Las Fuerzas Armadas también deben desaparecer

Las Fuerzas Armadas también deben desaparecer

Las Fuerzas Armadas son el único órgano que obtiene un aprobado cuando se pregunta a la ciudadanía por su confianza en las instituciones en la encuesta sobre la monarquía realizada por el instituto 40dB. Sin embargo, acabar con la Monarquía tiene que ir de la mano de abolir el Ejército actual, heredero del franquismo.

12/10/2021

¿Qué hace el ejército? Según Margarita Robles, ministra de Defensa, “realiza un trabajo encomiable e invisible para que todas vivamos en un mundo mejor”. Sin embargo, esta respuesta es igual de escueta que la idea que las personas de a pie tenemos sobre las labores de las Fuerzas Armadas. Lo que sí tenemos es un bombardeo constante de simbología castrense, sobre todo desde el inicio de la pandemia y la consecuente guerra contra la Covid-19. El lenguaje bélico que se utilizó día sí y día también, tanto en ruedas de prensa, como en noticieros y medios de comunicación, nos imbuía de lleno en una distopía militarizada: “primera línea”, “combatir el virus”, “trincheras”, “toque de queda”; un discurso que además tenía su correlato en las calles de 48 localidades con un despliegue de 2.600 efectivos organizados en patrullas de vigilancia. La llamada “Operación Balmis”, facultó a los militares con la condición de agentes de autoridad, es decir, una función que es exclusiva de las Fuerzas de Seguridad, como las policías y la Guardia Civil. Todo este despliegue con el fin de “proteger y servir a la ciudadanía y combatir la pandemia”. Las loas gubernamentales a las Fuerzas Armadas y de Seguridad se estrellaban con recomendaciones como las de Amnistía Internacional, quienes denunciaron los miles de casos de vulneración de derechos humanos y ciudadanos durante todo el período del estado de alarma. Me pregunto entonces, ¿quiénes se sienten seguros o más protegidos con los militares en las calles? ¿Qué cuerpos y qué vidas son las que protegen las Fuerzas Armadas? ¿Cuál es esa ciudadanía a la que hay que servir? ¿Quiénes son ciudadanos en un país europeo que se sigue negando a la regularización de migrantes sin papeles, incluso en momentos de crisis?

Como bien dice Susan Sontag, las metáforas militares sobre la enfermedad sirven para estigmatizar y deshumanizar a quienes las padecen, esto último es clave de las funciones de un ejército: deshumanizar al enemigo.

Declaraciones como las de la ministra solo sirven para limpiarle la cara a una institución cuya naturaleza, al igual que la de las Fuerzas de Seguridad, como partes constitutivas del Estado moderno, es detentar el monopolio de la violencia, es decir, ejercer violencia bajo la premisa de mantener el orden, la soberanía y la independencia de España.

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Instituciones siempre atentas al enemigo, no importa que, en la mayoría de los casos, “el enemigo” sea una ficción, una construcción para mantener la falsa dicotomía del ellos vs. nosotros.

Esta ficción, sirve para sostener otra más grande: la Patria. Es ésta la construcción que permite y alimenta la identificación e identidad nacional, y lo que explica por qué las Fuerzas Armadas son una de las instituciones en las que confía la ciudadanía, aun sin tener idea de cuáles son sus funciones de facto. Es el patriotismo lo que justifica declaraciones insultantes contra los pueblos indios, partidos políticos neofascistas o expresidentes ridiculizando a otros jefes de Estado. No nos sorprenda que el 12 de octubre, Fiesta Nacional de España, llamada erróneamente y por herencia franquista, “Día de la Hispanidad”, desfilen por la Castellana, una de las arterias principales de la capital del reino, más de 4 mil efectivos de las Fuerzas Armadas, teniendo esto un coste de 566.834 euros (2019). Cabría preguntarnos, aún a pesar del enorme gasto que esto supone, ¿por qué se sigue manteniendo esta exhibición de poderío bélico? Sobre todo, tomando en cuenta el pasado dictatorial de España y un presente en el que continúan miles de fosas comunes sin exhumar.

 

El siglo XX español está fuertemente marcado por la presencia de las Fuerzas Armadas. Desde septiembre de 1923, momento en que el general Primo de Rivera, accede al poder gracias a un golpe de estado, militarizando la vida civil, con la formación de un Directorio Militar; hasta el 1 de abril de 1939, año en que se instaura una dictadura de corte fascista que duró 40 años. Durante sus cuatro décadas de vida formal, el franquismo ensalzó la figura de las Fuerzas Armadas como protagonistas de una cruzada contra los “peligros del comunismo” y garantes de la paz, el orden y la religión católica, tanto, que a día de hoy es incluso posible afirmar que el franquismo sigue siendo la ideología dominante en el Ejército, baste solo leer arengas como la “Declaración de desagravio a Franco” (2018), firmada por 181 militares retirados para comprobarlo. Entonces, ¿qué nos dice de la sociedad española su confianza en las Fuerzas Armadas? Confianza por encima de la confianza a los sindicatos o los partidos políticos ¿Qué nos dicen las declaraciones de una ministra socialista, para quien gracias al ejército “vivimos en un mundo mejor”? Las Fuerzas Armadas españolas, por mucho que se pretendiera desde la Transición pintarlas como democratizadas, es una institución en la que los altos cargos franquistas no han sido depurados, e incluso han sido promocionados a altos cargos en democracia. Esto debiera ser inaceptable en un país que se define a sí mismo como democrático, máxime con un gobierno a cargo de un partido socialista.

El 12 de octubre como Fiesta Nacional no ha perdido ni un ápice del halo franquista que desde 1939, en Zaragoza, adquiriera. Hemos sustituido al dictador por la familia real. Poco importa que oficialmente ya no se llame Día de la Hispanidad, la celebración y reproducción del genocidio a un sin fin de pueblos sigue siendo el circo que deliberadamente pretende crear una amnesia colectiva a la vez que ensalzar dos instituciones profundamente franquistas: la Monarquía y el Ejército.

Entonces, ¿cómo desaparecer a una sin la extinción de la otra? Juan Carlos I heredó un ejército franquista, cuya lealtad fue un mandato del dictador en su testamento político. Desde entonces y hasta nuestros días, Felipe VI, como hiciera su padre, mantiene una relación muy estrecha con el Ejército y, si bien es cierto que el comandante en jefe de las Fuerzas Armadas es el presidente de Gobierno, en la jerga castrense tiene mucho peso el mando supremo, que corresponde al rey, quien ejerce como capitán general del Ejército de Tierra, de la Armada y del Ejército del Aire.

¿Cómo plantearnos una posible futura República sin depurar el franquismo aún perviviente en instituciones como las Fuerzas Armadas? ¿Cómo imaginarnos formas más democráticas de vivir cuando la sociedad tiene en alta estima a una institución cuya naturaleza es la de mantener el orden a través de la violencia? ¿Cuánto sabemos del funcionamiento y formas de ejecución de dicha violencia? ¿Cuál es la responsabilidad tanto de miembros del Gobierno, como de los medios de comunicación en la creación de la imagen de los militares como elementos de “gran calidad humana, generosidad, profesionalidad, entrega, espíritu de servicio y compromiso”? Estas son algunas de las muchas preguntas que surgen al constatar que las Fuerzas Armadas son las únicas en la encuesta con nota aprobatoria en la evaluación de la confianza de la ciudadanía en las instituciones. Posiblemente no tengamos todavía las respuestas, sin embargo, algo tengo claro y es que el franquismo es una larga sombra que aún se extiende por las dos, las tres y las muchas españas que en cualquier momento nos helarán el corazón.

La Encuesta sobre la Monarquía es una iniciativa impulsada por la Plataforma de Medios Independientes (PMI), que agrupa a 15 cabeceras, entre las que se encuentra Pikara Magazine. Para poder realizar la mayor encuesta hecha nunca en España sobre la monarquía, la PMI organizó una recaudación de fondos que logró completar en un solo día. La encuesta financiada por 1965 donantes se encargó a 40dB., el instituto de opinión dirigido por Belén Barreiro, expresidenta del CIS (Centro de Investigaciones Sociológicas). El proyecto surgió tras la solicitud de estos medios al CIS de una encuesta sobre la monarquía, un asunto sobre el que el organismo lleva más de cinco años sin preguntar.

 

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