Escobas y dildos: disidencias fálicas frente al patriarcado

Escobas y dildos: disidencias fálicas frente al patriarcado

El dildo podría ser un hijo bastardo de la escoba, y cada vez que usamos uno estaríamos resucitando a todas aquellas brujas que, abriéndose de piernas, experimentaron no solo con las bases de la farmacología moderna sino también con su propio placer.

Texto: Julia Amigo
20/10/2020

Ilustración de Conchi Guerrero (@sabbracadabrastudio).

En el Pirineo aragonés abundan las chimeneas espantabruxas, de variadas formas, todas ellas inquietantes. Algunas están rematadas, en su extremo superior, en forma de persona con los brazos en cruz, otras son redondeadas recordando a una cabeza humana y algunas están construidas de modo que el aire silba y genera diversos sonidos al pasar a través de ellas. En todo caso, tradicionalmente se adornaban las casas de este modo para proteger a sus moradores de las brujas, cuya presencia en el territorio aragonés se remonta al siglo XI.

¿Cuándo surgen las primeras brujas, quiénes eran? Lo cierto es que ya en la época clásica existían sabias hechiceras en las que podríamos encontrar trazas de las posteriores brujas. Las hechiceras clásicas solían representarse con un pergamino en las manos, símbolo de los extensos conocimientos que, como las brujas, guiaban sus prácticas rituales y curativas.

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Las brujas se diferenciaban de las hechiceras, curanderas y magas en sus supuestas colaboraciones con el diablo, del que obtenían conocimientos vetados al resto de las mortales. Los juicios por brujería que quedaron registrados por escrito recogen desde el vuelo nocturno de las brujas hasta los aquelarres y las relaciones sexuales con animales, entre otras fantasías. Otro elemento de gran calado en la construcción de la imagen de la bruja -que nos es mucho más cercano por su presencia en la cotidianeidad de nuestros hogares- fue y sigue siendo la escoba.

La ilustración más antigua de brujas volando sobre sus escobas es de 1451. Aparece en Le Champion des Dames, de Martin Le France, poeta francés nacido en Normandía en 1410. La imagen no deja lugar a dudas: las piernas de las brujas cuelgan hacia ambos lados de los palos de madera y sus rostros tienen el mentón elevado hacia el cielo, su destino. Una de ellas usa una escoba clásica y la otra un simple palo de madera, igual en sus dos extremos.

Imagen de ‘Le Champion des Dames’, de 1451.

Las escobas, al margen de la brujería, son utensilios provistos de un gran capital simbólico. Han sido usadas, por ejemplo, en propaganda y cartelería política, por partidos tanto de derechas como de izquierdas, para reforzar sus ideales barriendo, como si de suciedad o polvo se tratase, los del signo contrario. También se ha recurrido a la escoba para estereotipar a las mujeres e intentar conectarlas, en chistes y bromas altamente machistas, con las tareas de limpieza y el cuidado doméstico en general.

Las brujas, si atendemos a diversas investigaciones antropológicas e históricas, dieron usos a la escoba mucho más cercanos a la fantasía lisérgica de lo que podríamos imaginar. Así, la escoba sobre la que se suponía que las brujas volaban tiene un origen real y, en concreto, terapéutico. La escoba de madera, alargada y de punta redondeada era usada como herramienta para aplicar ungüentos y remedios por vía vaginal y rectal. Las escobas, siguiendo esta hipótesis, habrían nacido pues no como improbables medios de transporte aéreos sino como herramientas sobre las que untar remedios medicinales.

En los aquelarres se mantuvieron reminiscencias de ritos paganos, entre cuyos fines se encontraba el tratamiento y erradicación de enfermedades. La aplicación de los ungüentos que las brujas preparaban se realizaba por vía vaginal y rectal ya que la absorción por estas vías es mucho más rápida que a través de la piel y más segura que por vía oral.

En muchas ocasiones las propias brujas probaban las dosis consigo mismas para determinar las cantidades adecuadas. Los errores en la dosificación o la búsqueda consciente de viajes psicotrópicos explicarían la sensación de flotabilidad o el vuelo sobre la escoba. En algunos juicios por brujería, muchas llegaron a admitir que volaban con sus escobas sobre los pastos y los pueblos, no tanto de manera literal como simbólicamente, ayudadas por drogas como el beleño, la belladona, el estramonio y la mandrágora, que les provocaban alucinaciones de diverso grado.

Josep Fericgla, en Enteógenos y principales embriagantes tradicionales en el área mediterránea. La receta química de las brujas, afirma que fue esta aplicación de sustancias por vía vaginal la que “generó la antigua imagen de la bruja que vuela montada en una escoba: en efecto, las mujeres europeas se untaban sus mucosas vaginales con las pócimas que cocinaban a base de estramonio, y para ello debían usar algún palo que les permitiera la administración intravaginal. Como la embriaguez aparece en pocos instantes, las mujeres tenían la sensación de alzarse por los aires montadas en el diabólico palo”.

¿Tendrían también, las escobas, usos sexuales relacionados con la exploración y el placer? Aunque este punto es algo más difícil de determinar de manera documental, sí que podría inferirse que el hecho de utilizar un objeto duro y alargado para la aplicación de remedios medicinales tiene indudables tintes eróticos. Así queda reflejado, por ejemplo, en el grabado ‘Linda maestra!’ del pintor español Francisco de Goya (1797-1799), de la serie Los caprichos y perteneciente al grupo temático Sueños y brujas. Si bien expresa, como el resto de la serie, la fuerte oposición del pintor al poder eclesiástico, permite también otras interpretaciones. En la web del Museo del Prado describen así la obra: “Goya al conocer bien los aspectos de la brujería, captaría el momento en el que una vieja bruja inicia a una joven en estas prácticas. La mayor parte de las escenas de brujería, se han interpretado como alusiones satíricas en contra de la Iglesia, sus dogmas, sus misterios, y sobre todo contra las órdenes religiosas. Sin embargo, esta imagen puede tener otra lectura y es la iniciación sexual de la alcahueta a la joven prostituta haciendo más incisiva la expresión del pintor: ¡Linda maestra!”.

'Linda maestra!' (1797-1799), de Goya..

‘Linda maestra!’ (1797-1799), de Goya.

 

¿Será que la escoba se convirtió en dildo?

“El orgasmo reside en el espacio de intersección de dos lógicas opuestas. Al mismo tiempo enfermedad y cura, derroche y exceso. Al mismo tiempo veneno y remedio. El orgasmo es a la sexualidad lo que, en la lectura de Platón de Derrida, la escritura es a la verdad: pharmakon”
Paul B. Preciado, en Manifiesto contrasexual

Restos de objetos cuya forma sugiere que pudieron ser usados para ser introducidos en la vagina se han encontrado a lo largo y ancho del planeta, en culturas alejadas geográfica y temporalmente. El dildo más antiguo del que se tiene constancia es un objeto tallado en piedra de unos 20 centímetros de largo y tres de ancho, descubierto en la cueva de Hohle Fels, en el sur de Alemania, de cerca de 30.000 años de antigüedad.

Resulta curioso que, al igual que cuando se describe casi cualquier otro dildo, se haga referencia a él como un “objeto con la forma del miembro masculino” o “un miembro masculino de piedra”. Aunque la antropología sociocultural sigue debatiendo cuáles fueron los usos concretos de estos objetos, entre ellos se encuentran el autoplacer sexual, la aplicación de ungüentos o los ritos de iniciación sexual.

Varios medios que se hicieron eco del hallazgo del dildo milenario lo denominaron directamente “pene”, al constatar que podría tratarse de una representación de la genitalidad masculina además de una herramienta de uso sexual. En esas noticias también se hace referencia a que las representaciones de vulvas y vaginas eran mucho más comunes, existiendo restos de ellas mucho más antiguos que este dildo. Las representaciones de penes, por otro lado, eran mucho más raras y difíciles de encontrar.

Rachel P. Maines, en su libro La tecnología del orgasmo. La Histeria, los Vibradores y la Satisfacción Sexual de las Mujeres, señala cómo para los hombres resultó tranquilizador que los primeros dildos fabricados en Europa en la época victoriana tuvieran forma de pene humano. ¿Qué puede subyacer a este empeño por asimilar el dildo al pene, convirtiendo al segundo en modelo del primero?

Paul B. Preciado, por su parte, realiza en su ensayo Manifiesto contrasexual, una curiosa vuelta de tuerca afirmando que “en el principio era el dildo. El dildo antecede al pene. Es el origen del pene. La sexualidad es una tecnología hecha de máquinas, productos, instrumentos, aparatos, trucos, prótesis, redes, aplicaciones, programas, conexiones, flujos de energía y de información, interrupciones e interruptores, llaves, leyes de circulación, lógicas, equipos, formatos, accidentes, detritos, mecanismos, usos, desvíos… Es hora de entrar en la caja negra del sistema y de inventar una nueva gramática.”

Siguiendo esta línea de pensamiento, quizás el dildo siempre fue, siempre estuvo ahí, y lo que ocurrió a lo largo de la historia no fue más que esto: los señoros se apropiaron de las escobas y de otras formas fálicas usadas de manera creativa y disidente, las recortaron y moldearon a su gusto, y se marcaron el robo perfecto, fabricando a raíz de ellas dildos y vibradores que después asegurarían haber basado en sus propios miembros.

El dildo, en este sentido, podría ser un hijo bastardo de la escoba, y cada vez que usamos uno, sea solas o en compañía, estaríamos resucitando a todas aquellas brujas que, abriéndose de piernas, experimentaron no solo con las bases de la farmacología moderna sino también con su propio placer. Tanto las escobas como los dildos dibujan escenarios de resistencia al sistema heterocentrado, coitocéntrico y machista, al burlar las convenciones de sexo-género y sexualidad creando imaginarios radicalmente distintos y de gran influencia sociocultural.

En una cabriola de significantes y simbolismos –y abundando como lo hacen las formas fálicas en la naturaleza, a nuestro alrededor- ¿por qué no aventurarnos a imaginar que los penes surgieron tras un viaje en el tiempo? Un viaje hacia el futuro en que la naturaleza comprobó cuán fascinantes eran las formas alargadas, los dildos gruesos o delgados, que podían mecerse suavemente, henchirse ante la alegría y descansar arrugados, como piedras escondidas entre el frondoso bosque. De este modo, se podría desvincular lo fálico de la violencia patriarcal para entender que fue la repetición de una masculinidad tóxica lo que pervirtió las posibilidades infinitas de tan interesante órgano.

Si regresamos a la raíz de los pueblos originarios, donde los géneros eran fluidos o existían en función de cosas distintas a la mera corporalidad, quizás ahí residan las respuestas para el presente. Frente a la presunción de pene y la determinación genética, se instalaría la fantasía prostética. Así como las brujas se valían de las escobas, y las histéricas de los dildos, ahora las mujeres usamos cinturones con falos artificiales, los trans convierten sus dedos en enormes y juguetones falos, las de género fluido introducen los suyos en cálidas cavernas, y un largo etcétera. La visión del pene como una posibilidad y no como una determinación biológica podría incluso pulverizar el debate terf: no se trata de si hay pene o no, se trata de cómo lo imaginamos y, ante todo, de cómo lo representamos y lo retratamos.

En este sentido sería interesante comenzar a introducir lo fálico en ilustraciones de reivindicación queer y feminista, para mostrarlo en todo el abanico de sus posibilidades, para desproveerlo, o al menos alejarlo, de esa conexión entre el miembro y la masculinidad hegemónica, para acercarlo a nuevos imaginarios no solo de masculinidad sino, sobre todo, de fluidez y cambio.

Preciado defiende en Manifiesto contrasexual la erotización del cuerpo entero en detrimento del cuerpo atomizado, recortado, diseccionado. El saber-placer pasaría así a guiar nuestros pasos, iluminando aquelarres disidentes con llamaradas de diversidad. Al utilizar las escobas-dildos, estamos introduciendo dentro de nuestro cuerpo esos saberes emancipatorios que las brujas idearon. Generamos de esta manera nuestros propios placeres, potenciando visiones místico-eróticas, gemidos en lenguas olvidadas y conjuros en idiomas oscuros.

En la semana internacional por la despatologización trans y en un momento en que el movimiento feminista está navegando debates en torno a quién es el sujeto del feminismo, perece oportuno rescatar disidencias que hacen uso de lo fálico (comúnmente asociado a la masculinidad y los hombres cis) para desmontar prejuicios y abrir vías de inclusión que vayan más allá de las mujeres cis. ¿Quién dice que en lo erecto -en lo que posee glande, en lo cavernoso- no existen también lugares para la ternura radical y la resistencia al sistema cisheteropatriarcal?

 


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