‘Entre los rotos’, un relato de las consecuencias de la violencia machista en niñas y niños

‘Entre los rotos’, un relato de las consecuencias de la violencia machista en niñas y niños

La escritora mexicana Alaíde Ventura Medina recuerda que la novela no la retrata a ella a la vez que asegura conocer “bien y como propias las violencias y los silencios”.

Alaíde Ventura Medina. / Foto: Sergio Hernández Vega

Una familia debería ser refugio, y si no lo es, sus miembros pueden acabar rotos sin remiendo ni parche posible. La escritora y antropóloga mexicana Alaíde Ventura Medina (Xalapa, 1985) ha escrito una brutal novela titulada Entre los rotos (Tránsito, 2021), sobre un pater familias que como un huracán de mierda y malos tratos arrasa con la vida de la narradora y de su hermano Julián. En la página de arranque la declaración: “La primera guerra a veces es la casa. La primera patria perdida, la familia”.

En palabras de Ventura Medina: “Cómo hace mella la violencia patriarcal en esos dos niños, luego adultos es el detonador de la trama”, ya que estos dos hermanos “cargan con las secuelas de una infancia violenta y por lo tanto reproducen conductas de agresiones y patologías después”. Cada uno de manera distinta, “pero las violencias están ahí porque no se evaporan por arte de magia ni por decreto, sino que se cargan y reproducen el resto de las vidas”.

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El padre es un tanque entrando sin miramientos. Julián es “el depositario de una violencia directa, muy explícita, física y escandalosa, pero también de violencia verbal y de chantajes”. La hermana también lo sufre, pero es el niño Julián quien recibe la parte más abultada. La madre y el niño quedan borrados (como en mute) resultado de un constante maltrato, silencios reales que estrangularán poco a poco a la hermana. Con los años Julián acaba actuando como un caracol al que intentas rozar con el dedo: caparazón para dentro, omisión de comunicación con el exterior. Y es que resulta complicado hablar con alguien que no quiere: es cuanto menos frustrante y doloroso.

Así que el conflicto de la prota con su hermano es ¿cómo se pasa de “caminar juntos” y de “compartir monstruos”, de ser “la manifestación de un yo espejado e irrenunciable”, a parecer un extraño zombi impenetrable? Ella siente a su hermano como única casa y cuando la boca de Julián se seca ella lo vive “como una traición, como un abandono en el vacío”. La persona que queda fuera de la burbuja, o sea ella, siente agresión en el silencio, con lo que reaccionará ante ello.

Porque Julián es como un fantasma: puede que esté pero no habla. “El silencio nos confronta con nuestro dolor y nos obliga a mirar hacia dentro”, señala Alaíde Ventura, que considera que es otra forma de violencia. Puede que para el hermano sea un refugio, “pero a la vez es una manera de romper los vínculos con el mundo exterior”. Los silencios que manejaba el padre eran de auctoritas: hablaba solo cuando quería, contaba entre poco y nada y, sobe todo, mandaba callar cuando se le antojaba. Según la antropóloga Ventura los silencios funcionan con un doble mecanismo: es una ostentación de poder y control, o bien es un mecanismo de defensa. Ambos estados del silencio formulados en Entre los rotos.

Portada de ‘Entre los rotos’.

En la historia hay violentados de primera y de segunda. Julián corta cuchillo y raja la relación con su padre, pero ella no es capaz (o no quiere/ puede hacerlo). Así que una de las preguntas que sobrevuela el ambiente es: ¿por qué?, ¿por qué ella no es capaz de mandar a galeras a un padre que ha acribillado a su hermano y madre, y que incluso a ella ha torturado con vejaciones?, ¿cómo se acaban de romper unos lazos parcialmente rotos?

Alaíde Ventura dice que las personas heridas, maltrechas y rotas se reconocen entre sí: “Lo hacen porque espejean, se hacen cara”. Afirma que “en ocasiones cuando provienen de un entorno violento tienden a buscar esa misma violencia por otros lados, e incluso huyendo de ella acaban encontrándola en otras formas distintas”. La protagonista, en sus relaciones sentimentales, reproduce ciertos patrones tóxicos que ha visto y vivido en su casa. Es una rota que quiere romper. Demuestra por tanto que es complicado salir de una educación machista y violenta, que ella ha heredado como anillo familiar. Qualis pater, talis filius.

La relación con el cuerpo es otro gran tema de Entre los rotos: la comida como forma de escape y de mostrar explícitamente la infelicidad. El padre marcó la adolescencia de la protagonista con críticas duras hacia su cuerpo: la habían inculcado que hay cuerpos correctos y que tienen que ver con pequeñas tallas de pantalón. “Como se aprende que Madrid es la capital de España, las mujeres aprendemos que hay cuerpos correctos e incorrectos”, dice la autora. La prota dice en el libro: “Las palabras de papá eran navajas y él lo sabía. Iba clavándolas una por una, hasta que el dolor era inaguantable”. Un padre que lastimaba a su hija sin tocarla y que “tenía amarrada con una correa invisible que podía jalar cada vez que quisiera”. Muerto el perro ella es la rabia: es ella quien se autoreproduce la voz de su padre. Es su yo interno quien maltrata a su propio cuerpo: días sin comer o atracón y vomitera, relación trastornada y enfermiza con la comida.

Las preguntas más duras y bellas se las plantea justo cuando el padre fallece de infarto: “¿Y ahora cómo voy a hacer las paces con un recuerdo?, ¿a quién le reclamo este estado de ansiedad perpetua en el que vivo?, ¿a quién culpo de mis cambios de ánimo, de este impulso de tronarme los dedos, por morderme las uñas, por pasar días enteros sin comer y luego comer compulsivamente y vomitar alimentos, por mis celos enfermizos y mi habilidad para traicionar, por esta sensación de no ser nada en el mundo, de estar sola, de estar muerta?”.

Aunque la historia no retrata la vida de Alaíde Ventura Medina, la autora dice conocer “bien y como propias las violencias y los silencios”. Cuenta que tuvo que “mirarse y reconocerse” para contar en crudo este relato. Es por eso que el proceso de escritura ha sido “catártico y doloroso”, y la edición “meticulosa, por no decir obsesiva y maniática”. Durante la novela Ventura resignifica palabras a lo María Moliner, explica: “Es una manera de ponerle orden al mundo y al caos. Tiendo a la ansiedad y encuentro alivio en el formato de las listas y los diccionarios”. “Como una forma de control de lo pequeño” porque lo grande es complicado de maniatar, las listas (“como por ejemplo: motivos por lo que Memo [el novio de la protagonista] y yo peleamos o cosas que Julián heredó de mamá”), hacen que además de bien escrito resulte original.

Entre los rotos es un libro duro sobre las consecuencias de la violencia machista en dos criaturas (luego adultas) pero muy necesario. Como decía Susan Sontag: “Un buen libro es educación del corazón”.

 


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