La vaquera
Poema de Gloria Fortún publicado en el libro 'Todas mis palabras son azores salvajes' (editorial Dos Bigotes).
La feliz certeza de que hemos coincidido en el mismo planeta, en el mismo país, en la misma ciudad, en el mismo siglo. La feliz certeza de que a veces encontramos nuestro destino por el camino que tomamos para evitarlo.
Acomete una tormenta feroz y quiero contarte tantas cosas, mujer de los henares y las montañas y los pies llenos de arena que tiene el mismo color que tu pelo.
Hablarte en felices titubeos, sorprendida por la inmensurable capacidad que tiene mi corazón para regenerarse.
Pum pum. Pum pum. Pum pum.
Ay, cartógrafa de Almas agazapadas.
Conocí a una vaquera. Se quitó el sombrero y guardó su revólver al verme. Era abril y el pelo se le llenó de viento. El río Misisipi descendía por sus hombros: Iowa el derecho, Luisiana el izquierdo. Afluentes sus tirantes, su sonrisa un delta.
Conocí a una vaquera. Me dijeron que a veces, por las noches, hacía un fuego y contaba historias sobre prosas que querían ser poemas, sobre mamíferos que querían volar, sobre gasolineras del Far West que querían ser suntuosas mansiones.
Me sonrió a través de la hoguera y ese gesto dejó de ser un verbo y se convirtió en un fenómeno meteorológico.
Ay, criatura de los bayous, hada del mundo.
Lluevo, lluevo, lluevo y tú nunca quieres llevar paraguas. No me arredro, dices con la misma boca de donde salen tus relatos. Un exceso de moderación nunca es bueno.
Tendría un libro contigo.
Te haría gobernadora de la Ciudad de las Mujeres Que Amo, cargo vitalicio, si no vivieras más cómoda en tu territorio sin ley. Yo sería la sheriff y cada vez que me mirases me sentiría capaz de resolver todos los crímenes del universo.
Vámonos al saloon a tomarnos un whisky, Pelazo. Tú pagas las copas y yo las consecuencias.
Ay, soul sister.
Conocí a una vaquera y nada más verla una parte de mi Alma salió de mi cuerpo y se abrazó a la suya. Ahí siguen. Conocí a una vaquera a la que le encantaban las flores.
Convirtió mi pobre corazón en un jardín y plantó algo nuevo en él cada día.
Sé que siempre me hará perder el duelo contra la alegría. Su Colt 45 es el más rápido de este lado del Oeste.
Se quitó el sombrero y guardó su revólver al verme. Era abril y el pelo se le llenó de viento.
Y en ese momento, fuimos infinitas. Ay, resucito.
Este poema de Gloria Fortún acaba de ser publicado en el libro Todas mis palabras son azores salvajes, que acaba de sacar la editorial Dos Bigotes.