“Ha habido feministas violentas, mujeres violentas, y se merecen que reflexionemos sobre ello”

“Ha habido feministas violentas, mujeres violentas, y se merecen que reflexionemos sobre ello”

Tras el éxito en Francia del libro ‘La terreur féministe’, la edición en castellano, 'El terror feminista', se publicará el próximo año. Entrevistamos a la autora, la militante feminista Irene.

29/12/2021
una mujer de negro posa

Irene. / Foto: Teresa Suárez

“De España y Euskal Herria, militante feminista desvergonzada”, según su perfil de Instagram, Irene (o Irene V. Rose, pero nunca Irène, con acento en cada sílaba, como lo pronuncian en Francia) es la autora de La terreur féministe, un ensayo sobre las mujeres que decidieron responder con violencia a la violencia patriarcal, y de cómo se quiso borrar este elemento de la historia del feminismo. Entre las clases en la universidad, el trabajo y una visita al gimnasio, a Irene (que así es como firma su libro) además le da tiempo para llenar de contenido anarcofeminista su cuenta de Instagram, donde la siguen más de 53.000 personas.

Después de más de 11.000 ejemplares vendidos en Francia, donde vive la autora, está previsto que El terror feminista salga traducido a principios del 2022 en castellano, de la mano de la editorial donostiarra Kaxilda.

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Tu libro arranca rebatiendo una frase de la feminista francesa de los 70, Benoîte Groult: “El feminismo nunca ha matado a nadie, pero el machismo mata todos los días”. ¿Por qué crees que se ha invisibilizado la violencia de los grupos feministas a lo largo de la historia?
En el feminismo, aunque queremos combatir el patriarcado, seguimos teniendo una feminidad muy pasiva, muy silenciosa. Es algo que tenemos dentro. Y aunque digamos que somos antipatriarcales, nos sigue dando miedo no gustar, molestar, no ser bien vistas por los hombres. Una mujer no puede ser violenta porque una mujer violenta está en las antípodas de la feminidad.

¿Crees que es algo que ha buscado una parte del feminismo?
Creo que sí. Porque, aunque es triste decirlo, cuando quieres hacer algo un poco más radical, las primeras que te critican son las mujeres. Son las primeras en decir “no vamos a hacer eso, que nos va a dar una mala imagen”. Y a mí me da igual la imagen que dé. Cuando eres feminista, te das cuenta muy rápido de que hagas lo que hagas te van a tratar como una mierda, te van a decir que eres una extremista, que estás loca, que eres una histérica, que odias a los hombres. Hagas lo que hagas te van a tratar mal. Entonces ya, pues mira, que nos dé igual, hagamos cosas útiles, que vayan realmente adonde queremos ir.

¿Y a quién crees que beneficia esta invisibilización buscada?
Tanto al patriarcado como a un feminismo más liberal, reformista, que lo que quiere simplemente es dar más espacio a las mujeres en la situación actual, pero sin producir cambios radicales.

Dices que responder con violencia a la violencia machista puede llegar a ser “vital, legítimo y necesario”, ¿qué le dirías a alguien que cree que esto solo engendra más violencia?
La violencia patriarcal está ahí, no se crea cuando me defiendo de una agresión, ya está ahí, siempre ha estado ahí. Yo pienso que cuando un tío me molesta por la calle, si le escupo, le insulto o le empujo, la violencia la produce él. Hay que dejar de culpabilizar a las mujeres e intentar ver de dónde viene esa violencia patriarcal. Siempre estamos poniendo en cuestión nuestra rabia, pero en vez de decirme a mí que no sea borde tienes que mirar qué situación lo ha provocado. Mi objetivo con el libro era poner la violencia sobre la mesa, porque no hablamos de ella, cuando en otros movimientos de izquierdas sí que se asume su existencia y se debate. En una asamblea feminista parece que ni se nos pasa por la cabeza. Ya solo hablar de acciones legales e ilegales es un gran problema. No busco definir si la violencia está bien o está mal, simplemente existe: ha habido feministas violentas, mujeres violentas porque no han tenido otra opción, y se merecen que reflexionemos sobre ello.

un libro sobre una mesa en la que también hay una taza de café

Libro ‘La terreur féministe’. / Foto: Teresa Suárez

Ilustras esto mismo en tu libro con el ejemplo de la confusión entre sufragistas y suffragettes, que parece creada para desprestigiar la lucha violenta.
Siempre te vienen con que el feminismo era mejor antes porque luchaban por cosas que eran importantes de verdad y eran pacíficas. Y mira, me parece curioso que pienses eso cuando las suffragettes lo que hacían era, entre otras cosas, romper ventanas y pegar a la policía. Este ejemplo me sirve para mostrar que el feminismo no es uno ni indivisible, que siempre ha habido debate, incluso dentro de las suffragettes mismas. Hay muchos feminismos y a veces se enfrentan, y otras pueden cohabitar.

¿A quién se dirige tu libro?
Me pareció muy curioso que lo hice en un contexto militante, pero en los encuentros me di cuenta de que el público que lo leyó es muy diferente. Me he encontrado con grupos de chicas de 15 años que me han dicho que toda su clase lo había leído. Y hasta señores y señoras muy mayores, de la edad de mi abuelo.

Pones mucho de tu historia personal, la de tu abuela, en concreto, en el texto, ¿cómo te sientes respecto a esto?
Hablar de mi abuela era una forma de decir que, aunque llevo hablando x páginas de la violencia, de teoría y de historia, este tema nos concierne a todas, y si te pones a preguntar a tu tía, a tu prima o a tu vecina, pues igual te encuentras historias como aquella vez que le pegó una hostia a un tío en el metro, o de cuando que le agredieron. Envié el libro a la prima de mi abuelo y me contaba que al día siguiente estaba en la playa en San Sebastián con las típicas señoras que van todos los días, y cuando estaban cambiándose una empezó a contar la historia de una chica que la violaron, y respondían las otras: “Es que hay que cortarles los huevos a todos”. Este tema se da más cerca de lo que creemos.

Abordas el male gaze, la mirada masculina en la representación visual, en este caso, de la violencia femenina. ¿Cómo lo definirías?
En Millenium, que es una película que me marcó mucho y me parece una película feminista por los temas que trata y cómo los trata, aunque haya que hacer una lectura crítica, se retrata la violencia desde un punto de vista masculino porque hay una hipersexualización del cuerpo femenino, por ejemplo cuando a Lisbeth la violan varias veces: la cámara, los sonidos, el encuadre, está hecho en cierto sentido para excitar al espectador. Además, respecto a los libros, en las películas de Millenium se quita violencia, las mujeres en el libro se defienden, y en la película hay cosas que se han quitado, como los golpes con el palo de golf, que solo vemos uno, cuando en el libro es una paliza.

¿Cuál es la historia que más te ha marcado del libro o que representa mejor la necesidad de defenderse?
La de María del Carmen, de Benejúzar [una mujer de Alicante que mató al violador de su hija en 2005 después de que este le espetara en una parada del autobús: “Buenos días, señora ¿cómo va su hija?”]. Me acuerdo de las imágenes del telediario, y la canción de Tribade que hace referencia a ella. Es algo que le sale de las tripas, algo que no es premeditado.

En un caso como el de Juana Rivas. ¿Hasta qué punto la justicia puede entender el contexto de un crimen así?
Es una justicia patriarcal, que está conducida por valores burgueses. Hay casos que han sido visibilizados como el de Jacqueline Sauvage, en Francia [quien mató en 2012 de tres disparos a su marido después de 47 años de abusos y violencia contra ella y sus hijas], que acabó siendo indultada por el presidente François Hollande en 2016, es decir, que no fue la justicia quien la absolvió. Y al final, hay casos que no tienen tanta visibilidad mediática, o incluso mujeres que no quieren tenerla. Y aún así tienes derecho a que se te haga justicia. Cuando nos hacen algo siempre quieren despojarnos de la agresión, que tengamos una actitud pasiva tanto durante el acto como después. Que no nos defendamos, que sean otros los que se ocupen, que denunciemos a la policía y que sean los jueces quienes se encarguen. Criticar la justicia y tener una postura anticarcelaria es una forma de reapropiarnos de nuestras propias vivencias y poder estar en el centro de la reconstrucción y de la justicia alternativa. Aunque ya sea ponerle unas palabras que no estén ya preparadas, que no sean las que la ley te da. Si no que reflejen lo que tú has sentido. Y que igual lo que tú necesitas es poder confrontarte a tu agresor o explicaciones, u olvidarlo durante un tiempo. Y no es lo que la justicia te va a proponer, porque son los que te dicen cómo van a ser las cosas, los que marcan los tiempos.

 

 

¿En qué situación se encuentra el feminismo francés respecto al español?
Les ha costado arrancar, salir a la calle. En las manifestaciones del 8 de marzo en París había 200 personas. El feminismo que se veía hasta ahora era muy burgués. Cuando se produce el asesinato de una mujer cuesta muchísimo sacar a la gente. Muchas veces, cuando matan a una mujer, se pone por delante el número de feminicidios, se deshumaniza, hay que contar y poner datos, pero aquí la cifra está por encima de la mujer asesinada. Al final, empezó a coger impulso con lo de los collages, es decir, haciendo algo ilegal, sin pedir permiso a nadie, imponiendo tu palabra en las calles. Desde entonces, las manifestaciones empezaron a ser más multitudinarias.

Tienes una comunidad enorme en Instagram, en la que haces mucha pedagogía, pero no la monetizas.
Siempre he escrito y siempre he sido muy petarda del “te voy a explicar cosas”; por ejemplo con mis amigos, a los que les contaba libros. Empecé así y se fue haciendo grande. Me gusta hacer resúmenes de libros, explicar conceptos. Lo que yo aprendo, quiero transmitirlo a la gente. Se puede ganar dinero con Instagram, y respeto a quien lo hace porque dedicar tu día a crear contenido es un trabajo. Pero yo hago la diferencia entre la gente que gana dinero para pagar el alquiler y la que gana más de lo que necesita.

¿Nos recomiendas unas cuentas de Instagram que te gusten?
Por ejemplo, en español: Safia El Aaddam, que habla de antirracismo y feminismo. Desirée Bela, también, que es muy pedagógica. Lucía Mbomío, porque analiza los discursos mediáticos. También sigo bastantes feministas gitanas como Estefanía Ruiz y Celia Montoya, que denuncian el antigitanismo presente en el feminismo.

 


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