De los memes al ‘prime time’, auge de la extrema derecha en los medios

De los memes al ‘prime time’, auge de la extrema derecha en los medios

Los mensajes de la derecha radical en España han sido aupados por una serie de nuevos portales webs y determinados influencers, según recoge la Fundación Rosa Luxemburg en un informe en el que también se subraya el “blanqueamiento” de determinados grupos de comunicación.

28/04/2021

“En el auge de la extrema derecha tanto en el Estado español como en el resto del mundo han tenido (y tienen) un importante papel los medios de comunicación”. Esta es una de las tesis que muestra el prolijo informe ‘De los neocons a los neonazis. La derecha radical en el Estado español’, de la Fundación Rosa Luxemburg, que aún no ha sido publicado en su totalidad y al que Pikara Magazine ha tenido acceso.

El papel de los medios de comunicación no solo ha sido dar hueco a determinadas voces, sino que en los últimos años también han aparecido nuevos espacios con unos principios ligados de manera clara al extremismo de derechas. De hecho, en el capítulo ‘Medios de comunicación y extrema derecha’ del mencionado informe se documentan hasta 22 nuevas páginas web que funcionan como “generadores de opinión y creación de contenido por influencers, hasta fabricadores de bulos o ‘noticias falsas’ o el blanqueamiento y naturalización de la ultraderecha”. Según Adrián Juste, jefe de redacción de Al Descubierto y el autor del capítulo, es importante conocer estos altavoces para entender el aumento de popularidad de la nueva derecha o alt-right.

“La génesis de la nueva derecha reside precisamente en internet y en este tipo de portales. Al tiempo que incluso los medios conservadores trataban con reservas este nuevo discurso, sitios como Breitbart News o Radix Journal, relacionados con Steve Bannon (jefe de campaña de Donald Trump en 2016 y uno de los principales ideólogos de la altright) y Richard B. Spencer (supremacista blanco cabeza visible de la línea más dura de esta nueva ultraderecha) respectivamente, se convertían en los principales contenedores teóricos de la extrema derecha”, escribe.

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Los espacios web españoles analizados se basan en muchos casos en noticias falsas que no tienen intenciones inocuas. El propio informe, coordinado por el periodista Miquel Ramos, recuerda que organizaciones como Avaaz han advertido del “papel principal que juegan las noticias falsas en el ascenso de los partidos y organizaciones de extrema derecha”. Y añade: “Se trata de una estrategia a la que se ha llamado ‘posverdad’ y que describe el hecho de fabricar noticias de manera sistemática y organizada basadas en la distorsión de la realidad o la creación de datos falsos”. En realidad, es desinformación.

Más allá de los 22 casos indicados, el informe hace referencia también a 10 medios con una línea editorial cercana a la extrema derecha y que pertenecen a grupos mediáticos tradicionales o con cierto arraigo en el panorama mediático del Estado español. Finalmente, el autor categoriza otro tipo de sitios que funcionan “más como un contenedor ideológico o generador de opinión que como un portal de noticias de actualidad o de reportajes en sí”, categoría en la que recoge otros seis ejemplos, y que podrán ser consultados en el informe.

La fuerza del retuit

El estudio explica también el uso de las redes sociales por la extrema derecha y por determinados influencers. Es sabido que las redes sociales son un caldo de cultivo para la proliferación de bulos, titulares sensacionalistas y mensajes de odio. La periodista Carmela Ríos explicaba hace unos días cómo uno de los mayores cambios en el uso de las redes sociales fue la introducción de las opciones de compartir y retuitear, momento en el que empiezan a proliferar las noticias virales y la estrategia del clickbait, que se basa más en el titular o en llamar la atención que en los contenidos en sí. Y de ahí se llega a la política, a la generación de inventos que se venden como noticias y a los ejércitos de bots, que incluso han influenciado en comicios. Emociones simplificadas, sobre todo a través de mensajes, para generar miedo e incluso odio.

Es lo que Julián Macías, analista de redes y otro de los autores del informe, llama estrategia MOB: mentiras + odio + bots: “El método Bannon o MOB utiliza la ciencia psicológica para difundir relatos que conecten emocionalmente con las personas siguiendo el planteamiento de la posverdad. Una vez conectadas con una determinada emoción, que generalmente está asociada al odio hacia algún colectivo, ideología o persona, esas personas sentirán que cualquier contenido que la refuerce, reforzará a su vez ese mismo odio. Además, tiene una mayor probabilidad de ser compartido, independientemente de que sea verdad o no”.

La presencia de la ultraderecha en TikTok, YouTube e Instagram llega a doblar a la de otras ideologías, recoge el capítulo ‘Difusión y batalla cultural’ del extenso informe de la Fundación Rosa Luxemburg, que ocupa más de 500 páginas. La presencia es menos manifiesta en Facebook y Twitter, dos redes que usa más gente mayor.

“Las redes sociales son, además, un caldo de cultivo para la proliferación de noticias falsas, titulares sensacionalistas y mensajes de odio que, combinados con un lenguaje sencillo y directo, según analistas, han contribuido a la victoria o al aumento de fuerzas de la derecha radical”, escribe Juste. Y cita el estudio ‘Alternative Influence: Broadcasting the Reactionary Right on YouTube’, de 2018, en el que se concluye que “las redes generadas a partir del uso del mismo tipo de contenido y las colaboraciones y ‘comparticiones’ mutuas entre canales de extrema derecha, combinados con el algoritmo de YouTube y la fidelización de un público concreto, han contribuido a que se perpetúen ideas dañinas relacionadas con el racismo, el machismo o la homofobia”. Rebecca Lewis, autora del estudio, habla de “red de influencia alternativa”. El análisis recoge también que YouTube, una subsidiaria de Google, se ha convertido “en el centro más importante por el cual una extensa red de personas influyentes de extrema derecha se benefician de la transmisión de propaganda a espectadores jóvenes”.

El capítulo de Adrián Juste recuerda también que, en otros países, como Estados Unidos, medios masivos y tradicionales sí han sido críticos con las nuevas fuerzas políticas de carácter neofascista y de extrema derecha, una tendencia que cuenta se ha visto en países europeos como en Grecia y Alemania. No así en España, donde apenas un puñado de medios independientes, como La Marea o El Salto, llevan años denunciando el auge de la extrema derecha y recordando el papel de los medios de comunicación para no ser altavoces de mensajes de odio.

“Medios de diversas tendencias editoriales han sido señalados por diferentes fuentes por darle voz a la principal fuerza de ultraderecha del país, Vox, así como a manifestaciones de carácter extremista, en muchas ocasiones evitando referirse a estos de manera despectiva e incluso contribuyendo a la difusión de sus bulos, en lo que ha sido calificado como ‘blanqueamiento’. Esto se debe a que tanto medios supuestamente progresistas como conservadores forman parte de muy pocos grupos mediáticos”, escribe Juste.

Y apunta también el papel de los colaboradores, que a veces forman parte de las nuevas plataformas indicadas arriba, y que participan en debates en los espacios de distintos medios de comunicación que pertenecen a los grandes grupos mediáticos y en donde se difunden mensajes racistas, clasistas o machistas, entre otros. Unos mensajes que no se quedan ahí. “Los hallazgos muestran que la cobertura de los medios puede impulsar el apoyo público a los partidos populistas de derecha de una manera sustancialmente no trivial”, recoge un estudio de Cambridge Analytica de 2018.

Porta del informe.

La batalla cultural

El colectivo Proyecto Una analiza en el mismo informe la batalla cultural, que también se dirime en internet, y que trata, entre otras cosas, de crear una jerga propia: “Cambiar la opinión pública sobre determinadas ideas y convertirlas de inaceptables a posibles es uno de los motivos por los cuales es importante la creación de nueva jerga y eufemismos”. Las autoras recuerdan que muchos de los vocablos que hoy emplea la ultraderecha fueron naciendo con la colaboración de personas anónimas en foros de internet marcadamente machistas. Es decir, aunque no las creó la extrema derecha y no las usan únicamente personas abonadas a estas ideas, son palabras “empleadas activamente por la propaganda de esta ideología con el objetivo de marcar agenda, crear sensación de comunidad e intervenir en el debate público”, apunta el informe.

Y claro, “feminazi” es una de ellas, popularizada por el locutor radiofónico estadounidense Rush Limbaugh en los años 90 para nombrar a las mujeres que se manifestaban por el derecho al aborto; “charo” o “ideología de género” son otros ejemplos. “Menas”, para referirse a jóvenes migrantes, o conceptos como “invasión” son usados con el mismo trasfondo, así como “marxismo cultural”, tal vez menos extendido que “progre” y “dictadura progre”.

Proyecto Una también explica el uso de elementos de la cultura pop para transmitir mensajes de odio y cómo, una vez captada la atención, “el algoritmo de las redes sociales, como ha sido criticado en varias ocasiones, sugerirá fácilmente a estos usuarios contenido extremista”.

“La radicalización en internet se da, pues, de forma gradual. En una primera fase, el humor y los memes desempeñan un papel esencial, ya que son vistos como ridículos e inofensivos. Gracias, además, a que la ironía provee el beneficio de la duda, son vehículos de provocación y extensión viral de un mensaje que no podría llegar de otro modo. Poco a poco, la persona se va aclimatando a un tipo de discurso y volviéndose más sensible a ciertos marcos mentales. Todo ello, sumado a la velocidad a la que se consume material en internet”, apunta el informe.

Y se recuerda cómo las compañías de internet promueven “la explotación del deseo humano de mirar más profundamente en algo que nos llama la atención”, como escribió la investigadora Zeynep Tufekci en The New York Times, quien recuerda “la excitante sensación de descubrir más secretos y verdades ocultas” y que “YouTube lleva a los espectadores a un agujero de extremismo, mientras Google acumula ganancias de anuncios”.

En la explicación del uso de estos canales, a través por ejemplo de memes, el nombre de Steve Bannon vuelve a aparecer: “La receta de Bannon se basa en huir de los medios tradicionales, un manejo intensivo de las redes sociales y la difusión de datos falsos con el fin de crear polémica y conseguir el voto motivado por el miedo”, escriben desde Proyecto Una. Y muchas veces lo han hecho ante un supuesto público de izquierdas: “El objetivo de la táctica: conseguir la indignación del adversario y con ello la interacción. Gracias a esta interacción de usuarios de izquierdas, los ultraderechistas han conseguido un amplio alcance, que les ha permitido llegar a contactos indecisos o de tendencia derechista que no obtendrían a través de la publicidad segmentada”.

“En los últimos años hemos podido observar una clara evolución en la propaganda de la extrema derecha en internet. La transformación ha consistido en reformular o deshacerse de la simbología fácilmente identificable como totalitaria para apostar por un novedoso estilo más ambiguo. La nueva estrategia se basa en una lógica victimista que intenta situar la ideología del odio hacia las minorías en una posición de resistencia o disidencia contrapoder, que emplea eufemismos que pongan en el debate público agendas reaccionarias”, escriben también a modo de conclusión.

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