Liando la madeja

Liando la madeja

El hilo conductor del sexto número de Pikara en papel gira en torno a la idea de #TejerSinPatrón: ¿Quién mejor que nuestras compañeras de la revista feminista La Madeja para que nos hablen de la importancia de tejer redes?

Texto: La Madeja
12/02/2020
Ilustraciñon de Amelia Celaya

Ilustración de Amelia Celaya.

Colectivizar las experiencias, ponerle nombre a los procesos, darle sentido a momentos vitales. Cada vez aprendo más de mis amigues. Cada vez me sirve más escucharnos y acompañarnos. Caminar juntes. No perder de vista la vida en colectivo. No hay otra forma posible de habitar este mundo.
Cuerpo.
Maraña.
Enredo.
Madeja.


08:00 a.m. Sólo una calle me separa de mi casa al trabajo.
Encontrarme con tres compañeras feministas en diferentes tramos de la calle. Saludarnos y desearnos buen día. Una sonrisa se dibuja en mi cara y me cambia el ánimo.
Somos red. Estamos en red. Estamos en todas partes.

suscribete al periodismo feminista

Me asomo a los textos que visten de teoría la piel que habito. En la academia, para ser guapa, hay que citar con las normas de la APA. Abro paréntesis, apellido, año, cierro paréntesis. Abro el libro, empiezo a leer, no entiendo un carajo, cierro el libro. La exigencia del lenguaje encorsetado que encorseta mi exigencia de sanación a través de la lectura y la escritura. ¿Es ese el «núcleo del saber» y es ese su modo de narrarse y narrarnos? Esos textos hablan de mí también, de nosotras, pero me miro en ellos y no encuentro mi reflejo. Los contemplo desde abajo, me hago pequeña, las formas y el formato me superan, se me hacen ajenos, como cuando asisto a mi propio protagonismo en un sueño enunciado en tercera persona. Sin embargo, alejarte de lo narrado también te protege y te permite hablar sin apenas transitar los caminos vividos y pensados.
Para escuchar aquello que resuena más allá de las jerarquías del saber y del poder, esta madeja se devana en torno a lo cotidiano. Cuando se desovilla, conecta muchos cuartos alejados en kilómetros y cercanos en experiencias. Se acortan las distancias y se suman las voces, y la soledad de la resistencia individual se hace sonora, compartida, multiplicada, más viva. La única formación que se pide para rellenar estas páginas en blanco es hablar desde lo encarnado y ver que somos tan diversas como lo son nuestros escritos. La cercanía se dibuja como una apuesta política y La Madeja se presenta como el espacio seguro en el que expresarnos desde este lugar. Construimos una intimidad colectivizada, tejemos mano a mano con palabras lo que la sororidad ya une con miradas cómplices.


En mi cabeza, palabras que sobrevuelan una y otra vez poniendo nombre a mi experiencia. A la dolorosa, para ser exacta. La feliz no necesito escupirla.
En el cuaderno, notas deslavazadas. Para poner orden. Para entenderme. Para dejar salir la rabia. O la tristeza.
En La Madeja, a veces, un texto para ser leído.
Entonces, la duda, el miedo, la vergüenza. ¿Se entenderá lo que quiero decir? ¿Tendrá sentido para alguien más? ¿Será una estupidez?
Confiar. Mis compañeras saben decirme lo que piensan. Si es sí, es sí.
Primera lectura en voz alta. El temblor va por dentro. Los cuerpos de las otras hablan:
No estás loca. No estás sola. Somos muchas, somos cada vez más.


Leí mi primera madeja mientras fingía acabar un trabajo de la uni. ¿Dónde estaban las feministas que hablaban así?, ¿aquellas que lanzaban preguntas y no juicios? Las preguntas me engancharon. Era el número de amores.
Madejear para mí es asumir que ser feminista no es un ser sino un proceso. Que hay muchas miradas sobre las que detenerse y que hacerlo es entender ese caminar. No tener la presión de ser experta para hablar, poner en el centro lo cotidiano y ponerlo en valor.
Romper la verticalidad que también, sí, también, reproducimos en los feminismos.


En 4º de Filosofía, año 2003, en clase de Estética, como en cada asignatura desde primero, hacíamos pequeños comentarios de texto; y, como en cada asignatura, desde primero, las alumnas no hablábamos o hablábamos poco y con titubeo cuando teníamos que exponer o cuando, por desgracia, nos preguntaban. Por supuesto, había excepciones, pero eran muy, muy pocas. En esa clase el profesor habló de mi trabajo y me quedé absolutamente atónita, porque no era una alumna para nada «destacada». Recuerdo que pensé: «¡Vaya mierda, no estaba preparada y he quedado como una imbécil!, ¡qué vergüenza!»; y, sí, también me sentía abrumada porque había dejado, por un instante, de ser invisible en ese espacio tan jerárquico, tan masculino, «tan importante». Cuando pienso en las redes, las madejas, las alegres compañías… me veo invitando a todas lxs compes a que escriban, a que digan; aunque crean que no tienen nada que decir o la «formación suficiente»; porque no hay mejor manera de romper estas estructuras de saberes y poderes que abrumándolas con lo inesperado de nuestros titubeos, de nuestros intentos, de nuestras propias narraciones, historias y teorías; y aprendiendo que la mejor manera de crear redes es volviendo una y otra vez a la escucha atenta, al reconocimiento.

 

 

Pikara Magazine, #PeriodismoFeminista online y en papel
Este contenido ha sido publicado originalmente en Pikara en papel. Si quieres tu ejemplar, no te vayas sin visitar nuestra tienda online.

 

Más contenidos sobre #TejerSinPatrón.

Download PDF
master violencia de género universidad de valencia

Artículos relacionados

Últimas publicaciones

ayuda a Gaza
Download PDF

Título

Ir a Arriba