Un espacio-tiempo feminista

Un espacio-tiempo feminista

Los feminismos han puesto en cuestión muchas de las estructuras que nos gobiernan. Por ejemplo, las lingüísticas. Pero, ¿hemos pensado lo suficiente nuestra forma de entender el espacio-tiempo? ¿Cómo habitamos el pasado, el presente y el futuro?

María Jiménez zapateando sobre el espacio-tiempo universal

La almeriense María no pudo ser una mujer adelantada a su tiempo. Se crió durante la dictadura franquista y eran las mujeres del pasado las referentes de su futuro. Ella, que siempre anheló las historias de los libros, fue criada como analfabeta e imaginaba el contenido de esas páginas indescifrables mirando, desde lejos, sus cubiertas aristocráticas e inaccesibles. Si el tiempo hubiera sido un poco más generoso. Sólo un poco más… María hubiera podido ser una mujer del futuro. Solo si hubiera nacido en una España republicana, años atrás.

Nuestra forma de habitar el espacio-tiempo no escapa a la hegemonía. Desde un posicionamiento, la mayoría de veces inconsciente, buscamos un país feminista que siempre es futuro. Tenemos la osadía de vestirlo a nuestra imagen y semejanza. De dotarlo de nuestra idea particular de justicia, verdad, equidad… Las experiencias de asfalto, casi siempre “imperfectas” y poco ideales, no parecen tener cabida en nuestras ensoñaciones. Son escollos en el imaginario platónico y nos impide generar desde la imperfección de la carne. ¿Nos hemos planteado, como María, si muchas de las prácticas que deseamos para el futuro descansan en el pasado? ¿Si, sin ser ideales, son al menos útiles?

suscribete al periodismo feminista

Se valora ser una “mujer adelantada a tu tiempo” y consideramos que lo son aquellas que, en sus tiempos, tuvieron pensamientos que coinciden con los de nuestro presente. Son valiosas porque se parecen a nosotras. Hay quien ha escarbado en el pasado para hacer genealogía feminista únicamente con estas mujeres a las que consideran pioneras. Son las únicas que se traen al presente.

Si cerramos los ojos y pedimos a nuestra mente que nos dibuje a esa mujer adelantada, nos daremos cuenta de que no se parecen en nada a quienes hemos tenido cerca las que crecimos entre delantales, productos de limpieza y callejuelas. La mujer adelantada a su tiempo se parece más a un personaje de Mary Poppins (inglés y burgués) que a nuestras ancestras que -aun existiendo- nunca les damos la oportunidad de ser mujeres ni de su tiempo.

¿A quién reconoce entonces el tiempo? ¿Quién merece ser vista en el espacio-tiempo que le toca vivir?

Experimentamos, bajo este prisma, el tiempo como algo ajeno que pone el futuro siempre en el centro. Somos lo que seremos y lo que podemos llegar a ser. Es una enajenación a la que nos hemos habituado. En la importancia que damos al capital y a las edades re-productivas, la juventud representa, por ejemplo, la promesa de un futuro. No tienen identidad presente. No son en acto, pero sí en potencia.

Asumir el presente implicaría tomar medidas. Dejar de ver a la gente joven como personas que podrán ser escuchadas mañana o dejar de ver a la gente mayor como personas que ya no pueden ser escuchadas. A estas últimas les decimos “en tu época…” como si su época no fuera también ésta. ¿Es que acaso habitan otra esfera espacio-temporal? ¿Cuándo se produjo su expulsión?

Mi experiencia vital es que pasado, presente y futuro no están tan desconectados. Es más, forman parte de una misma cosa. Somos los dolores no resueltos de nuestras historias familiares, las estructuras heredadas y los silencios de los territorios y los códigos postales. Para saber quiénes somos es necesario saber quiénes fuimos cuando “no éramos”.

Dejar de ignorarlo y mirar que lo que yo soy también está detrás me ha ayudado a poner nombre a muchas cosas. También a valorar el pasado porque lo cierto es que, en nuestra arrogancia presente, no creemos en el fondo que “cualquier tiempo pasado fue mejor”. Despreciamos el pasado reiteradamente y nos sorprendemos al leer libros de mujeres que estuvieron antes que nosotras cuando encontramos transgresión en ellos. Despreciamos a quienes lo habitaron y desdibujamos su existencia como cuando desdibujamos nuestras infancias.

Bajo esta extraña forma de habitar el espacio-tiempo, infantilizamos a quienes estaban antes que nosotras. Hablamos a las mayores como si fueran niñas y les quitamos la mayoría de edad que nos parece tan importante en otros esquemas. No solo porque sus cuerpos sean leídos como inservibles sino porque, entendemos, sus vidas pertenecen al pasado. Lo que infantilizamos constantemente es el pasado.

Es curioso, a quienes no cumplen la mayoría de edad no se la damos, a quienes la tienen desde hace mucho tiempo, no las escuchamos. Creemos que ellas no sabían. Que hacían lo que podían. Que eran menos listas porque simplemente ellas no somos nosotras. Pero nosotras también hacemos lo que podemos. Tenéis que saberlo: mañana seréis vistas de la misma forma.

He estado pensando mucho en que desde el feminismo sería muy liberador generar otra forma de habitar y entender el espacio-tiempo. Hay tanta sabiduría detrás de nosotras que, más importante que mirar hacia adelante, el gesto del progreso podría ser el de mirar atrás. Como apunta la escritora cordobesa Remedios Zafra, la relación con las mujeres no ha sido tanto de exclusión sino de infravaloración: “Las mujeres siempre hemos estado”. Hemos hecho, hemos construido, hemos aportado. Mirar hacia atrás es un gesto que honra la memoria y recoge la sabiduría de quienes estuvieron antes que nosotras, de quienes hicieron antes que nosotras. Implicaría no infravalorar lo que la misoginia desprecia. Mirar hacia atrás es un gesto transgresor que acaba con la hegemonía de la idea de progreso futura. Mirar hacia atrás no debería reducirse, nunca, a volver hacia atrás.

También pienso últimamente en todo lo que implica hablar de un futuro perfecto que sabemos que no lo será. Si las comunidades feministas no han existido, ¿cómo hemos sobrevivido todo este tiempo? Dejar de ver el feminismo como un ideal futuro y entenderlo más como una hemeroteca enorme de resistencias y prácticas que han acunado mujeres diversas en cada uno de sus presentes.

Querría pensar que los feminismos pueden hacernos sentir a todas las mujeres e identidades machacadas por las normas hegemónicas que nuestro tiempo es el nuestro. Que tenemos derecho al tiempo que nos ha tocado vivir sin necesidad de tener que recorrer antes ciertos caminos o de cumplir ciertos ítems y que podemos ser referentes para quienes nos miran.

Atrevernos a mirar a las que ya existen (a las que existimos) sin tanto juicio y ocuparnos del presente donde, sin duda, ya sabemos que cabemos todas. Porque todas, de hecho, ya estamos aquí. Entender que uno de nuestros principales dolores es no ser nunca mujeres de nuestro tiempo y convertir los feminismos en prácticas del presente. Del aquí y del ahora. De la vida que está presente.

Empezar, ahora mismo, a hacer y a ser.

Como se pueda.

 

Download PDF
master violencia de género universidad de valencia

Artículos relacionados

Últimas publicaciones

ayuda a Gaza
Download PDF

Título

Ir a Arriba