Sobre inclusión, alumnado gitano y no gitano

Sobre inclusión, alumnado gitano y no gitano

"Las relaciones de poder son las que son y si ahora estoy en el bando de los adultos blancos que mandan prefiero mantenerme todo lo alerta que sepa", escribe María Unanue, quien aprovecha una conversación mientras hacía pancartas para reflexionar sobre el modelo educativo y su papel como profesora. "El sistema educativo todavía es heteromachista, payo y blanco", afirma.

Imagen: Núria Frago
29/01/2020

Ilustración Núria Frago. Alumnado gitano y no gitano y una profesora en un aula, con un póster de Camarón en la pared, tapando otro de Beethoven.

 

Como estoy que lo peto y he mandado a freír espárragos a mi zona de confort, hoy vengo con otra nueva entrega de las peripecias de María Unanue. Me siento un poco Teo, pero con peor pelo y cambiándome de ropa. Me consta que hay gente que es muy lista y sabe escribir de todo tipo de temas, pero no es mi caso. Colaboré en un programa de radio durante dos años, en el que tenía que opinar sobre actualidad y ahí aprendí, además de que la actualidad me importa tres cojones (¿será esto un privilegio? No lo sé), que sólo sé hablar de lo que he vivido, y que no tengo opinión sobre todos los temas, porque construirte una opinión requiere mucho trabajo, y yo no tengo suficiente interés en algunas cosas para trabajar en ellas. Digo de paso que currar en la radio, así a grandes rasgos, es muy divertido, que aprendí muchísimo y que entrar en las casas y coches de la gente mediante tu voz, para mí tiene un halo de magia muy especial. Se lo recomiendo a todo el mundo. Pero vamos a lo que vamos.

Ayer estuve haciendo pancartas. No se habla suficientemente del tema, pero preparar movilizaciones es algo que hay que planificar a fondo, y requiere de implicación de quienes las convocan. Regalar tu tiempo haciendo acciones tan inimaginables como pintar pancartas con algodón y tinta, pegarles trocitos de madera con agujeros y meterles cuerdas, no está suficientemente valorado. Aunque parezca moco de pavo, tiene su complejidad. ¿Y de qué eran las pancartas?- os preguntaréis. Espero que a estas alturas, por todo el mundo sea conocida la convocatoria de huelga del 30 de enero en Euskal Herria, que reivindica una pensión mínima de 1080 euros (vivir con menos en esta región es misión imposible) y un salario mínimo interprofesional de 1200 euros por 35 horas semanales. Las pancartas rezan lemas tan de cajón de madera de pino como poner la vida en el centro por encima de otros intereses o consumir en pequeño comercio para mantener el tejido social de los barrios vivos. Lo que gritaremos será que que muevas el culo y te quejes, o después de una vida laboral precarizada y una vida de mierda, te acabarás jubilando con más años que Carracuca y cuatro duros. Dejando a un lado protagonismos, rencillas y liderazgos, creo que es un motivo lícito para salir a las calles.

Pero volvamos a lo terrenal. Una vez más, fui absolutamente acojonada al evento de turno, porque no sabía quién iba a haber, y a mí estar en escenarios nuevos sobre los que no tengo información me provoca mucha ansiedad. Con pensamientos fatalistas, un miedo del carajo y nerviosismo absoluto, allá que fui con mi nuevo lema: “Tú hazlo y, si te incomoda, te vas por donde has venido sin explicaciones”. Me congratula decir que no tuve que hacer bomba de humo, que estuve francamente a gusto y sobre todo tranquila. La tranquilidad, al igual que el hacer pancartas, no se valora suficientemente hoy en día.

suscribete al periodismo feminista

El caso es que compartí escenario con unas cuantas personas desconocidas, todas sorprendentemente agradables o en su defecto neutras, que también está muy bien. Con alegría veo que las nuevas generaciones de hombres activistas/militantes (¿chavales debería decir? ¿chicos?) están atentos y, cuando al interactuar con mujeres (¿chavalas? ¿chicas?) dan instrucciones sobre cómo proceder, en ocasiones paran de hablar y reflexionan en alto con frases tipo: “No sé si parece que estoy mandando, estoy sugiriendo”. Me sorprende muy gratamente. También he comprobado en asambleas y reuniones que hay quienes hablan en genérico femenino, o quienes doblan los sujetos con a y o. Aunque sé que esto no es suficiente y hay mucha mandanga que ir cambiando de raíz con esfuerzo y trabajo por ambas partes, diréis lo que queráis pero esto antes (con Franco, lol) no pasaba. Veo que ha habido cambios sustanciales muy palpables en los últimos ocho o nueve años que yo llevaba inmersa en la burbuja no mixta. Y me alegro mucho. Lo de siempre: cero aplausos por hacer lo que debería haber sido normal de toda la vida de dios, pero sí me sale dar cierto reconocimiento. Sobre todo reconocimiento al movimiento feminista, y a todas y cada una de las mujeres que literalmente se han dejado la piel y años de vida moviendo cielo y tierra con sus presencias en diferentes lugares hostiles para que, en cosa de un par de lustros, haya cuestiones sobre la mesa que antes ni se imaginaba ya no que fueran debatibles, si no que se fueran a materializar y hacer realidad. Hago hincapié en que nos empeñamos mucho en decir que los jóvenes son el futuro, pero insisto en que los jóvenes también son el presente (esto no me lo he inventado yo, esto se lo escuché a una chica de Ernai en una charla). Y puede parecer algo muy sutil y lento, pero creo firmemente que la revolución está pasando sin que los adultos nos enteremos. No está siendo como habíamos pensado que sería (al menos yo), pero la veo tomar forma, poco a poco.

Bueno el caso es que mientras pintas y coloreas pancartas, como estás con gente, van surgiendo temas de conversación. O no. Pero en este caso concreto sí. Y coincidió que quienes estábamos allí presentes en un momento dado trabajábamos en Educación. En una conversación muy distendida, agradable y constructiva fueron saliendo temas aleatorios, hasta que nos centramos en hablar de inclusión y entre pitos y flautas acabamos compartiendo impresiones sobre actitudes del profesorado ante alumnado gitano. Posiblemente sacara yo el tema, porque al estar en el centro que estoy este curso, es algo que realmente me importa y me interesa. No voy a reproducir aquí los diálogos exactos, ni el intercambio de ideas, entre otras cosas porque no me acuerdo, pero se me hizo un intercambio de impresiones muy ameno y fructífero. De hecho he seguido pensando en mi casa y he considerado oportuno compartir con vosotras cómo rebatiría las siguientes verdades absolutas que parecen trending topic.

  1. No tratamos a todo el alumnado por igual y permitimos actitudes al alumnado gitano que no permitimos al payo.
  2. Gastamos muchos recursos en alumnado gitano y no autóctono.
  3. El temario debe ser el mismo para toda la clase, haya quien haya.

Voy a intentar desarrollar estos tres temas, sin ser demasiado demagoga ni buenista y con ideas que realmente he pensado e intento implementar en el aula. Por supuesto, para los haters y trolls, si queréis decirme que soy una simple de mierda, que no tengo ni puta idea y que puntúo como el culo, ya sabéis que siempre tendréis los comentarios en redes. ¡Que nadie se quede sin dar rienda suelta a su libertad de expresión! Sólo faltaba, no voy a ser yo la única.

Bien. Allá vamos.

No sé si os suena, pero que no tratamos a todo el mundo por igual y permitimos actitudes al alumnado gitano que no permitimos al payo es una frase muy oída en el claustro. Para que nos entendamos entre simples mortales, cuando entre docentes hablamos de permitir actitudes a ciertos alumnos sí y a otros no, nos estamos refiriendo a cuándo o cuánto gritarles, castigarles o ponerles partes. Vaya por delante que yo, así en general, no pongo partes a nadie y que intento no castigar. No es que vaya de guay, es que intento evitar las situaciones que van a llevar a conflicto intentando dialogar y comprender qué pasa y por qué. Y cuando el conflicto se da, no sé qué arregla hacer a alguien copiar, quedarse sin recreo un mes o irse a casa una semana. Chillar sí chillo, porque va dentro de mi pack. Igual que me río mucho y les digo que les adoro, finjo que me enfado o hablo alto para frenar algunas situaciones. Habrá maneras mejores. Yo por ahora esto decido dejarlo. En cualquier caso, gracias a amigas madres he descubierto que a veces una castiga sin darse cuenta, porque los medios pedagógicos para solucionar situaciones de conflicto entre alguien adulto y alguien menor son limitados. Yo he castigado a infinidad de gente a que se quede hablando conmigo, cuando ahora sé que no era el momento de hablar ciertos temas, porque no estaban preparados. He dicho frases como “respóndeme” o “mírame cuando me hablas”. Hay alumnado con el que estas frases están vacías de contenido, y hay alumnado con el que si aplicas este método de institutriz suiza de “ten un poquito de educación” te encuentras actitudes reactivas en modo defensivo y te sale el tiro por la culata, porque se sienten absolutamente violentados de que tú seas quien pone los ritmos y los tiempos de cómo, cuándo y qué tenga que hablarse. Es que no acaba de ser justo del todo. Piénsalo. Tú estás trabajando y quieres orden y concierto. Pero ellos están viviendo. No es lo mismo. Cuando te relacionas como adulta y profesora con alguien alumno y menor, el statu quo es tan rígido y hay tantas normas no escritas que, en ocasiones, yo no me daba ni cuenta de funcionamientos no demasiado sanos que tenía interiorizados en los que trataba a personas con menos edad que yo como si no fueran personas. Poco a poco he ido aprendiendo a entender que delante de mí tengo a un ser humano complejo, con unas vivencias, una realidad, una personalidad y unas necesidades. Esto me ha llevado a defender a pies juntillas que si estás tratando igual a todo el alumnado, igual estás haciendo las cosas mal. En un aula donde hay treinta personas, según yo, no puedes tratar igual a la adolescente que vive con su abuela analfabeta en situación de riesgo de exclusión llegando a fin de mes con dificultades, o al niño que vive en un chalet y tiene mpadres con estudios superiores. No entro a juzgar qué vida es mejor, ni qué adolescente es más feliz, entre otras cosas porque donde más infelicidad he visto en clase ha sido en un centro concertado muy concreto, que tiene mucho renombre. Tampoco me voy a poner aquí a romantizar la pobreza, porque no lo acabo de ver. Repito por el megáfono sin entrar en temas de pigmentación de piel, procedencia, ni costumbres: si estás tratando igual a todo el mundo de tu clase, dale una vuelta. Porque pese a que el mantra trasnochado sea el que es, el problema, no es que tratemos mejor o peor al alumnado gitano (como si fuera un grupo uniforme). El problema es que en el nombre de las Sacrosantas reglas y normas, queremos cortar a toooooda la gente con el mismo patrón. Y eso es inviable sin pedir una sumisión absoluta por su parte. He manifestado anteriormente que segregar al alumnado por edades, se me hace igual de peregrino que dividirlo por presunción de género, de orientación sexual, de altura o gustos musicales. No lo entiendo. No me parece mal que se haga, pero sí subrayo que esto es una soberana gilipollez y tenemos que dejar de dar por hecho que aunque sea el método que tengamos, la gente de determinada edad deba compartir las mismas características, los mismos gustos, intereses, métodos de asimilar conocimiento y aprender cosas nuevas. Esto es imposible, irreal y nos lleva a tener una expectativas para con el alumnado y la vida poco realistas.

Pero a lo que iba. ¿A qué me refiero con decir que no se puede tratar igual a todo el mundo? Ejemplo práctico: dentro de que no voy a pegar a ninguno con un palo, yo no voy a dar de la misma manera la bienvenida cuando llega a clase a un alumno que ha venido de dejar a su hermano pequeño en el centro de enfrente después de haberle dado el desayuno que al que se ha quedado fumando en los vestuarios y me ha visto que le he visto, al que se ha quedado hablando en el pasillo, o al que sé que se despierta sin supervisión adulta a diario y hace el esfuerzo de llegar, aunque no sea puntual. A uno le diré: “Hueles a tabaco, sabes que no se puede fumar en los vestuarios porque luego todo huele que da asco, quédate luego un rato y te cuento lo que te has perdido”. A otro le diré: “Luego en la hora del recreo recuperamos estos diez minutos en el patio porque te has perdido cosas”: A otro: “Menos mal que hoy no llueve, que te he visto llevando las cartulinas de tu hermano, menudo mérito tienes”. Y a otro le diré un “qué bien que hoy has venido, ayer te echamos de menos, luego te cuento qué hicimos”. ¿Por qué hago esto? Porque creo que es lo que hay que hacer. Otro ejemplo: si Pepita en el patio, aunque sepa que está prohibido jugar a la pelota, chuta el balón y lo manda al tejado, no quiere decir lo mismo que si lo hace Fulanito. Como adulta que soy, intento discernir qué coño está pasando. Y más allá de la regla “no jugar al balón” o “no tirar el balón al tejado”, prefiero pasar por alto los hechos si no son muy muy graves (es decir, si no corre peligro la integridad de nadie), y centrarme en el porqué. ¿Por qué demonios ha tirado el balón? ¿Qué busca con eso? ¿Cómo espera que yo actúe? ¿Qué necesita que yo haga? Tampoco nos lo vamos a flipar. ¿Quiere decir esto que cuando alguien tira el balón al tejado en un día que está lloviendo yo no me voy a cagar en dios treinta y ocho veces y le vaya a pegar tres gritos en plan “ya te vale”? No. Yo también soy humana. Pero ante el mismo caso, hay alumnos que están provocando y llamando la atención para que les des cariño, quienes te retan para que les des pongas límites y conocerte, a quienes se les ha ido la olla y lo han hecho por error o quienes acaban de desfogar una frustración gigantesca que tenían de la manera que mejor han sabido. En este último caso, no voy a penalizar la única herramienta que conoce el alumno que jugando al balón se ha calmado, porque quizás de no haberlo hecho hubiera conllevado una actitud más nociva en la siguiente hora de clase, como meterle un tortazo al de al lado. Lo que haré será intentar ayudarle a que aprenda a calmarse de otra manera. Y sobre todo subrayaré que intentaré guiarle más por él, y por el tiempo de vida que le queda para aprender calmarse lo más discretamente posible, que por mí, por el tejado o por la regla de no jugar al balón. No sé si me estoy explicando. No sé si os parece una chorrada. A mí no me lo parece. Por si hay alguien al otro lado a quien esto le sirva de algo, quería dejar constancia escrita.

A veces nos pasa que miramos el dedo, en vez de mirar lo que señala (esto tampoco me lo inventado yo, sale en Amelie). Centrémonos en la intencionalidad de las acciones, y no en las acciones en sí. El balón da igual. La regla da igual. Importa la persona. ¿Qué necesita de mí como adulta? Es imposible que haya una respuesta única a esta cuestión. Me niego a creerlo. Otra cosa es que tengamos mucha carga de trabajo, estemos muy agobiados, vivamos al borde de un ataque de nervios y tengamos reacciones pobres y torpes, como seres imperfectos que somos. En este caso, tendremos que sindicarnos y luchar por un horario más desahogado, y no defender o justificar a toda costa nuestras torpezas y limitaciones sabiendo que esto perjudica a menores. Considero muy irresponsable no luchar por tener mejores condiciones laborales, sabiendo que nuestro humor influye tan directamente en gente.

Ahora, vayamos al topicazo número dos, que voy a intentar rebatir en un par de (decenas de) frases sin liarme mucho. Que gastamos muchos recursos en alumnado gitano o de procedencia no autóctona también es algo que se estila decir. Incluso a cuenta y riesgo de parecer imbécil pregunto con aspavientos: ¿qué significa gastar demasiados recursos?, ¿quién ha elegido decir GASTAR?, ¿a qué nos referimos con DEMASIADOS? Sólo con reformularlo hablando de invertir en recursos, la frase toma otro cariz. Y hasta que no le sume “demasiado poco” a la frase, no me quedo tranquila. Yo ya sé que el mundo avanza me guste o no, pero llevo teniendo formaciones sobre “nuevas” tecnologías año tras año desde hace catorce. Cada curso sale algo más nuevo y maravilloso. Muy bien. Pero es que la nube, el calendario, la plataforma digital y maroto el de la moto no son herramientas que se puedan usar con tooooodo el alumnado porque hay muuuuuucho alumnado que no tiene acceso a ordenador en casa. Además, aunque ahora con los móviles, internet sea algo que parece que esté al alcance de cualquiera, los datos cuestan dinero. ¿Para llegar a qué tipo de alumnado nos están formando al profesorado? Este curso estoy en un centro “intercultural”, “guetificado” o yo es que ya no sé ni cómo llamarlo, porque lo que es es un centro vivo que refleja los flujos poblacionales reales de hoy en día, donde han metido a todo el mundo de modelo A sabiendo qué perfil es el de modelo A. Bueno, el caso es que aquí más de un cuarto del alumnado no es caucásico ni de clase media. ¿En serio importan las unidades digitales?, ¿teniendo en cuenta el número de comentarios racistas por minuto que escucho por parte del profesorado, no sería mejor que nos dieran cursos a los payos sobre cómo gitanizar e interculturalizar las aulas de verdad para llegar a todo el mundo? Pregunto. (Obviamente el concepto de gitanizarse no me lo he inventado yo, no soy tan lista). Afortunadamente en mi centro contamos con las compañeras de Amuge que son unas cracks.

Por cierto, ya que hablamos de malgastar en P.Ts, educadores especiales, educadores de calle, terapeutas, etc., vaya por delante que yo creo que cuando se trata de invertir en desprogramación mental, convivencia, empatía y salud cabecil nunca se malgasta ni un puñetero duro, pero me pregunto qué porcentaje de alumnado no caucásico tiene (por ejemplo) diagnósticos tipo TDAH. Si monta un pollazo gigante un alumno payo de clase media es que es muy impulsivo, tiene TDAH, su madre y su padre se están divorciando y no se ha tomado bien la pastilla esta semana. Yo no sé si el TDAH existe, ni si hay que medicarlo, o adaptar nuestras clases al público que sea que tengamos delante. Aunque me decanto más por la segunda opción. Lo que sí sé es que es mucha casualidad que NINGUNA persona gitana que yo conozco tenga trastorno de déficit de atención ni hiperactividad, y que su diagnóstico y la explicación que hay detrás de todo lo que hace como parte de un grupo inamovible compacto es que “es gitano”. No es lo mismo decir “un chaval de segundo la ha liado” que “ya la ha liado el gitano de segundo”. Si vives en el Planeta Tierra sabes tan bien como yo lo que significa la segunda frase. Volviendo al punto uno, del pseudotrato diferenciado: si ESTO no es trato diferenciado, que baje dios y me lo diga, a poder ser en euskera.

El tercer y último punto es el que a temario se refiere. Muchas veces me da por decir, en un intento de justificar cierto desinterés, que por ejemplo en la asignatura de Historia es difícil captar la atención de un porcentaje del alumnado (además de porque las lecciones magistrales se siguen aplicando como si se estuviera sentando cátedra) debido a que no se sienten interpelados por lo que escuchan. ¿Acaso se da Historia del Pueblo Gitano? Que me corrijan si me equivoco, pero yo juraría que no. No se da ni en mi propio centro, que hay un porcentaje alto de alumnado gitano. ¿Entonces? ¿Qué pretendemos? La respuesta ante esto puede ser que no se puede aplicar un temario distinto, y que si son personas inmersas en el sistema educativo de aquí, deben cursar el temario de aquí. Creo firmemente que deberíamos tener conocimiento de la Historia del pueblo gitano, no sólo quienes lo son, sino todos. Insultadme si queréis, pero el temario heteropatriarcal eurocéntrico me parece una soberana gilipollez. Hablo del temario concreto que me mandan dar y que se imparte en cada curso y el temario como concepto en general. Si no somos capaces de entender que el temario es algo orientativo y no nos animamos a adaptar y modificarlo según la clase que tengamos delante, algo falla. Hoy que la educación cooperativa está tan de moda (¡y yo que me alegro!), por fin una parte del profesorado empieza a aceptar que hay diferentes maneras de asimilar conocimiento. Yo necesito escribir de mi puño y tinta lo que escucho para concentrarme y entender. Hay quien necesita visualizarlo en la pizarra o en un powerpoint. Hay a quien le basta con escuchar sin mover un dedo. Hay quien hasta que no se zambulle en una actividad práctica donde tiene que usar los conceptos, no entiende lo que ha leído o escuchado. Hay infinidad de métodos según las destrezas y habilidades de cada persona. Si esto ya lo sabemos, ¿por qué no vamos un pasito más allá?

Paro en seco para recordar que pese a que el tono de este texto pueda llevar a pensar que me creo la más guay del lugar, desgraciadamente no es cierto. No me creo ejemplo de nada, y soy un cuadro de persona. Un fiasco con patas. Hago miles de cosas mal. Pero una cosa es mi desastrosa vida personal, y otra mi trabajo, que me pagan por hacer. Si me la lío parda a mí misma, lo haré por mi cuenta y riesgo. De lo mío gasto. Iré a terapia e intentaré entenderme y reconducirme. Pero me siento muy responsable de no joderle la vida a ninguna persona menor que pase tiempo conmigo. No es que me crea súper cool, es que soy muy insegura y no quiero liarla. Creo que si está en mi mano hacer un impacto positivo, conseguir que la chavalería se sienta bien con ella misma y que adquiera curiosidad por aprender de manera crítica, no esforzarme en hacerlo sería negligente por mi parte. Digo esto porque ahora voy a poner un ejemplo de la clase que tuve el año pasado como si yo fuera una visionaria. Estas cuatro chorradas, no se me ha ocurrido de la noche a la mañana, sino después de haber sentido curso tras curso que no me acababa de sentir tranquila y satisfecha con lo impartido.

Mi clase del año pasado era suficientemente diversa como para parecer Holanda (por decir algo). Había personas afrodescendientes, personas de procedencia asiática, una alumna con velo, dos lesbianas, un homosexual, un adoptado, una chica trans, un chico trans y dos gordas. Iba a decir que fue la mejor clase de mi vida. Pero es mentira. Porque hace dos años también tuve la mejor clase de mi vida. Y este curso ídem de ídem. Así que, si lo pienso, no hay curso que no tenga clases de la hostia. Aquí me doy cuenta de que es un plus muy grande que te fascine tu trabajo. También quiero decir que aunque resalto estas características aquí y ahora, cada persona no sólo es una cosa. Bien. El curso pasado decidí que no podía dar mi temario tal cual me lo habían fotocopiado, ni seguir el libro de texto como si fuera la Biblia, porque estaría siendo injusta con más de la mitad de mi clase que no era blanca, hetero, autóctona y normativa. Me hubiera quedado corta. Mi objetivo el año pasado, y todos los años desde que estoy en enseñanza, es que toda persona que esté en mi clase aprenda a aprender, aprenda a pensar y aprenda a ser ella misma. Para ser una misma es muy importante tener referentes saludables y sentirte a salvo. Mi cruzada para poner fotos que representaran la diversidad del aula en las fotocopias que les daba fue una especie de reto personal. Si dando idiomas te toca la familia y no haces mucho hincapié en los matrimonios homosexuales, la adopción, el divorcio, las familias monoparentales o el derecho a no ser madre, a mí me da pena. Aunque no esté en el temario. Si das el género y no lo cuestionas, mencionas los pronombres neutros o el lenguaje inclusivo, yo no sé por qué estás perdiendo esa oportunidad sin par para abrir mentes. Si das las comparaciones y no aprovechas para meter a mujeres y hombres gordos en fotos y dedicarles adjetivos positivos y resignificar los cánones de belleza creo que flaco favor le estás haciendo a tu clase (y a ti misma). Si cuando las descripciones tienes posibilidad de mostrar fotos de hombres o mujeres trans, en silla de ruedas o con pecas, hazlo, porque existen. Si al dar inglés, francés o español empiezas el curso sin explicar los motivos por los que se hablan esos idiomas en x lugares que no son Europa, así como los poco ortodoxos métodos mediante los que eso sucede y no visibilizas y honras las lenguas que coexisten con la de tu asignatura, estás privándoles de información muy valiosa. Si les vas a poner una película cuando termine la evaluación, asegúrate de que si no es V de Vendetta, que hay que ponerla SIEMPRE, aparezcan historias de amor no heterosexuales o personajes no blancos. Y ya de paso, si la historia puede tener un tono alegre para que todo lo que rodee a la no-normatividad no se les muestre siempre como algo dramático o problemático, mejor que mejor. Son cuatro ejemplos aparentemente inocentes, que no hacen daño a nadie, pero dan un giro al temario que te cagas. Yo no sé qué se puede hacer en el resto de asignaturas que no son idiomas, pero estoy segura que tú si te pones acabas encontrando algo. ¿O qué? No sé si me estoy explicando, pero lo que quiero decir es que si te tomas en serio tu trabajo y crees en lo que haces: el temario no existe. Existe tu clase y las personas que la forman. Puedes dar la misma asignatura y el mismo curso de formas distintas y con contenidos diferentes. Si vas a poner por delante de esa gente que ves a diario un trozo de papel que ha escrito un señor con corbata… mal empezamos.

Bueno, pues estas son mis respuestas a los topicazos: así son las cosas en mi cabeza y así os las quería contar. Quiero decir que yo misma he pensado que estaba de acuerdo con estos topicazos o que podían tener parte de verdad. Esforzarme por descubrir que son falacias, no me ha venido por ciencia infusa, sino una vez más por sentirme incómoda no cuestionando ciertas cosas. Quiero desde aquí agradecer a mis interlocutores (cuyas caras ni recuerdo con claridad) la oportunidad de haberme dado pie a escribir estas reflexiones, de la manera más tonta. A veces hago autopsias a conversaciones que ya no existen y se me ocurren mil cosas que podía haber añadido. Aquí están algunas. Entiendo que haya quien no esté de acuerdo, quien me tache de simplista, de antisistema, de hippie, de feminazi, de adoctrinadora o incluso de lerda. Seguro que todo es verdad. Pero como incluso siendo todo eso (o debería decir, ¿precisamente por ser todo eso?) tengo este pequeño huequito para explicarme, no quiero dejar de hacerlo por si a alguien le sirviera para algo bueno. Las relaciones de poder son las que son y si ahora estoy en el bando de los adultos blancos que mandan, prefiero mantenerme todo lo alerta que sepa. Si hay que elegir, me decanto por señalar a las personas adultas que no estamos sabiendo cubrir las necesidades de un porcentaje de habitantes que tienen derecho a una educación que no les excluya, usando parches de mierda: no vale con hablar de la pantomima de la inclusión, si esa pseudoinclusión se da sin actualizar el temario o modificarlo en lo más mínimo para que quepa todo el mundo. Es muy fácil hablar de inclusión siendo la persona en situación de desventaja quien se adapta. De esto sabemos mucho las mujeres que de costura pasamos a dar tecnología y de clases de cocina a jugar a fútbol, o que para ver una homo sapiens en un libro de texto hemos tenido que dar mucha guerra. Aún así, a lo sumo salen dos, cocinando o amamantando y en un recuadro morado en plan generoso novedoso: sección de mujeres. Los hombres blancos de clase media son los que se llenan la boca con palabros como inclusión en el aula, sin haberse sentido nunca excluidos. Si no os habéis sentido excluidos, que sepáis incluir es difícil. En fin. El sistema educativo todavía es heteromachista, payo y blanco. Y a veces cuando se habla de inclusión, en vez de mirarles desde arriba y dar pócimas a los menores, es más sencillo observar cómo se relacionan entre sí, y copiar su naturalidad. Eeeeen fin. No voy a ser aguafiestas porque, como he dicho al principio, los cambios los evidentes. Vamos poco a poco. Pero vamos.

Pues hala. Ahora, cada cual a sus puestos, y a seguir viviendo dando el menos asco posible. ¿No?

 

Download PDF
master violencia de género universidad de valencia

Artículos relacionados

Últimas publicaciones

ayuda a Gaza
Download PDF

Título

Ir a Arriba