LGTBfobia para ganar votos en el reino de Orbán

LGTBfobia para ganar votos en el reino de Orbán

Hungría, una de las “democracias iliberales” del Este que desafían a Bruselas, mantiene políticas tránsfobas y un discurso público cada vez más agresivo contra el colectivo LGTBIQ+.

Texto: Jose A Cano
28/10/2020
una mujeres con los brazos en alto en una mani. van con mascarilla

Integrantes de la asociación lésbica Labrisz, en una manifestación por un país libre el pasado septiembre. / Foto: Facebook de Labrisz

“Los húngaros han sido pacientes con los homosexuales hasta ahora, pero dejen a nuestros niños en paz”. Son declaraciones del primer ministro de Hungría, Víktor Orbán, el pasado 4 de octubre en Kossuth Radio, la radio pública nacional del país magiar. El mandatario es conocido como el líder de los “iliberales”, gobiernos conservadores en los que las decisiones misóginas u homófobas son comunes y desafían a Bruselas desde dentro de la propia Unión Europa. La “paciencia” de Orbán con el “lobby LGTBI” se colmaba en la radio mientras la extrema derecha protestaba en Budapest por una lectura de cuentos para niños y niñas. El acto físico, en un teatro, tuvo que ser suspendido después de que 15 militantes de extrema derecha se colasen en él con consignas LGTBfóbicas mientras lo emitían por redes sociales.

A finales de septiembre la asociación lésbica Labrisz publicó un libro de cuentos titulado Meseország Mindenkié (La tierra de las historias es para todos) compuesto por 17 historias para irse a dormir escritas por escritores y escritoras amateurs. Los personsajes son personas LGTBQI+, gitanas o judías, además de personas con discapacidad o empobrecidas. El volumen incluía un cuadernillo para profesorado de infantil con juegos que aplicar en el aula y tareas interactivas a partir de cada cuento.

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Unos días después de la presentación, y cuando ya estaba anunciada su lectura del 4 de octubre, la parlamentaria Dóra Dúró, número dos del partido de extrema derecha Mi Hazánk (Nuestra Patria), denunciaba los cuentos como “propaganda homosexual”. Luego, en mitad de la rueda de prensa en la sede su partido, Dúró destrozaba un ejemplar del libro de cuentos arrancándole hojas que iba introduciendo en una trituradora de papel. La activista por los derechos LGTBQI+ Viktória Radványi lamentó que ese momento “recordase a otras épocas muy duras para Hungría”, en referencia a los libros prohibidos y destruidos durante la dictadura comunista.

dos mujeres en una mesa en la que está el libro que se presenta, una lleva un micro y está hablando

Presentación del libro Meseország Mindenkié. / Foto: Facebook de Labrisz

Varias organizaciones por los derechos  LGTBQI+en Hungría, además de Amnistía Internacional, han expresado su rechazo a este episodio. Activistas como Radványi han lamentado el papel de la policía durante la lectura por no disolver la manifestación de extrema derecha y acusan a Orbán de “entregarse a los radicales”.

Recortes de los derechos trans

Parece como si cada pico de contagios de la Covid-19 tuviese que ir acompañada de medidas o declaraciones LGTBfóbicas o tránsfobas por parte de Orbán. En mayo tuvo consecuencias legales. El partido del gobierno, Fidesz, aprobó con su mayoría parlamentaria una ley que prohibía el cambio de género en el registro civil para las personas trans. El debate de la norma se produjo en plena desescalada en todo el país salvo en Budapest, sede del parlamento.

Tamás Dombos, portavoz Hátter, la organización LGTBQI+ más antigua de Hungría, explica a Pikara Magazine la conclusión obvia: “Podían hacerlo sin mucha presión o debate. Fue una decisión política hacerlo cuando los medios y la gente están preocupados por otra cosa”. En cualquier caso, “la prohibición vino precedida por una suspensión de dos años de las solicitudes legales de reconocimiento de género, lo que significaba que las personas trans no podían obtener documentos de identidad que coincidieran con su género incluso antes. Ahora, la prohibición ha codificado en la ley la práctica anterior”.

En Hungría, además, existen listas cerradas de nombres para hombres y mujeres. La legislación prohíbe claramente elegir un nombre de la otra lista. Lo que significa que los nombres de pila tampoco se pueden cambiar para que coincidan con el género de la persona. La organización trans húngara Transvanilla lamenta como estas circunstancia “han ido provocando el miedo y la inseguridad en las personas trans en Hungría desde hace años”.

Dombos lamenta como “en los últimos años, las activistas trans más destacadas han abandonado el país y se han trasladado a Europa Occidental”, una tendencia “que probablemente avanzará”. Es el caso Ivett Ördög, matemática e ingeniera informática afincada desde este verano en Berlín. Tomó la decisión tras la aprobación de la nueva ley. Responde a nuestras preguntas por correo electrónico y opina que el giro tránsfobo de la sociedad húngara es un fenómeno reciente provocado por la retórica política: “Cuando comencé mi transición, la mayoría de la gente sentía curiosidad y sentí poca hostilidad. Eso cambió mucho desde que los medios de comunicación de derecha iniciaron una campaña contra los derechos LGTBI”. En este contexto considera especialmente peligroso que se obligue a las personas trans a mantener en los documentos oficiales el género asignado al nacer: “No permitir a las personas en transición elegir si lo ocultan o no es especialmente problemático cuando la opinión pública se ha vuelto contra nosotras”.

Las mismas restricciones provocaron primero el retraso y luego la cancelación del Orgullo de este año. La celebración online concentró 37 eventos y a más de 10.000 personas. Entre 2007 y 2010, el Orgullo sufrió ataques violentos por parte de militantes extremista derecha. Dombos indica que la Marcha del Orgullo “sigue siendo un asunto controvertido tanto en la comunidad LGBTI como en la población en general, incluso algunos afirman que es contraproducente para ganar aliados y simpatía”.

dos mujeres se abrazan y otra más en primer plano lleva un cartel con la bandera Lgtbi

Imagen de la celebración de Orgullo en Budapest en 2019. / Foto: Facebook de Hatter.

Electoralismo de extrema derecha

La trayectoria política de Dóra Dúró, la parlamentaria que destruyó el libro de cuentos, ilustra bien el complicado entramado de la derecha extrema húngara, que deja al partido Fidesz, de Orbán, visto como extremista por el resto de Europa, como moderado dentro de su país. De apenas 33 años, la parlamentaria inició su carrera en el partido Jobbik (literalmente “mejor”, aunque el nombre del partido era Movimiento por una Hungría Mejor), fundado en 2003 y a la derecha del Fidesz.

Dúró fue elegida parlamentaria por primera vez en 2010, con 23 años, pero a partir de 2014 empezó a diferir de la línea del partido, que optaba por una moderación en las formas, alejándose de la estética paramilitar y del discurso fundamentalista cristiano que ya entonces le arrebataba Orbán. En abril de 2018 el Jobbik se convirtió en la segunda fuerza en el parlamento húngaro y principal oposición a Orbán desde la derecha. Sin embargo, la facción más dura, con Dúró como una de sus caras visibles, decidió escindirse y fundar el Mi Hazánk.

El partido nació con grupo parlamentario propio, de cuatro diputados “rebeldes” encabezados por ella. Recuperando la retórica más dura del Jobbik –y su estética paramilitar–, se han destacado en sus apenas dos años de existencia por reivindicar la memoria del almirante Horthy, jefe de Estado húngaro entre 1920 y 1944, aliado de la Alemania nazi durante la Segunda Guerra Mundial al que se acusó, aunque nunca fue condenado, de colaborar con las primeras deportaciones de judíos húngaros.

Dúró está casada con Előd Novák, otro exdirigente de Jobbik que pasó a Mi Hazánk, y asume el papel de preocupada mujer de familia cristiana en sus discursos. Aún en su anterior partido ya pidió la prohibición de las uniones civiles entre personas del mismo sexo –legales en Hungría desde 2009–, de la celebración del Orgullo de Budapest y de “la propaganda homosexual que llega a los cines húngaros”.

Orbán compite por afianzar su mayoría con ambos partidos. Es una carrera por ganarse el voto de la Hungría “interior”. Más allá de la capital, Budapest, donde gobierna una coalición encabezada por el ecologista Gergely Karácsony, hay una Hungría donde se compite por defender la “herencia cristiana” del país lo mismo contra la inmigración de personas sin documentación –las culpables favoritas para la expansión del coronavirus en el país, a pesar de que permanece cerrado al exterior desde julio–, el millonario George Soros o las personas LGTBQI+.

Hungría tampoco es una excepción en la zona. Forma parte del llamado ‘Grupo de Visegrado’ o ‘V4’, que lo une a sus vecinos Polonia, República Checa y Eslovaquia. Este pequeño ‘lobby’ dentro de la Unión Europea (UE) nació fuera de ella, en los 90, cuando aún los dos últimos formaban Checoslovaquia y todos ellos acababan de librarse de sus respectivas dictaduras comunistas. El objetivo declarado entonces era la convergencia económica y democrática con Europa Occidental para entrar, precisamente, en la UE.

En Polonia el partido Ley y Justicia de Jarosław Kaczyński lleva años siendo tristemente célebre por sus medidas contra los derechos de las mujeres o el colectivo LGTBQI+. Al igual que su socio húngaro, el Gobierno intentó durante el confinamiento de abril aprobar leyes que restringían el derecho al aborto “hasta hacerlo casi imposible”, según Amnistía Internacional, y eliminaban la educación sexual de las escuelas. La movilización de la sociedad civil lo impidió, a pesar de las restricciones sanitarias.

una bandera arcoíris en un contenedor

La bandera arcoíris que lucía en el Ayuntamiento de Budapest, en la basura.

Contrasta con la situación de la capital húngara, Budapest, donde se fundaron las primeras organizaciones LGTBIQ+ del antiguo bloque del Este y se celebró la primera manifestación del Orgullo en un país excomunista en 1997. El pasado 17 de agosto el alcalde Karacsony apoyaba la convocatoria virtual de Hátter colgando una bandera arcoíris junto a la húngara en el balcón del Ayuntamiento, para que poco después un militante de extrema derecha trepase por la pared para arrancarla de su mástil y grabarse tirándola a un contenedor de la basura.

Karacsony forma parte del partido Momentum, una coalición que une a socialistas, ecologistas y en general cualquier partido más a la izquierda que el Fidesz, incluido en algunos municipios el Jobbik, del que se escindió la extrema derecha de Mi Hazánk. Momentum ha planteado parte de su batalla en Bruselas, presentándose como el partido europeísta defensor de los derechos humanos frente al euroescéptico Orbán.

Tamás Dombos, portavoz de la sociedad Hátter, opina que “es un problema que la UE sea relativamente débil cuando se trata de hacer cumplir los derechos humanos dentro de la misma UE. Es bastante hipócrita que tenga más exigencias para los países que se encuentran actualmente en proceso de adhesión en lo que respecta a los derechos LGTBQI+ que para los estados miembros actuales. La UE debería tener un mejor mecanismo para hacer cumplir los derechos humanos dentro de sus fronteras, con una legislación que proteja explícitamente los derechos de las personas transgénero”.


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