Dichosa Navidad
Las Navidades son, para la mayoría, la vuelta a casa. Quien tiene una casa a la que volver, claro.
Escucho a una conocida presentadora en la televisión responder a un compañero suyo: “Claro que tenemos planes, ¿quién no tiene planes?”, refiriéndose a la dichosa Navidad. Lamento decirte, querida, que hay quienes no solo tenemos planes, si no que, además, no celebramos nada. Mi hermana me decía hace unos días: “Yo no he tenido ni amama, ni aita, ni tíos, ni primos, ni nada y no pasa nada. ¿Qué pasa con las familias monomarentales? No se ven en los anuncios”. Pareciera como si solo las grandes familias se juntaran en Navidad. Hasta hace ocho años, más o menos, en mi mesa éramos cinco hasta que, el señor que decía ser mi padre, decidió desaparecer. Hoy somos cuatro.
A pesar de “ser solo cuatro”, llevo dos años sin cenar con mi familia por determinados motivos. Este año, en cambio, ceno con mi hermana, mi hermano y mi madre. Lo que podría decirse “mi familia”. Asumo que añoro aquellas cenas, siendo pequeña, rodeada de primos, primas, vecinos y vecinas que, después de las doce de la noche, se pasaban a saludar. Cuando era cría, mi casa siempre estaba abierta para que viniera gente (el verano ayuda a tener las puertas abiertas). Si me preguntan qué es lo que realmente deseo hoy, diría que me encantaría cenar con alguna de mis abuelas, las mismas a las que nunca despedí porque decidieron irse sin esperar a que fuera a verlas; ver a mis primas que ya han pasado la adolescencia o abrazar a Ailin, mi amiga de la infancia, y conocer a su hijo Dante.
Llevo años queriendo juntarme para celebrar el inicio del verano con parte de aquel núcleo. Las personas que, por circunstancias de la vida, vivimos lejos de nuestros seres queridos habitamos un estado de alarma permanente. A pesar de que muchas maldecimos la Navidad, no han sido pocas las personas que se han lamentado de no poder juntarse este año con su respectiva gente y lo entiendo. Para muchas la Navidad significa un acercamiento y “la vuelta a casa”. A mí, en cambio, me revuelve y me entristece. El frío no acompaña a la sensación de “ojalá tuviera a TODA mi familia con la que poder cenar”. A pesar de ello, soy consciente de que muchas personas a las que quiero están lejos de sus -queridas- familias y pienso en qué injustas son estas fechas y lo que remueven. Somos muchas las que sufrimos por no poder estar con quienes queremos.
Hace unos días leí a mi amiga T. decir por qué no odia la Navidad. Es evidente que, a cada una, nos definen nuestras vivencias y biografías. Yo tampoco odio la Navidad, pero quisiera encontrarme con otra gente. Con mi abuela, más pobre que una rata, trayendo sus empanadas. O con el ruido de la risa de mi otra abuela, tan alegre como la recuerdo. Supongo que, por estos motivos, la Navidad me genera contradicciones. Las personas migrantes la “celebramos” con quienes podemos, con quienes nos acogen o solas, incluso. Muchas de las que se han quejado alguna vez de “tener que juntarse” este año, precisamente, se lamentan por no poder hacerlo. Porque las Navidades son, para la mayoría, eso, la vuelta a casa. Quien tiene una casa a la que volver, claro.
No es que no me guste la Navidad, no me gusta lo que supone y lo que me mueve. Además, puedo intuir que no me atrevo a cenar sola otro año. Así que, allí estaremos “los cuatro” intentando revivir unas fechas enrarecidas gracias a este 2020 que se presenta como un reencuentro con el lugar de donde vengo. Diré que, a pesar de todo y, gracias al trabajo que llevo, creo que es donde quiero estar. Igualmente, pienso en mis amigas migradas, en las que están lejos de sus amamas, en las personas sin hogar al que volver por Navidad, en las personas sin familia -de la que sea-, sin red, o en aquellas que ni siquiera tienen aquí a sus madres y padres (y quisieran tenerlos). También pienso en mí y en las ganas que me entran de volver a pasar una Nochevieja en verano. Hace seis años que no vuelvo. Precariedad, pandemia, trabajo y demás vivencias, no me lo han permitido. Por eso me entristece la Navidad, me recuerda dónde estoy y lo lejos que me encuentro.
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