Lola Fernández Palenzuela, obrera de la palabra

Lola Fernández Palenzuela, obrera de la palabra

Esta comunicadora granadina lleva 20 años dedicada a los sindicatos de periodistas. Es también integrante de la Red Internacional de Periodistas con Visión de Género y una de las fundadoras de la revista feminista andaluza 'La Poderío'.

13/05/2020
una mujer posa en mitad de una calle

Lola Fernández. / Foto: Foto: Charo Valenzuela

“A mí me gusta decir que soy periodista y ya está”, arranca Lola Fernández Palenzuela cuando le pido que resuma su trayectoria. Y eso que a su primer empleo, en Los 40 Principales, no llegó por vocación sino por ganas de independizarse. Tenía 18 años y buscaba trabajo, escuchó un anuncio en la radio y decidió presentarse, pese a no saber nada de música. “Me cogieron a mí, que me había criado en Barcelona, y a una compañera de Madrid: a las que no teníamos acento andaluz”, reconoce con indignación. Una cualidad que le pesa, añade, porque se traduce en desarraigo.
Le cogió el gusto al oficio: después de estudiar Periodismo en Bizkaia, dio el salto a los informativos de Radio Granada (Cadena SER) hasta que se le terminó el contrato. A partir de entonces, tocó prácticamente todos los palos de la profesión: prensa diaria, televisión local, gabinetes de prensa de asociaciones y de instituciones. En la actualidad, trabaja en la Fundación Euroárabe y es una de las impulsoras de la hermana andaluza de Pikara Magazine, La Poderío, donde se define a sí misma como “obrera de la palabra”.

Lola no olvida lo que es la precariedad: concatenar empleos temporales, mal pagados, y completar el salario con lo que salga. “Presentaba todo lo que me echaban, desde galas de flamenco, sin tener ni idea, hasta fiestas para ancianos, animando a 500 viejas y viejos”, se ríe. No olvida lo que es la precariedad porque la ha vivido, pero también porque dedica su militancia a combatirla. Ha sido secretaria general del Sindicato de Periodistas de Andalucía desde prácticamente su fundación en 1999 hasta 2017, cuando pasó a ser vicesecretaria general de la Federación de Sindicatos de Periodistas (FESP). Yo la conozco por su otra militancia, que va de la mano: es una de las integrantes más activas de la Red Internacional de Periodistas con Visión de Género(RIPVG) en el Estado español.

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La entrevisté en la isla canaria de La Palma, en el festival intercultural Voces de Mujer, antes de que empezase el coloquio sobre periodismo y violencia sexual en el que ambas participamos, convocadas por La Poderío. Durante ese fin de semana, descubro en Lola una persona inquieta, que prefiere irse a caminar por el malecón que tumbarse en la playa, y que se dedica a editar vídeos con el móvil mientras las demás alargamos la sobremesa.

¿Cómo es que la profesión periodística es tan poco dada a sindicarse? ¿Será porque nos sentimos más intelectuales que obreras?
Pues no sé, siempre ha habido poca unidad. Parecemos primos hermanos del rey, pese a que los salarios han sido muy bajos siempre y ahora, todavía más. Juntar letras es un trabajo muy bonito, pero también lo es hacer guitarras, operar pacientes o construir puentes. Esa falta de conciencia como trabajadores es lo peor que le puede pasar a una profesión. Es muy importante sindicarse, me da igual si es al sindicato de periodistas, a CC. OO., a CGT… Yo creo en la unión entre la gente. Organizarse contra la patronal es fundamental. Los convenios se negocian y para negociarlos hace falta gente preparada de la tuya, de la que está picando textos o grabando imágenes. Estamos volviendo al hábito mezquino de tener que subir a negociar el salario con el jefe o la jefa. Es muy importante que haya un teléfono al que llamar si estás embarazada y quieres saber qué baja te corresponde, o para comprobar si te dan el finiquito adecuado o para contar que estás sufriendo acoso… laboral, quiero decir, porque el sexual no se cuenta. Un trabajo de fin de máster que hizo una compañera hace dos décadas ya mostraba que el acoso sexual era altísimo en la profesión.

¿De qué logros colectivos te enorgulleces?
El convenio de prensa diaria, que siempre es un mar de lágrimas porque cuesta muchísimo sacarle cualquier avance a la patronal. Y que cuando un medio ha cerrado, los trabajadores hayan estado bien asesorados. Sentirte protegida ante el acoso es fundamental. A unas compañeras de Córdoba les hicieron la vida imposible. El medio intentó negociar y no ir a juicio. Las asesoramos desde el sindicato y dijeron que ellas iban a juicio por dignidad, por respeto a sí mismas. Se sigue escuchando eso de “como te enfrentes al jefe luego no te va a contratar nadie”. Y es mentira.

¿Con la crisis ha aumentado ese temor?
Ahora está la gente todavía más parada. Con la reforma laboral de [Mariano] Rajoy, se han cargado los convenios y se ha vuelto al individualismo. La crítica a los sindicatos es justificada, hay que asumir culpas porque han salido cosas feas que han echado para atrás a la gente. Pero recordemos que tenemos derechos gracias a que nuestras abuelas y abuelos fueron a la cárcel o perdieron la vida en manifestaciones obreras peleando por trabajar 40 horas semanales y librar los fines de semana. Ahora las empresas periodísticas cada vez son más pequeñas y eso hace, entre otras cosas, que no implementen planes de igualdad, porque estos solo se exigen a empresas de más de 250 trabajadores. El código deontológico de la Asamblea del Parlamento Europeo recuerda que las empresas periodísticas son singulares porque trabajan con un material sensible, ya que la información constituye un derecho fundamental. ¿Cómo vamos a informar bien sin personal? Es una aberración y hay que combatirla entre todas y todos.

He escuchado a feministas decir que cuando una profesión se feminiza tiende a devaluarse y precarizarse, como ha ocurrido con magisterio o medicina. ¿Es lo que ha pasado en el periodismo?
Yo también he escuchado esa frase pero me da cierto yuyu, bastante llevamos en la mochila como para cargar con eso. En las redacciones, la gran masa de empleadas son mujeres, aunque están en peores condiciones que los hombres: con más contratos a media jornada o como falsas autónomas. No se ha precarizado la profesión porque las mujeres estemos ahí sino porque es un sector que se ha ido a la mierda. ¿Va a ocurrir también con la judicatura? No lo creo. Las mujeres avanzamos, no es que traigamos la peste.

Ahora que empieza a haber mujeres dirigiendo grandes medios, y se habla de liderazgo femenino, ¿se observa que mejoran las políticas laborales?
El cambio en El País con Soledad Gallego-Díaz ha sido espectacular…

¿Pero también en cuanto a las condiciones laborales?
No lo sé, pero mira el tiempo que llevan con ERE [expedientes de regulación de empleo] en PRISA. Las empresas se han cargado a los referentes de la profesión porque costaban mucho más dinero y eran menos manejables que la gente nueva. Con esos despidos nos han quitado nuestro disco duro. El tema de las mujeres… tenemos tanto derecho como los hombres a estar en todos los puestos, también en los de dirección. Las cosas cambiarán si la sociedad cambia y si nosotras y nosotros cambiamos. Si una mujer está concienciada y sabe lo que es bueno para este mundo, pues será positivo. Pero yo lo separaría de la reivindicación del acceso de las mujeres a los puestos de dirección. Una escucha: “Fíjate, tuve una jefa que fue mucho peor que todos los jefes que he tenido”. ¿Y?

¿Qué opinas de los nuevos medios salidos de ERE o creados como alternativas de autoempleo en el contexto de la crisis, incluida Pikara Magazine? Son espacios periodísticamente muy interesantes, pero por lo general precarios. Sin una redacción fuerte, tiramos de una cartera de freelance forzados que, a falta de un trabajo estable, se buscan la vida “vendiendo” piezas a distintos medios.
Esa es la historia del periodismo hoy. Es el sector que sufre el varapalo más grande como consecuencia de la crisis de 2008, solo por detrás del de la construcción. Las cabeceras de siempre empiezan a cerrar y se empiezan a abrir, a raíz del auge de internet, medios digitales, muchos de ellos por iniciativa de periodistas despedidos de medios tradicionales que quieren seguir trabajando de lo suyo. Si contratas a alguien, tienes que reconocerle sus derechos y condiciones dignas. Los trabajadores y trabajadoras tenemos que conocer nuestros derechos, tener comités y delegados o delegadas que nos asistan. Eso es vida para el medio. ¿Que tú eres tu asalariada y te quieres explotar a ti misma? Es tu problema, móntatelo como quieras. Pero si contratas a alguien, no puedes abusar de su voluntariado, como tampoco del alumnado en prácticas.

Pero en medios cooperativos con un componente militante esa frontera se puede difuminar… Puedes ser asalariada, pero asumir la precariedad por creer en el proyecto.
La responsabilidad es distinta. Hay periódicos de grandes empresas que no pagan las colaboraciones y donde la gente escribe gratis porque quiere ver su nombre. Eso sí que me parece fatal. Nosotras en La Poderío hemos decidido no cobrar ninguna, porque lo queremos hacer así. Pero no podemos pedir a nadie que trabaje gratis.

¿Y qué tal en La Poderío, por cierto?
Ay, muy bien [se le ilumina la cara]. Nos hemos juntado nueve personas, algunas nos conocíamos y otras no, y ha sido un encuentro muy bonito. Todas aportamos igual, es un espacio de ilusión, salud y cariñitos. Damos visibilidad a una Andalucía maravillosa, a unas reivindicaciones y denuncias necesarias, como la de las freseras de Huelva. A mí lo que más me gusta es todo lo que estoy aprendiendo, soy la mayor del colectivo y la cultura de las demás es muy distinta a la mía. Soy la que pregunta todo el rato “¿pero quién es esa?, ¿pero qué es eso?”. Apostamos por valorar lo local y sentir orgullo de la gente de la tierra, como la alegría de las mujeres en la copla. En el mundo de la globalidad que nos están vendiendo, sabemos perfectamente lo que está pasando en Siria o en la Casa Blanca y no sabemos nada de nuestro barrio. Los medios tienen una cuenta pendiente con la información local. Se ha ido arrinconando, dándole muy pocos minutos y páginas, limitándola a la rueda de prensa y al comunicado.

¿Llegaste al feminismo por la Red Internacional de Periodistas con Visión de Género?
Mi primer referente fueron las Dones Periodistes de Catalunya. La RIPVG es muy importante porque conoces a muchas compañeras. La experiencia de las latinoamericanas es una pasada. Luego ves la fuerza de las africanas y piensas: “Pues aquí estamos un poco apagadas, ¿no?”. Aunque ahora en España, con las huelgas de 2018 y de 2019, las mujeres jóvenes han cogido una fuerza tremenda, y de la mano de las mujeres que iniciaron el feminismo en este país con mucho sufrimiento, cárcel y algunas muertes. Es tan bonito… Y lo que más me gusta de este movimiento es que todas somos trabajadoras, pero entrecruzando además lo laboral con el ámbito educativo, de cuidados y de consumo. Eso es único. “Las periodistas paramos” surge para unirse a ese movimiento de trabajadoras, para mostrar que estamos en la misma historia que las Kellys.

“Las periodistas paramos” sirvió para que las trabajadoras se organizasen también dentro de sus medios, ¿verdad?
Sí, hay una tabla de reivindicaciones. Tenemos derechos como trabajadoras y como mujeres. Exigimos igualdad y no más violencia. Las violencias que sufrimos como mujeres trabajadoras revierten en la información que estamos dando. Que un medio sea machista y patriarcal implica que esté generando unos productos informativos que dañan a la sociedad, porque los estereotipos generan violencia. Los medios tienen la responsabilidad de contar la verdad, la realidad, que es plural. Eso implica contar bien las injusticias. Es la pescadilla que se muerde la cola: si no hay mujeres en las mesas de redacción, ¿dónde está nuestra visión?

¿Qué te parece la creación de figuras como la jefa de redacción de eldiario.es o la corresponsal de género de El País?
Lo veo necesario. Ojalá no tuviera que serlo, pero ahora mismo es necesario.

Hasta la Agencia EFE ha lanzado una plataforma de feminismo. Una se pregunta si las empresas lanzan esas iniciativas por convicción o por oportunismo…
Pues si está de moda, bendita sea.

¿Recuerdas que hace diez años en las redes hablábamos de “visión de género” porque “feminismo” provocaba rechazo?
Sí, ya no se escucha tanto eso de “huy, no vamos a poner feminismo”. En La Poderío lo tuvimos claro: el lenguaje es fundamental, hay que visibilizarlo, hay que usar las palabras que queremos que se conozcan.

 

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