“Lo más importante de la palabra poliamor es el sustantivo amor y no el prefijo poli”

“Lo más importante de la palabra poliamor es el sustantivo amor y no el prefijo poli”

Sandra Bravo es periodista y centra su trabajo en la divulgación del amor, el sexo y el feminismo. En 2002 creó la plataforma hablemosdepoliamor.com un espacio online donde comparte sus ideas sobre afectos y sexualidad, con una óptica feminista, LGTBI+ y no monógama.

07/04/2021
una mujer en una azotea entre banderillas, fotos en blanco y negro

Sandra Bravo. / Foto: @polymerboy

Con ocho años Sandra Bravo pedía a la virgen María que le reservara un hombre bueno, casto y puro como futuro marido, alguien que la respetara hasta vestirse de blanco y le exigiera después el sexo justo y necesario para tener desendencia. Hoy asegura no saber el momento exacto en el que cambió de opinión, pero no titubea al decir que lo hizo además de manera radical. Comparte sus reflexiones en Todo eso que no sé cómo explicarle a mi madre. (Poli)amor, sexo y feminismo (Plan B, 2021). Un ensayo íntimo donde, a través de su experiencia e intentando nunca olvidar la posición de privilegio que ocupa en esta sociedad, relata en primera persona cómo ha sido su transitar por el feminismo, el poliamor, las contradicciones y el rechazo de su madre ante su decisión de salir del armario, un armario al que su familia la volvió a meter para evitar entender su forma no normativa de relacionarse sexoafectivamente.

“Encajar en el género que han asociado a tus genitales es un privilegio, como muchos otros. Yo, personalmente, encarno muchos de ellos. Soy mujer blanca, alosexual, «cisgénero», con estudios universitarios, con habilidades sociales y un cuerpo normativo. Estoy dentro de lo que los cánones de belleza occidentales podrían considerar guapa, pero sin exagerar, lo cual me permite que mi inteligencia y bondad no se vean cuestionadas. Tengo tantos privilegios que solo me faltaría ser hombre cis, hetero, mónogamo y rico para tenerlos todos. Y quiero utilizarlos para cambiar esta sociedad injusta en la que vivimos; porque no me gusta”, escribe en el libro.

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Después de leer tu libro y el de otras autoras contemporáneas que trabajan los mismos conceptos –poliamor, feminismo–, me atrevería a decir que la monogamia es un sistema excluyente que fundamenta su sostén en el capitalismo. Si estoy en lo cierto, ¿no deberíamos apuntar al capitalismo más directamente y no ir desmontando sus ramas de manera aislada? Porque me da la sensación que en ese desmontar se puede incurrir en prácticas que siguen afianzándolo.
El capitalismo, el patriarcado, la concepción de los roles de género, el capacitismo o el racismo, entre otros, están interrelacionados, por ello creo que no se puede atacar un eje sin atacar otro. Aunque el sistema monógamo se sustenta, en parte, gracias al capitalismo, entiendo que también lo hace gracias al sistema patriarcal, al capacitistismo, a la heteronormartividad o al racismo. Es un sistema que se apoya en una serie de privilegios, opresiones y ejes de poder. Creo que desde los feminismos se están atacando muchos frentes, no tengo la sensación de que estemos yendo solamente contra el capitalismo, sino que se menciona el capitalismo pero también los ejes homófobos o elegetebifóbicos, los ejes capacitistas, los racistas no tanto, pero también se empiezan a tocar gracias a los feminismos negros. Algo que aprendí de Antonio Centeno, activista por los derechos de las personas con diversidad funcional, es que es necesario ir atacando y bombardeando desde el activismo los diferentes puntos de opresión, no esperar a desmontar uno al completo para abordar otro, porque todos se retroalimentan entre sí. Así que creo que deberíamos ir combatiendo todas las opresiones en la medida de nuestras capacidades sin dejarnos la piel en el intento.

Profundizando más en el tema de la igualdad entiendo que en una sociedad heteropatriarcal las relaciones sexoafectivas no son igualitarias, pero ¿y en el poliamor? o ¿está siendo tan fácil esa igualdad?
El poliamor no deja de ser una práctica entre personas que estamos dentro de un sistema heteropatriarcal y capitalista. El poliamor como práctica, es decir, tener más de una pareja a la vez, no cambia nada. Para hacer un trabajo que rompa con el sistema de opresión en el que vivimos tenemos que revisar los privilegios, romper con el binarismo de los roles de género, con el reparto de cuidados, con los valores patriarcales, etc, porque si no no cambiamos nada.

Las personas que hacemos activismo en temas de no monogamias estamos insistiendo mucho en que la parte del poliamor más importante no es el prefijo poli sino el sustantivo amor. Se trata de trabajar porque los afectos sean accesibles a cualquier persona y no solo para las personas con más privilegios. Para ir más allá de la monogamia tenemos que ver la sociedad unida al contexto político en el que nos relacionamos, no solamente la persona con la que nos vamos a la cama. El poliamor en sí puede estar muy bien en el sentido de que se rompe con esa exclusiva socioafectiva que, al final, es un control también en los afectos, los cuerpos, el deseo de otras personas, pero hay que rascar un poquito más porque también puede pasar que el poliamor acabe siendo un escenario donde los hombres tengan su harén de mujeres y esto se vea como supernormal y acabemos multiplicando las violencias de la monogamia.

El poliamor ha sido abrazado por medios de comunicación, pero ahora que se habla más y se escribe más sobre poliamor. ¿Se está visibilizando un falso poliamor?, ¿creando falsas expectativas sobre esta nueva forma de relacionarnos?
En muchas ocasiones, sí. Nos estamos yendo al relato simplista de que poliamor es una tríada, de que poliamor es lo mismo que estamos haciendo hasta ahora pero con más gente, follando más y un poquito más viva la pepa. Puede pasar que se esté dejando de lado que comprometerte con más gente implica multiplicar los cuidados, la responsabilidad afectiva, el tiempo que tienes que dedicar a tus afectos, multiplicar la escucha, multiplicar muchísimas cosas, y esto no se está visibilizando. Los medios en muchos casos se están quedando con los detalles logísticos pensados desde una lógica monógama. Quizás los medios de comunicación están enfocando el poliamor en esto que dice Brigitte Vasallo, la decoración de la casa, en lugar de irnos a los cimientos.

En la actualidad el modelo que impera dentro del poliamor, el modelo polinormativo, para muchas personas no es una posibilidad, me refiero a personas consideradas feas, gordas, pobres, enfermas, con diversidad étnicorracial, personas con discapacidad. ¿Qué opinión te merece?
A estas personas se les niega el derecho ya no solo al poliamor sino a la monogamia, se les cierra la puerta a los afectos y se les niega el permiso a ser y existir. Las personas que no tienen una belleza normativa, que tienen algún tipo de diversidad, personas no blancas o que no son cis o heterosexuales. A todo lo que se sale de la norma se le pone la etiqueta de defectuoso, enfermo, impuro e inmoral, y entonces se les indica que no son válidos para que alguien les desee. Se les van cerrando puertas a lo largo de su recorrido vital, no solo en el plano de las relaciones poliamorosas, sino dentro de las relaciones normativas, porque son consideradas un despojo humano. Por eso siempre insisto que a través del feminismo debemos intentar desmontar estas ideas, para que personas así pueden acceder de la misma manera y en las mismas condiciones a los afectos que puede acceder un hombre cis, blanco, burgués y con todos sus privilegios.

¿Es la amistad un punto de partida, un marco que nos indica cómo podríamos hacer mejor las cosas en las relaciones sexoafectivas?
La amistad es un vínculo superimportante y necesario en nuestras vidas al que tenemos muy olvidado y muy poco cuidado, y quizás podría ser un buen referente. Con las amistades hay una serie de lógicas de posesión y de exclusividad que normalmente no operan y eso es bastante interesante. Normalmente no contamos a los amigos, no nos enfadamos cuando nuestros amigos quedan con otras personas. Entendemos que unas amistades pueden convivir con otras, que el cuidado de unas no resta cuidado o amor a otras… Para mí sí que ofrecen un marco bastante interesante, aunque creo que las amistades también están atravesadas, como casi todo en nuestra sociedad, por esta idea monógama, porque dentro de la amistad también existe la idea del mejor amigo o amiga. Podemos aprender mucho de las relaciones de amistad, pero sobre todo de las de la infancia, cuando no están contaminadas aún por esa lógica de competencia e individualismo.

A lo largo del libro mencionas en varias ocasiones la importancia de las redes de apoyo. ¿Qué sucede con las personas migrantes que han dejado su red de apoyo en el país de origen, y en el país de acogida les resulta muy difícil volver a crear esas redes porque se les lee como la otredad? ¿Es viable el poliamor para estas personas o siguen siendo excluidas?
Para mí la solución no está tanto en el poliamor sino en combatir el racismo. Aquí el problema está en que vivimos en una sociedad racista que entiende que una persona, por ser de otro país o por tener un color de piel diferente al de la mayoría de la población, es menos válida y no tiene derecho a utilizar este territorio en igualdad de condiciones. Hay que combatir el racismo, ampliar la mirada y ser conscientes del privilegio desde el que se opera. Una vez entendamos esto, el acceso a las relaciones sexoafectivas y a muchos otros espacios a los que se les dificulta llegar estarán más próximos y accesibles; pero la primera acción pasa por tratar en igualdad de condiciones a estas personas, tumbar esa creencia idiota de que esta persona vale menos por no ser blanca.

En tu libro haces un llamado a poner en práctica la palabra poliamor al completo, en toda su plenitud y haces énfasis en el sustantivo amor.
Para mí la parte más importante de la palabra poliamor es el sustantivo amor y no tanto el prefijo poli, que es el que marca la cantidad. Para mí lo importante es lo afectivo, ejercitar la capacidad de querer, que para mí es apoyar, cuidar, compartir y conectar. Por tanto, romper con la monogamia es como ampliar también nuestra manera de amar, en sentido general. No discriminar por color de piel, por cuerpos, por capacidades, por si eres un hombre, una mujer o una persona no binaria, para mí el énfasis está en el tema de los afectos, que está muy ligado con la lucha contra las opresiones, en tumbar esta mirada que dice que que lo que no es “normal” está enfermo, es un error que merece ser subsanado. Olvidémonos del número, vayamos más a lo afectivo y pongámoslo en práctica.

Me parece que repensar el amor y la forma de relacionarnos requiere un alto grado de implicación y lucha. ¿Es así? y ¿qué pasa con quienes no quieren luchar, están cansadas o simplemente les parece improbable un cambio?
Pues que tienen derecho también a no luchar y a descansar. Creo que tenemos que aceptar que no todo el mundo se quiere dejar la piel porque tenemos que cuidarnos. A veces nos puede eso de querer ser superfeminista, superantisistema, superluchadora, hablo por mí, y nos olvidamos de cuidarnos, de que si nos rompemos por el camino, adiós lucha. Debemos escucharnos y saber el momento en el que hay que decir: “Hasta aquí llego, si doy un paso más me rompo”. Hay que saber equilibrar lo personal y lo político y respetar a aquellas personas que no quieren estar en la lucha porque no pueden poner sus energías en esto o luchan de otra manera. Cambiar el sistema es una tarea ardua y también hay que abrazar esos días en los que dices hoy no puedo más. No puede ser que estemos ahí todos los días al cien por cien combatiendo. Tenemos contradicciones y momentos en los que debemos desconectar.

portada del libro

Portada del libro de Sandra Bravo.

En el libro también hablas de ese miedo que tenías a autonombrarte feminista porque pensabas que eras demasiado idiota para ser feminista. ¿Crees que el feminismo actual sigue transmitiendo esa sensación a mujeres que se encuentran en los márgenes de la sociedad?
Puede ser, aunque yo no puedo sentir como ellas y no podría hablar en su nombre. Yo durante mucho tiempo sí sentí que no tenía la capacidad de autodenominarme feminista, porque no era lo suficientemente inteligente, porque no estaba lo suficientemente formada, porque no había estudiado la teoría feminista. Tenía esa sensación de que el feminismo era algo elevado, culto, académico… y me llevó mucho tiempo descubrir que no, que eso es una parte, una parte que tiene que ver con la academia, los estudios, una faceta, que no la critico ni la veo mal, pero para mí el feminismo tiene que ver mucho más con el trabajo de calle, con la abuela que no se resigna, que visibiliza que tiene derecho a ser, que no carga con todos los cuidados… Para mí el feminismo es también, lo que hacemos, no lo que decimos, la acción política en la calle.

¿Cómo ha sido tu experiencia al tener que ocultar tu forma de relacionarte sexoafectivamente por miedo a ser rechazada y juzgada?
Es duro, es una sensación que, a pesar de que no te avergüences de ser quién eres y, te hace sentir que no eres válida, que tienes un problema…, que es lo que hace que vivas en un armario y no te muestres públicamente. Por otro lado, es muy agotador, porque vivir en un armario te obliga a ocultar información según con quien te relaciones, a pensar estrategias para que no te descubran, y evidentemente este estado de alerta constante no es bueno. Pero también puede pasar que al salir del armario, según el tipo de acogida que tengas, descubras que dentro se estaba más calentita. Creo que hemos romantizado mucho la salida del armario. Y debemos tener cuidado porque en mi caso, por ejemplo, la violencia llegó cuando abrí todas las puertas del armario.

Por último, me gustaría saber cómo ha recibido el libro tu madre. ¿Ha entendido tu mensaje?
Lo ha recibido mal, muy mal. Cuando se lo envié y leyó la dedicatoria me envió un mensaje diciéndome: “Hija mía no entiendo cómo puedes llegar a creer que no me va a gustar el libro, si estoy muy orgullosa de ti, te quiero mucho”. Ahí llegué a pensar que podría entenderlo o al menos aceptarlo. Pero todo cambió cuando lo leyó. Me ha dicho que se avergüenza de mí, que no entiende que estudiara tanto para tirar mi vida por la borda, que no tengo vergüenza, que estoy en una secta, que quiero romper todos los matrimonios… Me ha dicho cosas muy duras. La expresión “¡qué vergüenza!”, la ha repetido en varias ocasiones, y también lo de que he tirado mi vida por la borda. Está muy avergonzada. A mi madre le duele que sea como soy, y se siente culpable por ello, pero lo que más le molesta es que encima lo visibilice con tranquilidad y con orgullo. No lo entiende. Sabía que a mi madre no le iba a gustar el libro, pero no pensé que me fuese a retirar el afecto; ahora empiezo a dudar de eso, empiezo a ver que esto va a traer cola, que esto es una fractura en nuestra relación, que ojalá se pueda arreglar, se pueda curar y reforzar, pero mi madre tiene muy interiorizado todos los valores normativos que hacen que piense que personas como yo no somos válidas, por mucho que sea su hija. La reacción de mi madre me ha hecho conectar con que esta lucha sigue siendo muy necesaria. Hay mucha gente que no acepta que otra pueda vivir sus afectos y vincularse de la manera que le dé la gana.

¿Cuál es tu mayor logro, tu mayor aprendizaje en este camino que transitas hacia la libertad y el amor?
Me quedo con que somos muchas las personas que nos salimos de la norma y que realmente visibilizar la disidencia hace que nos podamos reunir, que la lucha colectiva tenga más sentido y nos podamos encontrar. Eso me calienta mucho el corazoncito.

 


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