MounQup, el rural late

MounQup, el rural late

Camille Hèdouin lleva once años viviendo en el pueblo gallego de Saumede donde se ha encarnado en la música MounQup. Hablamos con ella de creación, orígenes, mundo rural y música.

una mujer negra con el pelo afro posa con las manos sobre una mesa. Foto en blanco y negro

MounQup. / Foto cedida por la entrevistada

Nacida en Rouen, Francia, de raíces francoitalianas y costamarfileñas, Camille Hèdouin siempre ha hecho de la diversidad, en todos los ámbitos, su principal código de creación. Sobre todo a raíz de su llegada al pueblo gallego de Saumede, hace una década, desde donde se ha encarnado en MounQup, una de las voces feministas más afiladas en la cultura pop actual. Con ella, su mundo rural late. Vibra.

¿Cómo te impactó llegar a un sitio afectado, al igual que el resto del rural español, por los estragos de 40 años de dictadura y los estragos de las políticas urbanocentristas aplicadas de los años 60 en adelante? ¿Notaste resquicios de esta mentalidad en tu día a día, y más viniendo de un país como Francia, que no tuvo que vivir un capítulo así en su historia reciente?
La gente marchó, dejó abandonada el rural, pero donde no hay humanos la naturaleza regresa. Galicia es salvaje y me encanta. En Francia, no se encuentra algo así. Para mí el rural francés es más agresivo; no soy solo una mujer, sino también negra. Las mentalidades arraigadas por siglos de colonialismo, que aún perviven, están ahí. A cada país, con a sus mierdas.

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¿Cuál fue tu decisión para marchar de Francia y quedarte a vivir en Saumede?
Tenía 25 años, cuando estaba terminando mi licenciatura en biología, pero después de cinco años de universidad, me forjé más conciencia política que atracción por la industria farmacéutica. Tampoco quería investigar en biología, la falta de medios y apoyo público en beneficio de un poder de decisión cada vez más fuerte de las empresas privadas me disgustaba también. En este punto, tenía en mente encontrar una especie de cuartel en algún lugar del mundo donde pudiera desarrollar esa fantasía de vivir alternativamente con más ética, para poder experimentar. En 2010, es cuando escuché de unos amigos que encontraron un pueblo abandonado y buscaban gente para vivir allí. Nunca tuve la idea de vivir en comunidad, por eso el proyecto de Saumede, que es crear un centro sociocultural, sin ánimo de lucro pero no comunitario [los edificios son públicos] me convenció. Lo único que necesito es diversidad rural y cultural. Tener un lugar que acoja lo que tiene mucho sentido para mí. Llegué en 2011 con la idea de quedarme un año para ver cómo va. Y todavía estoy allí, aunque casi toda la gente involucrada en los principios se ha ido. Me gusta la tranquilidad, el espacio, la naturaleza salvaje. Musicalmente, también me sentí mejor recibida en Galicia que en Francia. No sé si debo tener algún tipo de trauma con los franceses (risas). Cuando llegan a Saumede en verano y empiezan a cantar Georges Brassens me irrita mucho (risas).

Formas parte de la organización del festival musical de Saumede, que se ha convertido en lugar de culto para el underground gallego; y también es referente para lo que entiende como un evento musical integrado en el mundo rural. ¿Qué supone esto para ti y cómo se enfoca un evento de estas características?
Para mí, lo que falta en el rural es la diversidad cultural que se puede encontrar en las ciudades. Por esta razón, me gusta que la programación del festival de Saumede sea bastante de ciudad, de esos grupos que no vienen al rural. Y traer al público de la ciudad en tiendas de campaña. Eventos más típicos de gente rural de toda la vida, tipo verbena, que atrae a un cierto tipo de público acostumbrado a un consumo (cubatas, mucho plástico) es algo que no pega realmente con la filosofía de Saumede. Por lo general, los que se atreven a salir de la ciudad a dormir con jabalís tienen inquietudes ecológicas y políticas. También funcionaría bien con un público neorrural más de rollo “hippie”, pero no estoy en este circuito de música trance, reggae, ska o tradicional, ya estuve bastante de adolescente. Pero toda la gente que se atreve organizar este tipo de eventos es bienvenida. ¡Buscamos gallegos animados para hacer temblar el rural de A Bola!

Tu comunión con Galicia llega al punto de cantar en gallego, pero también de una sonoridad tribal en discos como Castro Verdi, en los que parece retumbar la naturaleza gallega más agreste. ¿Hasta qué punto es importante para ti expresar este sentimiento de comunión en tu música?
No sé dónde están los límites que ejerce la influencia de la naturaleza salvaje en mi música. Está aquí, sí. Pero, ¿hasta que punto? No sé, en la composición, es el descontrol. Me seduce mucho dejarme llevar. Hago las cosas de forma natural. Evidentemente, trato de que sea importante para mí, y acabo cantando sobre temáticas socio-políticas, ecofeministas, temas sobre la maternidad… Si lo que hago puede resonar en otras personas, es maravilloso. No soy tan rara, tengo las mismas preocupaciones que mucha gente, ¿no? Canto en gallego, el castellano me sale fatal, no lo hablo bien. Y encuentro el gallego muy bonito.

En tus canciones, una de las temáticas donde más incides es en la necesidad de reformular las fronteras entre personas y sociedades. ¿Qué te lleva a plantear estas temáticas dentro de un concepto de canción pop?
No me planteo un estilo musical. Si es pop, seguro que viene de mis influencias y también de mis medios técnicos, mi nivel musical. Problemas sociales, por supuesto, ¿qué más? Son temáticas, reflejos de mi vida diaria. Bueno, puede que termine un poco enfadada, pero para mí hay que seguir pensando. Ahora pocas personas pueden negar que hacia donde vamos es hacia un muro, y cada vez más rápido. No podemos evitar reflexionar sobre lo que, a nivel personal, puede traernos una mierda social internacional tan grande. Tengo un colega que me dijo de una manera muy, muy pertinente que ya no es el capitalismo ni el patriarcado lo que necesitamos cambiar, somos nosotros mismos quienes tenemos que cambiar. El condicionamiento, el miedo y la culpa en la que nos criaron. De esto se puede hablar en hip hop, jazz, electro, pop, escultura, pintura, cerámica…

A pesar de ciertos avances con el paso del tiempo, la industria musical sigue siendo, básicamente, patriarcal. ¿Qué diferencias encontraste entre Francia y España en el trato con las mujeres del mundo pop y contigo misma?
Es más o menos igual, simplemente que siempre me sentí mucho más cómoda y más orgullosa de ser madre en la escena musical española que en Francia. No hay que fantasear demasiado sobre Francia, los derechos son más o menos los mismos; las desigualdades, también.

¿Has vivido algún incidente derivado de esta realidad que te haya molestado especialmente?
En Francia, me planteé reflexiones sobre el hecho de amamantar a mi hija en público, miradas asesinas, y colegas hombres y mujeres que me decían que no se puede hacer música siendo madre, o, peor aún, llevar la crianza de gira. O lo peor de lo peor: ¡amamantar a mi hija delante de otros profesionales de la música! ¡Oulala! Las peores cavilaciones sexistas que tuve sobre mí o mi hija fueron en Francia. En Galicia, mucho menos. Seguro que a algunos de mi parroquia les molesta, pero me dejan tranquila, ¡y ya está! También tengo el lujo de que, al ser extranjera, no entiendo muy bien todo lo que dicen.

¿Hay algo que, en este sentido, se pueda aprender de la industria musical francesa?
Nada. En los dos países hay que currárselo.

una mujer negra sobre el escenario moviendo la cabeza y su pelo afro

MounQup actuando. / Foto cedida por la entrevistada

Me comentas los problemas que has tenido en la industrial musical por ser madre, pero ¿qué influencia ha tenido la maternidad en tu manera de enfocar el proceso creativo?
Aunque todo el mundo me decía que no se puede compaginar la música con la crianza, en plan “comienza la vida seria”, pues sí es verdad que, cuando me quedé embarazada, me dije que tenía que ponerme seria y, por fin, enfocarme más en la música, que es lo que más quiero hacer. Si no lo hago ahora, ¿cuándo? Pero, sobre todo, ¿qué le digo a mi hija? ¿Que por su culpa tuve que abandonar a mi pasión? ¿Que en la vida no se lucha por lo que quieres? ¡Qué horror! Después, en la práctica, es muy difícil de compaginar, claro. Hay que organizarse bien y estar con una pareja que quiera y pueda compartir al máximo. Y digo “al máximo”, porque muchos peques tienen a una sola persona de referencia que no se puede intercambiar y, en general, es la madre. Y la tentación de dejarse invadir completamente por esa bola de amor es grande, pero soy de ese tipo de personas que necesita expresar su individualidad, no puedo ser solo una madre; también me toca combatir continuamente contra el sentimiento de culpabilidad que nace de no hacerlo bastante (bien) como madre. Podría hablar de esto un buen rato…

¿Cómo contemplas la evolución dentro de un género como la electrónica, mucho menos intoxicado por la misoginia imperante en la cultura rock, donde figuras como Holly Herndon, Mica Levi o Kaitlyn Aurelia Smith están abriendo las principales vías de renovación?
Poco a poco va evolucionando y, sobre todo, mejorando la credibilidad de las mujeres en la música. Va lento, claro, y creo que hay mucho despiste, como decir que Bad Gyal es feminista o Bad bunny… Bien, pues todavía nos queda trabajo, creo.

Por tu arsenal de inflexiones vocales tan mutantes y tendencia a la electrónica silvestre, se te suele comparar mucho con Björk. De hecho, se ha llegado a hablar de ti como la “Björk de la Galicia rural”. ¿Te molesta esta clase de comparaciones?
No me puedo quejar, es una de las artistas más grandes de la música pop.

Creo que una de las claves para escapar de los estereotipos armados en torno a las mujeres dentro de la industria musical es la desexualización de su imagen, algo en lo que artistas como tú, e incluso figuras mainstream como Billie Eilish, estáis ayudando. Aunque esto ya venía de lejos, con Kate Bush o la generación post-punk de los 70 y 80. ¿Tienes presente esto en tu exposición artística o es algo que para ti fluye de forma natural?
No se puede dejar de lado. Desde pequeños, se nos enseña que sexualizarse es lo mínimo que se espera de una mujer, con una gran eme. Ya sea por la parte de los hombres o mujeres cis o trans, cuando se quiere difundir una imagen de feminidad, en general, se cae en clichés tradicionales, estéticas extraídas de la mentalidad patriarcal y, entonces, es sexualizada de esta forma. Me aburre esta falta de diversidad. A mí, me apetece ser creíble expresando otros aspectos. No quiero ultra sexualizarme para demostrar que soy una mujer, tampoco quiero hacer rhythm and blues, soul o hip hop para demostrar que soy negra. No necesito demostrarlo. Soy lo que soy y se ve.

A lo largo de estos últimos años, ¿en qué aspectos crees que ha ido mejorando la posición de las mujeres en la industrial musical?
Creo que ahora se visibiliza a mujeres que reivindican otros talentos femeninos. Ahora se sabe que algunas escriben, producen, son managers o ingenieras de sonido. Igual ahora sé que existen dos o tres mujeres en toda Europa especialistas en mastering. Es muy poco, pero hace nada, no había ninguna. Más allá de Patti Smith y otras elegidas, hay otras mujeres que tienen credibilidad como creadoras e intelectuales.


Especial #PikaraLab
Este contenido se enmarca en ‘Feminismo desde mi piel’, una colaboración con Mujeres con Voz y Calala Fondo de Mujeres. Financiado por el Gobierno Vasco

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