‘Tú también puedes tener un cuerpo como el mío’: ser y no ser

‘Tú también puedes tener un cuerpo como el mío’: ser y no ser

En su primera novela Alexandra Kleeman bucea en las turbadoras posibilidades de la percepción y el autocuestionamiento.

10/06/2020

Durante la cuarentena algunas lectoras, las más afortunadas, habrán aprovechado para ponerse al día con sus lecturas pendientes. Otras habrán suspirado ante su pila de libros por leer y habrán fantaseado con otros títulos, prohibidos por la imposibilidad de ir hasta una librería o una biblioteca. Y también ha habido lectoras, seguro, que han saboreado esa frustración específica que se produce cuando quieres leer y no puedes: “Quien lo probó lo sabe”. Está claro que un libro encaja o no en cada momento dependiendo de las circunstancias de quien lee.

Tú también puedes tener un cuerpo como el mío, de Alexandra Kleeman (Berkeley, 1986), editado por Gatopardo este mismo año, no es una lectura todoterreno. No es recomendable para cuando se busca pasividad o puro relajo en la lectura. Requiere de atención para poder apreciar de verdad cómo su trama se dobla y desdobla, absorbiéndote y a la vez asfixiándote un poco; una sensación análoga a la de su protagonista vistiendo una sábana con dos agujeros, queriendo transformarse en fantasma. No puedes empezar a leer este libro y quedarte como si tal cosa.

La narración de Alexandra Kleeman desmenuza la realidad, reduciéndola a un buen montón de detalles en los que rebosa la extrañeza, ampliados por la visión punzante de la autora, como si se tratase de un microscopio. Las escenas se dilatan y se hilan resultando corrientes y ajenas al mismo tiempo: pura desazón. Se trata de la primera novela de Kleeman, que ha publicado anteriormente un libro de relatos no traducidos (de momento) al español: Intimations. Su próximo libro, Something New Under the Sun, será publicado en Estados Unidos este mismo año.

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Tú también puedes tener un cuerpo como el mío se compara con Black Mirror, con el cine de David Lynch y de David Cronenberg, con La subasta del lote 49, de Thomas Pynchon, y con Ruido blanco, de Don DeLillo. Y son comparaciones acertadas. Pero habría que añadir a esta lista el brutal libro de cuentos Pelea de gallos, de María Fernanda Ampuero (Páginas de Espuma), por el alto grado de inquietud derivado de jugar con las ideas de una posible realidad, y a Karl Ove Knausgård, porque en ambos abunda la descripción infinitesimal de los detalles.

A, la protagonista de esta novela, es una chica joven que trabaja como correctora editorial y comparte piso y un gran parecido físico con B, que está decidida a parecerse cada vez más a A. Su mundo se reduce a eso y a su relación con C. Parece haber encontrado comodidad en la manera en la que C vive ajeno a lo que ella quiere, adaptándose con facilidad a los deseos de su novio. Como explica ella misma: “Esta era una de las cosas que hacían que nuestra relación funcionara tan bien: él siempre daba por sentado que yo era igual de feliz, incluso cuando no era el caso. Con C, podía quedarme allí sentada y pasar por un ciclo de pena, rabia, tristeza, ambivalencia y adaptación, todo sin perturbar la cómoda relación entre nosotros. Como resultado, él me describía como una persona de trato fácil. Y a veces, cuando las comisuras internas de los ojos me conocían y sabía que estaba a punto de desbordarme, me bastaba con echarle un vistazo a él y a su sonrisa totalmente normal para darme cuenta de que había malinterpretado por completo mi propia situación. Después, sintiera lo que sintiera ese sentimiento se vacía de forma que todo lo que sentía era que yo no sabía lo que sentía”.

Hasta aquí, la historia suena cercana. Un posible relato de las dependencias emocionales que a veces las mujeres engranan en algunos momentos de sus vidas. El libro refleja ese aspecto relacional, pero es más complicado. La exploración del absurdo cotidiano de esta narración, solo comparable a los momentos de absurdo imaginado que también incluye, alcanza consecuencias de lo más desasosegante.

La disociación es una constante en la protagonista, que hace saltar por los aires su identidad y la de quienes la rodean, cuestionando la validez de la propia percepción y borrando sus límites. “Existe una especie de presión que tu propia vida te impone a la fuerza, para que hagas algo exactamente como tú lo harías, para que te comportes exactamente como eres”. A comienza por sentirse alerta cuando B es explícita en su resolución de ser cada vez más como ella. La idea de desdoblamiento se despliega en todo su esplendor: no solo es el estremecedor parecido entre A y B, también son inquietantes las semejanzas entre C y el ex de B. Incluso Jesús se duplica en esta historia.

Este juego de dobles se resalta con buenas dosis de humor negro, como en el caso de la descripción de lo que Kleeman bautiza como “Trastorno del Padre Desaparecido”, un fenómeno que hace que montones de hombres terminen siendo, accidentalmente, los padres de familias que no son las suyas. Todo es intercambiable en el universo de esta novela, las personas, claro está, no iban a ser menos. “Querer cosas”, dice A, “era un sustituto de querer a personas, uno de los mejores sustitutos posibles”. Otro ejemplo desconcertante es el concurso de televisión al que C está enganchado: quienes concursan pueden ganar mucho, pero pueden perder a su pareja si no la reconocen en alguna de las extrañas pruebas, algo parecido a lo que les pasa a las madres con sus criaturas en el microrrelato Programa de entretenimiento, de Ana María Shua.

Suena a distopía alocada, a absurdo imposible. Sin embargo, las similitudes con el mundo real (o, al menos, con la idea que nos figuramos de lo que es el mundo real en un barrio blanco residencial estadounidense) son demasiadas como para distanciarnos. La autora nos empuja a un laberinto de espejos aparentemente inocente, pero en el que nos vamos a perder seguro: de alguna forma huir de ti te lleva más a ti.

Las dosis de adrenalina existencial que se disparan al leer Tú también puedes tener un cuerpo como el mío están garantizadas: te sitúa en un punto indefinido entre ser y no ser. Es una lectura exigente, seguro. Pero si te atrapa, es también muy adictiva.

 


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