“En las relaciones entre lesbianas a veces se pierde el contacto físico”

“En las relaciones entre lesbianas a veces se pierde el contacto físico”

Hablamos con Paula Alcaide, psicóloga, de su trabajo terapéutico con mujeres lesbianas: de amor, sexo, celos, maternidad y bollodramas, el fénomeno lésbico que Alcaide ha analizado en profundidad en su primer libro

12/02/2020

 

Paula Alcaide, autora del libro 'Cómo superar un bollodrama'

Paula Alcaide (Barcelona, 1989) ha sido mi terapeuta. Acudí a ella, como tantas otras, porque no sabía cómo gestionar una ruptura. Ella agarró mi mano y ahí fuimos, poquito a poco, saliendo de la tormenta. Dice que le gustaría que su profesión se extinga en algún momento, pero, por ahora, tiene mucho trabajo. El año pasado publicó Cómo superar un bollodrama (Egales), su primer libro, que a muchas nos ha servido de salvavidas. Las relaciones entre lesbianas son tan complejas como todas las relaciones, pero hay factores sociales que, a veces, añaden un extra de dificultad a eso del amor. Relacionarse no es tan ideal como nos hace creer la industria cinematográfica, pero formar un equipo con alguien sigue siendo la apuesta vital de muchas personas. Algo tendrá. Encontrar el equilibrio entre tus necesidades y las de la otra, en un contexto de lesbofobia evidente, es un reto que muchas asumimos sin tener el material necesario en la mochila para soportar las inclemencias del clima.

¿Por qué hacía falta un libro como el tuyo, Paula?

Desde Más que amigas, de Jennifer Quiles, se han publicado muy pocos libros que hablen del sufrimiento entre mujeres desde la perspectiva más psicológica de los procesos. Lo podríamos catalogar como un libro de autoayuda. Lo planteo como una conversación profunda, un diálogo con las lectoras. Es un libro muy descriptivo, se quedan muchas preguntas abiertas: “¿Qué estoy haciendo?”, “¿Cómo me estoy relacionando con otras mujeres?”, “¿Por qué estoy sufriendo por amor?”. Se llama Cómo superar un bollodrama porque es una expresión que se repite mucho en consulta y quería empoderar el concepto.

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No hay muchas psicólogas que se dediquen en exclusiva a trabajar con lesbianas.

Muchas psicólogas generalistas, por decirlo de alguna manera, se están perdiendo algunos procesos de las minorías porque no los ponen en el foco. Se pierden algunos puntos, cierto lenguaje, un código en común. Es una especialización que en Estados Unidos e Inglaterra sí tiene más peso. A España lo trajimos sólo hace 10 años. Gabriel J. Martin y yo montamos un grupo LGBTI en el Colegio de Psicología e impartimos una formación online en el Colegio de Madrid. Todavía estamos en las antípodas de construir esa psicología afirmativa LGBTI. 
¿Qué es la psicología afirmativa?

Es una corriente que se focaliza en la orientación afectivosexual y en la identidad de género como una fortaleza y no como vulnerabilidad. Es una corriente, un tipo de psicología, centrada en el colectivo LGTBI, que nace como contrapuesta a las terapias de conversión, a las terapias que en el siglo pasado estigmatizaban la diversidad.

¿Nos podría ayudar a superar un bollodrama una psicóloga hetera?

Creo que no. Creo que tiene más potencia si te acompaña alguien que está especializada, que reconoce esa vivencia como personal y la reconoce en sus entornos próximos. Le da una dimensión y una profundidad mucho mayor.

En tu libro hablas mucho de la ‘simbiosis lésbica’. ¿Es una tendencia especialmente común entre lesbianas? ¿No tienden todas las parejas a parecerse?

Desde las premisas del amor romántico, yo creo que estamos empujadas todas a tener esas fusiones o simbiosis bajo la idea de la complementariedad y media naranja. Sí creo que las mujeres hemos sido más instruidas en el amor y menos en la autonomía. Las mujeres, en la consulta, hablan mucho más del amor que los hombres. Si una pareja es compromiso, intimidad y pasión, las mujeres fomentamos mucho la intimidad y el compromiso y a veces perdemos la pasión. Precisamente porque hay mucha intimidad. Falta oxígeno, faltan espacios personales y el deseo se va mermando. No tienes a nadie a quien desear sino alguien pegado a ti.

¿Pasa lo mismo en las relaciones entre dos hombres?
No. No pasa tanto. Tienen mucho más claro cuál es su espacio y cuál es su autonomía. Hay una lectura de género evidente.

¿Qué pasa con el sexo en las relaciones entre lesbianas? ¿Se acaba antes?

No hablaría de relaciones entre lesbianas sino de relaciones lésbicas entendiendo que puede haber una relación entre una mujer lesbiana y una bisexual o dos mujeres bisexuales pueden tener una relación lésbica.

Lo que dicen los estudios es que hay mayor satisfacción sexual al principio de la relación pero, luego, en gran parte la falta de espacios personales, al no echarse de menos, al no tener este puente que cruzar, que dice la sexóloga Esther Perel, puede acabarse. Perel habla del deseo que se construye cuando no tienes a la otra persona, cuando la deseas y te quieres acercar a ella. Eso creo que lo construimos mal entre mujeres. Hablamos mucho más. Hay una hipercomunicación para nada efectiva. Le damos más vueltas en las discusiones a la parte emocional. A veces hay una parte de contacto físico, de cuerpo a cuerpo, que se pierde.

Nos falta analizar otros modelos de relaciones porque nos encontramos con muchas situaciones de monogamia en serie: tienes una relación, funciona, pero cuando se deteriora porque ya parece más tu compañera de piso, normalmente lo que hacemos es sustituir a esa persona por otra. Parece que se entiende el enamoramiento como el único elemento que hace que volvamos a desear. 

¿Qué factores, además de esa simbiosis lésbica de la que hablas, pueden provocar que dos mujeres dejen de mantener relaciones sexuales? ¿Nos interesa menos el sexo?

No creo que nos interese menos el sexo, pero sí creo que hay un condicionante social importante. Sobre todo a la hora de ser asertiva en relación al sexo y en eso estamos en desventaja. 

Hay muchos factores que influyen: las preocupaciones, estados de ánimo depresivos, ansiedad, estrés crónico, que hace que baje la libido; también las mujeres reconocemos en menor medida cuándo estamos excitadas por una cuestión de fisionomía evidente, excepto en el caso de las mujeres trans que no se han sometido a una cirugía de reasignación genital; y porque a veces estamos mucho en la mente y le prestamos poca atención al cuerpo. Vemos parejas que no es que no tengan ese deseo sino que no están generando espacios para que es deseo fluya desconectándose de las preocupaciones.

¿La falta de sexo afecta menos a las relaciones lésbicas?

No lo sé. Conozco menos las relaciones heteros, pero depende de qué entendamos por afectar. 

¿Se puede tener una relación sana con alguien si tú no te sientes bien contigo misma? 

Tendríamos que definir qué es una relación sana, tendríamos que debatirlo. Todo el mundo, en algún momento, nos sentimos mal. Para mí lo importante no es sentirte bien o mal sino cuánto dura esa emoción y qué haces a continuación. ¿Te responsabilizas de tu propio bienestar o proyectas hacia fuera para que las otras personas sean tus dianas o tus salvadoras? Todo eso que nos inventamos sin acabar de entender que una pareja es un espejo.

En libro hablas de los celos como los reyes del bollodrama. Dices que tienen el origen en el miedo a perder a alguien y en el instinto territorial de autoprotección. ¿No es una visión muy naif de una emoción horrible?

Soy partidaria de reconciliarnos con nuestras emociones, también con esas que se consideran malas. Tú puedes estar en pareja y tener manía a tu pareja. Puedes estar en pareja y sentir celos. Puedes sentir muchas cosas. Es una emoción que no podemos negar. Si coges una emoción y la demonizas, estás perdiendo una oportunidad para analizarla, para ponerla encima de la mesa y trabajar individualmente con ella. No digo que en la pareja sea normal tener celos, pero sí que es normal en la condición humana tener ese punto de territorialidad. La pregunta es: “¿Cómo vamos  colocar eso?”; “¿Cómo lo vamos a trabajar?”; “ Vale, sí, siento celos, ¿ahora cómo actúo?”

Si los celos los sufren ellos, en el feminismo no lo entendemos tanto.

Todo depende de qué hagas para operativizar esos celos. Puedes sentir celos y que eso te lleve a una conversación superhonesta en la que puedes decir: “Mira, eso me ha hecho sentir vulnerable” o “Esto me ha conectado con aquello que me pasó hace tiempo”. Esos celos, de punto de partida, no tienen una resolución negativa para la propia pareja. Yo creo que el punto está en hacerte cargo de tus propios celos. He sentido celos, sí; igual que sientes rabia si algo te saca de quicio, pero te haces reponsable de ello. En un momento determinado, puedes explicárselo a tu pareja, pero sin culpabilizarla. Ese es el problema.

¿Hasta dónde se pueden entender los celos?

¿Entender? Yo diría que la palabra entender… Si los celos nos están apelando, pues como cualquier otra emoción. Has sentido celos, bien, pues como si sientes alegría.  Hay que ir al fondo de eso. A veces, por lo políticamente correcto, no acabamos de entrar en el tema. En relaciones poliamorosas, los celos son el mecanismo a partir del cual se empiezan muchas negociaciones y se establecen límites. 

¿Hay cierta imposición del poliamor en entornos feministas?

Creo que no. El poliamor plantea alternativas en contra de la doctrina del amor romántico y del emparejamiento en base a mitos como la media naranja y es superpositivo. Ahora bien, sí que creo que tenemos que aterrizar cosas. A nivel teórico hay propuestas que pueden ser muy potentes, que apelan al sentido de la libertad, pero luego en consulta ves como se complican. Es difícil gestionar los afectos tanto en una pareja monógama como en parejas múltiples, en parejas abiertas o permeables. Cuantos más elementos introduces, más importante que te centres en lo que te estás pasando y en cómo puedes ser más  asertiva para comunicarlo a una pareja o a varias. Toda esa articulación implica más revisión emocional y hay que hacerlo.

En el libro pones un ejemplo. Tu novia habla mucho con su ex y esto te hace sentir celos. Propones negociar cómo va a ser esa relación. Determinar cuánto vais a hablar, por ejemplo. ¿No es ceder mogollón?

Hay gente que recoloca las relaciones con sus ex, que construyen una nueva etapa y una nueva relación; pero también hay quien no deja ir. Y no es tanto por lo que te aporta sino por nostalgia. A veces mantenemos a gente en nuestra vida porque nos sentimos más coherentes: “Si esta persona ha sido importante, tiene que seguir siéndolo”. Pues a lo mejor sí o, a lo mejor,  no. 

¿Hay mucha diferencia entre los celos en una pareja hetera o lésbica?

Bueno, hay elementos diferenciales de género, pero la raíz es la misma. Lo que sí que creo que la modulación es distinta.

¿Tenemos más alarmas activadas en las relaciones heterosexuales?

Probablemente. Por eso es importante decir que a partir de un momento no se está hablando de un bollodrama sino de violencia intragénero. Hay puntos ciegos aún en las relaciones entre mujeres. Probablemente toleramos cosas que nos costaría más tolerar en una relación heterosexual.

¿No te da miedo hablar de violencia intragénero y que eso sirva de excusa para poner en cuestión la lectura feminista de la violencia machista?

Sí, claro. Ponerlo encima de la mesa no deslegitima y no puede quitar esa fuerza al movimiento feminista en la reivindicaciones en contra de la violencia de género. Eso sí, yo soy partidaria de, por lo menos, nombrarlo. Eso ayuda a muchas pacientes que, en un momento determinado, necesitan entender la campaña de desprestigio que está haciendo su exnovia tras dejar la relación o cómo está tratando de aislarla. Esos mecanismos de culpa, de control, se tienen que poner sobre la mesa. Yo no lo equiparo, pero hay que hablar del tema.

En tu libro hablas de cómo hay quien genera ciertos triángulos para provocar celos a su parejas. 

Sí, hay gente que, desde su propia baja autoestima, intenta que la otra se insegurice. Al final es otro tipo de violencia psicológica.

Las redes sociales han sido una vía muy importante para el ligoteo entre lesbianas. De Chueca.com a Wapa. Nos movemos bien ahí.

Sí, porque somos una comunidad mucho más pequeña. Es difícil que encuentres a una persona que te atraiga, que te guste, que haya filing, intereses en común… y que justo viva en tu mismo pueblo. En ciudades más grandes no pasa tanto y hay mucha migración interna a ciudades. Las relaciones a distancia o ciber relaciones son complicadas. Siempre recomiendo conocer a la persona lo más pronto posible porque se dan casos de relaciones a distancia en las que ni se ven y acaban con sorpresa.

¿Qué especificidades tienen este tipo de relaciones?

Son relaciones en las que tiene que haber una base de confianza muy grande, en las que es muy importante aprender a gestionar la frustración y negociar mucho: lo relacionado con el dinero, cuándo nos vemos, cómo, dónde, cuánto. Probablemente sean relaciones que duran más tiempo porque, cada cual, mantiene sus espacios personales. La base es una base, a veces, incluso más sana que la de las relaciones que empiezan viéndose todos los días y en las que se genera mucho más rápido esa fusión. 

Al margen de la distancia, justo lo contrario: ¿Qué pasa con la endogamia? Acabamos todas en los mismos bares. El ambiente puede ahogar.

La parte positiva es que te permite una socialización en la que hay que trabajar mucho las relaciones. La parte negativa es que tienes que hacer más trabajo relacional. A veces, si estás mal, no te apetece. Da la sensación de tener que exponerte a personas y entornos ante los que no elegirías exponerte. 

¿Qué necesidades suelen tener las lesbianas en terapia?

Compañía para el proceso de autoaceptación y para trabajar la lesbofobia interiorizada; crisis personales, de todo tipo. Muchas por rupturas; algunas por búsqueda de modelos alternativos de relación, cómo abrimos la pareja, cómo tenemos una relación poliamorosa; terapia de pareja, sobre todo por falta de deseo o problemas en la convivencia; y también cuestiones relacionadas con la maternidad lésbica.

¿Qué suele pasar con la maternidad lésbica?

La frustración que se genera por no poder quedarse embarazadas, por ejemplo. A veces, la elección: ¿Quién va a ser la madre gestante? También lo relacionado con los miedos vinculados a la LGBTfobia. Vale, vamos a tener una familia, ¿cómo trabajar para no transmitir esos miedos que nos quedan a nosotras?

¿Qué pasa con las relaciones armarizadas?
Yo suelo hablar de disparidad homofóbica, de esos diferentes niveles de lesbofobia y bifobia interiorizada, que hacen que en un momento determinado una se avergüence, se sienta culpable, ansiosa, hipervigilante. Si ocultas una la relación, la estás degradando por miedo al estigma social. Se generan dinámicas perversas en la que una parece la amante. Esa ocultación genera mucho dolor y afecta al autoestima.

¿Tú estás a salvo de un bollodrama?

Ni yo ni nadie está a salvo de un bollodrama. Yo creo que con los años aprendes a conocerte más a ti misma, a entenderte más y a intentar ser más respetuosa con la persona que eres, a asumir más tus propias emociones. Entonces hay menos proyección hacia fuera y más entendimiento hacia dentro. Eso siempre consigue que la intensidad, la negativa, vaya disminuyendo.

¿Están idealizadas las relaciones lésbicas? Es habitual escuchar a compañeras feministas heterosexuales diciendo: “¡Me voy a hacer lesbiana!”

Son relaciones más igualitarias normalmente, hay mucha más comunicación. Otra cosa es que sea afectiva. Pero claro, luego está la cara B y ahí hay demasiada intensidad emocional. De todas formas, cuando alguien dice esoo, está poniendo encima de la mesa una idea de elección que a mí no me parece tal. Que se lo expliquen a mujeres lesbianas que viven en países donde están condenadas a la pena de muerte o a la cárcel. ¿Desde qué lugar de privilegio se está diciendo eso?


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