Corazonada

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Las enfermedades cardiovasculares provocan la muerte a 65.000 mujeres cada año en el Estado español, sin embargo, los sesgos de género presentes en la cardiología dificultan el diagnóstico precoz y el tratamiento adecuado.

23/09/2020

Ilustración: Señora Milton

Permite el riego de nuestro cuerpo a lo largo de la vida. Es el músculo más trabajador, nunca cesa en su movimiento, al menos si está sano. Sabemos que el de las mujeres es algo más pequeño y que late algo más rápido, pero no nos cuentan si esas diferencias se reflejan en su funcionamiento, o en el tratamiento de sus posibles desajustes. Tampoco se habla de la manera en que el género puede determinar el desenlace de una cardiopatía: las mujeres tienen un 50 por ciento de posibilidades de morir en su primer infarto frente al 30 por ciento de hombres.

Las enfermedades cardiovasculares son la primera causa de muerte en el Estado español, superando a otras como el cáncer y los accidentes de tráfico. Las cifras demuestran que las mujeres son las más afectadas: cerca de 65.000 fallecen anualmente a causa de una enfermedad cardiovascular, lo que supone una tasa de mortalidad de un 31 por ciento frente a un 26 de los hombres, según datos del Instituto Nacional de Estadística. Antonia Sambola, coordinadora del Grupo de Trabajo de Mujeres en Cardiología de la Sociedad Española de Cardiología (SEC), explica que las causas de esta diferencia en las cifras son múltiples. “En algunos casos van más tarde al médico, pero en otros se diagnostica erróneamente; muchos síntomas que se presentan en las diferentes patologías cardiovasculares, como dolor en el pecho, palpitaciones o sensación de ahogo, en las mujeres se atribuyen a ansiedad”.

Una investigación emprendida por la SEC, en la que se analizaron los datos de más de 300.000 pacientes entre los años 2005 y 2015, revela que las mujeres tienen dos veces más riesgo de morir después de haber sufrido un infarto agudo de miocardio. La demora a la hora de acudir al hospital o al centro de salud, unida a que a ellas se les realizan menos técnicas como la angioplastia, explicaría estos resultados. Una vez que transcurren doce horas desde que se ha producido un infarto, algunos centros sanitarios valoran que esta técnica no reporta beneficios. Desde la Fundación Española del Corazón apuntan que el intervalo que transcurre desde que una persona con infarto de miocardio entra en un hospital hasta que recibe tratamiento “resulta fundamental para su supervivencia y no debería ser superior a 90 minutos”. El tiempo, por tanto, es crucial. Vital. Ese tiempo precisamente sería una de las claves de estas altas cifras en mujeres, que tardan más en llegar al hospital cuando sufren una dolencia cardiovascular. Más lentitud. “Mientras que los hombres están más concienciados para buscar atención médica al notar los síntomas del infarto, a las mujeres les cuesta dar este paso y tienden más a aguantar o no reconocen los síntomas”, añaden. En 2016, la fundación editó una guía en la que se indica que “se sigue teniendo la percepción de que es un problema que afecta únicamente a los hombres”. ¿Es lentitud o falta de información?

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“El sesgo de género en las enfermedades cardiovasculares es quizás el más descrito y conocido”. Elisa Chilet, investigadora del Consorcio de Investigación Biomédica en Epidemiología y Salud Pública (CIBERESP) de la Univesidad Miguel Hernández de Elche, conoce en profundidad lo que discurre entre arterias, aurículas y ventrículos. Para contextualizar la situación de las mujeres y el corazón, se remonta a principio de los años 90. En ese momento, dos estudios publicados en la prestigiosa revista estadounidense New England Journal of Medicine ya evidenciaban que las mujeres que sufrían un infarto no recibían una adecuada atención porque en muchos casos no presentaban la sintomatología típica. O podríamos sustituir el ‘típica’ por ‘común entre los hombres’, pero no siempre entre las mujeres. “Si pensamos en los síntomas del infarto, visualizamos a alguien llevándose la mano al pecho, al lado izquierdo. Este dolor es muy frecuente en hombres, pero no en mujeres, que presentan otros síntomas, como es incomodidad en el cuello, en la mandíbula, en los hombros, en la parte superior de la espalda o el abdomen, la falta de aliento, dolor en uno o ambos brazos, náuseas o vómitos o sudoración”, explica.

Al igual que ocurre en otros ámbitos de la medicina, históricamente la investigación en enfermedades cardiovasculares se ha centrado en la sintomatología masculina, incluyendo mayoritariamente a hombres en los estudios. Después esa información se extrapolaba a las mujeres, suponiendo que la enfermedad se comportaba de la misma forma. “A pesar de que es obligatorio incorporar a mujeres en ensayos clínicos, son incluidas en menor medida y no se analizan diferencias por sexo o la influencia de las hormonas en la eficacia y seguridad de los fármacos”, apunta la investigadora. Estas hormonas serían tanto las propias de las mujeres como las derivadas por tratamientos sustitutivos o anticonceptivos. “Se conoce que los estrógenos actúan como ‘factor protector’ de las mujeres premenopáusicas. De hecho, es a partir de ese momento cuando el riesgo en las mujeres aumenta y este hecho podría explicar que los hombres tiendan a presentar enfermedad cardiovascular en edades más tempranas que las mujeres”, añade. El parto prematuro, los trastornos de la hipertensión durante el embarazo o la diabetes gestacional también influirían.

Según indica Chilet, los procedimientos, o la deficiencia en los mismos, van perpetuándose y originando informaciones incompletas. “El problema principal es que esta investigación sesgada genera el conocimiento que se transmite en las facultades a los futuros médicos y médicas que diagnostican y tratan del modo en que aprenden durante su formación”. Cuenta cómo sus estudiantes se sorprenden al escuchar que hombres y mujeres tienen síntomas diferentes en el infarto agudo de miocardio, así como en otras enfermedades cardiovasculares. “Me preguntan cómo puede ser así si no se lo han contado en las asignaturas clínicas”, añade.

El corazón no es la única zona del cuerpo que lo sufre. El sesgo androcéntrico de la investigación también se da en otros problemas de salud. “Vemos situaciones incluso cómicas, como la observada en ensayos clínicos de la flibanserina, la llamada ‘viagra rosa’, en los que se incluyeron hombres en los estudios de la primera fase. Estamos consumiendo fármacos desconociendo realmente si son eficaces y seguros en nosotras”, explica Chilet. Otro ejemplo representativo es el de la fibromialgia, una enfermedad que se relaciona con causas emocionales. Chilet destaca que algunas líneas de investigación actuales, como las desarrolladas en Alcalá de Henares, analizan otros factores desencadenantes de los síntomas, como fuertes hemorragias en la menstruación durante el período fértil, contaminaciones con productos químicos procedentes de los cosméticos o tóxicos ambientales.

Atención y experiencias

La atención y la información en el momento de acudir a los servicios médicos puede ser una de las claves para reducir la mortalidad cardiovascular femenina. Después de realizar numerosas entrevistas a mujeres con cardiopatía, Lucero Juárez, investigadora y docente de Medicina de la Universidad del Valle de México (UVM), ha llegado a algunas conclusiones importantes, que expone en el libro Directo al corazón. “La mirada de las mujeres que padecen una enfermedad cardiovascular y la del personal médico que las atiende es diferente. Mientras ellas narran que la desinformación persiste después de enfermar, el personal médico, principalmente el de atención primaria, considera que las mujeres sí están informadas sobre cómo evitar o reducir el riesgo cardiovascular”, escribe. Una de las mujeres entrevistadas contaba cómo hace años le preguntaba a su doctor sí podía tener problemas del corazón y él le respondía que no: “Mucha de mi familia murió de eso y yo estaba con la idea de que me iba a morir también del corazón, pero este doctor me decía que no tenía nada que ver y después de eso se me olvidó”. Ahora tiene una cardiopatía.
Juárez apunta también que en las mujeres pueden darse estresores relacionados con el género, como el ‘ser para otros’, que las lleva a acaparar simultáneamente diversos roles (esposa, madre, hija, empleada, trabajadora doméstica) y una doble jornada laboral. “Junto a otros factores, estos mandatos de género pueden demorar su llegada a la atención médica”, comenta en el mencionado estudio. Además, explica que las mujeres infravaloran sus dolencias y privilegian las necesidades de otros miembros de la familia sobre las suyas. En el campo médico, algunos de los sesgos de género que destaca Lucero Juárez serían un registro menor de los primeros síntomas coronarios en las mujeres, el diagnóstico de sus malestares como ansiedad o no tomar en cuenta las diferencias biológicas.

A Ana Reguera le parece que tuvo bastante suerte. Hace un año estaba en una calle de Shanghai cuando empezó a sentir que “algo iba mal” y se acercó caminando al hospital. Llegó al servicio de urgencias con un dolor intenso en el pecho y en el brazo. “Vomité directamente encima del mostrador”, recuerda. Le hicieron un electrocardiograma y la gráfica reveló anomalías. “No me imaginaba que estaba sufriendo un infarto”. A la media hora de llegar al hospital tuvo una parada cardíaca y la reanimación logró que su corazón volviera a trabajar. “Creo que me salvó la vida que me doliese el brazo, tener un síntoma ‘clásico’, si hubiese llegado cinco minutos antes vete tú a saber lo que habría pasado”.

María Sanz no ha sufrido ningún infarto, pero sí algún susto. Hace cuatro años, durante unas Navidades en las que visitaba a su familia, comenzó con fiebres y vómitos. Cuando volvió a su residencia habitual se hizo una revisión. Los resultados revelaron una hipertrofia en el ventrículo izquierdo. “Me dijeron que era común en personas con tensión arterial alta, pero yo precisamente la tengo baja”, recuerda. Su abuela había enfermado durante mucho tiempo a causa de una trombosis y una patología cardíaca y estos antecedentes le parecían importantes. “Me hicieron otra prueba y me dijeron que estaba todo bien, que solo veían un reflujo en una válvula y que eso no tendría demasiadas consecuencias en mi vida ni tampoco tenía solución; que quizá con un poco de ejercicio se podría corregir”. Lo que más le inquietó, según cuenta, fue la incomprensión: “No te explican lo que te pasa de forma didáctica para que lo puedas entender”. Han pasado dos años desde que se repitió la prueba con el mismo resultado. Ahora tiene pendiente una visita a cardiología, aún sin fecha.

El diagnóstico precoz parece fundamental para garantizar problemas futuros. En relación con esto, Bernadine Healy, la primera directora del National Institutes of Health (grupo de instituciones estadounidenses que se dedican a la investigación médica), resaltó algo ya existente en la práctica, aunque aún sin título. Lo llamó “el síndrome de Yentl”. La denominación proviene de un personaje femenino creado por Isaac Bashevis que debía vestirse de hombre para acceder a ciertos textos. “Healy denuncia que las mujeres que sufrían un infarto agudo de miocardio debían presentar los mismos síntomas que los hombres para tener una atención adecuada”, apunta Elisa Chilet. Por su parte, Antonia Sambola cree que se está avanzando: “Probablemente la comunidad médica esté empezando a tomar conciencia. Las cifras de fallecimientos de mujeres a causa de enfermedades cardiovasculares se conocen, pero se omiten”. Considera que, si se realiza una atención adecuada en la consulta y exploraciones precisas para descartar lo más grave, puede llegarse al diagnóstico de forma rápida.

Y así, entre debate y estudio, mientras investigadoras y cardiólogas siguen con sus avances, en medio de la sístole y la diástole, el corazón permanece en su rutina. Por momentos, bombeando con disfrute, en otros disfrutando de la relajación. Confiado y resistente. Deseoso siempre de buenos cuidados.

 

El Salto&Pikara Magazine
Este contenido ha sido publicado antes en la edición en papel de www.elsaltodiario.com en el marco de un acuerdo de colaboración que tenemos con ellas

 

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