Ruth Reck, la científica que alertó sobre el cambio climático y a la que General Motors no escuchó

Ruth Reck, la científica que alertó sobre el cambio climático y a la que General Motors no escuchó

¿Qué hubiese pasado si General Motors hubiese tenido en cuenta las investigaciones de Ruth Reck? ¿Cómo sería hoy el planeta si la industria del automóvil se hubiese replanteado, a tiempo, su sistema de producción?

17/02/2021
Collage de Señora Milton según fotos de archivo

Collage de Señora Milton según fotos de archivo

En los años 60 del siglo pasado, las principales compañías automovilísticas seguían con atención los estudios científicos sobre la contaminación del aire. Estos eran cada vez más frecuentes, más mediáticos y más alarmantes. Y solían llegar a la misma conclusión: la actividad del ser humano estaba alterando la composición de la atmósfera.

Como tantas otras veces a lo largo de la historia, hubo un punto de inflexión. Un momento en el que los fabricantes de automóviles pudieron optar por soluciones más verdes o más contaminantes. Eligieron las segundas. Sin embargo, en la mayoría de las empresas se alzaron voces en contra de unos modelos de producción poco sostenibles. En General Motors, esta voz fue la de Ruth Reck.

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Una científica en General Motors

Ruth Annette Gabriel Reck comenzó a trabajar en los laboratorios de investigación de General Motors en 1965. Por aquel entonces acababa de terminar un doctorado en química física en la Minessota State University y su objetivo era continuar sus investigaciones en este campo. Pronto le pidieron que se centrase en analizar los efectos del sector en el aire y el clima, una temática que estaba ganando mucha relevancia. Todavía no lo sabía, pero iba a permanecer en la empresa 27 años y a hacer investigaciones que podrían haber cambiado el rumbo del planeta.

Los responsables de General Motors tenían la esperanza de que los gases emitidos por sus vehículos enfriasen la atmósfera, en lugar de calentarla, y esperaban que las investigaciones de Reck lo confirmasen. Sin embargo, los resultados revelaron todo lo contrario.

La científica comenzó por analizar los aerosoles, las pequeñas partículas que emiten los coches impulsados por combustibles fósiles, y trasladó a la empresa que estos estaban contribuyendo al calentamiento de la atmósfera. Más adelante estudió también los efectos de los gases de efecto invernadero, y ofreció evidencias sólidas de las consecuencias de sus emisiones.

Como era de esperar, los resultados no gustaron demasiado a los directivos de General Motors. En los años 60, los coches eran la imagen del progreso, la libertad y la capacidad de hacer frente a cualquier dificultad. Tener a la comunidad científica en contra era algo incómodo y difícil de gestionar.

Contra un gigante

A finales de los años 60, las teorías de Ruth Reck ya no sonaban a ciencia ficción. Un par de años antes, Roger Revelle había publicado un importante informe sobre el origen antropogénico del cambio climático, tomando como base las mediciones de CO2 del observatorio de Mauna Loa, en Hawái. Y hacía ya más de un siglo que Eunice Newton Foote había señalado, por primera vez, que el dióxido de carbono (CO2) y el vapor de agua absorben mucho más calor que el resto de los gases que componen la atmósfera.

Sin embargo, no era fácil convencer a las empresas de la importancia de respetar el planeta. Y menos a las que basaban su negocio en un modelo productivo que empezaba a señalarse como altamente contaminante.

Por aquel entonces y de acuerdo con el estudio Corporate Perceptions of Climate Science: The Role of Corporate Environmental Scientists, General Motors fue una de las primeras empresas del sector de la automoción que estudió de forma seria su impacto en el clima. Para investigarlo consultaban fuentes académicas y científicas, a menudo escépticas en lo relativo al cambio climático.

El problema que se encontró General Motors fue que entre estas fuentes externas y los directivos de la empresa había siempre un filtro: su científica interna, Ruth Reck. Y su punto de vista era inamovible. Sus investigaciones y sus cálculos habían demostrado que los vehículos estaban calentando el planeta.

Esto dio lugar a una difícil situación. De hecho, las advertencias de Ruth no consiguieron crear conciencia en la propia empresa para la que trabajaba. La científica pasó a ser vista como una persona ajena al equipo, que no compartía ni perseguía los intereses generales de la compañía. Y las consecuencias son conocidas.

Los directores ejecutivos se negaron en gran medida a modificar el modelo productivo y comercial de General Motors. Optaron por soluciones contaminantes y por impulsar el uso de los combustibles fósiles. Además, durante años lucharon por ocultar los estudios que proponían ahorrar combustible y probar modelos más sostenibles.

Las opciones que se perdieron

Durante el tiempo en que trabajó en General Motors, Ruth Reck se convirtió en una autoridad a nivel mundial en el estudio de la química atmosférica. Sus trabajos se publicaron en revistas científicas como Science y Atmospheric Environment, participó en numerosas conferencias y talleres y estuvo estrechamente relacionada con la comunidad científica.

Cuando abandonó su puesto en la empresa, se incorporó como directora del programa de cambio climático en el Argonne National Laboratory de Estados Unidos, en donde pudo continuar su labor de investigación y concienciación. Su huella sigue presente en la actualidad.

Este 2020, una investigación de la publicación estadounidense E&E News denunciaba que tanto General Motors como Ford conocían el potencial del cambio climático en los años 60.  Ruth Reck aprovechó este trabajo periodístico para denunciar las dificultades que encontró entonces para hacer valer su trabajo por el hecho de ser mujer.


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