“Frente a la estética de la rebelión, planteo para mí y las demás la ética de la rebelión”

“Frente a la estética de la rebelión, planteo para mí y las demás la ética de la rebelión”

Entrevista a la escritora, investigadora, editora, diseñadora, anarcafeminista y agitadora cultural Ana Muiña, que además cuenta con una larga trayectoria de luchas sociales y políticas.

20/01/2021
una mujer en un escenario hablando a un micrófono

Ana Muiña en la presentación del libro Esplendor en la noche. Vivencias de Mayo del 68 en el Teatro del Barrio, mayo de 2018. Foto: Archivo personal Ana

Ana Muiña (1957) es escritora, investigadora, editora, diseñadora, anarcafeminista (sí con a) y agitadora cultural. Con una larga trayectoria de luchas sociales y políticas desde la clandestinidad hasta nuestros días, en 2007 pone en pie, junto con Agustín Villalba, La Linterna Sorda, sello editorial que desprende destellos de luz, de esos que nos revelan memoria y nos impulsan a la acción. En 2008 publicó Rebeldes periféricas del siglo XIX, libro que toda feminista debería tener en su mesita de noche y ha editado obras de mujeres tan relevantes como Rosa Luxemburgo, Mina Loy o Rosa Chacel.

Desde la generosidad que la caracteriza, hablamos con ella de buena parte de su vida en la militancia y en el mundo de la edición. Desde su temprana entrada en el movimiento antifranquista, con solo 13 años, hasta su labor de investigadora que la ha llevado a descubrirnos a más de 300 mujeres que fueron relevantes en la historia.

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Desde muy joven has estado implicada en la militancia social y política. Cuéntanos cómo viviste la dictadura y ese periodo que denominan la transición.
Me uní al movimiento antifranquista de enseñanza media con 13 años, hacia 1971. Aunque era una niña, quería hacer la revolución. Estaba en la organización clandestina Octubre y, con un grupito de la rama estudiantil, escribía, editaba e imprimía –clandestinamente, a multicopista– publicaciones conocidas como Gallo Rojo. Durante 1975 nos volcamos en impedir los últimos fusilados por Franco, ejecutados en septiembre. Recuerdo que en mi instituto mi grupo activó la primera huelga que se hacía y me expulsaron. Todas las clases respondieron y me tuvieron que readmitir, con represalias veladas.

La dictadura era feroz: asesinatos, cárceles llenas, te echaban 17 años por propaganda “ilegal”, había torturas y violaciones en los interrogatorios, y disolvían las protestas con balas auténticas. Ocurría con Franco y en la mal llamada transición, con casi 600 muertes en su haber. Te mataban por nada. Yo viví de cerca cómo en los Sanfermines de 1978 abatían a Germán Rodríguez, por pedir la amnistía para los presos. En Pamplona, montamos una buena. Muchas de las presas “comunes” estaban por abortos clandestinos, parricidios… vamos “delitos” muy “políticos”. Lo pude comprobar en vivo, en 1983, previo a la Reforma Penitenciaria del PSOE. Fui de las primeras en cubrir un reportaje para la entonces famosa revista Cambio 16, compartiendo desayuno, comida y cena con las presas comunes y políticas de la hacinada cárcel de Yeserías, en Madrid. La Comuna de las políticas, por única vez, dejó entrar a una reportera a su celda abigarrada, donde vivían. Fue una experiencia inolvidable, aunque el artículo no se publicó.

Me has contado en alguna ocasión que participaste en las primeras Jornadas Estatales sobre la Mujer que se celebraron en aquella época. Dime, ¿cómo se desarrollaron? Y ¿qué debates destacarías?
Sí, al llevar una militancia entregada, como tantas otras personas, he tenido la satisfacción de participar en los primeros activismos de entonces: la primera manifestación del 8 de marzo autorizada, que fue en 1978 y disolvieron con balas de goma, y también estuve en la anterior, ilegal, haciendo “saltos” por Vallecas, barrio donde también hacíamos todas las protestas ilegales, contra la carestía de la vida, el paro obrero, los 1 de Mayo, hasta la primera manifestación multitudinaria en Atocha; y estuve en las del Orgullo: lesbianas, gays y trans, que sufrían mucha persecución…

La primera Jornada de 1975 tuvo poca incidencia, vivía Franco. Las de Granada fueron un alucine. Miles de mujeres reunidas, durmiendo en sacos, con puestos de folletos, debatiendo. Recuerdo los enfrentamientos tensísimos que hubo en torno a la lucha de clases y la doble militancia (quienes militábamos en los feminismos y en organizaciones de izquierda) y las feministas “autónomas” o “radicales” que lo criticaban…

Vaya… sí… esos debates creo que siguen vigentes… Y, dime Ana, dentro de tu militancia feminista, además, formaste parte del colectivo Unión de Mujeres Feminista (UMF) ¿Qué principios y finalidades tenía el colectivo? ¿Qué acciones pusisteis en marcha? ¿Con qué te quedas de aquella experiencia militante?
Nacimos en 1978, la UMF nos separamos de Comités Obreros, la organización política mixta en la que militábamos, por estar la cúpula directiva controlada por hombres. Creamos una organización autónoma, hasta nos fuimos a vivir todas juntas. Y la liberación consistió en sustituir unas prácticas y unas estructuras de poder por otras, donde dos o tres mujeres controlaban y sometían al resto, hasta en los sentimientos. Por esa época esto sucedía en otros grupos de la izquierda y sus ramas feministas. Las relaciones de dominación psíquica y de explotación por la división del trabajo entre “pensantes” y “ejecutantes” (yo estaba en ambos lados) hicieron que, al irme, en 1986, me situara hacia el anarquismo (anarca-feminista), aunque siempre fui muy libertaria: me relacionaba con la gente que activó el Sindicato de Prensa y Gráficas de CNT y con algunas Mujeres Libres de finales de los 70. Considero ilegítima cualquier forma de jerarquía y autoridad, apuesto por relaciones de igual a igual. Frente a la estética de la rebelión, planteo para mí y las demás, la ética de la rebelión, porque la ejemplaridad en la conducta cotidiana es el mejor ideario, se contagia.

Quiero recalcar que me lo pasaba muy bien, disfrutaba con la alegría de la creación y la acción directa. Enfrascada en ese bullir, con las revueltas incansables que protagonizamos tantas miles de mujeres anónimas, en la transición, y por las que avanzamos. Aunque quedaba (y queda) lejos nuestra liberación integral. Muchas luchábamos sindicalmente donde trabajábamos y apoyando las protestas de fábricas (como Rock, Induyco, Triumph…), en los barrios donde vivíamos con temas vecinales y grupos de mujeres. En mi caso también en el movimiento ecologista, antimilitarista y anti-Otan incipiente, y mi feminismo no estaba separado de estos frentes, se entrecruzaba. La autogestión de nuestros cuerpos y nuestras vidas, nuestra autodeterminación como personas… fueron calando en las conciencias, aunque ahora se pida la tutela del Estado para todo y el fin parezca ser ampliar las medidas punitivas. Para mí, abolir el clasismo y el sistema salarial, el sexismo, el especismo, el racismo, y todo lo que nos oprime siguen siendo ramas de una misma aspiración emancipadora internacional.

una foto en blanco y negro. una mujer con megáfono

2. Ana Muiña con el megáfono. Manifestación por el derecho al aborto libre y gratuito (entre 1982 y 1984). / Foto: Luis Muiña. Archivo personal de Ana Muiña.

En UMF editabais una revista que tuvo una larga tirada. Cuéntanos más sobre ella. ¿Qué artículos publicabais? ¿Qué tirada y difusión tenía?
En La Mujer Feminista (LMF) abordábamos la prostitución, la libertad sexual, el derecho al aborto libre y gratuito, junto a las luchas contra los juicios y prisión para quienes abortaban y quienes los practicaban, la cosificación por la publicidad, la mujer en la historia, reportajes insólitos sobre los locales de “ambiente” de lesbianas y gais… Se trató la mujer y el Ejército; al final, hubo un cambio de posición (quizá por un acercamiento hacia el feminismo institucional naciente), justificando la incorporación de la mujer en los cuerpos militares, y yo era antimilitarista, no era mi lucha.

Era una revista de la época, sin medios –hoy, sería un femzine–, de ámbito nacional. Todas nos volcábamos en nuestras ciudades, con una militancia generosa, en vender unos 4.000 ejemplares; íbamos con las revistas a todos lados, dando la brasa [risas]. Estuve implicada con pasión en LMF desde la creación del “monstruo” en 1982 hasta que me fui en 1986, el mismo año de su desaparición. La revista adolecía de la misma jerarquía y abuso que antes señalé respecto a la UMF. La “directora” no nos permitía firmar los artículos, excepto su columna con foto. Yo era la única profesional de prensa del grupo, así que me encargaba de diseñarla gráficamente, corregir los textos, revisar la impresión a pie de máquina, también escribía… Hasta hoy, sigo la consigna del underground y del punk: ¡Hazlo tú misma! (Do it yourself!). Impliqué en las portadas a Ana Juan, Ouka Leele, Ceesepe, Asun Balzola…, y que la apoyara mucha gente conocida.

Damos un brinco…en 2007 fundas, junto con Agustín Villalba, el sello editorial La Linterna Sorda. ¿Cómo surge el proyecto y con línea editorial?
Agus y yo teníamos un estudio de comunicación y diseño de larga trayectoria y empezamos a editar en 2003 Tiempos Salvajes, una revista alternativa e insolvente, muy novedosa y cuidada, cuatro números en papel —hoy de culto— y varios años más en digital. Como eran tantos los temas a abordar: feminismos, ecología, urbanismo, historia social, redes, política… fundamos con unas amigas y amigos La Linterna Sorda, igual de ruinosa y dadaísta.

una manifestación. foto en blanco y negro

“Salto” (o protesta ilegal de lucha) del Primero de Mayo de 1975 o 76. Vallecas, San Diego. Protagonizado por Comités Obreros. Ana Muiña, sujetando la pancarta y gritando, la tercera por la izquierda. / Foto: Archivo personal de Ana Muiña

En 2008 publicaste Rebeldes periféricas del siglo XIX en la editorial. Un trabajo de investigación de varios años en el que por primera vez se recopila a un espectro muy amplio de mujeres pioneras en la lucha por la emancipación femenina en el estado español y a escala internacional, y que creo que toda feminista debería leer. ¿Qué supuso para ti esta investigación? ¿Con qué te encontraste a la hora de rescatar todas esas biografías?
Empecé a investigarlas con Tiempos Salvajes, el feminismo, en abstracto, estaba desacreditado, nada que ver con ahora. Cuando trabajaba en las Rebeldes periféricas en el mundo del libro me decían que las obras sobre mujeres tenían poco tirón comercial. Pero me zambullí en una experiencia enriquecedora y absorbente. Casi me cuesta una enfermedad, me faltaban horas y ni dormía. Quería rastrear los orígenes de los movimientos por nuestra emancipación sexual, sindical, pacifista, educativa, periodística… no sólo en el Estado español, sino internacionalmente, porque estaban ligados.

Rescaté a 350 pioneras desconocidas, con cientos de imágenes y un diseño inusitado. Entonces había poco investigado, ni fuentes documentales primarias a las que acudir. Consulté cientos de libros, miles de revistas, rebusqué y traduje textos de seis o siete idiomas… No veía el fin. Hace 17 años internet era muy pobre. Por añadidura, yo vivo de mi trabajo, mi extracción es obrera, y los cinco años dedicados llegaron a imposibilitar ganarme la vida en mi oficio. Mi compañero tuvo que coger un trabajo extra para poder sustentarnos. Por el esfuerzo ingente de Rebeldes periféricas no he recibido ninguna remuneración (ni por los otros 20 libros), pero ha sido útil para cientos de tesis doctorales e investigaciones en Estados Unidos (donde es valorado), América Latina y Europa; para colectivos feministas, exposiciones, agendas y libros posteriores, basados en las Rebeldes, muchas veces sin citar ni a la obra ni a la autora que han fusilado…

imágenes de varias revistas antiguas

Bodegón de revistas de las que formó parte Ana Muiña. / Foto: Archivo personal de Ana Muiña.

En vuestro catálogo editorial encontramos nombres como Hildegart Rodríguez, Emma Goldman, Mariana de Pineda, Amparo Poch y Gascón, María de Cazalla, Mina Loy, Rosa Luxemburgo o Rosa Chacel. ¿Qué tienen en común estas mujeres?
Nuestros libros se hilvanan. María de Cazalla y Mariana de Pineda fueron precursoras, admiradas por las socialistas utópicas españolas y por Rosa Chacel, Amparo Poch, Hildegart… Estas últimas, pioneras en reclamar la sexualidad femenina y el amor libre. Amparo trató a Emma Goldman en sus viajes por España; Hildegart estimaba a Rosa Luxemburgo, fundadora de La Liga Espartaco que, en Berlín, se nutría del Dadá, al que perteneció Mina Loy, amiga de Emma Goldman, anarquista que inspiró a Mina para escribir el primer ‘Manifiesto feminista’ (que conocemos).

También tenéis una línea sobre mujeres y comunicación. En unas líneas breves podrías decirnos qué encontramos en estos libros.
Provenimos de la prensa escrita. Esta línea editorial va unida a otra, ‘Lo que no debe decirse’, dedicada a las y los periodistas de combate que inauguraron el oficio. A finales del XIX hubo muchas mujeres que fundaron periódicos emancipadores, como por ejemplo La Fronde.

Sigues construyendo en pos de un mundo mejor, ¿qué piensas sobre el movimiento feminista actual?
Disfruto con tanta juventud implicada en los feminismos, porque, hasta el 15M, íbamos pocas, las de toda la vida, a las protestas. Pero echo en falta más feminismos que no solo se miren hacia el yo interior, individual, sino que también se impliquen en lo colectivo, lo “vivo”, en las luchas de las obreras, las kellys, las migrantes, los CIES, los desahucios… A menudo leo a otras feministas y, en serio, me cuesta entender lo que dicen. A mi parecer, se han sustituido las luchas de calle, de abajo, anónimas, por teoricismos de culto al ego: elitistas e incomprensibles. Y los posos de autoritarismo siguen ahí. Defiendo las relaciones humanas colaborativas, de apoyo mutuo (no de odio mutuo), y de solidaridad con otras especies y con los seres vivos. No obstante, que cada cual siga su camino.

Una última pregunta: ¿Para cuándo una reedición de Rebeldes periféricas…?
No hemos podido reeditarlo porque es un libro muy caro de imprimir. Siempre, la insolvencia… Así que, aprovecho para animar a las precompras de ejemplares, porque lo sacaremos a primeros de 2021.


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