esos mismos datos recogen que, de las 15 ciudades con más paro en todo el país, 10 se encuentran también en esta comunidad. Una situación que se agrava aún más si la contemplamos la situación de la juventud andaluza: una de cada tres personas menores de 35 años está actualmente en paro, y la mitad del total, si hablamos de menores de 25. Y eso que, para quien ha nacido en los últimos compases del siglo pasado, el futuro parecía excepcional al calor del progreso tecnológico y educativo que culminaría con un acceso triunfante al mercado laboral. Nada más lejos de la realidad: precariedad, paro, imposibilidad de emancipación y exilio han terminado por convertirse en sus inseparables compañeros de viaje. Un viaje que bien podría catalogarse como un destierro forzoso: “No es que queramos irnos, es que nos están echando”, dice la de San Fernanando (Cádiz).

Carmen Xía, que como miles de jóvenes se tuvo que marchar a Reino Unido para trabajar ante la dificultad de establecerse en su ciudad natal, sabe muy bien de qué hablamos: “A mí el sistema me había garantizado un porvenir fantástico después de todo lo que había estudiado. Lo que yo intento transmitir con mi obra es ese hartazgo que padecemos porque realmente queremos enraizarnos en nuestra tierra. ¿Por qué me tengo que ir de casa como hicieron mis abuelos?”.

“Êtta êh la îttoria de una comunidá migratoria, der buxe baçío y la dînnidá çudatoria, que mira mama la ançiedá êh notoria quiero un trabaho por mâh de 3 eurô la ora”, canta en Iha de mi çangre.

Si hay alguna cuestión de la que esta generación puede presumir orgullosa es de haber sido capaz de eliminar los tabúes frente al padecimiento emocional y plasmarlo en sus letras. En una industria musical tan ególatra, este hecho sirve para reconciliarse, aunque sea un poco, con la autenticidad. “Problemas psicológicos ha habido desde siempre en la historia de la humanidad. Nosotras hemos conseguido poner el foco en la importancia de que sin una buena salud mental no hay nada. Ahora nos toca reclamar una sanidad pública que nos respalde en esto. Yo tengo amigas que ahorran todos los meses para pagarse un psicólogo”, narra.

Ante esta coyuntura, un despertar colectivo pareciera la más humana de las reacciones, pero desgraciadamente, a pesar de la esperanza que está provocando la tercera ola andalucista (tras la que hubo antes de la guerra civil y la de la transición), el auge de políticas neofascistas asusta y el porvenir es incierto. La artista lo tiene claro: “La revolución andalucista no puede funcionar sin conciencia de clase feminista. Somos una tierra históricamente pobre y al servicio de los otros. Y la realidad es que el panorama hoy apenas ha cambiado”.

Una concienciación y empoderamiento que puede empezar desde el reconocernos bajo un mismo imaginario y lenguaje. Las letras de la gaditana hacen continuas referencias a la letra del himno de Blas Infante, como se observa en La Juani: “Andaluzas levantás?/ yo me levantao ya/ despué de tordía de pié/ yo me quiero ya sentá!!”. O en Orguyoça: “Vamoh a pedí tierra”. Además de emplear, como ya hacen otros grupos de éxito como Califato 3/4, la EPA (Êttandâ pal andalûh), una propuesta de escritura en andaluz creada en 2018 por el colectivo Er Prinçipito Andalûh.

La rabia, un veneno que crea conciencia

Para Carmen Xía, la queja es vindicación, la exteriorización de un malestar, siendo el primer paso para el cambio el nombramiento de los males, aquello que nos duele. Su obra no se entiende sin ese vínculo de clase y territorio, poniendo sobre la mesa cuestiones que afectan especialmente a las mujeres como la herencia desigual, la brecha salarial y la desavenencia del feminismo con el resto de luchas: “No dejamos de ser mujeres que nos quejamos de cosas. Da igual el formato o la época, lo importante es que estamos ahí peleando para que no nos toquen la tierra, por el jornal que nos merecemos y por un espacio en la lucha obrera”. La necesidad del feminismo para articularse como movimiento independiente ya nos la recordaba Gata Cattana en sus textos de juventud: “Y si alguna vez negociamos un mundo nuevo, queremos café para todos y todas, que ya van muchos siglos fregando las tazas”.

Carmen Xía no baja la guardia y critica la hipocresía los supuestos espacios de igualdad: “Los movimientos de izquierda han estado siempre muy masculinizados, hechos por y para el hombre. Nosotras estábamos de otra forma, para sujetar la banderita”. En los tiempos que corren su valentía reside en la apuesta por la voz y el cuerpo femenino, en un momento en el que la misoginia no solo tiene un rostro, como pudo constatarse en el pasado 8M. En este clima de desacuerdo la rapera aboga por la inclusión, pero sin desvirtuar por ello la lucha de las mujeres.

Entre sus referentes aparecen teóricas consagradas como Coral Herrera, Marcela Lagarde o Angela Davis, aunque la artista apuesta por un feminismo más callejero y transmedia, basado en el “tú a tú” del activismo, inspirado en el monólogo viral de la jienense Pamela Palenciano, No solo duelen los golpes. Otro punto de la agenda sobre el que llama la atención Xía es la lucha contra el feminicidio: “No guantâh, çino paliçâh. Ana Orantê cuenta çú ruína de forma telebiçiba, no çolo çon nombrê en lâ notiçiâ, recordâl-lâ êh açêh hûttiçia”, canta en La herida.

Su canto incita a la autodefensa, negando la resignación en la que hemos sido educadas. La reacción a los golpes es un leitmotiv del rap feminista. Carmen Xía, como ya había hecho antes Ira Rap en ‘La ira de Toffana’, ubica al personaje histórico en el territorio, refiriéndose a Ana de Jódar, una envenenadora jienense del siglo XVII que vendía a las mujeres la “cura” contra la violencia patriarcal, en su caso a través del vudú. La mujer violenta es profundamente subversiva en el imaginario católico, que nos quiere sumisas y pasivas y nos atraviesa todavía hoy con la culpa heredada: por ser mujer, por ser pobre y por ser andaluza. La rabia funciona como esa pócima contra el clasismo y la andaluzofobia desde la acción directa, como sentencia la artista en su himno Orguyoça: “Enbenenándote pa que t’ enfadêh, que por çer andaluçâh de otra forma çe nôh trate”. Narrar a la luchadora y a la superviviente es una forma de justicia poética ante tantas asesinadas por el sistema. Pero Xía lo hace dando la vuelta al victimismo impostado, convirtiendo en mártires de la causa a figuras como Ana Orantes o María Silva Cruz, piezas clave en una historia común por la soberanía de nuestro territorio, pero fundamentalmente de nuestro cuerpo y discurso.

Carmen Xía. /Foto cedida por la entrevistada

Sin embargo, la rabia no es lo único que mueve a la artista, sino la puesta en valor de la comunidad y los cuidados, punto de encuentro para la generación de dinámicas de apoyo entre mujeres, de camaradería sorora: “Cuando escribo pienso que se lo estoy contando a una amiga mía o también me imagino qué es lo que me hubiera gustado que me contaran a mí… escuchar desde el principio un ‘tía, no estás sola’”. El suyo es un rap que busca el cariño mutuo y la protección entre nosotras, huyendo del todavía muy escuchado tópico de la envidia femenina que la publicidad y el mainstream siguen promoviendo.

La herida

Este descargo emocional es una “llaga abierta” todavía en proceso curativo. Le cuesta disociar su herida individual: “En esta herida hay de todo. Está Andalucía, están las mujeres, todo lo que tiene que ver con la lucha feminista y LGTBI. También están mis propias heridas a nivel personal, como la angustia y ansiedad (…) estar en lucha pasa muchísima factura”. Estas emociones en Andalucía surgen de la contradicción, del mestizaje que caracteriza a este pueblo, en ese cruce que Carmen Borrego y Noelia Cortés veían en “la pena honda y la alegría por la supervivencia”. Para Carmen Xía no hay una visión maniquea de los afectos, el arte surge como proceso de sanación, de modo terapéutico, con un significado parecido al banzai de Gata Cattana, un desahogo capaz de “echarlo todo antes de ir a batalla”.

Pero el suyo es un arte minimalista, que se sustenta en las pequeñas cosas de la vida, donde la gaditana reinventa la idea de lo sagra’o, apropiándose de la visión eclesiástica de lo inmaculado, contaminada de lo que el androcentrismo jamás podría considerar sublime: “Los besos de mi abuela, o que mi madre me pregunte qué he comido”. En estas pequeñas cosas está su tribu, aquello que la representa. Es de ahí desde donde arranca como un quejío una genealogía de mujeres andaluzas en construcción, que sigue la estela de El plan de Gata Cattana, una oda desde el feminismo decolonial, apoyado en el concepto amplio de “negritud”, todo lo que no es ario, como lo entendía la eterna cordobesa.

 

 

Orguyoça y La herida conforman una historiografía situada, frente a otras composiciones más culturalistas como Las que faltaron, de Mafalda y Rebeca Lane, o el propio himno de Lisístrata. La originalidad de Carmen Xía reside en este diálogo con las ancestras: desde, por y para Andalucía retomando las voces de mujeres anónimas, con “cargas” cotidianas como la sobreexplotación, la precariedad, el desempleo, la imposibilidad de conciliación de la vida familiar y laboral o la gentrificación urbana, decantándose por el tratamiento de la rabia desde la ternura, como el indispensable Mujer frontera, de Clara Peya, Alba Flores y Ana Tijoux en apoyo al colectivo Jornaleras de Huelva en Lucha, un esbozo de la propia Andalucía en cuerpo de mujer: “Es mujer frontera es horizonte/ Es una autopista que separa sur y norte/ Es un trabalenguas en tu boca/ Es dos hemisferios/ es lugar de maniobra”. En definitiva, la puesta en valor del sector cuidados tan necesario para la vida y para el florecimiento del resto. Su concepto de tierra excede lo simbólico perfilando una naturaleza sufriente que invita a llorar, pero que a la vez resiste contra el expolio y el imperialismo, materializados en una agricultura y turismo insostenibles.

Carmen Xía se despide optimista, pisando fuerte ante una industria musical depredadora. De su obra emana un grito de llanto y de guerra, similar a los picotazos de las jornaleras, tambores rotundos que acompañan su cante, con la sensación de haberse armado con la fuerza de las suyas antes de salir a la batalla, dispuesta a darlo todo, sabiendo que su aportación no será en vano: “Ya he mostrado mi herida, ya he saca’o mi parte. Ya he puesto mi granito”.

 


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