Cuando la casa no es segura. Feminismoz armatu!

Cuando la casa no es segura. Feminismoz armatu!

El declive acelerado del sistema público y el aumento de las agresiones machistas, homófobas y tránsfobas nos piden que cuidemos nuestro movimiento popular, nuestra comunidad. El feminismo es nuestra arma más certera.

24/11/2021

“Quedaos en casa” ha sido el mantra que hemos tenido que interiorizar en la sociedad durante los dos últimos años. Hace un año dijimos bien alto que los toques de queda nos encerraron en situaciones de violencia a las mujeres* y a las personas disidentes de la heteronorma. En muchas ocasiones, las casas no han sido lugares seguros para las mujeres, ni en el confinamiento, ni antes ni durante ni después de la pandemia. Entre las cuatro paredes de la casa, en las familias, se han producido diferentes violencias: diversas violencias contra las mujeres, LGTBfobia y ataques transfobos. La casa es un espacio adaptado a las relaciones heteronormativas de pareja y a las familias nucleares, por lo que fomenta un modelo de vida atomizado e individualista orientado a esta norma, poniendo de manifiesto las limitaciones y obstáculos para vivir en comunidad. Designar y visibilizar las violencias que se producen en el ámbito privado ha sido siempre prioridad de la lucha feminista, y ahora, lamentablemente, tenemos que analizar con urgencia el contexto de post-pandemia. Para nosotras la casa, además, no es solo un espacio formado por cuatro paredes. La casa no es sólo vivienda. La casa también es la comunidad cercana a la que pertenecemos, el pueblo y el territorio que nos rodea.

En la última década hemos asistido a la explosión de la estafa del estado del bienestar. Ahora, aprovechando la situación de shock provocada por la pandemia, hemos visto el declive acelerado del sistema público. Las privatizaciones han supuesto, por un lado, la pérdida de derechos y, por otro, el empeoramiento radical de la situación de la clase trabajadora. Además, este proceso nos ha perjudicado especialmente a las mujeres: en Osakidetza, por ejemplo, la supresión de la primera atención ha dejado en situación aún más vulnerable a muchas mujeres que sufren violencia machista, en los servicios públicos, el aumento de la digitalización ha dejado a muchas mujeres fuera del derecho a obtener recursos, se ha limitado la atención para la diversidad de género, y como no podía ser de otra manera, las condiciones de vida de las mujeres que realizan trabajos de cuidado se han deteriorado, sobre todo debido a la privatización constante de los cuidados y al aumento de la carga de trabajo; por tanto, la crisis de cuidados se ha agravado.

Los gobiernos de los territorios vascos denuncian las agresiones, pero a su vez son ellos los que establecen recortes en materia de igualdad. Dicho de otra manera, la precarización de los servicios públicos es cada vez más grave, y esto es directa e indirectamente, violencia hacia las mujeres.

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Hemos visto que se han incrementado otras muchas violencias en la sociedad. Un claro ejemplo de ello es el aumento de la masculinidad tóxica en las calles y en el ambiente nocturno, al recuperar, con la vuelta a la supuesta “nueva normalidad”, ciertos derechos que se nos habían vulnerado; las agresiones machistas han aumentado considerablemente a diario, así como las agresiones homófobas y tránsfobas. Así las cosas, no compartimos las lecturas y reivindicaciones tránsfobas que últimamente se están difundiendo en nombre del feminismo. Las feministas hemos hecho un largo recorrido en la reflexión sobre los modelos y ambientes festivos, así como en tareas de transformación y concienciación. Ahora, cuando volvemos a los espacios públicos, nos encontramos de nuevo con la masculinidad agresiva y las violentas relaciones de poder. Ante esta situación, es hora de recuperar calles y casas desde el feminismo: ¡ninguna agresión ni respuesta!

Todo lo que hemos mencionado requiere, necesariamente, una profunda reflexión a nivel interno. Tenemos que cuidar nuestra casa cercana, el movimiento popular, nuestra comunidad. Debemos colectivizar responsabilidades y compromisos, desde nuestros espacios, asumir responsabilidades desde dentro y poner en marcha prácticas transformadoras y procesos liberadores basados en la solidaridad, el cuidado y la protección. Al mismo tiempo, debemos construir alianzas amplias, defender y exigir un sistema público que garantice nuestras necesidades materiales y subjetivas.

Cuando la casa -sea el pueblo, la comunidad o la vivienda- no es segura, el feminismo es nuestra arma más certera. La fuerza de la organización feminista es, debatir sobre feminismos, tejer redes, cuestionar y, desde ahí, transformar nuestros entornos, empoderar y responder con autodefensa feminista. Queremos una casa sin violencia, una Euskal Herria sin violencia. El cambio está en nuestras manos, armemonos de feminismo.

*Continuamos utilizando la categoría de mujer para incidir políticamente en nuestra realidad actual a pesar de que por encima del binomio sexo-género que marca el sistema también existimos múltiples vivencias, trayectorias, capacidades e identidades (bolleras, trans…).


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