Red Feminista por Nicaragua: “Nuestro violador es Daniel Ortega”
Exiliadas e inmigradas en el Estado español se organizan para ser altavoz de las denuncias de la Articulación Feminista de Nicaragua en un contexto de represión política que no cesa aunque ya no sea noticia. Señalan lo sintomático de que el presidente, máximo responsable de las vulneraciones de derechos humanos y de las mujeres agravadas desde 2018, sea un hombre acusado por su hijastra de abusos sexuales en la infancia.
Una joven envuelta en la bandera de Nicaragua canta “El violador eres tú” en la primera fila de las miles de mujeres que replican la performance del colectivo chileno Las Tesis frente al Ayuntamiento de Bilbao. Lleva anudado en su muslo un pañuelo de Feministas por Nicaragua – Euskal Herria: en el logotipo, dentro del símbolo feminista, el relieve del mapa del país de los lagos y los volcanes forma un rostro de mujer con un pañuelo azul y blanco en el pelo.
Nueve días antes, el 10 de diciembre de 2019, Día Internacional de los Derechos Humanos, las feministas nicaragüenses irrumpían en un hotel de Managua y coreaban la letra adaptada: “Son los pescas, son los paras, son los jueces, es la Chayo (Rosario Murillo, vicepresidenta de Nicaragua y esposa del presidente Daniel Ortega), es el dictador”. “El violador eres tú”, repetían, y señalaban a la decena de agentes antidisturbios apostados frente a ellas. Y aludían a Ortega, responsable máximo de las agresiones perpretadas por los cuerpos policiales, parapoliciales y grupos de choque durante la represión política en Nicaragua iniciada en abril de 2018. Interpelaban a Ortega, denunciado por su hijastra Zoilamérica en 1998 de haber abusado sexualmente continuadamente de ella desde que tenía 11 años. La propia Zoilamérica Ortega Murillo se expresó en sus redes sociales con el siguiente mensaje:
La performance siguió a una rueda de prensa en la que la titular del Centro Nicaragüense de Derechos Humanos (CENIDH), Vilma Núñez, denunció que la represión continúa bajo nuevas formas: “El Estado ha reestructurado sus fuerzas paramilitares y cuerpos de espionaje, que actúan selectivamente e indican a las fuerzas de choque a quién deben atacar”. Y en ese “a quién”, las feministas ocupan un papel destacado porque llevan desde los años 90 señalando los abusos cometidos por el líder del Frente Sandinista de Liberación Popular (FSLN) en su vida familiar y en su carrera política.
Sanarse para poder militar
Silvia Zuniga, feminista y lesbiana nicaragüense, habría participado en la performance de Managua si no fuera porque la persecución política a activistas como ella la llevó a exiliarse a Bilbao. “Fue crucial que las mujeres salieran a gritar a la policía que las están violando, y que al mismo tiempo se lo gritasen también a su entorno”, valora emocionada. Tampoco pudo sumarse a la de Bilbao: “Estaba en mi trabajo esclavizante”. En Nicaragua trabajaba en una organización de mujeres promoviendo los derechos sexuales y reproductivos con jóvenes. En el País Vasco, su única oportunidad laboral ha sido limpiar casas y cuidar a personas mayores. “Aprendí a cocinar arroz acá y se me mueren los cactus”, ironiza.
Es una de las integrantes de Feministas por Nicaragua – Euskal Herria, colectivo que se dio a conocer en las jornadas nacionales celebradas en Durango el pasado diciembre, mediante un taller en el que explicaron la crisis de derechos humanos que atraviesa el país centroamericano y apelaron a la solidaridad feminista internacionalista. El próximo 29 de febrero tendrá lugar su primera actividad abierta al público general: la proyección del documental Exiliada, en el que la socióloga, documentalista y activista nicaragüense Leonor Zúniga parte del caso Zoilamérica para reflexionar sobre la cultura del silencio y la impunidad en torno al abuso sexual infantil.
El colectivo bilbaíno forma parte de la Red Feminista por Nicaragua, que tiene implantación también en Zaragoza, Barcelona, Madrid, Galicia y Murcia. La Red —en la que participan feministas nicaragüenses migradas y exiliadas, así como feministas autóctonas que vivieron en en el país centroamericano— tiene como principal cometido ser altavoz en el Estado español de la Articulación Feminista de Nicaragua. Su reto es que sus denuncias y reivindicaciones sigan teniendo eco mediático y político ahora que la crisis ya no sale en titulares. Otro eje de la red es el apoyo emocional y el autocuidado, convencidas de que para militar, primero tienen que procesar los traumas y sanar las heridas. Así lo acordaron en un encuentro que celebraron en septiembre de 2019 en Zaragoza los grupos de los distintos territorios.
Hermana, ¿tú me crees?
Cuando Fernanda Callejas llegó a Bilbao huyendo de la represión en las calles de su ciudad, primero se acercó a colectivos feministas buscando sororidad y la encontró en la asociación Mujeres del Mundo-Babel. También se unió al grupo de hombres y mujeres que organizaba manifestaciones de #SOSNicaragua en Bilbao: “Sentí que no había mucho feminismo ahí, en las consignas, en las maneras de organizarse…”. Es una opinión que comparten el resto de feministas nicaragüenses y por el que optaron por organizarse como grupos no mixtos. Fernanda se ha convertido en un rostro y una voz muy visibles en el movimiento feminista de Euskal Herria. Se animó a agarrar el micrófono durante la performance ‘Un violador en tu camino’, envuelta en la bandera azul y blanca. “Antes, cuando iba con mi bandera por todos lados, me sentía como un bicho raro, me veía sola, notaba las miradas…”, reconoce. Ahora lo hace acuerpada por sus compañeras.
Se une a nuestra conversación otra de las integrantes del grupo que pide aparecer bajo el seudónimo Carmen para no comprometer a su familia. Esta activista de un colectivo a favor de la diversidad sexual, emigró un año antes de la crisis por motivos económicos y también encontró como única opción el trabajo del hogar. Cuando estalló la llamada Revolución de Abril y con ella la represión, le frustró encontrar “desinformación y falta de interés” cuando contaba lo que estaba ocurriendo en las calles de Nicaragua.
A Silvia le resultó “impactante” tener que justificar su denuncia cuando llegó a Bilbao. “Ha sido difícil salir de mi país porque no podía expresarme, expresarme aquí y sentir que no me creían cuando contaba que yo, como feminista lesbiana, tuve que huir porque manifestarme en las calles contra todo lo que estaba pasando ponía mi vida en riesgo. Tenía que empezar a explicar en profundidad que esto no es de ahorita, que la vulneración de derechos humanos venía de largo”, cuenta.
La Articulación Feminista de Nicaragua llamó en 2018 a la solidaridad internacional. El apoyo de las organizaciones centroamericanas fue inmediato, en forma de plantones en las embajadas, la recaudación de fondos y la acogida de exiliadas, “por cercanía pero también por alianzas históricas”, explica Allison Belli, integrante del Feministas Aragón por Nicaragua. Después llegaron los apoyos del feminismo latinoamericano. Ella llevaba un tiempo viviendo en Zaragoza con una beca universitaria para realizar la tesis doctoral. Cuando empezó el conteo de asesinatos en las protestas, se puso en contacto con otras feministas nicaragüenses que vivían en el Estado español y empezaron a mover pronunciamientos en espacios académicos, activistas y políticos, incluido el Ayuntamiento de Zaragoza, gobernado entonces por Zaragoza en Común. “El primer relato era muy difícil porque la gente había olvidado Nicaragua a partir del año 90 y pensaba que, al estar Ortega de presidente, esto era la revolución sandinista segunda parte”. El principal escollo fue que el Partido Comunista, y por tanto Izquierda Unida, avaló la versión oficial de que la insurgencia era parte de un intento de golpe de Estado blando de la oposición tutelado por Estados Unidos y bloqueó las iniciativas institucionales de condena.
En julio de 2018, el incipiente colectivo Feministas Aragón por Nicaragua organizó un conversatorio con una exiliada y con tres mujeres aragonesas que habían estado viviendo los últimos años en Nicaragua. Inmediatamente después, el área de Feminismo del Partido Comunista emitió un comunicado posicionándose a favor de Daniel Ortega y acusando a las feministas nicaragüenses de estar compradas por la CIA. En octubre, Allison fue junto con varias nicas al encuentro en Gijón para organizar la huelga feminista. Intentaron que de esas jornadas saliera un apoyo a la Articulación Feminista de Nicaragua de la misma forma que se acordó apoyar a las feministas kurdas y a la lucha por el derecho al aborto en Argentina, pero las mujeres del Partido Comunista se opusieron a esa petición y, finalmente, intentaron boicotear el debate en la plenaria. Un año y medio después, esta activista cree que el feminismo del Estado español cuestiona menos su relato y celebra que algunos colectivos como la Asamblea Feminista de Madrid o Febrero Feminista de Zaragoza, además de grupos anticarcelarios y antirracistas, se hayan solidarizado con su causa, pero recalca que no han conseguido posicionamientos por parte de plataformas como la del 8M. “Hay un montón de debates internos urgentes que han fraccionado mucho al movimiento, como el del trabajo sexual. Entiendo que el tema de Nicaragua es otro conflicto que no es prioritario”, reconoce. El tiempo juega en contra y, ahora que la represión en Nicaragua no sale en los medios españoles, solo siente vivo el interés de aquellas compañeras que tenido relación con Centroamérica. La buena noticia es que “también ha bajado el interés de la gente cercana al régimen de Ortega; ya no vemos esa confrontación visceral”.
Un feminismo internacionalista
El pasado noviembre, las Feministas por Nicaragua -Euskal Herria vieron frustrada su expectativa de que la coordinadora del 25N de Bilbao incluyera sus reivindicaciones en el discurso unitario de la manifestación contra las violencias machistas.
«Tenemos que justificar por qué estamos denunciando a nuestro abusador, que es Daniel Ortega»
Fernanda se remonta al origen de la celebración del 25 de noviembre para justificar el sentido de enmarcar en esa manifestación el llamado de solidaridad de las feministas nicas: “Sabemos que lo que se conmemora es la lucha de tres mujeres contra una dictadura”. Se refiere a las hermanas Mirabal, asesinadas en 1960 en República Dominicana por ser opositoras del régimen de Rafael Leónidas Trujillo. La activista nica cree que el feminismo vasco no ha entendido su denuncia y que su internacionalismo se queda sobre el papel: “Hemos dicho: vamos a donde las feministas, que ellas nos van a creer, porque #MeToo y #HermanaYoTeCreo, pero al final del día, como cualquier otra víctima, tenemos que justificar por qué estamos denunciando a nuestro abusador, que es Daniel Ortega. Sos internacionalista porque estás con las de ahí afuera, pero cuando estamos aquí dentro, ¿te vas a limitar a gritar ‘La ley de extranjería es una porquería’?”, ironiza. Carmen añade que quien mantiene una “posición pasiva de silencio cómplice” se sitúa “del lado de un violador”. “Es el momento de desenamorarse de la revolución sandinista y estar juntas”, reclama. Creen que su aportación al movimiento feminista vasco puede ser contribuir a ampliar las agendas e incluir en ellas las realidades que han traído a Euskal Herria a las compañeras migradas y exiliadas.
¿Volver?
Recapitulemos. El 18 de abril, la ciudadanía, con especial protagonismo del movimiento estudiantil, reaccionó contra una nueva reforma de las pensiones. A raíz de la represión policial activada por el Gobierno de Ortega y Murillo, las protestas se amplificaron y tomaron forma de insurgencia popular.
En los primeros 90 días de represión, los cuerpos policiales y parapoliciales asesinaron a más de 360 personas, la mayoría jóvenes menores de 25 años, cometieron detenciones arbitrarias, torturas, obstrucción a la atención médica, secuestros y violencia sexual, según el CENIDH e investigaciones independientes que atribuyen al Estado delitos de lesa humanidad.
En julio, la Asamblea Nacional de Nicaragua, controlada por el poder ejecutivo, aprobó una ley antiterrorista que sirvió para encarcelar a centenares de activistas acusándoles de crimen organizado. En diciembre, el poder legislativo dio un paso más y ordenó cancelar la personalidad jurídica de nueve organizaciones sociales, incluido el CENIDH. Oficiales de la Policía Nacional tomaron las instalaciones, equipos informáticos y fondos económicos de estas organizaciones y también de medios de comunicación que informaban sobre la crisis.
«En Nicaragua está completamente instaurada la criminalización de toda expresión disidente»
En 2020, aunque el Gobierno de Ortega-Murillo vende al mundo una apariencia de normalidad, “está completamente instaurada la criminalización de toda expresión disidente”, señala Silvia. En ese contexto, las organizaciones feministas resisten estranguladas económicamente, asediadas por policías que vigilan sus instalaciones, y algunas han visto destruido su material histórico. La activista de Managua destaca que este ciclo de represión ha tirado por tierra años de trabajo en formación de pensamiento crítico feminista y de promoción de los derechos de las mujeres y de la diversidad sexual en un país que ocupa el segundo puesto de Latinoamérica en embarazos en niñas y adolescentes. Señala también la broma pesada de que Rosario Murillo haya anunciado la reapertura de las Comisarías de la Mujer que el mismo gobierno había desmantelado en 2016. “Va a tomar mucho tiempo poder confiar en un cuerpo como la Policía Nacional. ¿Y a dónde vas a denunciar si quien ha abusado de vos ha sido un policía?”, se pregunta.
Carmen añade que el régimen ha armado a paramilitares y a simpatizantes que hostigan a plena luz del día a toda persona sospechosa de ser opositora. Este control social ha contaminado también los vecindarios y los hogares: “Los núcleos familiares están disueltos porque toda persona que trabaja para el Estado coopera con el régimen por la misma necesidad de sobrevivir”, cuenta.
Las iglesias se han visto reforzadas en un país en el que la presión de los fundamentalismos religiosos explica elementos como la penalización total del aborto. “Algunos sacerdotes brindaron ayuda a la ciudadanía y el sentimiento de agradecimiento que han despertado es aprovechado por las estructuras de poder”, explica Fernanda. Señala también que durante la insurgencia surgieron lideresas que aprovecharon para emitir discurso contra el derecho al aborto y que las feministas han sufrido fuertes campañas de desprestigio.
Ante ese panorama desolador, el corazón pide a estas tres activistas afincadas en Bilbao volver pronto, pero la razón lo ve difícil. “Ortega se tiene que ir, pero si ocurre, sería solo el inicio de un largo recorrido para la reparación a las víctimas, el acceso a la justicia y las garantías mínimas de derechos humanos. Estoy desesperanzada, aunque eso no me impide seguir luchando”, expresa Silvia. Fernanda añade la zozobra laboral, ya que el desempleo es otra de las consecuencias de la crisis. Ella era estudiante de Medicina pero había pasado los últimos años en el país trabajando en un centro internacional de llamadas por la necesidad de tener ingresos. “Cuando seguís defendiendo al FLSN obviás que tu amigo progresista ha introducido en el país a un sinnúmero de transnacionales que les roban el sueño a la juventud nicaraguense convirtiéndola en mano de obra barata en callcenters y maquilas”, apostilla. Y concluye.
Mientras se dan las condiciones para volver, se proponen seguir dando a conocer no solo las consecuencias de la crisis de 2018 sino las realidades por las que las mujeres nicaragüenses emigraban masivamente anteriormente. Otro objetivo es hacer un análisis crítico sobre el papel de la cooperación al desarrollo vasca y española, y hacer incidencia para que las agencias den apoyo al feminismo autónomo y se lo retiren a las organizaciones ligadas al régimen que formulan proyectos con enfoque de género para conseguir fondos internacionales. Allison matiza que a través de la Coordinadora de ONG se han promovido pronunciamientos por parte de organizaciones proderechos humanos que trabajan con Nicaragua, pero critica que algunas han optado por “callarse y hacer las críticas solo a puerta cerrada para que el orteguismo no las ubique como opositoras”.
La Red Feminista por Nicaragua es un espacio de apoyo emocional también para compartir y sanar esas vivencias
Mientras se dan las condiciones para volver, estas feministas se enfrentan también al racismo institucional y social, que se cruza con otros ejes de poder. Después de mucho batallar por ser una lesbiana visible en Nicaragua, para Silvia fue muy chocante que en este país que presume de derechos LGBTI, a su novia y a ella les gritasen “guarras” por la calle, y cree que en esa agresión influyó su color de piel. Recuerda también que alguna familia le ha puesto como condición para contratarla que escondiera su lesbianismo y su expresión de género. “Cuidé a una señora de la tercera edad que se expresaba horrorosamente sobre la diversidad sexual. Yo tenía que quedarme callada porque era mi única forma de ingresos miserables”. Otra forma de heterosexismo más institucionalizado fue cuando acudió a informarse a la Cruz Roja sobre su situación administrativa y el abogado le dijo que podía esperar tres años sin papeles para solicitar el arraigo o casarse con un vasco. “No se le pasó por la cabeza que me casase con una vasca”. El pasado diciembre, Silvia fue detenida por la Policía Nacional en una redada racista. Le concedieron 48 horas para solicitar asilo y, después de lidiar con las colas frente a comisaría varias noches, la cita previa se la dieron para un año después.
Fernanda se ha negado a trabajar limpiando o cuidando a personas mayores. “Siempre he tratado de ser rebelde y no me gusta que me digan lo que tengo que hacer. También me dijeron que si no quería cuidar, podía ir a los nightclubs a bailar porque estoy joven todavía, o que me casara con un vasco”, explica. Sobrevivió unos meses tirando de ahorros y después encontró trabajo de recepcionista nocturna en un hotel. Ahora trabaja temporalmente en una consultoría feminista. Le molesta el asistencialismo que observa en muchas de las organizaciones que trabajan con mujeres migradas. “Cuando abrís la boca, la gente se queda sorprendida de lo bien que hablás, ¡no sé si sentirme halagada o insultada!”
La Red Feminista por Nicaragua es un espacio de apoyo emocional también para compartir y sanar esas vivencias. Y ese apoyo viaja entre los dos continentes. “¿Que allá nuestras hermanas no pueden manifestarse? Pues salimos aquí y damos la batalla. Y cuando nosotras estamos ponchadas aquí, ellas nos cuentan que están ilusionadas con una nueva estrategia. Es como verter el agua de un vasito a otro vasito. Nos acuerpamos y mantenemos encendida la llamita de la rebeldía”, concluye Carmen.
realizado con el apoyo de Calala Fondo de Mujeres y financiado por el Ayuntamiento de Barcelona.
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