Activista gitana feminista defiende a los machos gitanos

Activista gitana feminista defiende a los machos gitanos

No critico habitualmente a hombres gitanos porque no ocupan los puestos de poder que sostienen, consolidan, refuerzan, perpetúan el sistema patriarcal contra todas las mujeres.

15/12/2021
un a mujer habla de pie en un aula, va con pelo largo y negro, gafas y vestido estampado

Silvia Agüero, en una charla. / Foto cedida por la autora

“Activista gitana feminista defiende a los machos gitanos”. Con este nivel de sensacionalismo me califican a menudo. Lo sé, es la consecuencia de la frustración: esperan que una feminista gitana critique al patriarcado gitano ya que en el imaginario popular “nuestros” hombres son percibidos y señalados como mucho más machistas que los hombres payos.

Y claro, cuando se encuentran que lo que habitualmente denuncio es el patriarcado antigitano, es decir, la intersección entre el machismo y el antigitanismo, se frustran y dirigen sus exabruptos contra mí: que divido el movimiento, que no soy feminista, etc.

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Hoy voy a darle el gusto a todo el mundo, incluida yo misma, y voy a criticar el machirulado gitano.

Quien quiera entender, hace tiempo que entendió, quien no, he aquí este artículo con titular sensacionalista para que al menos deis click.

No nos designamos feministas porque luchemos contra esos hombres a los que llamáis “nuestros”: “Vuestros hombres son más machistas y vosotras las gitanas más sumisas” es el latigazo que nos soltáis desde vuestra superioridad moral paya. Eso os hace sentiros mejores feministas y es algo que os ha hecho tragar el patriarcado, que os engaña. Además, esa frase con la que sacáis a relucir una moral lavada y moderna la utilizan los señoros payos que encabezan y lideran este patriarcado que nos oprime a todas. La utilizan para insultaros y para acallar el movimiento.

Esa frase esta impregnada de: “Lo veis que no tenéis que gritar tanto feminazis, mirar a las gitanas, vosotras sois libres, mirad qué buenos somos nosotros, los gitanos sí que son machistas”.

Nos designamos feministas por las mismas razones que ustedes, señoras. Porque creemos en que la desigualdad nos invisibiliza en la historia, porque nos matan, nos cosifican, nos violan, por la pobreza económica y, sobre todo, porque hay una desigualdad brutal entre hombres payos blancos‒cis‒hetero y mujeres gitanas.

Por estas razones, voy a intentar que vomitéis, con perdón, esto que os han hecho tragar con embudo, porque me importa el Pueblo Gitano y porque me importa el movimiento feminista, en este orden de prioridades.

Para empezar a engancharos a este artículo, voy a justificarme por primera y, espero, última vez. Por eso voy a señalar al único hombre gitano que tiene poder verdadero en este Estado en el que nos ha tocado nacer.

Se me ocurrió escribir este artículo porque mi amiga Merce, que es paya y es mi muy mejor amiga (lo explico porque así mi justificación vale por dos y no me llamáis payofóbica), me dijo que un artículo como este iba a tapar muchas bocas, que ella misma había discutido con mujeres que me habían quitado mi puntuación del carnet feminista porque nunca señalaba el machismo de “mis hombres” (me encantaría que leyeseis lo de “mis hombres” con un tono dramático y voz impostada, así es mas chachi).

El caso es que me encontré en unas jornadas con Diego Luis Fernández, director del Instituto de Cultura Gitana, quien lleva 14 años en el cargo, gitano, abogado y con aires de sabelotodo mediocre porque ha estudiado en jambolandia (universidad de referencia paya). Cobra mi paisano un sueldo bastante alto y su Instituto tiene una dotación económica de 325.000 euros (según sus datos del ejercicio 2020), proveniente principalmente del Estado (tus impuestos y los míos, ya tú sabes), para “hacer cosas” sobre cultura gitana.

A punto de entrar en las jornadas, cuatro gitanas y una paya se acercaron a mí para que les firmara el libro Resistencias gitanas cuando el susodicho señoro vino a explicar a la lacorrilla (paya, pero en tono cariñoso) y a las cinco gitanas allí congregadas que esa obra de teatro que se había representado el día anterior no era para gitanas “que ellas no lo entendían”. Las cinco gitanas le miramos con cara de de espanto y el paisano rectificó: “Ni pa’ gitanas ni pa’ payas” y se quedó tan pancho; “es muy técnica, bla, bla, bla”; ahí le corté e intenté no saltarle a la yugular. Les pregunté a las gitanas si este señoro les había preguntado y que por qué estaba hablando de ellas así sin que ellas le hubieran dado autoridad ni autorización para hablar en su nombre. Preguntaron quién era ese jambo y le gritaron al gitano bocachancla (dícese de la persona impertinente que dice cosas inapropiadas para el momento o lugar, o que cuenta cosas sobre las que debería guardar secreto) que ninguna de ellas estaba impedida para el entendimiento de esa obra de teatro ni de la física cuántica si era menester. Se marchó el aludido tratando de eludirse ¡con el rabo entre las patas!, nunca mejor dicho.

Se acabó el tiempo en el que las mujeres, payas o gitanas, nos callamos. Estos señoros tienen que aprender que no nos representan porque nadie los ha elegido para representarnos y porque nos representamos nosotras mismas.

Cuando critico a los payos que hacen leyes contra todas las mujeres, critico al patriarcado institucional que nos oprime. No critico habitualmente a hombres gitanos porque no ocupan los puestos de poder que sostienen, consolidan, refuerzan, perpetúan el sistema patriarcal contra todas las mujeres. A los gitanos, a esos que son “nuestros hombres”, “mis hombres”, mayormente los matan día sí y día también o mueren en circunstancias extrañas bajo custodia policial o en dependencias policiales.

El único hombre gitano que sí que tiene un poquito de poder porque ocupa un cargo institucional por el que cobra un jornal digno de un director general es este al que le estoy dando pa’l pelo y pa’ la corbata. Así que, queridas, devolvedme los puntos de mi carnet feminista que, ya me veis, también critico a ese patriarcado gitano del que habláis cuando verdaderamente es ejercido por un señoro tan machirulo y que suelta sus machiruladas sin lache y sin respeto ninguno.

 


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