Justicia poética

Justicia poética

Desmontando a los jueces patriarcales que nos pueblan. Justicia patriarcal no es solo el dolor (quizá mayor aún que la propia agresión) al que tendrían que enfrentarse las mujeres a las que les ha sucedido esta basura si decidieran acudir a la ley. Tras ser cuestionadas y violentadas, seguramente no podrían demostrar que no hubo consentimiento

29/09/2021
Ilustración de Señora Milton publicada originalmente en Lata de Zinc

Ilustración publicada originalmente en Lata de Zinc.

El otro día vi un video muy valiente y certero de la poeta y actriz Juana Dolores en el que hablaba de una relación de maltrato cuyo peso acarrea tras haber roto, aún habiendo hecho el trabajo de sanar. La sociedad le supura. Su maltratador sigue circulando por los circuitos artísticos, y ella, en cambio, tiene que justificarse constantemente por esta denuncia con la que va a continuar.

La justicia será poética algún día, y estará llena de nombres y apellidos, catalanes, riojanos, vascos, madrileños, españoles…, pero aún es patriarcal. El trabajo de revertir esta tendencia no hay que hacerlo a gritos en las plazas cuando salen las sentencias de las manadas o las otras Juanas (también allí, pero no solo). Es imprescindible desactivar al juez extra-académico que traemos muchos incorporado (unos más que otras) y orientarlo hacia el rincón de pensar.

Conozco a un tío que tiene un bar en mi barrio.

Su bar es muy testosterónico y cocata, tiene esa energía reconcentrada tipo olor a Brumel y resaca de licor café. Los vecinos le tienen la guerra declarada y él paga multas y pide ayuda económica a la parroquia para poder abrir porque le cierran una y otra vez.

Muchísimo compadreo y solidaridad alcohólica le permiten seguir en pie.

Hasta aquí, por qué no, todo bien.

También conozco a tres mujeres. (UNA. DOS. TRES) que, como yo, han ido a su bar.

Ellas se han quedado más rato seguro, primero porque se estarían divirtiendo y luego porque no se podían mover. Las tres han amanecido en casa del tío del bar, tras una nebulosa. Dos tenían dudas sobre cómos y cuántos; otra, no. Tenían dolor de coño y de cabeza, las tres. La que salió de dudas, lo hizo mediante una visita a urgencias en la que le confirmaron que había mantenido relaciones sexuales aunque no las recordase muy bien. Ninguna puede estar segura de este dato, sin embargo, las tres creen que el tío del bar les había puesto algo en la bebida. De lo que sí que puedo estar segura yo es que, con o sin burundanga, si ellas no recuerdan haber subido a su casa ni haber consentido, se trata de una violación que no contemplará la ley.

Seguro que tras haber leído hasta aquí, muchas ya sabéis que ellas no van a denunciarle y también sabéis exactamente por qué. Para los que tengáis la enorme fortuna de no haberos visto nunca en este peligro, os lo explicaré: si denuncian, tanto pública como judicialmente, les van a hacer muchas preguntas que implican un juicio a ellas y no a él. Cuánto has bebido, cuántas rayas, no podría ser que… También saldrán los amigos del tío diciendo que esta es un poco puta, que una noche se enrolló con este y otra con aquel. Y que la otra es una yonki, que siempre se pone del revés. Además, como la testosterona y la farlopa no siempre combinan bien, también temen, cómo no, que les agredan o las hundan a más de un nivel.

 

Justicia patriarcal no es solo el dolor (quizá mayor aún que la propia agresión) al que tendrían que enfrentarse las mujeres a las que les ha sucedido esta basura si decidieran acudir a la ley. Tras ser cuestionadas y violentadas, seguramente no podrían demostrar que no hubo consentimiento (ni aún siendo tres) y a él no le pasaría nada y ellas tendrían la vergüenza y el estigma de no ser la víctima adecuada: es un poco especialita, le pasó una movida. Y como él sea elegante y listo, la gente recordará lo folloneras que son ellas, más y mejor, que lo que hizo él. Justicia patriarcal no es solo esto, que desde luego lo es.

También es que los hechos que relato se sepan bastante entre los parroquianos y al tío del bar no se le cancele y se le sigan dando palmadas y riendo y pidiendo más copas y diciéndole, por tantas otras cosas, ¡vamos machote, qué bien! Como si uno pudiera ser enrollado pero tener este defecto, como si ser un violador no te ocupara todo tu ser. No se puede ser simpático pero violador, ¿comprendéis?

Así que luchemos por instaurar primero en nuestra vida cotidiana una justicia igualitaria.

Y recemos porque la justicia poética nos posea la vida entera cuando veamos el patriarcado caer.

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